Oscar Roberto Panno, Ingeniero Civil de profesión y ajedrecista por convicción, es una de las grandes leyendas del milenario juego. El primer campeón mundial juvenil del continente americano y el último bronce del historial argentino. El gran maestro más longevo del país y que hoy cumple 90 años.
“Los festejos serán algo íntimo y sencillo; seguramente iremos a almorzar o a cenar en familia junto a mis hijos y nietos”, aventuró sonriente el tres veces campeón argentino de ajedrez.
Su paso es el de un monarca emérito; su amabilidad y la falta de prisa atestiguan que, si bien el ajedrez no permaneció del todo ajeno a los embates de los tiempos modernos de la ansiedad e inmediatez, sus fieles mejor dotados aún conservan un aura difícil de extinguir. Al estrechar sus manos uno percibe de inmediato el privilegio del calor compartido por siete campeones mundiales; unas veces victorioso, y otras, derrotado. Al saludar al maestro Oscar Panno uno cree rozar mágicamente el linaje del pasatiempo más insondable; que está saludando a Bobby Fischer, a Vasili Smyslov, a Mijaíl Tal, a Tigran Petrosian, a Boris Spassky, a Anatoly Karpov, a Garry Kasparov…
En su domicilio en el residencial barrio de Saavedra -donde sobresalen las construcciones de casas bajas, tipo chalets de dos plantas- y que habita desde hace más de medio siglo, recibió a Infobae.
“El ajedrez entró en mi vida a finales de los años 40 y, a partir de 1951, tuve a mi primer maestro, Julio Bolbochán. Me tocó actuar en los años cincuenta, la que fue calificada como la época dorada del ajedrez argentino. En ese entonces interpretaba al juego como un estimulante desafío intelectual que, con el tiempo, debido al deterioro educativo en nuestro medio, fue derivando a recomendarlo como una herramienta educativa debido a sus fuertes beneficios en la formación de los jóvenes y en la notable economía de su práctica. Por eso, hoy considero fundamental aspirar a la alfabetización ajedrecística de los educandos, para que todos sepan o interpreten lo que es el ajedrez, no para llegar a ser un gran maestro si no para que todos sus jugadores sin exclusiones sepan de qué se trata”, sostuvo.
Luego, ese hombre con la mirada de sus ojos claros que conserva una cordialidad impiadosa, agregó: “Es verdad que el ajedrez de alta competencia ha cambiado por el fuerte impacto generado por la tecnología electrónica que, sumado a la Inteligencia Artificial, hacen impredecible su evolución futura, pero que a mi criterio no modificará que el ajedrez siga siendo un sano entretenimiento cuya práctica depara múltiples beneficios”.
La charla continúa con Oscar Panno sentado frente a un tablero y un juego rústico de ajedrez, con piezas que atestiguan el paso de los años y otras más relucientes que llegaron en su reemplazo. Paciente, contó los motivos de su renuncia a ser un profesional del ajedrez. Su voz, grave y resquebrajada tiene el don de la persuasión en cada acentuación. Por eso habla y convence con fe de predicador.
“La geografía del país nos aleja de los grandes conflictos políticos del mundo, pero también es una rémora para un contacto más directo con la meca del ajedrez. Todo está en el Norte, en Europa y acá no pasa nada. Jugamos sólo entre nosotros. Esto hace imposible una auténtica profesionalización del jugador de ajedrez. Por eso muchos jóvenes decidieron emigrar. Mi decisión fue la de quedarme en el país y contribuir al desarrollo del ajedrez con fines educativos, además de entrenar a muchos jóvenes maestros”.

-Pero muchos se atrevieron a dar el salto
-Sí, el último fue Alan Pichot, que quiere ser profesional y no se puede quedar acá. La decisión de renunciar a la familia, al país que te formó en tu profesión, a los amigos y muchos etcéteras más, para llegar a ser un profesional del ajedrez, no era lo mío. Otros como Pilnik o Quinteros lo hicieron, a mí no me interesó ni tampoco cambiar de bandera.
-Lamenta no haber sido un profesional del ajedrez
-Es qué para mí, el no ser profesional del ajedrez me resultó peor. Yo le dedicaba los espacios que me quedaban de otras actividades como estudiante o como profesional. En las vacaciones anuales me dedicaba a jugar algún torneo, por lo que el ajedrez condiciona a uno un poco la vida. En la defensa del título de campeón del Club Argentino, tanto ante Quinteros y luego con Amura, arranqué ambos matches perdiendo 2 a 0, por lo que tuve que dejar mis actividades profesionales y enfocarme en los duelos a los que afortunadamente conseguí dar vuelta.
Cultor del perfil bajo, el único ajedrecista argentino que mantuvo score favorable frente a una de las mayores glorias de este juego, el ruso Boris Spassky (1937-2025), eludió las comparaciones a la hora de señalar sus virtudes.
