El golpe diplomático de China contra Taiwán

El régimen puso a gran parte del Sur global en contra de Taipéi. Podría estar preparando el terreno para una unificación forzosa

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Un buque de guerra chino
Un buque de guerra chino navega durante un ejercicio militar cerca de Fuzhou, provincia de Fujian, cerca de las islas Matsu controladas por Taiwán (REUTERS/Thomas Peter)

En sólo unas semanas, la administración Trump ha desencadenado un vertiginoso número de iniciativas y polémicas en el extranjero, desde la imposición de aranceles y el recorte de los presupuestos estadounidenses de ayuda internacional hasta el inicio de conversaciones con Vladimir Putin sobre la guerra en Ucrania y la reimposición de la “máxima presión” sobre Irán. Sin embargo, el mayor desafío a largo plazo de Estados Unidos sigue siendo China y, como informamos, en medio de la agitación de la campaña electoral estadounidense de 2024 y la perturbación de las primeras semanas de Donald Trump en el cargo, la República Popular ha estado ocupada reforzando su posición.

Sin que apenas se note, China ha dado un golpe diplomático al poner a más países del mundo en contra de la isla autónoma de Taiwán. La mayoría de los países, incluidos los occidentales, reconocen a China antes que a Taiwán. Hasta hace poco, la mayoría de ellos también reconocía que China reclamaba la soberanía sobre Taiwán, abogando por una resolución pacífica del conflicto, o no se pronunciaba sobre la cuestión. Pero en los últimos 18 meses un gran número de países del Sur global han suscrito una nueva posición diplomática. Ahora apoyan “todos” los esfuerzos de China por unificar la isla con el continente. The Economist calcula que 70 países han suscrito este lenguaje más duro.

Este cambio puede parecer semántico. Pero es importante porque Taiwán ya es un punto álgido y el nuevo lenguaje ofrece a China protección diplomática si utiliza la fuerza. La administración Biden hizo grandes esfuerzos para renovar las alianzas de Estados Unidos en Asia, en parte para disuadir de un ataque chino a Taiwán. Aun así, la situación sigue siendo delicada. En ocasiones, Joe Biden pareció apartarse de la intrincada postura estadounidense de “ambigüedad estratégica”. Con ello se pretende disuadir a China de atacar, pero sin envalentonar tanto a Taiwán como para que declare su independencia. Antes de las elecciones estadounidenses, China realizó ejercicios militares que simulaban un bloqueo devastador de Taiwán.

Desde su toma de posesión, Trump no ha definido su política respecto a Taiwán, aunque ha amenazado con imponer aranceles a su industria de fabricación de chips. En su administración hay halcones de China, como Marco Rubio, secretario de Estado, y animadores de China, como Elon Musk. El 7 de febrero, tras las conversaciones entre Trump e Ishiba Shigeru, el primer ministro japonés, ambos utilizaron un lenguaje más duro de lo habitual en relación con Taiwán, afirmando que “se oponen a cualquier intento de cambiar unilateralmente el statu quo por la fuerza o la coerción”. Sin embargo, en ocasiones anteriores Trump ha parecido menospreciar el deseo de Taiwán de resistir la intimidación china. Puede que aún esté abierto a un acuerdo que venda a Taiwán a cambio de concesiones por parte de China.

Una invasión total de la isla por parte de China es posible, y Xi Jinping, presidente chino, ha pedido al Ejército Popular de Liberación que esté preparado para entrar en guerra en 2027. Otra opción sería una cuarentena, o régimen de inspección, que pretende paralizar la economía de Taiwán sin llegar a ser un acto de guerra.

El esfuerzo diplomático de China parece estar dirigido a minimizar la censura a la que se enfrentaría en cualquiera de los dos escenarios. Consiguiendo que gran parte del mundo legitime formalmente “todas” las acciones emprendidas por China, Xi espera dificultar a Estados Unidos la aplicación de sanciones en su contra. El embargo occidental a Rusia, que carece del respaldo de la ONU, ya ha demostrado ser imposible de aplicar en todo el mundo. Cualquier intento de imponer medidas similares a China en una crisis de Taiwán podría tener aún menos éxito. Paralelamente, China intenta aumentar su autosuficiencia en todo tipo de productos, desde semiconductores hasta alimentos.

El regreso de Trump a la Casa Blanca, junto con su visión del mundo resentida y transaccional de “América primero”, plantea dudas sobre el compromiso de Estados Unidos con sus socios en Asia. El golpe diplomático sobre Taiwán es un recordatorio de que, en medio de estas dudas, China está ocupada haciendo planes.

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