Silvina Gvirtz: “La educación es una apuesta a la esperanza”

En diálogo con Ticmas, la secretaria de Educación de La Matanza analiza los desafíos de un sistema educativo que atiende a uno de los municipios más poblados del país. Entrega de libros y útiles, ampliación de la jornada escolar, alfabetización digital desde el jardín y un programa de robótica que comenzará en 2026 son algunas de las medidas que sostiene como apuesta a la igualdad de oportunidades

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Silvina Gvirtz, secretaria de Educación
Silvina Gvirtz, secretaria de Educación de La Matanza (foto: Andrés Blanco)

El despacho es austero: un escritorio, una biblioteca, una mesa cuadrada de trabajo. Es un ascetismo que va más allá del gesto; podría decirse que es una declaración de principios: la convicción de que la educación se juega en las escuelas.

Silvina Gvirtz hace un alto en medio de una jornada intensa para hacer un balance del ciclo lectivo. Es fin de año y las escuelas están cerrando informes, pero para ella es temporada alta: hay que analizar resultados, presentar proyectos, tomar ahora las decisiones que en dos meses afectarán el comienzo de clases de La Matanza, uno de los municipios más extensos y más poblados del país.

Además de ser una de las referentes más importantes de la educación del país —es investigadora, autora de numerosos libros sobre pedagogía y políticas educativas—, Gvirtz lleva varios años como secretaria de Educación de La Matanza. Primero en la gestión de Verónica Magario y ahora en la del intendente Fernando Espinoza.

Entre las acciones de su gestión, está el programa “A la escuela mejor con libros” que entrega a cada estudiante del municipio manuales de estudio de las materias vertebrales de su curso. Un detalle no menor: en los libros no figura su nombre ni el de ninguna otra autoridad política, pero sí, en cambio, los de los autores de cada volumen. La educación, parece decir, no es una vidriera sino un compromiso.

—Desde hace muchísimos años en Matanza —dice ahora en diálogo con Ticmas—venimos haciendo algo básico para fomentar la alfabetización y mejorar los aprendizajes en lectoescritura: nosotros, como política, entregamos libros a cada chico. Todos los chicos reciben libros de Matemáticas, Lengua, Sociales, Naturales e Inglés. Las investigaciones muestran que, en la escuela primaria, la posesión de libros y el trabajo con el libro impreso da muy buenos resultados. En las pruebas ERCE de UNESCO, los chicos que tienen libros tienen mejores resultados que aquellos que no tienen. Si querés enseñarle a leer y escribir a un chico, necesitás la base, el libro. No es condición suficiente, pero es condición necesaria. ¿Alguien puede enseñar a jugar al fútbol sin pelota? Por qué, entonces, podría creerse que se puede aprender a leer sin libros. Como digo, esta política que, de la mano del intendente Fernando Espinoza y de Verónica Magario se viene llevando hace muchísimos años, hace a la alfabetización. Por supuesto, siempre hay que mejorar y hay enormes desafíos.

Silvina Gvirtz sobre la jornada extendida

¿Cómo lo toman las maestras?

—Valoran enormemente el trabajo con los libros. Ellas también reciben libros para trabajar con los chicos. Algo importante: los libros no los elegimos nosotros, sino que convocamos a todos los inspectores e inspectoras de cada nivel y son ellos quienes los eligen. Para una maestra, tener libros es clave. Un ejemplo muy sencillo: si una maestra tiene que escribir el problema en el pizarrón y el chico tiene que copiarlo en el cuaderno, ¿cuánto tiempo les lleva? Con el libro, puede decir: “Abran en la página tanto” y directamente ponen manos a la obra. Se reduce el tiempo de copia al mínimo posible y se pueden dedicar al contenido de Matemática o de Lengua. Además, cuando el chico se lleva el libro a la casa, el tiempo se expande porque lo mira con los papás, pueden hacer los deberes en familia. El libro es un bien que circula en la familia. Es muy importante como primer paso para la alfabetización.

Si tuviera que hacer una lista de las necesidades básicas para mejorar la calidad educativa. ¿Dónde pondría el foco?

