EEUU, Milei y un modelo económico con IA: ¿un cambio estratégico para Argentina?

Inversiones en tecnología y energía nuclear, junto con un acercamiento a la administración Trump, perfilan el plan de crecimiento del Gobierno. Las tensiones con China

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La idea del presidente Javier
La idea del presidente Javier Milei es de un nuevo modelo de crecimiento, basado en la innovación tecnológica y la economía del conocimiento y aprovechando algunas ventajas de Argentina, como la abundancia de territorio y recursos (Foto: AP)

Aunque los proyectos que solicitaron adherir al Régimen de Incentivos para las Grandes Inversiones (RIGI) con el que el Gobierno quiere impulsar una nueva etapa de crecimiento de la economía argentina, alcanzan ya USD 12.400 millones, dos tercios de ellos vinculados a Vaca Muerta, el reciente anuncio de Salesforce, una empresa de tecnología norteamericana, de invertir en Argentina USD 500 millones en los próximos cinco años para contribuir a la digitalización del sector público y convertir a la Argentina en un hub global de Inteligencia Artificial (IA) debe haber sido especialmente reconfortante para Javier Milei.

No solo porque el CEO, Marc Benioff, se lo anunció personalmente al presidente en Davos, en el gran cónclave anual del capitalismo global, sino porque se ajusta más a la idea presidencial de un nuevo modelo de crecimiento, basado en la innovación tecnológica y la economía del conocimiento y aprovechando algunas ventajas de Argentina, como la abundancia de territorio y recursos, para proveer lo que la Inteligencia Artificial, núcleo de lo que ya llaman “la cuarta revolución industrial” demanda en cantidades ingentes: energía.

El anuncio, que Salesforce ratificó en un comunicado, coincide también con la identificación y el tipo de relación que Milei pretende establecer con la flamante gestión de Donald Trump, quien -el mismo día que Benioff comunicaba sus planes en Argentina- lanzaba Stargate, un proyecto de USD 500.000 millones, de infraestructura para Inteligencia Artificial, con el que busca asegurar que EEUU gane la contienda con China por la supremacía tecnológica, económica y geopolítica global.

Marc Benioff, CEO de Salesforce
Marc Benioff, CEO de Salesforce en el 55 Foro Anual de Davos (Foto: Reuters)

Fundada en 2004 por el propio Benioff, exejecutivo de Oracle (cuyo CEO, Larry Ellison, fue uno de los que acompañaron a Trump en el anuncio de Stargate), Salesforce se dedica al manejo integral de las relaciones de las empresas (o gobiernos) con su universo de vínculos y tiene una capitalización de USD 320.000 millones, casi tres veces y media el valor de Mercado Libre, la empresa más valiosa de Argentina, y más de 16 veces el de la segunda, YPF.

Milei ha dicho que pretende un Acuerdo de Libre Comercio (ALC) con EEUU y que está dispuesto a ello incluso al costo de la salida de Argentina del Mercosur, si el bloque (léase, Brasil) no se aviene a flexibilizar su rígido formato actual. Sin embargo, como sugiere el anuncio de Salesforce, el principal beneficio de estrechar las relaciones económicas con EEUU no sería tanto el comercio como las inversiones directas.

Trabas no arancelarias

“El comercio (con EEUU) es importante, porque podría facilitar las exportaciones pyme, pero en general los aranceles en EEUU son bajos y no son un impedimento para exportar. Los problemas son las trabas no arancelarias y la aplicación de medidas antidumping, como ha sucedido con el jugo de limón, el acero, el aceite de soja. Un ALC haría que la relación fuera más política; pero lo que se necesita es un compromiso para facilitar el comercio, para que nos dejen de aplicar trabas no arancelarias”, dijo a Infobae Felipe Frydman, miembro del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales.

De todos modos, reconoció Frydman, “lo más importante son las inversiones: la compra de Impsa por parte de una empresa norteamericana podría convertirse en ejemplo de friendshoring (término acuñado para designar la relocalización de inversiones en países “amigos”) y aumentar la exportación de bienes de más alta tecnología”.

