Fue campeón del mundo con Maradona y compartió una foto histórica: la frase de su última charla que le quedó “para toda la vida”

Juan José Meza fue parte del hito de la Selección Sub 20 en Japón 1979 y forjó una amistad con Diego que perduró en el tiempo. “Jugando al fútbol parecía que no, pero era humano”, subrayó en una entrevista con Infobae

Guardar
Meza y Maradona besan el
Meza y Maradona besan el trofeo

“Era una persona muy humana, muy servicial. Muy pendiente de mis cosas y de mi familia, de mi bienestar. Mucha gente se queda con otra imagen, porque no lo conoció bien. Imaginate, un tipo que no podía tener una vida normal, no podía ni caminar tranquilo, y siempre estuvo expuesto a las críticas. Jugando al fútbol parecía que no, pero era humano”, recuerda Juan José Meza, quién fue compañero de Diego Maradona en Argentinos Juniors y en el seleccionado nacional Sub-20 campeón en Japón de 1979.

El Tucu Meza conoció a Pelusa en la previa a la Copa del Mundo Juvenil 79. “Llegó un día al hotel Los Dos Chinos, donde estábamos concentrados, y se llenó de gente en la entrada. Recuerdo que lo primero que pensé fue: ‘Este es un petiso coqueto’. Después fuimos muy unidos. Fue nuestro líder en ese Mundial. Nos convenció que podíamos vencer a los europeos. Él me hizo conocer la gloria. Disfruté viéndolo jugar. Éramos niños que nos divertíamos jugando al fútbol y eso se mantuvo con el paso de los años”, rememora.

Durante esa convivencia en Japón, el Tucu pudo conocer al Maradona más auténtico, aquel que las cámaras no podían alcanzar. De ese período, revela una anécdota: “Una vez estábamos en la pieza hablando de Pelé, que era una leyenda. Queríamos saber cómo era de jugador, así que fuimos a hablar con Menotti para que nos contara, porque él había sido compañero de Pelé en el Santos. Por supuesto, nos dijo que el tipo era un superdotado. Muchos años más tarde, hablando con Juan Barbas, que también compartió habitación con Diego, le dije: ‘Pensar que le preguntábamos a Menotti por Pelé, y al final somos nosotros los que dormimos en la misma pieza con el más grande’”, remarca el ex mediocampista ofensivo.

También, Meza recuerda a Maradona como un amigo muy cálido. “Nuestra relación siempre ha sido de amistad, de respeto. Siempre nos ha unido ese cariño con Doña Tota, Don Diego y con Claudia (Villafañe). Ellos vinieron a Tucumán en su momento cuando estuvimos en el juvenil, conocieron a mi familia y a mis abuelos. Eso ha sido un regalo de Dios a lo que fue nuestra amistad, que perduró con el tiempo”, cuenta en diálogo con Infobae.

El 25 de noviembre de 2020, el pibe de Villa Fiorito dejó el plano terrenal para transformarse en leyenda. “Recordarlo hoy hace que se te caiga una lágrima, porque ya no está, se fue. No nos acostumbramos a saber que no está. Para nosotros es como que siempre está presente. Es un momento de tristeza. Tenemos que agradecer que Diego fue argentino”, resalta el hombre de 65 abriles desde su lugar de origen.

El Tucumano Meza tuvo una carrera de ensueño, que duró 16 años corridos. Debutó siendo muy joven, con 16 en Central Norte. Luego, recaló en Argentinos Juniors junto a Maradona en 1978. Después, fue campeón con la Selección Sub 20 de Cesar Luis Menotti en Japón 79, pasó por Instituto de Córdoba, Vélez Sarsfield, en el mejor momento de su carrera, antes de tener su primera experiencia en el exterior. Estuvo en Junior de Barranquilla, Colombia, y luego en Yokohama Marinos de Japón. Regresó al fútbol argentino para jugar en Racing Club, previamente a finalizar su carrera en Emelec de Ecuador en 1991. “Mi vida nómade no era conveniente para mis hijos”, sentencia el exfutbolista, que colgó los botines con 31 años.

- ¿Qué es de tu vida, Juan?

- Tengo un complejo deportivo en Tucumán, con canchas de fútbol. Ahí me divierto un poco con todo lo que se hace en el fútbol, porque cuando nacen los chicos, hasta que empiezan a perfilarse como jugadores profesional, pasan por los complejos deportivos. Y Argentina es un país futbolero. Entonces, imaginate que todos quieren ser Lionel Messi y Diego Maradona.

Meza, en la actualidad. Tiene
Meza, en la actualidad. Tiene un complejo de canchas en Tucumán

- ¿De alguna manera, desde que te retiraste, seguiste vinculado a la pelota número cinco?

