La odisea de la selección de Bilardo en la India: anécdotas y vivencias de un viaje increíble

Cuatro décadas atrás, el combinado nacional disputó la Copa Nehrú. Si bien el Narigón sacó buenas conclusiones, algunos resultados, como la derrota con China, redoblaron las críticas hacia su gestión en la previa de México 86

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El plantel entrenando en el
El plantel entrenando en el Central Park

Viaje a lo desconocido. Fue el nombre de una serie de gran éxito en buena parte del mundo a fines de la década del ‘70. El mismo título, 15 años más tarde, se le pudo haber aplicado a aquella aventura de la selección argentina, cuando se embarcó en un viaje increíble hacia la India, para disputar la Copa Nehrú. El programa, que se emitió por muchos años, tenía elementos de fantasía, ciencia ficción y terror. Lo mismo que atravesaron Carlos Salvador Bilardo y sus muchachos, en una experiencia inolvidable en el plano humano, pero poco productiva en lo deportivo.

El desafío de Calcuta. Lejana, extraña, sorprendente. Apenas habían pasado tres días del inicio del ‘84, cuando el plantel emprendió la travesía. Al estilo del Narigón, en la misma jornada en que abordaron el avión, hubo práctica en doble turno. Por lo menos les quedaba cerca del aeropuerto: se entrenaban en el campo de deportes de la Federación de Empleados de Comercio, en la zona de Ezeiza. Tiempos donde era una quimera pensar en el predio propio que ahora tiene la AFA.

Ese mismo día quedó confirmada la baja de Oscar Ruggeri. Fue probando intensamente, pero los dolores persistían y fue suplantando en la lista por Hugo Issa, zaguero de Estudiantes de La Plata, quien no pudo sumarse inmediatamente a la comitiva. Debió someterse a un tratamiento médico específico para estar a cubierto de algún posible problema de salud en la India.

Rubén Insúa y Jorge Rinaldi
Rubén Insúa y Jorge Rinaldi corriendo por la calles de Nueva York

“Después de un entrenamiento, a fines del ‘83, Bilardo nos comentó que a principios del año siguiente se iba a disputar un torneo en la India y nos preguntó si queríamos ir. Por supuesto que todos respondimos que sí y así fue armando el plantel que realizamos ese viaje tan recordado”. Así lo recuerda Julián Camino, en diálogo con Infobae. Él era uno de los futbolistas que el entrenador más conocía, por haberlo tenido en el excelente equipo de Estudiantes campeón del torneo de Primera División 1982.

En las últimas horas del martes 3 de enero, comenzó la travesía. Primero con una escala en Río de Janeiro para arribar a una congelada Nueva York, con más de 30 grados de diferencia con el verano argentino. “El viaje fue muy extenso”, evoca Camino, que recuerda que en esa época los viajes eran en clase turista, “algo que no ocurre en la actualidad con los jugadores”. El Narigón no quería perder ni un minuto. En esa ciudad iban a estar apenas un día, pero igual decidió hacer un entrenamiento liviano. No había chances de realizarlo en ningún sitio, por la lluvia y el frío, entonces se utilizó uno de los inmensos salones del hotel.

Al día siguiente, llegó el momento de la práctica al aire libre, que no sería en un lugar cualquiera, como lo relata Camino: “Nos levantamos temprano y después de desayunar, fuimos a correr un poco bajo las órdenes del profe Echevarría. Lo hicimos en el Central Park con un frío terrible (risas). Luego se armó un pequeño picado. A la tarde, tuvimos un rato libre y pudimos salir a caminar para conocer esa gran ciudad”.

Gol de cabeza de Gareca
Gol de cabeza de Gareca frente a Hungría

En su excelente libro “Memorias de un periodista deportivo”, el colega Héctor Vega Onesime describió el momento con precisión: “Los movimientos gimnásticos se efectuaron en medio de un paisaje de armoniosa belleza. Escenografía resplandeciente y bucólica: un lago cristalizado, árboles pelados, hojas secas crujiendo en el suelo, palomas aburridas, al fondo un puente y, más allá, majestuoso, el palacio Belvedere. Pero Manhattan no deja estirar demasiado el plácido descanso. De ponto irrumpieron dos patrulleros, auxiliados por sendos perros de gran tamaño. Rastrearon, interrogaron e investigaron. Un transeúnte informó: ‘Esta madrugada una señora que cruzaba el parque fue asaltada por unos forajidos que la apuñalaron. Está internada grave. Los policías quieren apresar a los agresores’”.