Luego están el tema del gas y el petróleo y el de los minerales críticos. “Hay que ver qué acuerdos se pueden hacer para asegurar la continuidad de las exportaciones argentinas”, dijo el economista y diplomático. Argentina, recordó, firmó en 1991 con EEUU un acuerdo Bilateral de Inversiones que entró en vigencia en 1994, y más tarde un Acuerdo Marco sobre Comercio e Inversiones (BIT y TIFA, por sus siglas en inglés, respectivamente).

Los BITs fueron el carnet de entrada de la Argentina a la ola globalizadora y privatizadora tras la caída del Muro de Berlín. Entre 1991 y 1999 el gobierno de Carlos Menem firmó 57; el único (y hasta el momento, último) posterior, el número 58, un tratado de inversiones bilaterales con Argelia, lo firmó en octubre de 2000 el gobierno de Fernando de la Rúa.

Tras la caída de la convertibilidad, la Argentina llegó a ser, por amplio margen, el país con más reclamos en el CIADI, el tribunal de litigios de inversión del Banco Mundial. Aún registra siete pendientes de resolución, con reclamos por USD 2.513 millones. El más grande es de AES Corporation, una firma de EEUU, por USD 1.814 millones. Por eso, algunas empresas norteamericanas creen que, más que un ALC, sería mejor un nuevo tratado, de protección de inversiones, aggiornado a los tiempos que corren.

Un ALC “es un sello”, explicó Frydman: lo tienen México, Perú, Chile, y facilita relaciones, pero hoy por hoy la Casa Blanca no tiene autoridad para negociar nuevos acuerdos de ese tipo. Conviene concentrarse en mejorar las cuestiones no arancelarias. Además, recordó, la Argentina ya no califica para los beneficios del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP), debido a su nivel de PBI por habitante, algo que acentuará la política cambiaria oficial.

Trump, al anunciar "Stargate". Detrás
Trump, al anunciar "Stargate". Detrás suyo , Masayoshi Son, CEO de Softbank; Larry Ellison, de Oracle, y Sam Altman, de Open AI REUTERS/Carlos Barria

En términos de inversiones y comerciales, cerró Frydman, también puede ser importante la venta de pequeños reactores nucleares para alimentar la demanda energética de la Inteligencia Artificial. Invap, la empresa mixta argentina de alta tecnología, logró patentar en EEUU su reactor ACR-300, de 300 MW de potencia eléctrica, proceso que había iniciado en 2018 y que fructificó en agosto de 2023, con la concesión por parte de la Oficina de Marcas y Patentes de EEUU.

Energía nuclear

El propio Milei mencionó a Invap antes de presentar un nuevo “plan nuclear”. Flanqueado por su jefe de asesores, Demián Reidel, y el titular de la Agencia Internacional de Energía Atómica, el argentino Rafael Grossi, el presidente aseguró el 20 de diciembre pasado que la energía nuclear tendrá un “retorno triunfal” a Argentina gracias a las capacidades técnicas y científicas del país y al enorme territorio y frío clima de la Patagonia, particularmente apto para instalar centros que abastezcan las demandas de procesamiento de datos de la IA.

De hecho, un flamante informe de Goldman Sachs considera que la demanda de energía de los centros de datos contribuirá a un resurgimiento de la energía nuclear. “Solo en EEUU -precisa- las grandes empresas tecnológicas han firmado nuevos contratos por más de 10 gigavatios (GW) de potencial nueva capacidad nuclear en el último año”. Pero estima que la energía nuclear por sí sola no alcanzará para satisfacer la creciente demanda energética.

Según Brian Singer, Jim Schneider y Carly Davenport, de Goldman Sachs Research, el brazo de investigaciones del banco norteamericano, el uso de electricidad en los centros de datos requerirá entre 85 y 90 GW de nueva capacidad nuclear. Las energías renovables aportarán el 40% de lo necesario para satisfacer la demanda adicional, pero debido a su intermitencia y para garantizar la provisión en firme se combinarán todas las fuentes de energía y se seguirán respaldando las baterías, las plantas a gas y las tecnologías de eliminación de carbono.

