América Latina es la región más desigual y violenta del mundo: con apenas 8% de la población total, en su territorio ocurren casi un 33% de los homicidios, una violencia que no solo afecta la seguridad de los ciudadanos, sino que también impacta sobre la economía y la “cuesta” a la región un 3,4% del PBI anual.
Esas son solo algunas de las relaciones de un informe firmado por Ilan Goldfajn, actual presidente del BID, y quien lo sucedió como director del Departamento Hemisferio Occidental del FMI, el economista chileno Rodrigo Valdés.
El informe elogia explícitamente la política de seguridad del gobierno de Javier Milei, que implementa su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, señalando el caso de Rosario.
Allí, dice el informe, el gobierno dispuso una “estrategia integral” (comprehensive) para combatir el crimen, incluyendo el control de los barrios de alto riesgo por parte de la Policía Federal, reglas más estrictas para los prisioneros de alto perfil y el enjuiciamiento de grupos criminales bajo una nueva legislación, que equiparan a una “ley antimafia”.
“Estos progresos, junto a un código penal juvenil que desalienta el reclutamiento de menores por parte del narcotráfico han llevado a una reducción del 65% de los homicidios en once meses”, subraya el estudio, que también destaca las reformas de seguridad y la reducción de homicidios en Honduras.
Inestabilidad económica e inseguridad
Según Goldfajn y Valdés la inestabilidad macroeconómica, caracterizada por recesiones, picos de inflación y creciente desigualdad, está estrechamente vinculada a los niveles de violencia.
Dicen además que la disponibilidad de armas de fuego y el crimen organizado agravan la situación, debilitando las instituciones y el estado de derecho. La violencia no solo genera pérdidas directas en términos de vidas humanas y gastos en seguridad, sino que también desalienta la inversión, reduce el turismo y fomenta la emigración, limitando así el crecimiento económico futuro.
Esas relaciones son cuantificadas, con los siguientes resultados:
- Un estudio del FMI revela que reducir las tasas de homicidio a la media mundial podría incrementar el crecimiento anual del PIB de América Latina y el Caribe en 0.5 puntos porcentuales.
- También se estima que disminuir a la mitad las tasas de homicidio en municipios violentos podría aumentar su producción económica hasta en un 30%.
- Una recesión en la región se asocia con un aumento del 6% en los homicidios al año siguiente, mientras que una inflación superior al 10% se vincula con un incremento del 10% en los homicidios.
- La relación entre economía y seguridad se mueve en ambas direcciones. Dice un pasaje: la inestabilidad macroeconómica alimenta olas de violencia: una recesión es asocada a un 6% de aumento de los homicidios al año siguiente, mientras que tasas inflación superiores al 10% se asocian a aumentos del 10% en el número de homicidios al año siguiente. Además, agrega el trabajo, el aumento de la desigualdad exacerba el vínculo entre el estancamiento económico y la criminalidad.
Según Goldfajn y Valdés, para romper ese ciclo vicioso es clave entender sus causas y efectos.
Las políticas económicas sólidas, que promuevan la estabilidad, la baja inflación y la reducción de la desigualdad son fundamentales, afirman. Las autoridades financieras de un país pueden debilitar las redes criminales abordando los mercados ilícitos y el lavado de dinero. Y afirman que “intervenciones efectivas” como las implementadas en Jamaica con apoyo del FMI, “han demostrado resultados transformadores, reduciendo la deuda pública y protegiendo la inversión social”.
El elogio a las políticas de seguridad de la gestión de Milei y la mención explícita al caso de Rosario son llamativas, tratándose de dos organismos, en particular el Fondo Monetario, focalizados en los temas económicos y financieros.
Cabe recordar que en su momento el presidente argentino acusó a Valdés de pertenecer al “Foro de San Pablo” y de obstruir con sus exigencias (vinculadas sobre todo a la política cambiaria) las negociaciones con la Argentina.
Posteriormente, Valdés fue apartado del diálogo entre el gobierno y el Fondo. Recientemente, además, Milei señaló a la revista The Economist que tras la victoria electoral de Trump en EEUU algunos funcionarios del Fondo que antes eran “ásperos”, se volvieron “muy dóciles.