Fue amigo de Maradona y publicó un libro con sus increíbles historias junto al ídolo: el apodo desconocido y la “deuda” de Qatar 2022

“El amigo de Dios”, se llama la obra con la vida del productor Mariano Israelit y sus casi 40 años acompañando al ex capitán de la selección argentina. “Diego es inolvidable e inoxidable. Seríamos ignorantes y necios si olvidáramos a una persona que nos dio tantas alegrías”, remarca

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Fue compañero de colegio del
Fue compañero de colegio del Turco, hermano de Diego, y se hizo amigo del Diez en 1982

Pelusa, Diez, Barrilete cósmico (patente eterna de Víctor Hugo Morales), Pibe de Oro, D10s... Armando era su segundo nombre y como lo llamaban los referentes del plantel en su última etapa en Boca. Nene le decían sus hermanas, incluso hasta sus últimos días. Detrás del mito Maradona hubo tantos Diegos como apodos o formas de nombrarlo. Pero hay una que vivió cobijada en la intimidad, bajo la tibia manta de los recuerdos de sus más cercanos...

“Le decíamos Pequeño, incluso Guille (Coppola). Creo que no se sabe mucho”, descubre Mariano Israelit, amigo del ídolo durante más de 35 años, quien decidió abrir el cofre de sus memorias con un libro en el que relata su vida como productor y las historias compartidas junto a uno de los mejores futbolistas de la historia. “Se van a encontrar con el Diego gracioso, chispeante, lúcido. Ese es el Diego que yo conocí”, asegura en charla con Infobae.

“El amigo de Dios”, se llama la obra. “Tenía ganas de hacerlo, pero recién me animé cuando me contactó por Instagram un escritor, Gabriel Jeremías. Tardamos tres años en hacerlo. Este año cumplo 40 años en los medios, desde que trabajaba como productor de Juan Alberto Badía, y me pareció una buena oportunidad. Me movilizó mucho recordar todo, desde el primer encuentro que tuve con Diego en la casa de la calle Cantilo, pasando por los viajes por todo el mundo, las manos que me dio. Es un libro hecho desde el amor y el agradecimiento”, describe.

-¿Y qué historias de las que contás generaron más sorpresa en los lectores o en la gente que te fue haciendo una devolución sobre el libro?

-Una noche, estábamos en Cuba, y Diego estaba en su habitación hablando por teléfono con Claudia (Villafañe). No había celulares allá, era el teléfono de línea, a disco. Y se quedó dormido mientras todavía estaba enganchado en la comunicación, con el tubo en el pecho. Cuando al otro día lo fui a despertar para ir a jugar al golf, levanté el tubo, me lo puse en el oído y me di cuenta.... No dije nada, le dije a Diego que se había quedado dormido con el teléfono, colgué y lo desperté; me lo guardé. Lo único que pagábamos allá era la cuenta del teléfono; en esa época no teníamos un peso. A los 15 días recibimos un sobre. Lo abrí y era la boleta de teléfono: 15.000 dólares. En el desayuno, antes de que Diego bajara, le dije a Guille (Coppola). Cayó como una bomba. Nos pusimos de acuerdo para no decir nada, pero Diego tenía una intuición... Cuando bajó, nos miró y tiró: “¿Qué pasa que tienen todos cara de culo?”. Ahí Alberto Abdala, que era parte del grupo, se lo blanqueó. “Tranquilo, Pequeño, vamos a jugar al golf, lo vamos a resolver”, trató de calmarlo Guille. Pero a Diego, cuando se le metía algo en la cabeza, nadie se lo sacaba. “Voy a llamar a Fidel (Castro)”, avisó.

-¿Y lo llamó?

-Claro que lo llamó. Le dijo que tenía un problema, pero que necesitaba hablarlo personalmente. No le quiso adelantar nada. Fidel le prometió que iba a pasar en algún momento del día. Así que nos quedamos en la casa, no fuimos a jugar al golf. Tipo 7 de la tarde, empiezan a caer ambulancias, bomberos, policía... Y atrás, Fidel con su comitiva. “¿Qué pasó, Diego?”, le preguntó. Él le contó lo que había pasado, que se había quedado dormido con el teléfono y que no tenía plata para pagarlo en ese momento, pero que la iba a conseguir. Fidel lo miraba y se empezó a reír. “Esa factura te la perdono. Pero me tenés que invitar a cenar”, le puso como condición.

-¿Y dónde fueron a cenar?

-A ningún lado, ahí, en la casa. Él mandó a buscar a su chef. Y, como a Diego le gustaba y era lo que íbamos a comer nosotros, comimos milanesas con puré. Milanesas con puré, con Fidel Castro. De Cuba hay mil historias.