En suma, también crecerá ampliamente la demanda de, entre otros metales, cobre y litio, por los que la Argentina firmó en agosto pasado con EEUU un Memorando de Cooperación en “minerales críticos”. En esa ocasión, José W. Fernández, subsecretario del Departamento de Estado norteamericano para Crecimiento Económico, Energía y Ambiente, acusó a China de “destruir la competencia para bajar los precios”.

Milei, flanqueado por Demián Reidel
Milei, flanqueado por Demián Reidel (a su derecha) y Rafael Grossi, cuando anunció el "nuevo plan nuclear"

En el actual contexto internacional dijo Dante Sica, cofundador de la consultora Abeceb, “veo cuatro sectores muy atrayentes para la inversión extranjera, incluida la de EEUU: 1) Seguridad alimentaria (inquietud universal, por los conflictos internacionales y la imprevisibilidad climática); 2) Energía (en especial a partir de las disrupciones que generó la invasión rusa a Ucrania y la creciente demanda energética de la IA); 3) minerales críticos, por su aplicación en nuevas tecnologías; y 4) Servicios basado en el conocimiento”.

“En la medida que tengamos estabilidad, tendremos mucha inversión, ya hay señales de eso. Hasta ahora invirtieron los que ya están: hay mucha movilidad por el RIGI, que iguala la presión impositiva con países competidores y da seguridad jurídica al dejar elegir la jurisdicción para litigar en caso de incumplimiento contractual. Veo en un flujo de inversión por ahí. Lo de Salesforce va en esa dirección. Y no solo inversión de compañías de EEUU”, dijo Sica.

El exsecretario de Producción subrayó la importancia de que Argentina maneje bien la defensa de valores constitucionales, por un lado, y del otro el hecho de que en ciertos sectores, como agricultura, compite con EEUU y su principal mercado está en Asia.

“Tenemos que mantener equilibrio en las negociaciones: la agenda comercial y la de valores, porque nuestra Constitución nos ordena defender la libertad, la democracia, los valores republicanos”, dijo el economista, quien recordó que hasta la irrupción protagónica de China en el escenario económico y comercial internacional, a principios de este siglo, “nuestros casos más resonantes de defensa comercial eran con EEUU”.

Un nuevo modelo

Así las cosas, la apuesta oficial, reforzada por un estrecho relacionamiento con EEUU, sería a un “nuevo modelo” de crecimiento, basado más en la productividad vía el cambio tecnológico que en el comercio de bienes.

El petróleo y el gas, la minería y el sector agroalimentario proveerían, en los próximos 10 a 15 años e incluso más, las divisas necesarias para no “estrangular” ese proceso. Según la proyección de exportaciones del Banco Central (BCRA), hacia 2030 las exportaciones de combustibles (USD 37.000 millones), minería (USD 16.000 millones) y granos y derivados (USD 37.000 millones) sumarían USD 90.000 millones, el 62,5% de las exportaciones totales, estimadas para entonces en USD 144.000 millones.

Hacia 2030 las exportaciones de
Hacia 2030 las exportaciones de combustibles (USD 37.000 millones), minería (USD 16.000 millones) y granos y derivados (USD 37.000 millones) sumarían USD 90.000 millones, el 62,5% de las exportaciones totales

Aún así, Milei parece creer más en el protagonismo de la tecnología y los servicios del conocimiento, basados en la inversión privada, como motor del progreso. En algunos de sus discursos mencionó el modelo de “crecimiento endógeno” del norteamericano (Nobel de Economía 2018) Paul Romer y la “teoría unificada del crecimiento” del israelí Oded Galor.

Un reciente libro, Technology and the rise of the Great Powers (”Tecnología y ascenso de las grandes potencias”) publicado por la Universidad de Princeton, compara además las experiencias históricas de crecimiento basada en “sectores líderes” y en “tecnologías de propósito general” y el rol que tuvieron en los auges y ocasos de las potencias de turno.

El autor, Jeffrey Ding, profesor en la Universidad George Washington, de EEUU, sostiene que las tecnologías de propósito general, como en su momento la electricidad y ahora la IA, tienen un impacto transformador superior, aunque de difusión más lenta y prolongada, que aquellas cuya aplicación se limita a uno o pocos “sectores líderes”, pues aumentan de manera significativa la productividad general de la economía e impulsan el crecimiento a largo plazo. Es lo que espera de la IA en áreas tan disímiles como los servicios, la química, el desarrollo de materiales, la biología y los diagnósticos y medicinas en materia de salud.

