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En el deporte, como en la vida, hay personajes que marcan nuestra trayectoria, aunque no compartan con nosotros el mismo camino. No son aliados, pero tampoco enemigos; su existencia nos desafía y nos eleva. A estos personajes podríamos llamarlos “rivalamigos”. No compiten necesariamente por lo mismo que tú, pero su presencia es un constante recordatorio de que puedes ser mejor, de que no hay espacio para el conformismo o la relajación excesiva. En el tenis, un deporte donde la rivalidad es tan intensa como solitaria, los “rivalamigos” han sido los responsables de algunas de las eras más gloriosas y trascendentes.
La trilogía dorada: Nadal, Federer y Djokovic
Si alguna vez existió un ejemplo perfecto de “rivalamigos”, lo encontramos en la relación que han compartido durante décadas Rafael Nadal, Roger Federer y Novak Djokovic. Tres colosos del tenis que, sin la presencia de los otros, quizá no habrían alcanzado las alturas que hoy conocemos. Se han enfrentado en finales que han paralizado al mundo, protagonizando duelos que han trascendido el deporte para convertirse en arte. Pero, lejos de destruirse mutuamente, su rivalidad los ha fortalecido.
Federer, el artista elegante; Nadal, el gladiador incansable; y Djokovic, el estratega insaciable. Cada uno aporta algo que los otros no tienen, obligándolos a evolucionar. “Sin Rafa, yo no sería el jugador que soy”, confesó Federer en una entrevista. Por su parte, Nadal ha reconocido que Federer y Djokovic lo empujaron a perfeccionar aspectos de su juego que, de otra forma, habrían quedado descuidados. Y Djokovic, quien en su momento tuvo que romper la hegemonía de los otros dos, nunca ha escondido su admiración hacia sus rivales: “Gracias a ellos, he alcanzado niveles que ni siquiera imaginaba”.
En sus manos, la rivalidad ha sido un trampolín, no un muro. Es imposible no preguntarse qué habría pasado si uno de los tres no hubiera estado. ¿Habrían ganado más títulos? Es probable, pero también cabe la posibilidad de que se hubieran retirado antes, satisfechos con menos. La rivalidad sana nos ayuda a trascender, nos motiva a dejar un legado y a demostrarnos a nosotros mismos de lo que somos capaces.
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Gabriela Sabatini y su época de oro
En el mundo femenino también hay ejemplos ilustres. Gabriela Sabatini, una de las figuras más queridas del tenis, tuvo como grandes rivales a Steffi Graf y Arantxa Sánchez Vicario. Graf era una fuerza casi imparable, pero Sabatini no se achicaba ante ella. Si bien la alemana ganó la mayoría de sus enfrentamientos, Sabatini supo plantarle cara en momentos cruciales, como en la final del US Open de 1990, donde la argentina consiguió su único Grand Slam.
Arantxa Sánchez Vicario, con su estilo combativo y tenaz, también fue una rival constante para ambas. Enfrentarse a jugadoras como Graf y Sabatini la obligó a llevar su juego a un nivel superior, y lo mismo puede decirse a la inversa. La “leona” española protagonizó batallas memorables que dejaron huella en la historia del tenis femenino. Sin la presencia de rivales tan aguerridas, ¿Graf habría alcanzado las mismas alturas? Es una pregunta sin respuesta, pero no deja de ser intrigante.
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En la actualidad, mientras disfrutamos de los “rivalamigos” Alcaraz y Sinner en el circuito masculino, el femenino nos está regalando una rivalidad que promete ser inolvidable: la de Iga Swiatek y Aryna Sabalenka. La polaca, con su estilo metódico y cerebral, y la bielorrusa, explosiva y poderosa, representan dos formas opuestas de entender el tenis. En 2023 y 2024, estas dos jugadoras han dominado el circuito, intercambiando la cima del ranking y regalándonos partidos memorables.
Lo más interesante de esta rivalidad es cómo ambas reconocen la influencia positiva que tienen una sobre la otra. “Aryna me hace salir de mi zona de confort; no puedo ganarle si no estoy al 100%”, comentó Swiatek tras uno de sus encuentros. Por su parte, Sabalenka ha destacado que competir contra Swiatek le ha enseñado a ser más paciente y a pensar mejor en la cancha. Aunque su rivalidad es relativamente joven, ya se percibe el impacto mutuo que están teniendo en sus respectivas trayectorias.
Más allá del deporte
El concepto de “rivalamigo” no se limita al tenis ni al deporte en general. En la literatura, la rivalidad entre Ernest Hemingway y F. Scott Fitzgerald también es un ejemplo célebre; ambos se admiraban profundamente y se desafiaban a escribir mejor. Otra rivalidad literaria famosa fue la de Virginia Woolf y Katherine Mansfield. Woolf consideraba a Mansfield una de sus mayores inspiraciones y también una de sus críticas más temidas. Por su parte, Mansfield admiraba profundamente la obra de Woolf, aunque sentía la presión de estar a su altura. Su relación las llevó a escribir algunas de sus obras más memorables, como Al faro y Preludio.
Lo que hace especial al “rivalamigo” es que no busca destruirte ni humillarte. Su presencia te obliga a superar tus propios límites, a no conformarte con lo fácil. Como dijo una vez el propio Rafa Nadal: “La competencia te enseña a ser humilde, a aceptar que siempre hay algo que mejorar”. Este tipo de rivalidad no sólo beneficia a las personas implicadas, sino también (especialmente) al público, que disfruta de espectáculos (o libros) inolvidables y, en el proceso, encuentra inspiración.
El legado de los “rivalamigos”
Los “rivalamigos” dejan algo mucho más importante que victorias o títulos: dejan un legado. Los tríos Nadal/Federer/Djokovic y Sabatini/Graf/Sánchez Vicario y la dupla Swiaket/Sabalenka no sólo serán recordados por sus cifras, sino por haber elevado el tenis a niveles insospechados gracias a su coexistencia.
La grandeza no surge en el aislamiento, sino en la interacción con otros. Necesitamos a otros que nos desafíen, que nos inspiren y que, a veces sin quererlo, nos obliguen a demostrar de lo que somos capaces. Porque, como dijo mi admirado Jorge Valdano, “el único enemigo del talento es la comodidad”. Y nadie nos saca de nuestra comodidad con mayor eficacia que un buen “rivalamigo”.
Ahora te toca a ti. Mira a tu alrededor y reflexiona: ¿Quiénes son esas personas que te inspiran a ser mejor, que con su ejemplo o su competencia te desafían a superarte? Puede ser un colega en el trabajo, un amigo, un compañero de estudios o incluso alguien que admiras desde la distancia. Identifica a esos “rivalamigos” y deja que su presencia te motive este año a aprender algo nuevo y a perseguir tus metas con determinación renovada. Porque, al final, ellos también son parte de tu historia de éxito.