El Pasaje Lanín, ubicado en el barrio porteño de Barracas, se transformó desde inicios del Siglo XXI en un ícono cultural y turístico gracias al artista Marino Santa María.
A menudo comparado con Caminito, en La Boca, este pasaje se destaca por sus más de 40 fachadas intervenidas con pintura, mosaicos venecianos y azulejos, que lo convirtieron en una galería de arte a cielo abierto.
Inspirado por el Museo Guggenheim de arte contemporáneo (diseñado por el arquitecto canadiense Frank O. Gehry) de Bilbao, España, Santa María buscó romper con la tradición local y llevar el arte abstracto de sus cuadros a una escala monumental, y renovar así esta calle del sur porteño.
La principal intervención se inició a fines de los ´90, donde prevalecen colores vibrantes, se extiende entre Brandsen 2100 y Avenida Suárez 2001. Es una zona frecuentemente fotografiada por vecinos y visitantes.
El proyecto comenzó con la fachada del taller en su casa familiar. Inicialmente, Marino diseñó bocetos para otras viviendas y presentó la idea a los vecinos, quienes aceptaron progresivamente. En 2001, se inauguró la primera etapa del Pasaje Lanín, que con el tiempo se expandió hasta convertirse en una obra comunitaria. Marino destacó que esta transformación fue posible gracias al apoyo inicial del Gobierno nacioanl, y a posterior del Gobierno de la Ciudad, la UNESCO y diversas instituciones.
En 2005, el artista incorporó mosaicos, un material que permitió una mayor durabilidad frente al desgaste de las pinturas. Esta decisión marcó un nuevo hito en la evolución del pasaje, consolidándolo como una de las principales intervenciones artísticas urbanas de Buenos Aires, comparable al famoso Caminito de Benito Quinquela Martín.
Para Santa María, esta obra representa la conexión entre arte y comunidad, con un impacto que trasciende generaciones. Su legado incluye trabajos en el Subte porteño y en el barrio del Abasto, que reafirman su compromiso de embellecer el espacio público con arte contemporáneo.
“El proyecto de la calle Lanín fue totalmente una idea mía, nacida de la necesidad como artista de producir una obra con un tipo de comunicación distinta”, reflexionó Santa María sobre el origen de su intervención en el pasaje que en mapuche significa “hundirse” y toma su nombre del célebre volcán Lanín en los Andes, es hoy Patrimonio Cultural de Barracas.
Santa María dijo a Infobae que para él era esencial sacar su arte de las galerías y los museos y trasladarlo al espacio público.
“Los materiales elegidos fueron los más adecuados para la vía pública, como los láctex de exterior, gracias al apoyo de una importante empresa que fabrica pinturas, facilitado por mi amigo y colega Pérez Celis (falleció en 2008)”, explicó.
La obra se destacó por los colores y diseños abstractos que provenían de los cuadros de caballete de Marino. “Cada vecino elegía el diseño que quería para su fachada”, señaló el artista.
El Pasaje Lanín no solo impactó en el paisaje urbano, sino también en el ámbito educativo y cultural. Marino agregó: “Asisten a recorrer la calle estudiantes, legisladores y visitantes de todas partes”.
La obra recibió la distinción Konex al Arte Público. Con el paso del tiempo, el artista amplió su proyecto al incorporar mosaicos en las fachadas a partir de 2005, con el respaldo de empresas del rubro de la construcción. Esto permitió que los diseños fueran más duraderos, ya que las pinturas originales requerían mantenimiento frecuente debido al desgaste por la intemperie.
Con cámara en mano
En redes sociales es muy reconocido el Pasaje Lanín, al igual que el Icalma y el Copahue que lo cruzan.
Pablo Gabriel Fernández, experto en urbanismo conocido por sus recorridas en redes sociales, destacó la atmósfera única del Pasaje Lanín. “La paz que se respira allí es maravillosa, y solo se ve alterada en el buen sentido por la candidez y colores de las intervenciones de Marino Santa María”, señaló.
Además, subrayó que su visita siempre incluye capturar imágenes de la casa del artista y las puertas coloridas justo enfrente, elementos que describe como “irresistiblemente fotografiables”.
Fernández comentó que la primera vez que conoció el Pasaje Lanín fue a través de fotografías, pero quedó sorprendido al recorrerlo en persona. “Uno puede intentar retratarlo una y mil veces, pero cuesta hacerle justicia. Hay que verlo con los propios ojos para apreciar los detalles de las pinceladas y el trabajo con mosaicos venecianos”, reflexionó.
El aporte de estas calles al patrimonio porteño es invaluable, también invitan a redescubrir la historia y el arte en un contexto cotidiano. “Estos espacios generan una conexión única entre el arte y la comunidad, hacen que el patrimonio cultural de la ciudad sea accesible para todos”, amplió.
Lo inmobiliario
En Barracas, el crecimiento inmobiliario está impulsado por su ubicación estratégica y el interés en barrios cercanos como La Boca y San Telmo.
Jorge Manikis, de MKS Propiedades, señaló que la conectividad mejorada con Puerto Madero y el centro de la ciudad hizo que este barrio se perciba como una alternativa accesible frente a zonas más costosas como Palermo y Recoleta. “La expansión trajo tanto nuevos residentes como inversores, interesados en desarrollos que combinan modernidad y el carácter histórico del barrio”, explicó.
Los pasajes Lanín e Icalma destacan como zonas semi-privadas que ofrecen tranquilidad y un aire de comunidad difícil de encontrar en otras partes de la ciudad.
Manikis puntualizó: “Estos pasajes son verdaderos refugios dentro de CABA, con una estética pintoresca y un estilo de vida relajado que resulta ideal para quienes buscan algo único”.
Además, su proximidad a centros culturales y comerciales los convierte en una opción atractiva tanto para compradores como para inversores.
En términos de precios, los departamentos de 2 ambientes en el Pasaje Lanín oscilan entre USD 80.000 y 120.000 dólares, mientras que propiedades más grandes como las casas pueden superar los USD 200.000, según su extensión y estado.
Manikis resalta que el Pasaje Icalma comparte un rango similar de precios, pero algunas propiedades conservan más elementos originales, lo que añade valor para quienes priorizan un estilo de vida más auténtico.
Las casas, en su mayoría, superan los 80 m2 y cuentan con más de dos dormitorios. Muchas de ellas tienen más de 115 años, aunque fueron renovadas por sus propietarios.
En contraste, las unidades del edificio Barracas Central, más modernas y con amenities como seguridad y espacios comunes, suelen atraer a compradores interesados en comodidad y servicios contemporáneos.
Este desarollo se reconvirtió en un proyecto mixto que transformó una hilandería histórica llamada Piccaluga & Cia en 80 lofts y estudios únicos, se preservó la fachada y estructura original. El complejo incluye vistas a una plaza interna con cascada, espejos de agua, gimnasio y pileta.
Allí las unidades pueden oscilar en USD 170.000 con buena altura de piso a techo y los alquileres superan los $650.000 al mes.
El Pasaje Lanín combina arquitectura, arte y comunidad en un entorno único. “Su vínculo con la cultura urbana y las ferias de diseño refuerza su valor patrimonial y lo convierte en un ícono del patrimonio porteño”, concluyó Manikis.