
Los fabricantes europeos de automóviles siguen en problemas. Más allá del avance de las marcas chinas con una oferta muy agresiva de productos de todas las tecnologías, pero especialmente de autos eléctricos, han entrado en la cuenta regresiva de diez años para llegar a la fecha en la que se prohibirá la venta de vehículos con motores de combustión interna y las cuentas no parecen cerrar.
La preocupación ya la había planteado hace dos años Carlos Tavares, exCEO de Stellantis, indicando que la decisión es un tema político y no ambiental. Después fue Luca de Meo, quién recientemente abandonó la industria automotriz dejando el cargo de CEO de Renault Group. Y ahora le toca el turno a Ola Källenius, CEO de Mercedes-Benz, y presidente de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA), quién planteó esta semana una serie de advertencias en un artículo publicado en The Economist, en el que reclamó una revisión de los actuales planes de electrificación impuestos desde la Unión Europea.
Según Källenius, “existe el riesgo de que la prohibición de facto de los motores de combustión provoque un efecto La Habana. Los consumidores que aún no están preparados para la movilidad eléctrica podrían verse obligados a conservar durante más tiempo coches más antiguos y contaminantes, al igual que los conductores cubanos, que llevan mucho tiempo sin poder acceder a vehículos nuevos”.
El ejecutivo de más alto rango de Mercedes-Benz sostiene que un proceso demasiado acelerado y sin flexibilidad en Europa, que no ofrezca otras alternativas para la compra de un automóvil nuevo, podría provocar que los consumidores mantengan vehículos más viejos y altamente contaminantes durante más tiempo del esperado. Las razones están fundadas en la resistencia a aceptar la movilidad eléctrica pero también al alto precio de esa tecnología.

El ejecutivo recordó que el Pacto Verde Europeo fijó como meta que el continente alcance la neutralidad climática hacia 2050, un objetivo calificado en su momento como “el equivalente al aterrizaje en la Luna”, pero que ahora enfrenta desafíos prácticos que amenazan su propia viabilidad. Källenius subrayó que la industria ha invertido más de 250.000 millones de euros en electrificación y ha lanzado cientos de modelos eléctricos.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, la penetración de mercado de los autos eléctricos apenas alcanza el 15% en la Unión Europea, una cifra considerada baja ante las expectativas iniciales. En paralelo, el parque automotor europeo sigue envejeciendo. El promedio de antigüedad de los autos ronda los 12 años en el viejo continente.
Källenius alertó sobre las consecuencias de contar con vehículos cada vez más antiguos: mayor contaminación, más emisiones y motores homologados bajo normativas menos estrictas respecto al presente. El envejecimiento del parque automotor repercute además en la variable del empleo, ya que la falta de venta de autos nuevos impacta en la actividad de las fábricas europeas. El presidente de la ACEA estimó que “más del 40% de los proveedores europeos de componentes y tecnología para automóviles podrían dejar de ser rentables en 2025”, agravando la crisis del sector.
Las ventas de autos nuevos en Europa experimentan un marcado descenso desde 2007, cuando superaron los 16 millones de unidades. En 2024, esa cifra cayó a 10,6 millones. Los precios elevados, la inflación, la complejidad regulatoria y la incorporación obligatoria de nuevos equipamientos de seguridad, contribuyen a encarecer el producto final, pero Källenius enfatizó que el principal desafío está en la propia estrategia de electrificación.

El directivo planteó un giro de “idealismo” a “realismo industrial y geopolítico” en la conducción del Pacto Verde. Entre las propuestas, pide flexibilizar los objetivos de reducción promedio de emisiones de dióxido de carbono (CO₂), ya que estos funcionarían como un obstáculo para el crecimiento económico. Källenius aboga a favor de mantener el apoyo a la electrificación, pero con ajustes, como ampliar los incentivos para la compra de autos eléctricos, expandir la red de estaciones de recarga y reducir el costo de la electricidad, dado que cargar un vehículo eléctrico en espacios públicos resulta todavía más caro que repostar combustible.
Otra de las sugerencias que señala es la necesidad de permitir el desarrollo paralelo de modelos híbridos, motores de combustión de altísima eficiencia, e incluso combustibles sintéticos. Enfatizó que China demostró que el uso simultáneo de distintas tecnologías puede favorecer el avance tecnológico, y cuestionó que Europa no considere este enfoque.
La cuestión de la cadena de suministro se suma al debate. China mantiene una posición dominante en la producción y suministro de baterías y materias primas clave para la electromovilidad. Europa, según Källenius, demorará años en alcanzar una autonomía en este segmento, lo que obliga a diversificar los proveedores y forjar nuevas alianzas internacionales.
De cara a la revisión de la norma en 2026, el CEO de Mercedes urgió a las autoridades a considerar ajustes para evitar problemas estructurales. “Los próximos 12 meses serán decisivos: o Europa se adapta a las realidades actuales o corre el riesgo de sacrificar su liderazgo industrial por exceso de regulación y estancamiento”, concluyó en su carta abierta al poder ejecutivo comunitario.