—Hay varios focos. Primero, lo que hace a las condiciones necesarias, como los libros. Otra cosa es la entrega de útiles a cada chico, desde el jardín hasta que terminan la secundaria. También las horas de clase son una condición necesaria: es clave la ampliación del horario escolar. De las 212 escuelas primarias del Estado que hay en el municipio, solo quedan trece con 20 horas y hay un número muy importante —setenta y dos— con jornada completa. No es lo mismo tener cuatro horas de clase que tener ocho. Por eso, los sectores pudientes mandan a sus hijos a jornada extendida y completa. Nosotros decimos que es importante que aprendan Lengua, Matemática, Sociales, Naturales, una segunda lengua como puede ser el inglés y que se alfabeticen tecnológicamente. Pero en qué momento les enseñamos inglés si mantenemos las mismas cuatro horas que a fines del siglo XIX.

O qué se recorta.

—Claro: ¿qué vale menos? ¿Sacamos música para poner alfabetización tecnológica? Por eso es tan importante fomentar el aumento de la jornada escolar. También hay que trabajar en la capacitación docente. Todos los febreros ofrecemos cursos y talleres para todos los docentes. Es un gran momento del año, porque además se los ayuda a preparar, a planificar y llegan con muchas ganas. Hay una asistencia importante a los cursos que ofrecemos.

Aprender haciendo: la incorporación de robótica en el aula

La educación tiene una mirada al futuro, pero también muchas urgencias. ¿De qué manera se puede ir hacia adelante sin olvidarse del pasado?

—A mí me gusta la idea de “mejora escolar”. Cuando se quiere mejorar una escuela, hay que considerar lo que se hace bien. Hay mucho que se hace bien y está insuficientemente valorado. Es muy difícil mejorar si no se entiende qué estás haciendo bien. Y si no se tiene un diagnóstico cierto con datos, uno termina usando percepciones en vez de indicadores. Pero para definir una estrategia de mejora hay que usar indicadores. ¿Qué está bien? ¿Qué es lo que hay que mejorar? Estos datos deben ofrecerlos las pruebas nacionales y las pruebas provinciales.

De esos índices ¿qué evalúa?

—Miramos los números, miramos cómo está el sistema educativo y nos proponemos objetivos de mejora. Hablé de condiciones necesarias y de aprendizaje. La tercera dimensión es el rendimiento interno del sistema. Por ejemplo, la asistencia: se sabe que los chicos que tienen mejor asistencia, tienen mejor rendimiento. Miramos los niveles de presentismo y ausentismo, los niveles de abandono, los de repitencia.

Una característica de La Matanza es que hay mucha diversidad con centros urbanos y zonas rurales. ¿Cómo se asegura la igualdad y la equidad para todos los estudiantes?

—No es una tarea sencilla. Las escuelas se organizan con distintas modalidades: hay escuelas urbanas, hay escuelas rurales, y contemplamos la diversidad. Hay escuelas que necesitan hacer prácticas acuáticas y la Secretaría les financia un natatorio. Eso ya no es una política universal —como los libros y los útiles— sino que son políticas focalizadas en función de las necesidades de cada escuela. Eso es lo interesante del territorio. Hacemos reuniones con los directores de las escuelas a lo largo del año, ellos nos cuentan sus necesidades y, en la medida de lo posible, colaboramos.

Cuando se publican los resultados de las pruebas Aprender todos buscamos cuál es la mejor escuela, en qué puesto está la de nuestros hijos y sobrinos. Muchas veces los docentes lo viven como una presión extra y se vuelven refractarios a esos índices.

—Exacto.

Pero, como dijo más arriba, las métricas son importantes. ¿Cómo es el trabajo con los directivos y los docentes para que tomen los resultados como una oportunidad de mejora?

