Brilló en San Lorenzo y Vélez, pero se retiró por las lesiones y se jubiló como empleado municipal: “No estaba preparado mentalmente”

Según el Bambino Veira, con Armando Quinteros “nació el lateral volante en el fútbol argentino”. Debutó en Primera a los 15 años, dejó huella en los clubes porteños e incluso llegó a la Selección de la mano de Menotti: “Yo quería jugar a la pelota, no al fútbol”

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Quinteros, con la casaca de
Quinteros, con la casaca de San Lorenzo, en la campaña del ascenso a Primera

Armando Quinteros fue un jugador de potrero, de los que hoy no abundan en el fútbol argentino. Vivía a tres cuadras de la cancha de Atlético Tucumán, adonde fue a probarse de muy chiquito e hizo todas las Divisiones Inferiores en ese club. Con tan solo 15 años, debutó en la Primera del Decano, en los viejos torneos nacionales.

En 1974, el Negro Quinteros, con 16 abriles, fue comprado por Vélez Sarsfield y allí empezó a pisar fuerte en el fútbol grande. Tras más de 200 partidos en Liniers, llegó a San Lorenzo en 1981, el año en el que el club perdió la categoría. Por experiencia y liderazgo, se convirtió en una pieza clave en la formación campeona que ganó el ascenso en 1982. El ex volante disputó casi todos los partidos infiltrándose por problemas en sus rodillas. Sin embargo, su amor por el Ciclón, y el querer devolver a su equipo a la máxima categoría, hicieron que fuera más fuerte que los dolores que sufría al término de cada juego.

“De los diez partidos que disputé, en ocho tuve que infiltrarme. Le llevamos un par de puntos de diferencia a nuestros perseguidores y debíamos jugar cuatro más. Entonces, seguí infiltrándome, pero a la noche, cuando llegaba a mi casa, caminaba por las paredes del dolor que tenía. Hoy, eso ya no pasa, porque el jugador se cuida un poco más y piensa dos veces si se va a infiltrar o no. Yo lo hacía por decisión propia”, recuerda.

Ya de regreso a Primera División, Quinteros se ganó la confianza de Héctor Veira y siguió mostrando el nivel que lo caracterizaba, al integrar un mediocampo muy equilibrado con Ruben Darío Insua y Jorge Rinaldi. “Con el Negro Quinteros, nació el lateral/volante en el fútbol argentino”, supo decir en su momento el Bambino.

Con la camiseta azulgrana, el ex mediocampista disputó 361 encuentros y marcó 26 goles, en sus dos etapas en Boedo, la primera entre 1981 y 1985, y luego en la temporada 1986/7. Además de jugar en el Santo, el tucumano estuvo a préstamo en Talleres de Córdoba, y luego volvió al Ciclón, pero al no ser tenido en cuenta por Nito Veiga se fue al fútbol boliviano, previamente a colgar los botines en Colón de Santa Fe. También, supo lo que es vestir la camiseta de la Selección, porque cuando se destacaba en Vélez en 1975, recibió el llamado para integrar las juveniles, en las que compartió plantel con figuras como Daniel Passarella y Jorge Valdano. Incluso, se dio el lujo de disputar un amistoso con la Albiceleste de César Luis Menotti frente a Atlético, que se jugó el 7 de mayo de ese año.

“No me quejo de mi carrera, sarna con gusto no pica. Yo hice lo que quise en el fútbol. Me retiré con 36 años por los problemas en mis rodillas. Luego, trabajé en el recreativo de San Lorenzo, pero no es para mí dirigir a los chicos, porque un día dejé a un niño afuera de un partido y se me puso a llorar. Al final, ingresé a la Municipalidad de La Matanza como administrativo hasta que me jubilé”, remarca el hombre de 69 años en diálogo con Infobae.

- ¿Qué es de su vida, Armando?

- Gracias a Dios, bien, a pesar de los dolores de un hombre de 70 años. Soy jubilado, estoy bien. Cuando terminé de jugar, me dediqué a trabajar por fuera del fútbol. ¿Sabés por qué? Porque resulta que me hablan de San Lorenzo para trabajar en el fútbol recreativo, no sé si todavía lo hacen en ese club, entonces hacían partidos y, cuando tuve que dejar a un nene afuera del equipo, se me puso a llorar. Entonces me di cuenta de que lo mío no era el fútbol, no era para ser director técnico de niños, y me dediqué a otra cosa. Mira que me buscaron de varios clubes, me llamaron con la idea de transmitir mi experiencia, pero dije que no, porque era demasiado bueno para para el ambiente del fútbol.

- ¿Si hubiese dirigido a profesionales le hubiera pasado lo mismo?

- No creo, por ahí sí hubiera manejado a los grandes, pero con los chicos no pude. Te miran y te convencen, y contra eso no se puede. Mirá que yo fui un negrito de la calle y nada me afectaba cuando empecé a jugar a la pelota, y le metía a fondo. Me decían que no e iba más al frente, pero los nenes me pueden y me hizo mal decirle que no podía jugar a uno y me fui de San Lorenzo.

