Un informe revela las brechas de género que persisten en las carreras tecnológicas en América Latina

En diálogo con Ticmas, Paula Coto, directora de Chicas en Tecnología, analizó los resultados del informe “La brecha que persiste”. Aunque las mujeres son mayoría en las universidades, su participación en programación y desarrollo tecnológico no supera el 30%. La falta de referentes, los estereotipos y los prejuicios siguen limitando su presencia en áreas clave para el futuro.

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Paula Coto, directora ejecutiva de
Paula Coto, directora ejecutiva de Chicas en Tecnología (Crédito: cortesía Chicas en Tecnología)

En Los espejismos de la certeza, Siri Hustvedt reflexionaba sobre la manera en que las metáforas y los discursos científicos no solo tienen la fuerza para explicar el mundo, si no también para deformarlo. La novelista norteamericana, ganadora del premio Princesa de Asturias, abordaba las teorías que enmascaraban con evidencias falsas los prejuicios y sesgos culturales en los que se basan las diferencias entre hombres y mujeres.

Las reflexiones de Hustvedt resuena con fuerza en el informe “La brecha que persiste”, que acaba de presentar Chicas en Tecnología (CET), y en el que se examina la brecha de género en las carreras tecnológicas en América Latina. El estudio, realizado con el apoyo de NCR Foundation, analizó datos de Argentina, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay entre 2018 y 2022, y los hallazgos muestran que, aunque las mujeres son mayoría en las universidades, su participación en áreas relacionadas con la tecnología sigue siendo marginal, especialmente en las carreras de programación y desarrollo tecnológico, donde no superan el 30% de los estudiantes en ningún país.

El informe destaca incluso hacia adentro de las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) se refleja una desigualdad significativa en la distribución por género. En las disciplinas del universo Bio las mujeres rondan entre el 50 y el 60% de participación, mientras que su presencia desciende al rango del 30-45% en ingeniería e industria, y es aún menor en tecnologías de la información y la comunicación (TIC), donde no pasan del 23%. Para Paula Coto, directora ejecutiva de Chicas en Tecnología, este dato está estrechamente vinculado a los mensajes desalentadores que muchas chicas reciben desde el secundario, donde se les transmite que estas áreas no son para ellas.

La Argentina refleja estas desigualdades de manera clara. Aunque el 61,3% del alumnado universitario total son mujeres, su presencia en disciplinas tecnológicas es mucho menor: 37,3% en STEM, 20,3% en programación y 22,8% en desarrollo tecnológico. “Es preocupante que las carreras tecnológicas, fundamentales para el futuro, sigan siendo tan poco elegidas por mujeres”, dice Coto en diálogo con Ticmas. Es un fenómeno recurrente en toda América Latina. En Uruguay, país que lidera la región en participación femenina en STEM con un 42,6%, la situación tampoco logra alcanzar la paridad. Por otro lado, Chile y Perú se ubican en el otro extremo con apenas un 29% y un 28,9%, respectivamente.

"La brecha que persiste": el
"La brecha que persiste": el informe de Chicas en Tecnología analizó datos de Argentina, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay entre 2018 y 2022, y los hallazgos muestran que, aunque las mujeres son mayoría en las universidades, su participación en áreas relacionadas con la tecnología sigue siendo marginal, especialmente en las carreras de programación y desarrollo tecnológico, donde no superan el 30% de los estudiantes en ningún país.

Chicas en Tecnología había presentado en 2021 el informe “Una carrera desigual”, que se ocupaba de las estadísticas oficiales de la Argentina, donde habían analizado las 8.000 titulaciones del país en pregrado, grado y posgrado, tanto de las universidades públicas como de las privadas. “En esta segunda investigación, en la que trabajamos casi dos años, queríamos responder la pregunta de lo que está pasando a nivel regional y ver si había coincidencias entre los países”, dice Coto.

