EEl 4 de diciembre de 1992, Cali fue escenario de un evento insólito que prometía ser histórico. En pleno auge del narcotráfico y bajo una atmósfera de inseguridad y caos, dos leyendas del rock mundial, David Gilmour y Roger Daltrey, llegaron a la capital del Valle del Cauca para presentarse en un festival que terminó siendo un desastre absoluto.
Esta es la historia de Ecomundo 92, un recital que se recuerda no por su música, sino por su colapso.
La promesa de un concierto legendario
La idea era ambiciosa. Bajo la bandera de la conciencia ecológica, Ecomundo 92 buscaba reunir a artistas internacionales, figuras del cine, conferencistas y múltiples actividades culturales. Entre los nombres anunciados estaban Oliver Stone, Michael Douglas, Pedro Almodóvar y hasta el director ruso Nikita Mijailkov.
Sin embargo, muchos de estos anuncios eran completamente falsos o carecían de confirmación real.
En lo musical, lo que sí se concretó fue la llegada de tres gigantes del rock: David Gilmour, guitarrista de Pink Floyd; Roger Daltrey, vocalista de The Who; y Phil Manzanera, de Roxy Music.

Su presencia se debió exclusivamente al esfuerzo personal de Chucho Merchán, quien tenía una relación cercana con ellos desde que organizó un concierto benéfico en Londres tras la tragedia de Armero que muchos recuerdan por las 61 horas en las que la pequeña Omaira Sánchez agonizó hasta la muerte.
“Yo traje a David Gilmour acá una vez”, contó Merchán a El Tiempo en una entrevista publicada en diciembre de 2007. “Y todos estos ‘manes’ me decían ‘no, usted está loco, cómo va a traer a Gilmour’, pero él sí es bien bacán, es un ángel y me dijo ‘Chucho, yo voy con usted’, a Cali...”.
Merchán, bajista colombiano que forjó su camino en Europa, fue persuadido por el idílico sueño que vendían los promotores de Ecomundo: los hermanos Orlando y Hugo Alejandro Rey Ramírez.
El músico, que gozaba de la confianza de grandes nombres en el rock británico, inicialmente estaba escéptico a lograr algo de esas dimensiones. Pero empezó a creer que se trataba de algo serio cuando le pagaron una buena cantidad para los ensayos de los invitados y boletos en primera clase. “Me comí el cuento”, dijo Chucho a Vice en una entrevista.

En su corazón, también anhelaba que sus colegas conocieran Colombia de primera mano y que vieran que el país era mucho más bello que el caos que pintaban las noticias.
La gestión no fue fácil. El mánager del guitarrista de Pink Floyd se oponía con firmeza: “Chucho, cómo se le ocurre llevarse a Gilmour en esta época en que Colombia está en esa situación tan horrible”, le reclamaba, señalando los titulares que anunciaban que Pablo Escobar estaba pagando por matar policías.
Pero Gilmour fue categórico: “Chucho es mi amigo, y yo le prometí a él que iba, es una vaina ecológica, le dije que iba y voy a ir”.
La desorganización general del evento
Ecomundo 92 fue un caos desde el principio. La logística era deficiente, los programas no se imprimieron por falta de fotocopiadora y muchas actividades culturales no se realizaron o se improvisaron sobre la marcha.
Una desoladora nota periodística de El Tiempo llegó a calificar a los organizadores como “lobos con piel de ecologistas” y se les acusó de haber convertido una iniciativa noble en “un desastre que deja por el suelo la imagen del país”.
Chucho Merchán llegó a Cali con 25 personas, incluyendo a los tres músicos británicos. No hubo recepción oficial ni garantías de seguridad. “Cuando llegamos vi que no había plata para pagar el transporte ni nada y eso se puso mal”, relató.
El alojamiento tampoco había sido financiado y los promotores no respondían a las llamadas de Merchán. Luego este le dijo que lo estaban amenazando y que tenía que huir.
Aunque no era su responsabilidad, el bajista colombiano decidió asumir los costos de toda la visita a escondidas de Daltrey, Gilmour, Manzanera y demás invitados. No quería que se decepcionaran del viaje.
Para colmo, se desató una amenaza directa de la mafia local, preocupada porque el concierto dañara la gramilla del estadio, justo antes de un partido de fútbol importante para ellos.
“Nos amedrentaron, que porque les íbamos a dañar la grama, ya que al día siguiente había un partido del América de Cali (...) eso hubo metrallas y golpes, fue horrible”, recordó Merchán.
Tampoco se pudo cumplir con el objetivo ecológico del viaje. Chucho quería mostrarles los parques nacionales a los artistas, “y que no todos somos traquetos”, pero las restricciones de seguridad lo impidieron por completo.
A pesar del cansancio, los artistas se mostraron profesionales y comprometidos. Estaban allí por la amistad con Merchán, no por dinero. En el caso de Gilmour, ni siquiera cobró por su participación.