Otra vez el aeropuerto para desandar la última parte del trayecto, no menos extensa y agotadora: Nueva York-Londres- Nueva Dehli-Calcuta. Y allí, el impacto para toda la delegación. Entre ellos, Víctor Hugo Morales, quien transmitió para radio Mitre y así lo recordó para Infobae: “Sencillamente fue un aprendizaje de vida. Estuve mucho tiempo en Calcuta. La pobreza era abrumadora en determinadas zonas, pero la maravillosa cordialidad de la gente, también hacía la diferencia. Era extraño el contraste entre el hambre y las vacas sagradas. Había un muy buen teatro para la música, donde vimos unas bandas espectaculares junto al querido colega Tito Junco. Era difícil asimilar que hubiera taxis humanos: un carro y una persona corriendo para trasladarlo. Cada vez que leo buenas noticias de la India, que se ha superado mucho, siento una inmensa alegría”.

El Beto Márcico frente a
El Beto Márcico frente a Rumania

En esa dirección transcurren también las palabras de Julián Camino: “La India es un lugar increíble. Tuve la suerte de estar en tres oportunidades, incluso jugué allí durante tres meses unos años más tarde. Cada vez que lo visitas, te sorprende, empezando por el dolor que te provoca observar como vive gran parte de la población, en medio de una pobreza terrible. Es un país para recorrer y conocer, así cuando uno regresa al suyo, puede valorar lo que tiene”.

El jueves 12 de enero, a las 6 de la mañana, hora argentina, fue el momento del debut ante Rumania. Aunque luego se supo que no fue la selección mayor, sino un combinado sub-21. Por ese hecho, la FIFA lo descatalogó como encuentro oficial. En estos tiempos hubiera habido una previa desde la medianoche. En 1984 no pudimos ver ninguno de los cotejos en directo, por los altos costos del satélite y ciertas desprolijidades de la organización. Los Morales (Víctor Hugo en Mitre y Juan Carlos en Rivadavia), nos trajeron las alternativas con sus inolvidables relatos.

Ricardo Gareca trata de cabecear
Ricardo Gareca trata de cabecear en el debut ante Rumania

Tampoco eran sencillas esas transmisiones desde lugares tan distantes hace más de 40 años: “Lo atábamos con nudos. Primero había que hacer el contacto con la central de teléfonos local. Creo que desde allí se hacía un enlace vía Madrid, pasábamos por Río de Janeiro y finalmente nos ponía al aire la telefónica de Argentina. Extraño aquella orfebrería donde éramos artesanos del aire”, rememora Víctor Hugo.

Fue victoria por 1-0, pero sin conformar a nadie. Ni siquiera el hecho de ponerse en ventaja con el gol de Burruchaga a los 10 minutos, le otorgó tranquilidad. La formación fue: Nery Pumpido; Julián Camino, Héctor Cúper, Rubén Agüero y Oscar Garré: Ricardo Giusti, José Daniel Ponce, Jorge Burruchaga, Alberto Márcico; Víctor Ramos y Ricardo Gareca. Dos días más tarde, la historia no solo no cambió, sino que estuvo cerca de empeorar: Otra vez un éxito por la mínima, con tanto de Gareca a poco del final, para superar al débil conjunto local.

Julián Camino, uno de los
Julián Camino, uno de los mejores jugadores argentinos en el torneo, en el fatídico partido ante China

Eran pocos los periodistas que habían viajado por los medios nacionales. Algunos de ellos, tuvieron la chance de participar en determinadas prácticas, como el caso de Víctor Hugo: “Yo no era un mal jugador, pero allí pude constatar la increíble diferencia entre un profesional y un amateur. Me vino una pelota. Al llegarme, divisé a Clausen como a seis metros. La paré con la suela y cuando quise mirar a quien dársela, en apenas un segundo, pasó el defensor de Independiente como un tren en una estación que no para y se la llevó. Quedé pasmado de admiración”.

El martes 17 era el gran compromiso. Para muchos, la final adelantada: Argentina – Polonia. La selección europea tenía varios de los integrantes del plantel que alcanzó el tercer puesto en España ‘82, entre ellos el talentoso mediocampista Buncol. Él fue el autor del empate, a falta de cinco minutos, cuando Argentina se imponía con justicia por la conquista del Bocha Ponce de tiro libre, su especialidad. Ese punto perdido sería crucial, junto con lo ocurrido cuatro días después. Frente a los polacos, fue el mejor partido del cuadro de Bilardo, abriendo las puertas de la ilusión, que se cerraron de manera abrupta con la tan dolorosa como inesperada derrota con China 1-0. Nunca pudo hacer valer la superioridad individual, se quedó un poco en el plano físico en el complemento y lo pagó carísimo. Pese a la distancia, las críticas llovieron sobre el entrenador en nuestro país.