- ¿Le ofrecieron otro cargo en Boedo?

- La verdad que no. Después, me alejé del fútbol y me dediqué a otra cosa. Vi muchachos que estuvieron en San Lorenzo, que estuvieron años buscando y buscando para ser técnicos, pero yo no.

Debutó en Atlético Tucumán a
Debutó en Atlético Tucumán a los 15 años

- ¿Qué edad tenía cuando colgó los botines?

- A los 36 años. Tengo prótesis en las dos rodillas producto de las infiltraciones. Me acuerdo de la época cuando San Lorenzo estaba jugando la B Nacional. De los diez partidos que disputé, en ocho tuve que infiltrarme. Le llevábamos un par de puntos de diferencia a nuestros perseguidores y debíamos jugar cuatro partidos más, entonces seguí infiltrándome, pero a la noche, cuando llegaba a mi casa, caminaba por las paredes del dolor que tenía. Hoy, eso ya no pasa, porque el jugador se cuida un poco más y piensa dos veces si se va a infiltrar o no. Yo lo hacía por decisión propia.

- ¿Por qué lo hacía?

- Yo prefería estar en el campo de juego, porque quería que San Lorenzo ascendiera a Primera. La decisión era mía, porque quería jugar. Yo era el negro pelotudito, ignorante, que quería jugar siempre, pero hoy me doy cuenta de que estoy sufriendo de las rodillas por esas decisiones que tomé.

- ¿Está conforme con la carrera de futbolista que hizo?

- No me quejo, sarna con gusto no pica. Yo hice lo que quise en el fútbol. Jugué al primer nivel. Empecé en Atlético de Tucumán, en las Divisiones Inferiores. Vivía a tres cuadras de la cancha. Después, estuve sentado en el banco de Primera con 15 años, era muy chiquito, y no cobraba sueldo. El asunto era jugar (risas).

- ¿A qué edad debutó?

- A los 15 años. Me hicieron entrar en el primer partido durante 15 minutos. Al otro partido, jugué 20 y, en el tercero, estaba en el banco y un compañero saltó a cabecear, el contrario se agachó, y se quebró el brazo. Entonces, ingresé en su lugar y me gané el puesto. Al año siguiente, me compró Vélez con 16. Vine solo a Capital Federal. Tuve de entrenador en Atlético a Manuel Giúdice, quién me hizo debutar. Él intervino cuando los dirigentes de Vélez quisieron comprar a un compañero y el DT les recomendó que me llevaran también a mí.

- ¿Cómo fue dejar Tucumán para llegar a Buenos Aires?

- Muy difícil, me costó acostumbrarme. Es más, cuando vivía en Tucumán, durante la siesta, jugaba en la calle con una pelota de goma con 40 grados. Yo debuté en Primera y lo seguía haciendo de la misma manera, paralelamente jugaba en las calles con mis amigos. Yo le debo mucho al fútbol, muchísimo. No fui muy estudioso. Era vago para eso, mal. Gracias al futbol encaminé mi vida de una buena manera. Yo tenía vagancia por los estudios. Yo quería jugar a la pelota, no al fútbol. A mi viejo lo dejé de ver a los seis años. Somos tres hermanos, dos varones y una mujer, y mi vieja luchó por nosotros, saliendo a trabajar limpiando casas. Yo me rateaba del colegio para ir a jugar a la pelota. Hoy, hay que estudiar sí o sí. Me cuesta entender a los 70 años cómo manejar los celulares. Si hubiera estudiado, lo hubiese entendido un poco más.

- Luego de Vélez, llegó a San Lorenzo para disputar la temporada en la B Nacional…

- Fue un año muy difícil empezar el 1982, pero después, por lo que generó la gente del Ciclón, fue muy lindo. Yo terminaba un partido y quería que empezara el otro. Yo llego a San Lorenzo y era un quilombo bárbaro. Yo siempre fui hincha del club de Boedo y quería jugar ahí. Era uno de mis grandes deseos. Cuando empecé en Atlético Tucumán, dije que mi sueño era jugar en San Lorenzo. Yo estaba tranquilo en Vélez, donde dos días antes de que finalizara el mes te llegaba el memorándum al vestuario que decía “está depositado su sueldo”. Cuando llegué a San Lorenzo, pasé siete meses sin cobrar un peso. Después, me pagaron todo. Nunca hice juicio ni nada cuando no cobraba. Me decían que “era un boludo” pero lo hacía por el amor que le tengo a San Lorenzo. Me duele cuando le va mal a San Lorenzo. Como no podés cambiar de mamá, tampoco podés cambiar de club.

- ¿Ese largo tiempo sin cobrar lo padeció económicamente?

- Lo que pasa es que venía de Vélez y tenía un buen ahorro y, de esta manera, me pude mantener. Pero faltaba poco para que se me acabara el resto, y al final, cobramos los que nos debían.

Entrenamiento bajo la tutela de
Entrenamiento bajo la tutela de Bora Milutinovic en el Ciclón. A su lado, Walter Perazzo. Más atrás, Ortega Sánchez

- ¿Cómo atravesaron ese año que jugaron en el Ascenso?