Pero esa noche en el Pascual Guerrero, la energía que había sostenido a Merchán durante meses empezó a quebrarse. Ya en la prueba de sonido, las cosas no auguraban nada bueno. Las fallas técnicas eran constantes. El equipo no era el adecuado, las conexiones fallaban, y los retornos eran tan deficientes que los músicos no se escuchaban entre sí.
Cuando finalmente cayó la noche y las luces iluminaron el estadio, la escena era surrealista. Había apenas unas cinco mil personas en un recinto con capacidad para más de cuarenta mil. La asistencia fue tan baja como el ánimo del público.
Muchos no sabían quiénes eran los músicos, otros esperaban un espectáculo diferente. Hay relatos, incluso, de que la gente no se creyó que figuras de la talla de daltrey y Gilmour se presentaran en Cali.
Cali era una plaza extraña para el evento, considerando que el género predominante es la salsa. La publicidad había sido casi nula y tampoco ayudó que solo días antes se hubiese celebrado un concierto de los Guns N’ Roses en Bogotá (el cual también fue un desastre).
Aun así, los músicos salieron al escenario y dieron lo mejor que pudieron con lo que tenían. La banda Rata Blanca abrió el show y luego subió al escenario la artista Juliet Roberts, intérprete de jazz y blues.
Phil Manzanera, guitarrista de Roxy Music, la relevó con entusiasmo, pero el público no respondía. Había abucheos esporádicos entre los escasos espectadores.
La llegada de David Gilmour al escenario fue tímida. “Buenas noches”, dijo el guitarrista con un español atropellado mientras algunos coreaban su nombre con entusiasmo.
Ahí arriba, se juntó con Chucho Merchán que traía su instrumento y ambos presentaron varios temas ícono de Pink Floyd. Tocaron con mucho profesionalismo, pero el sonido era una tragedia en sí misma.
A mitad de “You Know I’m Right”, el sistema colapsó y obligó a la banda a detenerse. Gilmour, con una sonrisa resignada, volvió a empezar la canción, entregado a la situación. Siguieron piezas como “On the Turning Away”, “Run Like Hell” y, como cierre, “Comfortably Numb”.
Pero la noche aún guardaba una dosis más de historia: Roger Daltrey subía a escena. Vestido de azul, con su energía característica, fue presentado por Merchán como su “héroe”. Aún más inesperado fue ver que Gilmour no se retiró: ambos tocarían juntos algunas canciones de The Who.
El público vibró con “Who Are You”, “Pinball Wizard”, “See Me, Feel Me”, “Behind Blue Eyes” y “Won’t Get Fooled Again”.
El show terminó con el grito “¡Viva Cali!" El telón cayó, y con él, la ilusión.

El escape del Hilton
Pero para Chucho Merchán, aún quedaba por enfrentar el coletazo final de la debacle. Cuando él y sus 25 invitados internacionales, entre músicos, técnicos y amigos, intentaron abandonar el Hotel Hilton de Cali, se toparon con un obstáculo sorprendente: el edificio estaba rodeado por un cordón policial.
“Los del hotel los habían llamado a decirles que hasta que yo no pagara no podíamos salir”, contó Merchán a Vice.
La escena era surreal: un grupo de oficiales con perros pastores alemanes custodiaban el perímetro mientras los músicos eran retenidos en el lobby como si fueran prófugos de la ley. Una vez más, ningún promotor de Ecomundo apareció.
Con el ánimo en ruinas y la presión de sus invitados mirándolo en silencio, volvió a hacer lo impensable: sacó la billetera y pagó de su bolsillo. “Eso fue lo único fuerte que ellos vieron y nunca se van a enterar del resto porque nunca se los voy a contar”, reflexionó Merchán algunos años después.

David Gilmour también resolvió por su cuenta: “El man salió asustadísimo”, confesó Merchán. “Y fue y compró un tiquete y se subió a un avión él solito, porque vio que la situación estaba fea”.
La pesadilla no terminó ahí. Merchán se quedó en Colombia durante un mes más, entre Cali y Bogotá, apagando incendios financieros y legales por la tremenda deuda.
“Duré como unos diez años sin tarjeta de crédito y perdí mucha plata porque todo lo tuve que pagar yo”, reconoció a Vice. Toda una pesadilla.
Gilmour, por su parte, nunca volvió a Colombia aunque su amistad con Chucho sobrevivió a la decepcionante anécdota en Cali.
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