Los enviados especiales, que participaron
Los enviados especiales, que participaron de algunos entrenamientos: Víctor Hugo Morales, Marcelo Araujo y Juan Carlos Morales

Ahora debía ganarle en la fecha final a Hungría, que en realidad era el equipo Vasas de ese país actuando por su selección, en un nuevo partido descatalogado como oficial, y esperar otros resultados. Fue una cómoda victoria por 3-0, pero al imponerse China a India por el mismo score, se quedó con el segundo puesto por haber marcado un tanto más, ya que estaba igualada la diferencia de gol. El torneo era de todos contra todos y los dos primeros pasaban a la final, donde Polonia superó a los asiáticos.

“Tendríamos que haber llegado ala final”, cuenta Camino. Y sigue: “Se nos escapó la posibilidad por poquito, pero en líneas generales no habíamos jugado en el mejor nivel. Había mucha confianza para llegar al partido decisivo. Hay que tener en cuenta que el proceso de Carlos recién estaba empezando. Fue una tristeza no ser campeones, pero tampoco se le dio tanta importancia, porque no tenía la relevancia de una Copa América, por ejemplo. Recuerdo el apoyo de la gente de la India, que se hacía presente en los entrenamientos y festejaban los goles. Me quedó grabado el ‘Gareca – Gareca – Gareca’. No se porque, pero le gritaban todo el tiempo así al Flaco (risas). En mi caso personal, tuve un muy buen campeonato, quedé muy conforme y me lo decían a cada momento alguno de los periodistas que habían viajado, como Víctor Hugo Morales o Marcelo Araujo”.

La visita de la delegación
La visita de la delegación a la Madre Teresa

A la hora del balance, para Víctor Hugo fue un momento muy importante en el embrionario ciclo del Narigón: “Allí empecé a creer en Bilardo. Iba a las prácticas y veía lo que hacía. Una vez me ubicó como para hacer número en la cancha y, desde adentro, pude apreciar bastante de lo que después fue el equipo en el que siempre confié, gracias a esa posibilidad que me había dado Carlos. Para mí, Bilardo fue un fenómeno”.

Julián Camino lo conocía muy bien al Narigón. Desde aquellas prácticas donde comenzó a moldear en forma paciente al equipo campeón de Estudiantes, en una especie de regreso de hijo pródigo para la Biblia Pincharrata. Su evaluación también es positiva, más allá de no haber podido pelear por el título: “Para Bilardo fue un torneo importante por las conclusiones que pudo sacar con respecto al rendimiento como equipo y en el plano individual. Creo que allí empezó a armar en su cabeza el plantel para las Eliminatorias que disputamos el año siguiente, donde se consiguió la clasificación para México ‘86″.

Este tipo de viajes siempre permiten abrir el inmenso baúl de anécdotas, donde las hay de todo tipo. En su libro, Vega Onesime destacó un momento conmovedor: “Fuimos a visitar la obra de la Madre Teresa. Ingresamos en uno de los ocho edificios, donde ella habitaba normalmente. Una ‘hermana’ (así prefieren que las llamen) ofició de guía. ‘Vuelvan el lunes por la tarde si quieren ver a ella. Les recomiendo que ahora vayan acá cerca donde atendemos a los niños’. Acogimos su consejo. En la puerta, colas de adultos con sus ollas en la cabeza, esperando por un poco de comida. Adentro, chicos huérfanos y no huérfanos, normales y no normales, en un ámbito parecido a los hospitales de la Primera Guerra Mundial. Un cosquilleo traicionero unió mis pupilas con mi corazón. Regresamos días más tarde y conocimos a la Madre Teresa. La delegación le ofrendó el sobrante de comida que había llevado. Nos encontramos con una mujer de aspecto frágil, pero gran personalidad y vigor. Habló con sencillez, haciendo más nítida la pureza de su alma”.

Márcico y Gareca en el
Márcico y Gareca en el partido contra Polonia, la mejor actuación del equipo de Bilardo

También las hubo divertidas, como recordó Camino, entre risas: “Un día fuimos a entrenar a una plaza. Al terminar, vimos que había una persona que tenía dos monitos, que cuando recibían una moneda o un billete, se ponían a bailar. Lo divertido y curioso era que cuando uno de los muchachos le tiró una moneda de menor valor a la tarifa que tenían, los monos se enojaron y la tiraron al suelo, porque conocían perfectamente la plata (risas)”.

La derrota con China y la posterior frustración de no acceder a la final, fueron un motivo más para las críticas que recibía Bilardo en forma permanente. Las que se incrementaron a lo largo de ese año (excepción hecha de la gran gira por Europa), llegando a lo más alto en 1985 con las Eliminatorias. El Narigón estaba convencido de su credo. Los muchachos lentamente, lo fueron haciendo propio. Y muy lejos de Calcuta, dos años y medio más tarde, en el estadio Azteca de México, el tiempo le dio la razón en una gesta tan gloriosa como inolvidable.

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