-¿Sus inicios fueron tanto o más brillantes que los del niño Faustino Oro, la gran atracción del ajedrez mundial en la actualidad?
-¿Por qué lo dice?
-Porque Faustino en cuatro años de aprendizaje llegó al título de maestro internacional, pero usted empezó a los 12 y a los 16 tuvo su primer entrenador, y dos años después ganó ese título junto con la conquista del Mundial Juvenil, el Argentino Superior y el Sub 20, y dos campeonatos más en el Club Argentino. Todo en sólo seis años.
-Bueno, en mi época no había tanto marketing. Esa es la diferencia (risas)
A los 90 años, las frágiles rodillas del maestro le impiden movilizarse a gusto, pero con su auto -que aún maneja- llega semanalmente los sábados de 15.30 a 18.30 para dar sus clases en el Club River Plate; una tarea que cumple desde hace 52 años. Su rutina diaria es la de revisar partidas de los grandes torneos y buscar esquemas de enseñanza para sus alumnos. Sabe todo lo que pasa en el mundo del ajedrez.
-¿Está informado de los logros de los chicos argentinos, de Ilan Schnaider, los hermanos Fiorito, Ernestina Adam, Candela Francisco, de Oro y otros más?
-No de todos; no me llegan las partidas de ellos; sí, las de Faustino. Justamente ahora estaba analizando su actuación en Wijk Aan Zee.
-¿Y qué futuro le ve al chico?
-En Holanda le fue mal, pero le veo condiciones. Me parece fantástico que no esté atado a un estilo, juega tanto peón rey como peón dama. Estamos frente a un prodigio. Acá, en Argentina, no he visto otro como él, incluso más que Huguito Spangenberg, que a los 10 ya jugaba muy bien. Tal vez viendo sus partidas, yo diría que está necesitando un profesor de mayor nivel y no tantos especialistas. Recuerdo que Kasparov a los 10 conoció a Botvinnik y comenzó a entrenar fuerte con un gran maestro, los especialistas que tuvo eran otros grandes maestros que se destacaban en determinadas líneas de una apertura o defensa y que le enseñaban sus secretos. Bueno, todos sabemos muy bien cómo funcionaba entonces la maquinaria rusa.

-¿Pero los chicos ahora entrenan con módulos?
-Eso es un tema moderno, yo digo que si trabajás sólo la cabeza con eso es una alarma de desconexión. Uno deja a la máquina pensar toda la noche y al día siguiente tiene la mejor jugada, pero no la encontró él. Por eso se necesita estudiar para que uno tenga la capacidad de encontrar esas variantes.
La charla transcurre en una de las habitaciones de su casa, atiborrada de libros, enciclopedias, revistas, diarios, recortes y decenas de hojas impresas con la nomenclatura algebraica para leer las partidas de ajedrez. Su prodigiosa memoria es capaz de reflotar detallados recuerdos que aún permanecen vivos, aunque pertenezcan a una historia de otro siglo
“Sí, estoy bien de la memoria. Hace un tiempo, el Dr. Barisio, un médico urólogo amigo me mostró una posición de un final de partida y me consultaba cómo debía actuar el conductor de las piezas blancas en esa posición. Me quedé unos segundos analizando y enseguida lo miré fijo y le dije, me estás mostrando una partida que le gané a Maderna en 1953 en Mar del Plata (risas)”.
-¿Y cómo serán los festejos por el cumpleaños 90?
-Será algo sencillo, íntimo y familiar. Me reuniré con mis hijos y mis nietos, los que están aquí, Sol y Nicolás. Después no sé qué pasará, en River tienen ganas de organizar una exhibición simultánea, también en la Secretaría de Deportes, pero veremos cómo va mi movilidad. Una posibilidad es que dé una simultánea a la ciega, pero para jugar ante 10 rivales debería prepararme un poco.

-También desde la Federación Argentina de Ajedrez (FADA) declararon a 2025 como “el año Panno del ajedrez argentino”
-Sí, también creo que imprimieron una estampilla conmemorativa. En fin, qué sé yo, si se entretienen con eso, para mí está bien
-¿Cree que no fue bien tratado por la dirigencia argentina?
-Son muchos años, muchas diferencias. Cuando gané el Mundial del 53 ni me avisaron que con la conquista además había ganado el título de maestro internacional. Al año siguiente gané el Zonal Sudamericano que también daba el título y yo ni enterado, así que puedo decir que lo gané dos veces. Hay más, en 1955 gané el título de gran maestro y desde la Federación ni siquiera le pidieron la medalla a la FIDE que en aquel entonces te daban a modo de reconocimiento. Lo último fue en 1978, cuando nos dejaron a Najdorf y a mí afuera del equipo olímpico. Creo que por esto durante mucho tiempo decidí ser yo quién suspendió a la Federación y no que ella me suspenda a mí (risas)
-¿Después de más de 50 años de su vida dedicados al ajedrez, cuál es su legado para las nuevas generaciones de ajedrecistas?