- No seguí vinculado al fútbol profesional, pero sí me dediqué a enseñar en la escuela de directores técnicos en Tucumán. Di clases de táctica y técnica. Y, bueno, fueron unos años nomás, unos cuantos años. Después, me transformé en un empresario. Trabajaba en una fábrica de ladrillos. Y como se fueron cerrando las fábricas en el 2011, cuando se sacó la fabricación de rutas, cinco fábricas cerraron y una fue la mía. En Córdoba, eran once fábricas y quedaron tres nomás. Así fue en el resto del país.

- ¿Era tuya la fábrica de ladrillos o qué rol cumplías?

- En verdad, el dueño de la fábrica era mi suegro, pero me hice cargo yo de todo. Hemos trabajado mucho, porque estuve 25, casi 30 años ahí trabajando, y fabricando ladrillos. Era una empresa muy importante, pero tuvo que cerrar por déficit económico.

- ¿Pudiste hacer un buen colchón de dinero tras tu carrera deportiva para vivir bien en el post retiro?

- Sí, pude vivir del fútbol gracias a Dios, porque me pude ir a Colombia y luego a Japón. Después vine a Racing un tiempito, seis meses con Nelson Chabay, y estuve en Ecuador. Cuando dejé de jugar al fútbol, lo hice por uno de mis hijos, por el mayor, que hoy tiene 40 años, ya que desde 1980 hasta 1990 estuve viajando permanentemente y no tenía noción de dónde estaba. Mi vida nómade no era conveniente para mis hijos. Mi hijo un día era colombiano, otro día, japones. Entonces, nos llamaron las psicólogas de Buenos Aires para ver qué andaba pasando, si había problemas con él. El asunto era que, al irme a Colombia, después a Japón, ahí sí me quedé un año, y después a Ecuador, él se movió bastante. Entonces, debía asentarme en un lugar y me vine a Tucumán para quedarme con la familia, porque estuve muchos años afuera, desde 1980 en adelante. Tenía a mi abuela, a mis abuelos que vivían en ese momento. Y bueno, gracias a Dios, pude disfrutar este último momento, y me pude venir a quedar acá, porque realmente trabajábamos bien en la fábrica del ladrillo.

- ¿Tu mejor momento como futbolista fue en Vélez?

- Sí. En 1985 en Vélez alcancé mi mejor nivel. Pero se nos escapó el Nacional por un pelo. El fútbol tiene pocas alegrías y uno tiene que controlar la vanidad y en las rachas pesadas no hay que caerse. Son muy importantes los captadores de talentos.

- ¿Tu cuenta pendiente fue jugar en Boca?

- Podría haber sido cuando me voy de Vélez, porque ese momento se va Jorge Comas también. Y, bueno, va la Chancha Rinaldi, se va Carlos Tapia, y podía haber estado, porque Juan Carlos Toto Lorenzo me quería llevar, me quería llevar a Boca. Y, bueno, sí, podría haber sido eso, pero no se dio. Eran otras épocas, muy difíciles de Boca.

- ¿A qué edad te retiraste?

- A los 31 años, en 1991. Hoy, a esa edad todavía tenés varios años más de vida en el fútbol, ¿no?

- ¿Te arrepentís de haber tomado esa decisión siendo tan joven?

- No, no me arrepiento, porque era psicológico lo mío y lo hice por mi hijo mayor. No era que físicamente estaba mal, porque gracias a Dios estaba sano. El físico estaba bien trabajado. Y realmente, hay que sacarse el sombrero por todos los preparados físicos que tuve durante mi carrera, ya que me ayudaron a tener un cuidado especial con el físico. Realmente nos exigían todo el tiempo.

- Sos pocos los jugadores en la historia del fútbol argentino que debutaron tan jóvenes como profesionales. ¿Cuántos años tenías?

-16 años. Pero a los 15 empecé a jugar en Central Norte de Salta. Muy jovencito. A esa edad, hacía echar a dos o tres rivales por cómo jugaba en Reserva. Entonces, el entrenador de la Primera me vio y me subió. Y ahí debuté a los 16 años haciéndole un gol a San Martín de Tucumán.

- Luego, viniste a jugar a Argentinos Juniors, que tenía como figura a Diego Maradona. ¿Cómo se te dio esa oportunidad?

- Sí, estuve en Argentinos Juniors un tiempito. Cuando nos estábamos preparando con el seleccionado argentino para disputar el Mundial Juvenil 79, el Flaco César Luis Menotti le pidió a Diego (Maradona) que me dejaran ahí en Argentinos, porque quizá viajábamos a Japón. Entonces, estuve en Argentinos un mes, y jugué tres partidos con Maradona, más el partido que disputamos en Uruguay. Todos los partidos los jugué de 8, porque teníamos muchos jugadores en la posición de 10.

