Vicentin ahora dice que podría reabrir las dos plantas que cerró y empezar a pagar los salarios de 1.500 empleados

Se trata de sus establecimientos en Ricardone y Avellaneda. Lo condiciona a la aceptación de la propuesta de dos proveedores para trabajar “a fazón”. El directorio dijo que estaría “en condiciones de poner en marcha ambas plantas y abonar la semana que viene un adelanto del 25% de los salarios de todo el personal correspondiente a marzo”

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Complejo industrial de Vicentin en
Complejo industrial de Vicentin en Avellaneda (Pablo Lupa)

Una semana después de cerrar todas sus plantas en la provincia de Santa Fe y “ante el público ofrecimiento de la Union Agrícola Avellaneda y de Bioenergias SA” del día viernes “para continuar con los fazones de girasol y de etanol en las plantas de Ricardone y Avellaneda”, la concursada e intervenida cerealera Vicentin señaló que estaría “en condiciones de poner en marcha nuevamente ambas plantas y abonar la semana que viene un adelanto del 25% de los salarios de todo el personal correspondiente al mes de marzo y de regularizar además los compromisos comerciales más urgentes, como transporte, energía consumida en este proceso, insumos de producción, aportes y contribuciones”, dice un comunicado del directorio de la intervenida compañía.

Una solución así, prosigue el comunicado, “debería permitir el giro de la empresa durante lo que resta del mes de abril, comprometiendo además otro adelanto de aproximadamente 25% de los salarios a fin de este mes, en la comprensión de que los servicios de electricidad y gas no serán interrumpidos durante ese período”.

El directorio afirma que de recibir la “confirmación formal de ambos clientes (est es, de Unión Agrícola Avellaneda y Bioenergías SA) y la confirmación de la aceptación de estas condiciones por los sindicatos y el personal fuera de convenio, este principio de acuerdo entre empresa, trabajadores, clientes y sector público -todavía insuficiente para superar la grave situación actual- puede representar el principio de una salida racional hacia la estabilidad que toda la comunidad necesita, requiere y persigue”.

Nuevo giro

Se trata de un nuevo giro en la larga saga de la exportadora de aceite y harina de soja, actualmente en concurso de acreedores tras declarar un ‘default’ por deudas de entre USD 1.300 y 1.500 millones en 2019, que el sábado pasado había anunciado que cerraba la actividad de sus fábricas ubicadas en Ricardone y Avellaneda debido a la imposibilidad de obtener contratos de fazón “para cumplir regularmente con los compromisos de la sociedad”. En aquel comunicado la empresa había adelantado que esperaba “poder revertir la situación una vez que la incertidumbre del proceso judicial sea resuelta”, en referencia a la decisión de la Justicia provincial, que rechazó un acuerdo entre la empresa y una parte mayoritaría de sus acreedores.

Además, la justicia provincial había dictado prisión preventiva por 120 días a cuatro ex directivos de la firma, por considerarlos miembros de una “asociación ilícita”.

Al mismo tiempo, en una comunicación interna a la que accedió la semana pasada accedió la agencia Reuters, la empresa explicaba que “decisiones judiciales recientes (...) han agravado la incertidumbre entre nuestros clientes, quienes, por este motivo han cesado de alquilar nuestras instalaciones de molienda”, con “impacto directo en nuestras operaciones y ahora también el pago de los salarios correspondientes al mes de marzo”.

Son 1.500 trabajadores afectados y la empresa, dijeron fuentes cercanas a la firma, no cuenta con los cerca de 4 millones de dólares necesarios para afrontar las obligaciones.

El mes pasado los dos
El mes pasado los dos principales sindicatos de trabajadores de plantas de aceite vegetal anunciaron un paro nacional por falta de acuerdo salarial con el sector empresario; ahora se suma el conflicto en Vicentín (Pablo Lupa)

Acuerdo no homologado

La compañía había cerrado a comienzos de este año porque la Corte Suprema de Santa Fe no homologó el acuerdo que proponían Bunge, ACA y Viterra para comprar la empresa y pagarle a los acreedores, más allá de que estaba aceptado por una gran mayoría.

“Y ahora han solicitado el cramdown, algo que en Argentina, en general, no termina bien. Pero frente a eso, las tres firmas, que hacían fazón en las fábricas de Vicentín, dejaron de hacerlo porque no pueden darle seguridad a los granos que ingresan si van a un cramdown”, afirmaron entonces fuentes del sector. El cramdown es un mecanismo para que los acreedores u otros actores hagan una propuesta y tomen el control de la empresa en default. En Vicentin no prosperó la homologación, pese a que la compañía había hecho una oferta de pago.