—Si se comparan dos escuelas, lo primero que hay que mirar —como ya lo hablamos— son las condiciones necesarias. No se pueden mirar los resultados de una escuela de cuatro horas con otra de ocho horas, donde además los chicos tienen todas los herramientas, todos los libros, todos los útiles. Hay que contextualizar el resultado. No se puede leer el resultado del aprendizaje suelto. Ahora bien, siempre hay que colaborar en la mejora de las escuelas y hay que escucharlas porque ellas saben qué necesitan. Nosotros trabajamos con las capacitaciones docentes. Tenemos un programa de 10.000 becas para estudiantes con necesidades. Hacemos un trabajo focalizado.

¿Cómo es el rol de los inspectores?

—Tenemos una inspectora regional, tres inspectores distritales y están los de área. Ellos traen las distintas problemáticas, que analizamos y trabajamos. La mejora lleva tiempo. Por eso son tan importantes las políticas de Estado. Si se entregan libros un año y al otro año no y al otro año no y al otro año sí, es difícil para el docente porque le cambian la modalidad de trabajo, y es difícil para el chico porque sin libros es todo más difícil. Hay que mantener las políticas de Estado. Es lo que hacemos en La Matanza y estamos muy orgullosos.

Silvina Gvirtz: "Educación requiere inversión"

En varias respuestas hizo mención a la tecnología y la alfabetización digital ya desde el nivel inicial. ¿Cómo es el paradigma tecnológico que proponen?

—Equipamos los jardines de infantes, las primarias, las secundarias. Tenemos una Feria de Ciencias, que se hace todos los años para fomentar la alfabetización tecnológica y científica. Al mismo tiempo trabajamos con especialistas que van a las escuelas a formar a docentes y chicos. Los estudiantes tienen que dejar de ser consumidores pasivos y pasar a ser consumidores inteligentes y productores de nueva tecnología. Por eso nos parece tan importante el programa de robótica que vamos a implementar con Ticmas. Hay que pasar del consumidor pasivo que cree que todo lo que hace la IA es verdadero y formarse como consumidores inteligentes.

Apelo a la referente educativa y no a la secretaria. En el marco de una nueva ley de Educación hay un debate sobre si las escuelas deben volver al ámbito de la Secretaría de Educación Nacional. ¿Qué opinión le merece?

—Claramente tiene que haber una mirada nacional importante. Nosotros somos la República Argentina, no somos la suma de provincias. En este sentido hay una función de coordinación, de unificación, de marcar ciertos nortes. Por ejemplo, ir hacia la jornada completa. El Estado nacional tiene un rol principalísimo; no creo que cada provincia pueda definir la educación en soledad. Es muy importante el trabajo del Consejo Federal de Educación. Ahora bien, ¿las escuelas deberían volver a depender de Nación? No. Se generaría un nivel de centralización que no sería correcto. La Nación tiene que velar porque las provincias tengan las herramientas necesarias para desarrollar la educación. Cada provincia tiene sus particularidades, tiene sus procesos. Hasta el inicio de las clases es diferente en donde hace mucho frío y donde hace mucho calor.

En ese sentido, ¿qué impacto puede tener la nueva ley y la reforma educativa que proponen desde la Secretaría de Educación Nacional?

La Ley Nacional de Educación vigente es muy buena. Fue elaborada por expertos en la materia. Para dar un solo nombre —pero hubo muchísimos—: Juan Carlos Tedesco. Se podrá mejorar algún artículo, pero ¿ponerse a hacer una revisión total? Habría que marcar otras prioridades. En Matanza hay un círculo virtuoso, como dice siempre el intendente Espinoza, que comienza en el nivel inicial donde entregamos equipamiento de computación para que los chicos de tres años puedan alfabetizarse digitalmente. Seguimos en la primaria con los libros, los útiles y trabajamos en robótica —en el 2026 vamos a incluir un proyecto maravilloso con Ticmas— con la idea de que los chicos aprendan haciendo, que son todas las nuevas teorías pedagógicas sobre innovación, que hacen que los chicos puedan aprender a pensar en términos de alfabetización científica y matemática. Es algo clave. Tenemos la Universidad de La Matanza en San Justo y el CUDI (Centro Universitario de la Innovación) en González Catán para que los chicos puedan seguir formándose. El CUDI tiene especialización en tecnología y en salud; hay seis universidades trabajando. Tiene más de diez mil alumnos. Es un orgullo. Ahí se cierra ese círculo virtuoso. Si uno quisiera hacer un trabajo en Educación tendría que mirar cómo estamos, qué dice la literatura, cuáles son las estrategias más conocidas e ir hacia ahí. Volver a pensar una ley, no lo sé. Todavía quedan bastantes desafíos en la ley nacional que tenemos.

