
Para un futbolista, llegar a jugar en Primera División se traduce como la coronación de una serie de esfuerzos desde temprana edad. Ni hablar si el club del debut es un grande del fútbol argentino como Boca Juniors. Luis Mario Saraco logró todo eso, pero una lesión en uno de sus ojos le impidió seguir adelante con ese sueño y hoy se gana la vida como remisero.
“Estuve ocho años en Boca, hice todas las Inferiores, desde Novena hasta Primera. Firmé mi primer contrato profesional en el año 1976, justo cuando entró el Toto Lorenzo como director técnico, con Alberto J. Armando como presidente“, le cuenta Saraco a Infobae.
Saraco jugaba de mediocampista, pero tuvo la posibilidad de debutar con la camiseta del Xeneize como lateral derecho durante la huelga de jugadores profesionales de agosto de 1975 -aquella que se produjo mientras River Plate se consagraba campeón y cortaba una sequía de 18 años sin títulos-.
“Me tocó entrar en un partido que le ganamos a All Boys por 7 a 0, jugué 17 minutos y al día siguiente jugamos contra Independiente. Ahí sí fui titular y completé todo el partido, que también goleamos, pero por 4 a 0. En ese tiempo no estaba todo tan organizado, así que era común jugar dos días seguidos", recuerda Saraco.

“Lamentablemente, mi carrera fue corta, después del debut volví a alternar con la Tercera y a entrenar con Primera. Pero, antes de volver a jugar con la Primera, tuve un desprendimiento de retina producto de un golpe. Me operaron, pero no quedé bien y el médico me dijo que no podía jugar más porque corría el riesgo de quedarme ciego. El momento en el que me lo comunicó fue durísimo, pero son las cosas de la vida”, explica el ex futbolista que debió colgar los botines a los 21 años.
“No iba a la cancha, ver a mis compañeros me hacía mal. Yo podía estar jugando con ellos, pero no lo podía hacer más. En ese momento no me daba cuenta, pero haber jugado en Boca fue muy importante, lo empecé a valorar cuando volví a La Bombonera”, explica.
Ya lejos del mundo del fútbol, Luis se reinventó, formó una familia y se gana la vida como remisero en Villa Luzuriaga, localidad de La Matanza, en la Provincia de Buenos Aires. “A veces suceden cosas que uno no las espera. Me hubiese encantado vivir del fútbol, hacer una carrera hasta los 33 o 34 años y retirarme tranquilo. Además, recorrí todas lasIinferiores, hice todo el camino, pero, bueno, la vida es así y hay que hacerle frente”, agrega.

“Cuando dejé el fútbol empecé a trabajar en un banco, que para mí eso era importante, porque de repente también te encontrás con que no sos más jugador de fútbol y tenés que ganarte la vida, y ahí me hacían sentir un crack, me decían ‘éste jugó en Boca, vamos a hacerlo jugar para nosotros’ y me pusieron a jugar para el equipo del banco. Obviamente ya había pasado un tiempo de la operación, así que acepté y jugué bastante tiempo,” recuerda.
Hugo Orlando Gatti lo maravilló con su talento, y Saraco comenta lo que significó compartir plantel con el Loco: “Siempre me gustó como arquero y cuando me enteré que iba a venir a Boca me emocioné. Un día, Lorenzo me dice: ‘Vení a practicar penales’ y estaba él. Por los nervios lo pateé horrible y me lo sacó fácilmente, un fenómeno”.

Ya en su papel de hincha explica las diferencias entre dos de los mejores jugadores de la historia del Xeneize: “De chico mi ídolo era Ángel Clemente Rojas. Lo que hizo Rojitas adentro de una cancha no se lo vi hacer a nadie más. Era fantasía. Te ganaba un partido él solo. Después vi a Riquelme, aunque Román era más pausado, Ángel corría más”.
Lo cierto es que a Luis Saraco nada ni nadie va a quitarle haber jugado en Boca. Supo transmitirle el amor por el club de La Ribera a su familia y cuenta lo especial que es ser parte de la historia de la institución: “Un día voy al Museo y mi hijo menor me dice: ‘mirá, papá, el de esa foto sos vos’. Yo no lo podía creer, cuando la vi me emocioné más que cuando jugué, es un orgullo para mí“.