- Se sintió muy poco. Queríamos jugar en la cancha más grande que había acá, porque la mayoría de los jugadores del plantel eran salidos de San Lorenzo. Cuando jugaba en Atlético Tucumán y disputábamos el clásico contra San Martin, la cancha se abría a las 11 de la mañana y a las 15 estaba cerrada porque no entraba más gente. Era infernal la gente que había de los dos. Cuando llegué a Buenos Aires en 1974, Vélez tenía al fútbol como un deporte más. Con la llegada de Raúl Gámez, todo cambió y le metió fichas al fútbol. Pero se jugaba el clásico del Oeste contra Ferro. Yo estaba acostumbrado a jugar a cancha muy llena. La hinchada de Vélez era cinco mil y de Ferro, mil. Semejante estadio que tenía Vélez. Pero cuando llegaban los San Lorenzo-Huracán se parecían mucho a los de Tucumán y me recordaban aquella época. A mí me encantaba ir a jugar a La Bombonera.

- ¿Por qué? ¿Qué tenía ese estadio?

- Lo especial era que me insultaban de arriba hacia abajo, pero yo salía a ganarle a Boca. Cuando más me apurás, más te voy a enfrentar. Eso me encantaba. Una vez, salíamos del estadio y había gente de Boca que me gritaba “tucumano, vos sos bostero, tucumano, te tenemos que traer a Boca”. Me gustaba mucho jugar con mucha gente, por eso me encantó jugar ese año en la B Nacional con San Lorenzo.

- ¿Lograron el ascenso y te quedaste un tiempo más en Boedo?

- Sí. Cuando San Lorenzo se fue a la B, me llamaron desde Independiente. Me iba a ir, estaba todo arreglado. Pero ahí fue cuando me debían mucho dinero en San Lorenzo, y asumió el Héctor Habib de presidente. Estábamos haciendo la pretemporada en Villa Gesell, y jugábamos los torneos de verano en Mar del Plata. Tras un empate con Boca, el técnico nos dio permiso para salir de joda hasta las 3 AM. Pero yo decidí quedarme en el hotel Provincial a tomar un café antes de irme a dormir. Viene el Turco Habib y me dice “yo sé lo que usted hizo por San Lorenzo. Le traigo el contrato para que firme, porque a Independiente no queremos que se vaya”.

- ¿Qué hizo al final?

- San Lorenzo me ofreció la misma plata que había arreglado con Independiente y le firmé el contrato. Además, me dijo que cuando regresamos a Capital Federal que me pagaba la deuda que el club tenía conmigo. Me citó un día cerca del Luna Park y me dio la plata en efectivo, me dio todo. Me hizo depositarlo en un banco para que no saliera con el dinero a la calle. Cuando fuimos a plantearle por los premios, lo primero que nos dijo fue “queremos salir campeón en la B y les pago los premios, pero no me pidan un centavo por salir segundos”.

- Luego, fue dirigido por el Bambino Veira. ¿Cómo era él en su rol de entrenador?

- Una persona que, cuando empezaba a hablar, te daba lugar a que opines. Pero cuando él hablaba, tenía un aura especial que hacía que vos le prestaras mucha atención. Te decía cosas que luego pasaban en los partidos.

- ¿Es cierto que Veira lo definió como “con el Negro Quinteros nació el lateral/volante en el fútbol argentino”?

- Sí, dijo así. Yo jugando de lateral tenía marca y de atrevido que era me iba hacia arriba. Pasaba al ataque. Me acuerdo las palabras textuales del Bambino: “Negrito, necesito que me juegues de cuatro”. Le respondí: “Nene, ¿cómo de cuatro?”. “Lo único que tenes que hacer es jugar un poco más retrasado y a la derecha. Tenés la línea. Vas a andar muy bien, mejor que de ocho”, me contestó, porque toda mi vida jugué de volante derecho. Me convenció y empecé a jugar de cuatro también. No me fue tan mal.

- ¿Si no era por las lesiones hubiera seguido jugando?

-Tengo prótesis completa en ambas rodillas. Hace tres años me fui de vacaciones con mi hijo a Cuba. Me dio vergüenza pasar por Aduana porque me sonaba la chicharra, porque me miraban todos. Hace un mes viajé a Brasil y me pasó lo mismo. Me suena porque tengo las prótesis y les mostraba las cicatrices, pero igualmente me apartaban para revisarme. No quiero viajar más porque paso vergüenza.

- ¿A qué se dedicó cuando se alejó del fútbol?

-El intendente de La Matanza, Alberto Balestrini, hincha fanático de Vélez, me hizo entrar en la Municipalidad de La Matanza como administrativo. Estuve en la Dirección de Tránsito, y nunca dejé de laburar hasta que me jubilé. Me costó mucho porque no estaba preparado mentalmente.

Armando Quinteros, en la actualidad:
Armando Quinteros, en la actualidad: "Estoy bien, a pesar de los dolores de un hombre de 70 años"