River Plate sufrió un nuevo golpe en el Monumental: cayó 2-1 ante Deportivo Riestra, que visitaba por primera vez el recinto de Núñez. Así, sumó una nueva decepción tras la eliminación de la Copa Libertadores, y su adversario le sacó cuatro puntos en la pelea por la cima del Grupo B del Torneo Clausura. Fue la cuarta caída consecutiva del Millonario, que no logra encontrar su identidad bajo la tutela de Marcelo Gallardo, quien reemplazó a Martín Demichelis sin poder acercarse al éxito de la primera etapa.
Las redes explotaron tras el tropiezo ante Riestra. “Que se vayan todos” y “Fin de ciclo” fueron dos de las etiquetas que ganaron la conversación en X (antes Twitter). Los groseros errores defensivos (en un balón quieto, una falencia que se repite; y en un pelotazo cruzado) le dieron la ventaja a Riestra, que supo sostener la ventaja. Giuliano Galoppo había empatado transitoriamente.
Pese a las grandes erogaciones de dinero y la presencia de varios ídolos del club en el plantel, el Muñeco sigue sin encontrar el rumbo. De hecho, sigue sin poder ganar un título durante este segundo ciclo de Marcelo Gallardo. Pero además no logra imprimirle la imagen de antaño: lento, sin volumen de juego, no hace diferencia desde la presión y sufre la descoordinación en la retaguardia.
Tras el partido en Brasil, el DT de 49 años había hablado de “un equipo en construcción” porque “hay muchos jugadores que llegaron y muchos que se fueron”. Palabras que sonaron desconcertantes teniendo en cuenta la millonaria inversión en los últimos mercados de pases y el pobre correlato en el campo de juego de acuerdo a las expectativas.
El blindaje que genera su indiscutible idolatría empieza a deteriorarse. La estatua seguirá por siempre de pie en el Monumental, pero crecen los interrogantes sobre si podrá revertir este presente. Encima, el jueves, tendrá un desafío de fuste: se medirá en Rosario ante Racing, que sí accedió a las semifinales de la Copa Libertadores, por los cuartos de la Copa Argentina.
Un segundo ciclo que no arranca

Este segundo ciclo se inició con Gallardo como protagonista central de la película, llamado a dar un golpe de efecto ante la salida de un Demichelis en baja. En La Liga Profesional 2024, y tras un debut con empate 1-1 ante Huracán, el equipo no entró en esa dinámica positiva que se buscaba y quedó en la quinta ubicación con 43 puntos, a ocho del campeón Vélez Sarsfield.
La cosecha de Micho en el banco había dejado a River como el mejor de la primera fase de la Copa Libertadores el año pasado, y Gallardo tomó el mando ya para los “mata-mata”. Dejó afuera a Talleres de Córdoba en octavos de final y eliminó a Colo Colo de Chile en cuartos, pero llegó el primer gran cachetazo: Atlético Mineiro lo goleó 3-0 en la ida de las semifinales y el Millonario no fue aquel equipo de las hazañas de la primera parte de Gallardo. Apenas empató 0-0 de local y se despidió del torneo sin dar esa batalla.
Lo que vino marcó un declive en el juego, pero también en ese espíritu guerrero que había tenido como sello distintivo el primer ciclo. En marzo pasado, Talleres le ganó en los penales la Supercopa Internacional en Asunción y Platense lo dejó afuera en cuartos de final del Apertura dos meses más tarde. “Más que preocupación, lo que tenemos es frustración”, dijo aquel día el DT.
Los resultados que vinieron ya le dieron paso indiscutidamente a la preocupación: el Mundial de Clubes de mitad de año apareció como el escenario ideal para una recuperación. La inyección anímica. El combustible para volver a “creer”. Sufrió más de la cuenta para vencer al Urawa Red Diamonds de Japón en el debut y tuvo un apático empate sin goles con Monterrey, que dejó al Millonario demasiado expuesto para intentar la heroica ante el Inter de Milán, en un duelo que finalizó con derrota 0-2. Adiós al sueño.
River desembocó en el segundo semestre con deudas deportivas que fueron creciendo, poniendo la lupa cada vez más en las inertes decisiones que tomó el técnico para buscar la reacción. La clasificación por penales ante Libertad en octavos de la Libertadores dejó al equipo trastabillando y anunciando la caída final contra Palmeiras en cuartos. Este marco, para colmo, le colocó una corona de inusitada presión al Torneo Clausura y a la Copa Argentina.
Desde su vuelta al club, Gallardo sigue sin poder coronarse con revanchas en el horizonte con el torneo local (estaría clasificando a los playoffs) y los cuartos de final de la Copa Argentina que parecen tener un sabor agridulce.
Los números resumen también el raquítico rendimiento: tras el empate 1-1 contra Huracán en el Monumental el 10 de agosto de 2024, el Muñeco se calzó el buzo de entrenador en 68 encuentros, en los que cosechó 32 victorias, 25 empates y 11 derrotas. Es decir, cosechó el 59,3 por ciento de los puntos.
Estos números distan demasiado de lo acontecido en su primera etapa, en la que se convirtió en el técnico más ganador de la historia de la institución (tres Copas Argentina, tres Recopas Sudamericanas, dos Copas Libertadores, dos Supercopas Argentinas, una Copa Sudamericana, una Suruga Bank, una Liga Profesional y un Trofeo de Campeones) y fue reconocido con una inmensa estatua al lado de la de Ángel Labruna en el Monumental.
Tomando como medida su primera aventura en el Millonario (dirigió en total 425 partidos, en los que ganó 232, empató 101 y perdió 92, quedándose con un 62.50 de los puntos), en el mismo lapso de encuentros de los que acumula en esta segunda etapa, en la primera ya había ganado la Recopa Sudamericana ante San Lorenzo y la Copa Sudamericana (eliminando a Boca Juniors en la semifinal).
Millones de dólares en refuerzos, pero el equipo no aparece