Para elaborar este nuevo análisis, utilizaron una metodología que combina categorías internacionales junto con una clasificación propia para capturar mejor la complejidad de las carreras tecnológicas. Es una metodología que les permitió desarmar el universo STEM para identificar en qué áreas la brecha es más pronunciada. A través de este enfoque, se detectó que, aunque la matrícula de mujeres en estas carreras ha crecido en términos absolutos, su proporción respecto a los varones se ha mantenido estable, reflejando un estancamiento en la reducción de la desigualdad.

Además de la segmentación por disciplinas, la falta de referentes femeninos en el ámbito tecnológico sigue siendo un obstáculo importante. Según Coto, este factor no solo afecta la elección de las carreras, sino que también influye en la percepción que tienen las jóvenes sobre su capacidad para desarrollarse en estas áreas. A esto se suma que muchas veces enfrentan situaciones de exclusión en las aulas. “El desestímulo, los prejuicios y los comentarios de que estas áreas no son para ellas son barreras que persisten”, explicó Coto.

El informe se presentó con
El informe se presentó con un debate de especialistas que abordaron la brecha de género

Teniendo en cuenta que los sueldos de las carreras científicas hoy no son competitivos respecto de otras disciplinas, ¿es una decisión que las mujeres tomen en cuenta al elegir una carrera?

—No lo asociaría principalmente a lo monetario —dice Coto—, porque la toma de vocaciones que hacen es en la adolescencia, y ahí buscan más por sus intereses. Pero hay una investigación de PwC en Reino Unido donde muestra que las mujeres buscan más en términos de crecimiento de carrera, mientras que los hombres tienden a elegir más en función de lo monetario. Por las investigaciones que venimos llevando adelante, nosotras observamos que estas elecciones están más ligadas a los estereotipos que se arrastran desde las infancias y adolescencias, que muchas veces inhiben estos recorridos. Hay mucho desestímulo a lo largo de la escolaridad: se les dice que no pueden, que es muy difícil.

Desde 2015, con el primer #NiUnaMenos, hubo un cambio en la sociedad que se replicó en toda América Latina en relación al lugar de la mujer en la sociedad. Pero ¿llegó a las carreras universitarias?

—Sin duda, el cambio se nota en los diálogos regionales. Pero las estructuras sociales son lentas para cambiar. Esos estereotipos que identificábamos antes siguen presentes. Aunque hay acciones que ayudan, todavía los esfuerzos deben ser consistentes. Nosotros trabajamos con jóvenes de entre 13 y 23 años, y sus relatos muestran constantemente que reciben mensajes del tipo “Este ámbito no es para ustedes”. Por eso nuestro trabajo tiene que ver con generar espacios de apoyo entre mujeres, porque muchas veces encuentran allí el sostén que no hallan en el secundario ni en la universidad, y eso puede hacer la diferencia entre continuar o no en estas trayectorias.

Un estudio de ONU Mujeres señala que, hacia los seis o siete años, las chicas dejan de soñar con ser presidenta o astronauta, y empiezan a aceptar deseos más terrenales. Cuando una chica llega a CET tiene 13 años. Hay un gap de cinco años entre esa nena que dejó de soñar con ser presidenta y empieza a interesarse por las ciencias. ¿Cómo las reciben? ¿Cómo las acompañan?

—Al principio muchas entran con miedo o con una autoestima muy baja, sintiendo que no pueden. Hay mucho que desarmar y hay que empoderarlas para que vean que, si les interesa, esta es su área de pertenencia. En Chicas en Tecnología tenemos un recorrido completo que va desde propuestas de motivación más lúdicas, hasta una formación más intensiva para que puedan interactuar con la tecnología. Para que puedan crearla y no solo usarla. Hoy alcanzamos 4.000 jóvenes por año en 15 países. Un detalle: este año hicimos propuestas en inteligencia artificial y costó mucho que las chicas se anotaran. Cuando preguntamos por qué, siendo que las otras convocatorias funcionaban muy bien, nos dijeron que les daba miedo no poder. Creo que mostrar la tecnología como una herramienta de intervención social es algo que, de alguna forma, rompe esa la mirada de que la tecnología es para una persona que está aislada. De pronto empieza a abrir mundos.

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