Según este enfoque, la difusión, más que la innovación en sí misma, es el elemento clave en la competencia tecnológica global. Por eso, cree Ding, las ventajas de China en energía limpia, baterías y vehículos eléctricos no tienen el alcance e impacto sobre la productividad general que tendría la Inteligencia Artificial.

En 2024 Invap, la empresa
En 2024 Invap, la empresa mixta argentina de alta tecnología logró patentar en EEUU su reactor ACR-300, de 300 MW de potencia eléctrica, proceso que había iniciado en 2018 y que fructificó en agosto del año pasado (Foto: Reuters)

A lo largo de la historia, dice el autor, la industria textil a partir del algodón, el acero, los productos químicos y la industria automotriz fueron “sectores líderes” que monopolizaron por un tiempo una tecnología o innovación, la exportaron luego (siguiendo el modelo de “ciclo de vida del producto” que describió el economista Raymond Vernon) y dominaron las corrientes de inversión y comercio internacionales.

En esas ideas abrevó también Robert Gilpin, internacionalista y autor del influyente War and Change in World Politics (”Guerra y cambio en la política mundial”, 1981). Más tarde, el politólogo e historiador Paul Kennedy (”Auge y caída de las grandes potencias”, 1987) atribuyó los cambios de poder a la “sobre-extensión” imperial de las potencias en declive.

Las revoluciones tecnológicas fueron en todos los casos cruciales en esos cambios entre las grandes potencias, pero el proceso por el cual esas transformaciones ocurrieron fue poco explorado, dice Ding. Tecnologías como la electricidad y la Inteligencia Artificial tienen un potencial económico enorme, tras un largo proceso de difusión. El éxito de una nación en adaptarse a ellas dependerá de la capacidad de sus instituciones para ampliar la base de habilidades técnicas necesarias para implementarla.

Ese enfoque, precisa, fue clave en tres momentos históricos de los últimos siglos: el ascenso de Gran Bretaña durante la primera revolución industrial; su desplazamiento por parte de EEUU antes de la Primera Guerra Mundial; y el desafío tecnológico de Japón a EEUU en la segunda mitad del siglo XX, muy basado en tecnologías específicas (robótica y semiconductores) más que en una general y aplicable a un amplio espectro de actividades.

Algunos de los libros que
Algunos de los libros que exploraron el rol de la tecnología en el crecimiento económico y la competencia entre las grandes potencias

El modelo de “sectores líderes”, actualmente asimilable a China, implica que un país domina la etapa inicial de ciertas industrias, monopoliza la innovación en áreas clave y crea estructuras que concentren el poder.

En cambio, prosigue Ding, las tecnologías de propósito general se caracterizan por aplicarse en muchos sectores y generar mejoras continuas. Como sucedió con la electricidad, que empezó a aplicarse en la industria en la década de 1870, pero su difusión a toda la sociedad e impacto en la productividad general se extendió durante 50 años.

Estas cuestiones, dice Ding, serán cruciales en resolver la disputa de poder entre EEUU y China por el liderazgo en Inteligencia Artificial. No prevalecerá necesariamente el que más rápidamente desarrolle la tecnología, sino el que tenga mejores instituciones de difusión, adopción y adaptación de la misma.

Educación, formación técnica y democracia

Las instituciones educativas y de formación técnica y el grado de democratización, concluye, son esenciales, porque no solo amplían la base de habilidades técnicas y de ingeniería necesarias para implementar una tecnología de propósito general, como la IA, sino que también facilitan la coordinación entre quienes la desarrollan y quienes la aplican.

Es un marcado contraste con la teoría del “sector líder”, que prioriza monopolizar industrias específicas y de rápido crecimiento. En lugar de centrarse en la investigación y desarrollo de vanguardia o en promover casos destacados, Ding subraya la importancia de construir una infraestructura educativa que permita la adopción generalizada de tecnologías disruptivas.

Más allá del “efecto Trump” y de los recientes anuncios, ¿estarán el gobierno de Milei y la sociedad argentina de las próximas décadas a la altura de ese desafío?

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