Pero esos números tienen un contexto que le agregan mayor responsabilidad a la actualidad de River: los millones que desembolsó el club para cumplir sus deseos en cada mercado de pases desde su regreso. Apenas retornó, tuvo el respaldo todopoderoso que le habían dado sus éxitos del primer ciclo. Dejó de lado a los nombres que había requerido Demichelis en esa misma ventana de pases (Jeremías Ledesma, Adam Bareiro, Federico Gattoni, Franco Carboni y Felipe Peña Biafore) y desembolsó más de 10 millones de dólares para que se sumen Germán Pezzella, Fabricio Bustos, Maxi Meza y Marcos Acuña.
Con la intención de dar pelea en todos los frentes y ser protagonista en el Mundial de Clubes, el Millonario volvió a poner en el inicio de este 2025 mucho dinero sobre la mesa para ir en busca de un salto de calidad. En esta ventana, el club volvió a apostar por nombres de peso, repatriar viejas glorias y contratar a campeones del mundo o jugadores de selección.
Arribaron Enzo Pérez, Gonzalo Montiel, Sebastián Driussi, Lucas Martínez Quarta, Gonzalo Tapia, Matías Rojas, Giuliano Galoppo y Kevin Castaño, con una inversión total que superó ampliamente a los 30 millones de dólares.
Esa ventana de transferencias de principio de año dejó en evidencia el problema estructural que tiene River. Primero, con las salidas en el siguiente mercado de Tapia (cedido al San Pablo) y Rojas (libre a los Portland Timbers), pero principalmente con los cerca de 14 millones de dólares que debió poner el club para cumplir el deseo de traer al colombiano Castaño desde Krasnodar de Rusia. El mediocampista colombiano de 24 años, que tuvo en sus pies una chance inmejorable ante Palmeiras en Brasil, es un reflejo del reclamo que tienen los hinchas: su irregular nivel no logra justificar esa enorme erogación de dólares que se hizo en marzo pasado y es un ejemplo simbólico del “equipo en construcción”.

Hace más de tres meses, Gallardo otra vez tuvo la lapicera en su mano para revertir la situación en el mercado de pases. Con la salida de Franco Mastantuono al Real Madrid consumada, nuevamente jugó con fuerza en la ventana de fichajes: pagó los 8 millones de euros de la cláusula de rescisión de Maximiliano Salas, de Racing, pero a eso le sumó uno 10 millones de dólares más para incorporar a Juan Carlos Portillo, Matías Galarza Fonda y Juan Fernando Quintero. Con la limpieza del plantel que tuvo las caras de Santiago Simón, Adam Bareiro, Manuel Lanzini, Matías Kranevitter, Rodrigo Aliendro y Leandro González Pirez, más los regresos de Lautaro Rivero y Sebastián Boselli, se buscó lavar la imagen del equipo. Sin embargo, las caras nuevas no lograron matizar un rendimiento igualmente deprimido.
En total, el segundo ciclo de Gallardo tuvo un desembolso del Millonario cercano a los 78 millones de dólares según las cifras estimativas del sitio especializado Transfermarkt con Castaño (14 millones), Driussi (11 millones), Salas (9 millones) y Martínez Quarta (8 millones) como los apellidos que más costo significaron para las arcas del club. Galarza, Portillo, Pezzella, Bustos y Montiel obligaron a invertir unos cinco millones de dólares por cada uno, pero además River pagó por los arribos de Quinteros (2.5 millones), Acuña (2 millones), Meza (2 millones) y Tapia (1 millón). El caso de Galoppo suma una particularidad: llegó a préstamo con una obligación de compra por 3.2 millones de dólares que seguramente será ejecutada.
La luminosa aura que encandiló al mundo en ese primer ciclo sigue generando el respeto lógico de una gloria, una leyenda, un mito. Pero la silla de la interpelación ahora comienza a cuestionar algunos puntos del plan de trabajo del entrenador que puso la vara del club en el cielo: ya no son pocos los que se preguntan si valen la pena los 6 millones de dólares al año que cuesta el cuerpo técnico o si es una decisión correcta la chequera a sola firma en cada mercado de pases.
Tras el duelo ante Riestra, River se marchó del Monumental entre silbidos. Los jugadores también habían escuchado reproches en San Pablo. Y durante el cotejo en Núñez de este domingo hubo cánticos ácidos para el plantel. El mensaje de las tribunas fue claro: el club exige los resultados del otro Gallardo, el del primer ciclo.
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