La tapa del libro. Israelit
La tapa del libro. Israelit tiene una colección de regalos de Pelusa

-¿Como cuáles?

-Nos estábamos por volver de Cuba para al partido despedida, que era el 10 de noviembre, y nosotros teníamos pasaje para el 3. Y nos agarra el huracán Mitchell, cierran el aeropuerto, todo. Una noche me quedé charlando con Diego y cuando bajé a mi habitación, tipo 3 AM, me asomé por el viento, y había una palmera que se movía que era impresionante. Y justo daba a la ventana de Diego. Subí y le dije ‘hagamos una cosa, bajemos tu colchón a mi habitación, si esta palmera se cae, se cae en tu habitación’. Él se asomó y la palmera se movía muy mal. No le gustó mi idea. “Lo voy a llamar a Fidel Castro”, tiró. “¿Cómo lo vas a llamar a las 3 y pico de la mañana por un árbol en medio de un huracán?”, intenté convencerlo. “Él me dijo que cualquier cosa que necesitara, lo llamara. Bueno, lo voy a llamar”, insistió. Tenía una agenda con el teléfono de la oficina, el de gente cercana y, por último, el teléfono rojo. Le dije “dale, boludo, bajemos el colchón y mañana lo llamás”. Me di vuelta y enseguida se puso a marcar. Y no va que Fidel lo atendió... “Mirá estoy teniendo problemas, no sé si estás al tanto, hay un huracán”, le dijo. “Comandante, hay una palmera que se me está por caer arriba de la habitación”, le respondió Diego. “Bueno, veo cómo te lo soluciono”, devolvió Fidel. “Ahora me lo soluciona”, se convenció él. Nos quedamos escuchando música. Al rato vi entrar una grúa y bajar a cuatro flacos, con una herramienta, que sacaron de cuajo a la palmera, y la dejaron acostada con la raíz. Y dijeron “ahora cuando pasa el huracán, venimos y la volvemos a colocar”. Fui a avisarle a Diego: “¿Viste quién vino? Cayó una grúa y sacó la palmera”. “Te dije, boludo. Fidel es amigo mío”, se rió. Yo no la podía creer. Pero tengo más.

-¿Por ejemplo?

-30 de octubre de 2001. Diego festeja su cumpleaños y había llegado a un acuerdo con una revista para vender las fotos. Vino el Negrito Luengo, el fotógrafo, hizo las imágenes. Fue una fiesta muy recordada, justo antes del partido despedida y por el revuelo que se armó porque apareció con la careta de Bin Laden. Yo saqué fotos, pero tardé en revelarlas, quedaron en el rollo. A los pocos días me llamó Guillermo y me avisó: “Dice Diego que quiere que vengas”. Cuando llegué, me preguntó: “¿A cuánto vendiste las fotos?”. Resulta que habían salido fotos inéditas en la revista que era la competencia. No me olvido más, Diego estaba sentado en el inodoro, desnudo, y me decía: “Feo, decí la verdad, a cuánto vendiste las fotos”. Yo insistía que no había tenido nada que ver. Cuando ya me estaba yendo, tocaron la puerta. Me mandaron a abrir y era el doctor (Alfredo) Cahe, que entró todo canchero con una revista en la mano. “Vieron qué fotitos, ¿no?”, comentó. “¿Qué? ¿Vos vendiste las fotos?”, le preguntaron. “No, qué vender. Tengo un amigo en la revista y se las pasé”, respondió.

Con Guillermo Cóppola, el día
Con Guillermo Cóppola, el día de la presentación del libro. El ex representante del Diez, además, es el autor del prólogo

-Maradona dijo más de una vez que lo que más temía es que lo olvidaran, ¿creés que eso puede ser posible?

-Diego es inolvidable e inoxidable. Seríamos ignorantes y necios si olvidáramos a una persona que nos dio tantas alegrías. Lo que hizo con su vida, es su vida. En cambio, lo que hizo por el fútbol y por el país, ni Messi lo va a olvidar. Con Leo jamás hubo un chispazo. Diego siempre habló de Messi con amor y con alegría. Por algo en su momento lo llamó a una habitación cuando estaban en la Selección para enseñarle a patear los tiros libres. Y después se lo explicó en los entrenamientos. En la intimidad, siempre habló de él con amor, admiración y reconocimiento.

-¿Cómo hubiera reaccionado tras el título de la selección argentina en el Mundial de Qatar?

-Lo primero que hubiera hecho es entrar al vestuario del estadio de Lusail para pedirle perdón a (Lionel) Scaloni por haberlo criticado. Y hubiera festejado como un loco. Diego era un fanático de la Selección. Hoy estaría feliz.

"En el libro se van
"En el libro se van a encontrar con el Diego gracioso, chispeante, lúcido. Ese es el Diego que yo conocí", subraya Israelit
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