- ¿Por qué Menotti le hizo ese pedido a Maradona?

- Para que me fuera fogueando antes de sumarme al seleccionado juvenil y viajar a Japón. Fue una maravilla jugar con el mejor de todos. Ahí nació una amistad sincera, en el sentido de que Diego sabía que yo venía de Tucumán y visitaba a mi familia. Se hizo una verdadera amistad muy linda con él. La familia de Diego tenía algo en común con la mía, porque mi papá junto con el papá de Diego eran correntinos. En Esquina, se casaron y se fueron a vivir a Buenos Aires, donde Don Diego hizo su vida y nació Diego. Cuando venían a Tucumán, Diego traía a su mamá, a su papá y a Claudia, porque querían conocer a mi novia y a mi padre. Entonces, vinieron a mi casa y conocieron mi barrio, que es La Bombilla, en San Miguel de Tucumán, que es una villa. Resulta que en mi barrio, cuando se enteraron de que estaba la familia Maradona, todos esperaban en la puerta de la casa de mi abuela para pedirle un autógrafo, pero no pudo salir a la vereda, porque era todo un lío. Se tuvo que quedar a dormir en mi casa. Entonces, no pudimos salir a desayunar ni a merendar ni a cenar, ¿entendés? Fue hermoso disfrutarlo todo ese tiempo.

- ¿Cómo fue compartir habitación con Diego en las concentraciones?

- Era hermoso. Me reía, porque mi mamá, cuando yo rompía la ropa, me compraba otra toda blanca. Entonces, me iba a La Bombilla, jugaba al fútbol y venía lleno de barro. De esta manera, tenía que lavar yo la ropa, con mis propias manos. Entonces, cuando lo encuentro a Diego en Uruguay con Argentinos Juniors, a él le daban ropa Puma y a nosotros, Adidas, porque era el acuerdo que teníamos. Entonces, Diego usaba todo, lógico, se ensuciaba, y me decía: “¿Tú me podés lavar una remera a mano, que sabes más que yo?”.

Comenzó su carrera en Central
Comenzó su carrera en Central Norte de Salta

- ¿Qué le respondiste?

- Sí, yo te voy a lavar un par de remeras, pero usá las mías mientras tanto. Ahí es cuando después un fin de semana me llama y me dice “¿tú qué vas a hacer en estos días?”. Le digo: “Me voy a quedar con los chicos en la plaza, cantando y bailando”, porque eso hacíamos cuando teníamos un día libre en Tucumán. Entonces, me dice “¿querés venir a comer un asado con nosotros?”. Le respondí “sí, no hay ningún problema”. Ahí compartí el asado con Guillermito Blanco y Jorge Cyterszpiler. Nos sacamos fotos y jugamos al fútbol también. Jugué con Lalo Maradona, quien era mi compinche, y el Turco Maradona era el de Diego. Fue una experiencia linda con Diego, y siempre se preocupaba por mí. Así se forjó una linda amistad.

- ¿Una amistad que duró cuantos años?

- Hasta los últimos días de su vida. Después de que él se va a España e Italia, lo encontré en Japón en 1990, en una gira. Entonces, ahí nos encontramos, y él seguía siendo el mismo. “¿Cómo estás?”, me preguntaba cada vez que nos veíamos, y nos quedábamos charlando un largo rato. Le respondía “estoy bien”, porque si estabas mal, él te auxiliaba. Era un fenómeno. Era un tipo que dimensionaba lo que era y sabía lo que podía hacer y dar. Y lo hacía todo perfecto el Diego. Lástima que no supo cuidarse o tratar de salir de esa adicción de las drogas que, bueno, él mismo sabía que no la podía dejar

- ¿Te manifestaba sus problemas con las drogas?

-Sí. Él sabía lo que había hecho, pero no podía zafar. Ese era el único problema que arrastraba. La adicción lo tenía atado, ¿no? Él mismo lo dijo una vez y se lo recomendó a todos los chicos del país: “No toquen las drogas, porque de ahí no se sale”. Y fue así, ¿entendés? Pero lo dijo: “Yo me equivoqué y pagué”. Diego estuvo tres noches sin dormir cuando tomó por primera vez la droga. Porque él la toma en el momento que se va de España a Italia. Cuando deja Barcelona, porque ya no era de Barcelona, lo habían dejado libre y había arreglado las cosas con el Napoli de Italia. Ahí la prueba en Barcelona.

- ¿Ya se perfilaba Maradona en Argentinos como un futbolista que iba a ser muy importante en el fútbol?