¿Cómo piensan la relación entre educación y empleabilidad?

—Trabajamos junto con otras secretarías. Creemos en la necesidad de que los estudiantes se formen; por eso creamos el CUDI y está la universidad y las carreras terciarias y los institutos de formación docente. En el CUDI hay una bolsa de trabajo; trabajamos codo a codo con las empresas e hicimos convenios para que los estudiantes vayan a capacitarse. Tenemos enormes desafíos, pero parece importantísimo. Por eso estamos cada vez más cerca del aprender haciendo. Y tenemos algo clave, que son las prácticas profesionalizantes para los chicos.

¿Cuánto duran las prácticas?

—Un semestre. Funcionan muy bien. Yo pienso que, cuando un estudiante termina la secundaria, no puede haber tenido dos años de Física y no entender por qué se prende la luz o cómo resolver algún problema de electricidad. Aprender haciendo es clave para que los estudiantes del futuro puedan emplearse y puedan tener una vida mejor.

Existe un prejuicio sobre La Matanza, una mirada estigmatizante del lugar y su gente. ¿Cómo se trabaja con los estudiantes para evitar, como diría Paulo Freire, que acepten esa mirada?

—Creo que es una mirada externa. En general, cuando uno va a las escuelas, los chicos están orgullosísimos de ser matanceros. Algo que se conoce poco es que Matanza es ciudad de aprendizaje declarada por UNESCO. Debe haber hecho algo bueno el municipio para ser ciudad de aprendizaje, ¿no? Hay muchísimos desafíos por delante, pero los resultados se ven. Hay que ir a las escuelas en marzo. Ver la alegría de los chicos y los padres. El día de los útiles es una fiesta. Los chicos reciben los útiles y se dan cuenta que van a poder estudiar y que tienen todo lo que necesitan.

La educación siempre está en el ámbito de lo emocional.

—Sí, porque es una apuesta al futuro. Es una apuesta a la esperanza, es una apuesta a la formación de personas inteligentes, que piensen, que no caigan en dogmatismos. La educación hace todo eso. Y quienes nos dedicamos a educación también tenemos esperanza y muchas ganas de hacer.

Imaginémonos que mañana frota una lámpara, sale un genio y le dice que le da todo el dinero del mundo para invertir en Educación. ¿Qué haría?

—Llevaría a todas las escuelas a 6 u 8 horas de clase. Volvería a entregar computadoras a cada estudiante de la secundaria y de escuela especial, que serían más modernas que las de entonces. Equiparía a todas las escuelas con un wifi pedagógico. Tendría edificios hermosísimos. Me cercioraría que haya 18 o 20 chicos por clase, que los chicos que necesitan tener beca las tengan.

¿Y si fuera secretaria o ministra de Educación Nacional? ¿Qué medida que tomó en La Matanza llevaría a nivel país?

—El programa “A la escuela mejor con libros”. También la entrega de útiles. Haría un programa para que haya más horas de clase. Y llevaría la alfabetización digital, tanto en los jardines como en las secundarias.

Al final me dijo lo mismo que le pediría al genio con dinero.

—Es lo que hay que hacer. Educación requiere inversión. Si solo evaluamos y si evaluamos de la misma manera a todos los chicos —los que tienen cuatro horas de clase con los que tienen ocho y más recursos— en realidad lo que hacemos es castigar al que menos tiene. Hay que garantizar igualdad de oportunidades. Por supuesto es necesario el esfuerzo, por supuesto es necesario el acompañamiento y el trabajo de los docentes; pero nosotros necesitamos que haya una igualdad de oportunidades.

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