-Sí, es verdad, desde mi primer torneo que gané en el Club Barracas Central en 1950 hasta el Magistral Bobby Fischer en Martelli en 2008 pasaron más de cincuenta años. Creo que con la creación de la Fundación Ajedrez con Panno (www.ajedrezconpanno.com), y la plataforma de Ajedrez Escolar (https://aprender.ajedrezconpanno.com) dejo un legado valioso. Planteo la oportunidad de alfabetización igualitaria para todos los chicos, que tanto un niño o niña de la provincia de Salta o de Río Negro tengan la misma ventaja que el que vive en Vicente López o CABA y puede pagarse un profesor. El tema es darle la oportunidad, y la síntesis es que si queres enseñar ajedrez masivamente te falta el recurso humano porque en el país hay 45 mil escuelas. ¿De dónde van a sacar tantos profesores con capacidad didáctica para la enseñanza? Por eso, mi curso apunta a las maestras de grado, para que puedan explicar qué es el ajedrez y cómo se mueven las piezas, para que después los chicos empiecen a jugar. También tiene una interrelación con otras materias, matemáticas y ajedrez, tecnología y ajedrez, geografía o historia y ajedrez. He leído un trabajo fantástico que llevó a cabo una docente bonaerense, Sara Kuti Dostal, que me pareció fantástico.
Oscar Roberto Panno, el gran maestro del ajedrez argentino cumple 90 años; una vida dedicada a los análisis, cálculos, gambitos y celadas sin descuidar lo que mejor sabe: transmitir sus enseñanzas. Por eso todavía sueña con nuevas ideas, nuevas jugadas para la memoria. Sin dudas, su mejor legado.

Vida y carrera
El 17 de marzo de 1935, el pequeño Oscar Roberto llegó al humilde hogar, que Sara Díaz y Francisco Panno levantaron en el barrio de Saavedra; el segundo varón después de César y anterior a Marta, su única hermana mujer. Tenía seis años cuando su papá le compró una serie de juegos de mesa, entre ellos el ajedrez. A los 12, como consecuencia de una recomendación médica comenzó la práctica de la natación, en el Club River Plate. Allí conoció una sala dedicada a la enseñanza del juego. Aprendió con Alfredo Espósito, que sucedía en el cargo a Grau (fallecido en 1944), pero más tarde River designó a un nuevo profesor para la sala de ajedrez, el periodista y ajedrecista Julio Bolbochán. A partir de 1951, el alumno y el maestro trabaron una amistad que los acompañó por el resto de sus vidas.
En dos años de intensos estudios, Bolbochán explotó lo mejor de su discípulo; le enseñó los secretos, a resolver problemas y a tomar mejores decisiones. En 1953, el nombre de Oscar Panno revolucionó el ámbito severo donde se odian dos colores; sus conquistas fueron ecos de la prensa. Ese año ganó cinco títulos: los campeonatos argentinos Juvenil y Superior, el Magistral y el campeonato del Club Argentino de Ajedrez y se consagró Campeón Mundial Juvenil, en Copenhague (Dinamarca). El primer ajedrecista sudamericano en tamaña hazaña.
En 1963 se casó con Guillermina Bink (una joven holandesa que conoció en el torneo de Amsterdam en 1956) y juntos formaron un hogar con la llegada de tres hijos: Ernesto, Sergio y Ricardo. Un año antes se recibió en la UBA de Ingeniero Civil
Sin dudas la conquista del Mundial Juvenil de 1953 se trató del primer gran paso en la carrera ajedrecística del maestro Panno. Lo que le siguió sería muy pretencioso ajustarlo a un par de líneas, ya que a lo largo de su carrera disputó alrededor de tres mil partidas. De su frondoso palmarés y el que permite señalar como el mejor ajedrecista nacido en este país, sobresale la conquista de tres campeonatos argentinos superiores (1953, 1985 y 1992). Representó al país en 11 olimpíadas (un 2° puesto en Ámsterdam 1954, dos terceros lugares en Múnich 1958 y Varna 1962). Y, por su labor individual obtuvo una medalla de bronce y otra dorada como mejor 2do. tablero (en los equipos de Múnich 1958 y La Habana 1966).
Logró el título de gran maestro a los 20 años, y en 1957 su nombre se ubicó entre los mejores 18 ajedrecistas del mundo. Fue campeón de los torneos Zonales Mar del Plata 1954 y Río de Janeiro 1957. Se adjudicó el Sudamericano de Mar del Plata 1969, los magistrales de Palma de Mallorca (1971 y 1972), y el Panamericano de Bogotá (1958), entre otros más. En 1978, a los 43 años, fue analista de Víktor Korchnoi en el rocambolesco duelo con Anatoly Karpov, en Filipinas. En 2003 ganó su última competencia, el II Memorial Pereyra Puebla, en Mendoza. En 2008 jugó oficialmente el último certamen (finalizó 3°) en el Memorial a Bobby Fischer.