- Sí, Diego era único. No había otro que lo pueda superar. No existía. Me acuerdo de la primera práctica de cara a la preparación para el Preolímpico 1979. Diego no vino al entrenamiento. Entonces, Menotti me pone a mí de 10. Yo hago cuatro jugadas, y se la doy al Pelado Díaz que marca 4 goles. Entonces, el Flaco me cambia la cancha y me pone de 8, sabiendo que de diez iba a jugar Maradona. Y me explicó cómo tenía que hacer el recorrido. Debíamos tener la pelota, era lo que le quería. Siempre quiso eso para su equipo, porque el sistema del Flaco siempre fue el mismo. Pero era difícil en ese tiempo porque te pegaban mucho.

- Qué linda foto con Maradona, los dos besando la copa en Japón. ¿Como surgió esa imagen en el vestuario?

- Sí, esa foto recorrió el mundo. La verdad es que todo el mundo, cuando venía de afuera, me decía “sos vos el de la foto con Maradona”. Es que besamos la copa porque era el sueño de los dos, el que anhelábamos cuando compartíamos la habitación. En ese mismo momento, yo le digo “al final se nos cumplió un sueño” y besamos la copa sabiendo que había un fotógrafo cerca. Él, en todos lados, en todas las revistas, me nombró. Te juro que estaba muy agradecido. Diego me quería mucho, me quería en el sentido de la buena amistad, de que siempre cuando estuvo mal lo he llamado. Cuando lo jodieron de las piernas, también. Y cuando iba a verlo a España, también. Entonces, siempre valoraba esos gestos. No sé si él esperaba a que le dijera algo. Yo no le iba a decir nada, yo lo único que quería era hablar con él, y hablábamos mucho, ¿no? Hablábamos mucho porque él se interiorizaba de todo, y de todos. Me preguntaba: “¿Cómo está tu familia?, ¿Cómo están tus cosas?, ¿Cómo esta tu papá, tu mamá?”. Le decía “bien, bien”.

- ¿Cómo definirías a Diego como amigo?

- Era una persona muy humana, muy servicial. Muy pendiente de mis cosas y de mi familia, de mi bienestar. Mucha gente se queda con otra imagen, porque no lo conoce bien. Imaginate, un tipo que no podía tener una vida normal no podía ni caminar tranquilo, y siempre estuvo expuesto a las críticas. Jugando al fútbol parecía que no, pero era humano. Nos hubiera gustado disfrutarlo más. Yo creo que Diego pasó la barrera de ser grande, ¿viste? Pasó a ser el más grande de todos. Pero, ¿por qué? Por su vida, por su entrega. Por defender al más necesitado, por el desvalido, por el que está siempre en riesgo o en problema. No había vuelta con él. Con el tiempo a mí me ha ayudado Diego

- ¿En qué te ayudó?

- Me mandaba cartas para saber cómo estaba. Me mandaba saludos para mi cumpleaños. Fue una amistad que perduró con el tiempo. Cuando cumplimos 60 años, que fue el año que partió en el 2020, yo cumplo el 21 de marzo. Me mandó saludos en un mensaje con la frase “feliz cumpleaños, Tucu”. Se comunicó por teléfono con mi hijo, quien me pasó la llamada y pude hablar con Diego en el día de mi cumpleaños. Fue la última vez que hablé con él. En esa charla, me dijo “qué bueno que la estés pasando en familia”. Además, me dijo algo que me quedará de por vida.

- ¿Qué te dijo?

- Mi sueño es estar con todos mis hijos en el próximo día de cumpleaños. Él cumplía el 30 de octubre, pero ese año (2020) no los pudo juntar. Fijate vos como son las cosas que 25 días después, fallece Diego. Entonces, no pudo. Él quería tenerlos a todos en su cumpleaños. Fue el único sueño que no pudo cumplir en su vida, festejar un cumpleaños con todos sus hijos e hijas.

- ¿Te sorprendió su partida siendo tan joven?

- Me hubiera gustado tenerlo unos años más. Los que integramos ese plantel estuvimos muy consternados. Estuvimos hablando un tiempo y nos costó aceptarlo. Yo me enteré por un mensaje de WhatsApp y me negué a que fuera cierto. Luego, me largué a llorar. No aguantaba más. La última vez que se lo vio, en la cancha de Gimnasia, ya no era él. Estaba como entregado. Hace tiempo que rezaba para que siguiera adelante. Pasa que no lo dejábamos ir. No queríamos que se fuera. Hoy está con su mamá y su papá. Todavía recuerdo cuando me invitó a pasar un día en su casa. Estaban Don Diego, Doña Tota y los hermanos. Era una familia muy linda y me hizo sentir uno más.