
Desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la continuidad del suministro de sistemas de armas a Ucrania estuvo en el aire. Hasta hace poco, Trump autorizó en julio a sus aliados europeos de la OTAN a comprar armas y municiones estadounidenses, muy necesarias para su transferencia a Ucrania.
Este paso es significativo, al igual que sus posibles consecuencias. La decisión de Trump ha otorgado a la OTAN un papel explícito en la adquisición y entrega de ayuda militar a Ucrania. Esto supone un cambio radical, con profundas implicaciones para la alianza, para Ucrania y, de hecho, para Rusia.
Tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, el gobierno del presidente Joe Biden se mantuvo firme en que la OTAN debía evitar involucrarse directamente en el conflicto. Temía que el presidente Vladimir Putin convirtiera su guerra contra Ucrania en una guerra entre Rusia y la OTAN, lo que implicaría un choque entre superpotencias. Sin embargo, la camisa de fuerza autoimpuesta por el gobierno de Biden ignoró una simple verdad: Putin no puede permitirse una confrontación con la OTAN mientras sus fuerzas estén estancadas en Ucrania.
Ahora que Trump ha roto el tabú sobre el papel de la OTAN en Ucrania, se abren un sinfín de posibilidades. Creemos que, sobre todo, la OTAN debería ayudar a Ucrania con sus defensas aéreas. Actualmente, Ucrania cuenta con una mezcolanza de sistemas diferentes. La OTAN puede ayudar a integrarlos y construir un sistema de defensa aérea integral y de múltiples capas.
Consideremos el complejo sistema de defensa actual de Ucrania: sistemas modernos y costosos como los Patriot de fabricación estadounidense, el IRIS-T de Alemania y el NASAMS noruego-estadounidense; cañones autopropulsados y de tiro rápido; sistemas de misiles de la era soviética; Un puñado de aeronaves de radar de alta capacidad; interferencias electrónicas; sistemas improvisados “Frankenstein” que combinan tecnologías antiguas y modernas; y drones caseros. Los ucranianos merecen reconocimiento por usar esta mezcolanza con resultados notables. Pero la defensa aérea de su país podría ser mucho más inteligente y eficaz. La OTAN debería liderar un esfuerzo para convertir los dispares sistemas de defensa aérea en un todo optimizado e interoperable. Esto no solo beneficiaría a Ucrania; fundamentalmente, beneficiaría a todo el flanco oriental de la frontera de la OTAN con Rusia.
La OTAN cuenta con experiencia, tecnología e interoperabilidad que puede aplicar en Ucrania unificando la inteligencia de diversas fuentes y desplegando sensores para rastrear drones y misiles. El uso de la IA para evaluar las amenazas con mayor eficacia significaría contener los costosos misiles de defensa aérea para las amenazas importantes, mientras que los sistemas más económicos se encargarían, por ejemplo, de los ataques masivos con drones. La integración de las defensas aéreas —con interceptación por capas, coordinación rápida de mando y respuesta automatizada— aumentaría la protección. Una mejor coordinación civil, a su vez, advertiría con mayor eficacia a los ucranianos de a pie sobre cuándo buscar refugio.
En apoyo de esta misión de defensa aérea, la OTAN también debería ayudar a Ucrania proporcionándole misiles guiados de precisión y otras armas de largo alcance que puedan atacar aeródromos, bases de lanzamiento, nuevas gigafábricas de drones y centros de mando rusos, eliminando a los arqueros, no solo a las flechas. Esta proyección de poder tendría un impacto real en las decisiones que se toman en Moscú.
En caso de un eventual alto el fuego, los miembros europeos de la OTAN han declarado que proporcionarán una “fuerza de seguridad” dentro de Ucrania para disuadir futuras agresiones rusas. Estas tropas necesitarán cobertura de defensa aérea, parte de la cual probablemente se proyectará desde Polonia y Rumanía. En otras palabras, la futura defensa de Ucrania requerirá una integración fluida con las defensas aéreas de la OTAN. La OTAN debería empezar a construir esa integración ahora.
Por último, la transformación de las defensas aéreas de Ucrania en colaboración con la OTAN también proporcionaría a los miembros europeos de la OTAN los sistemas y la experiencia necesarios para fortalecer las defensas aéreas de su propia población. Los mismos sistemas que la OTAN debería construir en Ucrania protegerán a Europa contra la producción masiva de drones y misiles que Rusia ya está llevando a cabo.
La OTAN debería formar de inmediato una coalición de expertos, ingenieros y planificadores para colaborar estrechamente con los líderes de defensa de Ucrania. Un esfuerzo coordinado para combinar sensores, sistemas, inteligencia e IA en un escudo aéreo resiliente y escalable debe comenzar ya. No se trata solo de defender a Ucrania. Se trata también de garantizar que la OTAN nunca se enfrente a una vulnerabilidad similar.
Al ayudar a Ucrania, no hay una solución fácil y rápida. Debemos estar preparados para un conflicto largo y difícil. Pero cada paso gradual en nuestra asistencia proporciona mayor seguridad y resiliencia no solo para el pueblo ucraniano, sino también para Europa. Es importante destacar que las medidas que proponemos demostrarían al Sr. Putin que ya ha alcanzado su punto álgido en Ucrania, que su posición solo empeorará a partir de ahora y que es hora de que ponga fin a la guerra.
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