El mozo se acercó sigiloso. En su rostro aún descansaba la duda. La charla con Fernando había superado largamente la hora y media en ese bar del bajo Belgrano. Las anécdotas se amontonaron a la velocidad de los autos más rápidos, con esa calidez que le es tan propia. Hasta que el hombre se acercó una vez más a la mesa: “Disculpe. Para mi usted es el relator de la Fórmula 1 ¿Puede ser?”. Tornello le respondió afirmativamente, con una sonrisa. El mozo hizo lo mismo y le dijo que lo había reconocido por la voz. Y eso es lo que le ocurre a la mayoría con este excelente periodista, que ya lleva más de 45 años de profesión, dignificándola a cada paso. Con el aluvión Colapinto, ahora las nuevas generaciones también saben que la de Fernando Tornello es, indiscutida y merecidamente, la voz de la Fórmula 1.
Hay apellidos que uno se acostumbró a escucharlos en ese tono tan particular que le pertenece. No es igual que cualquier otro diga Verstappen, Schumacher o Hamilton. Algo raro nos va a sonar en los oídos. Tiene que ser su voz, que tanto nos acompañó. Y lo sigue haciendo. Siempre con esa calidez de la buena gente, de quien disfruta haciendo lo que le gusta y recibiendo los merecidos reconocimientos.
Muchas y ricas historias. Las que recorrimos desandando nombres y recuerdos. Este presente se llama Franco Colapinto y su revolución para los argentinos: “Creo que, si sigue en esta línea, tenemos piloto de Fórmula 1 por 10 o 15 años. Su llegada a la máxima categoría cuadruplicó el rating de las carreras. Algo similar ocurre con el fenómeno de las redes, que por un lado es incontrolable, y por el otro, manda todo para arriba. Se sabía de sus condiciones, pero nunca pensé que podía andar tan bien. Estimaba que le faltaba aún un año más de fogueo, sin embargo, fue mucho mejor que cualquier suposición. Pero no solo para los periodistas. Los jefes de equipo e incluso los pilotos, se sorprendieron. Los elogios de Verstappen y Hamilton son una muestra clara. Tiene la mezcla justa de un carisma espectacular y un gran talento arriba del auto. Muchos me dicen que no se levantaban a ver Fórmula 1 desde la época de Reutemann”.
El automovilismo. Esa pasión que acompaña a Tornello desde chico. Casi como una consecuencia natural se fue produciendo su acercamiento al periodismo: “En 1976 estudiaba en el Círculo de Periodistas Deportivos. Solo éramos dos en el curso a los que nos gustaba el automovilismo. El otro era Ernesto Testa, quien ya trabajaba en radio y me comentó que en el programa Campeones, que se emitía por Splendid estaban buscando gente para una tira diaria. A mediados de agosto de ese año, Reutemann pasó a Ferrari para ocupar el lugar de Lauda que se había accidentando. Fue una conmoción tener a nuestro piloto en una escudería así y por ello se decidió hacer la cobertura habitual del gran premio de Argentina, pero también del de Brasil, en el enero siguiente. Esa fue mi primera carrera de Fórmula 1 en el exterior. Fuimos en auto hasta allá, en una odisea (risas). Fue completo, porque Lole ganó corriendo muy bien. Ese año cubrí dos competencias en Europa: Países Bajos e Italia”.
Eran épocas de un periodismo casi artesanal, sobre todo en las coberturas en el exterior. Además del natural conocimiento, había que tener capacidad para sobreponerse a cualquier situación: “En aquellos tiempos era completamente diferente a lo que es ahora. Primero había que pedir una línea de teléfono, que tuviera su conexión en el autódromo al que íbamos a concurrir. Si tenías suerte, conseguías una cabina (que la mayoría no eran demasiado cómodas). Sino, ibas a un pupitre al aire libre. No se transmitían ni entrenamientos ni pruebas de clasificación. Solo la carrera. Íbamos al aire cinco minutos antes de la largada y terminábamos con el podio. Se hacía el relato, pero sin ningún tipo de información en pantalla. En un mano tenía el micrófono y en la otra el cronómetro, para tomar los tiempos que iba anotando. El día que Argentina salió campeón del mundo en el ‘78, estaba en Gran Bretaña cubriendo una carrera de Fórmula 2 en el circuito de Donington, donde corrían tres argentinos. Transmití de una manera insólita: tuve que subirme a una mesa en la sala de prensa, para poder ver desde una pequeña ventana lo que ocurría en la pista (risas). Lo hice desde un teléfono público, con el cable estirado al máximo. Los ingleses miraban y no entendían nada. Cuando terminó, nos fuimos todos los argentinos al hotel de Ricardo Zunino, uno de los pilotos. Vimos la final en colores, cosa que aquí no ocurría y casi nos echan de ahí por como gritamos los goles (risas)”.
La leyenda indiscutible del automovilismo argentino es Juan Manuel Fangio, uno de los deportistas más grandes de nuestro país: “Por una cuestión generacional, no tuve una extensa relación con él, pero cada vez que lo traté, pude darme cuenta la clase de persona que era: un señor con todas las letras. Distinguido, correcto y educado. Jamás te dejaba pagando si le consultabas algo. Lamento no haberme sacado nunca una foto juntos”.
Su huella y legado fueron continuados por Carlos Alberto Reutemann, quien marcó a varias generaciones. Nos hizo sentir importantes, que éramos parte de ese exclusivo jet-set que es la Fórmula 1. Cada carrera era un rito familiar, de reunirnos frente al televisor para seguirlo en cualquier parte del mundo. Era de una personalidad especial. Ídolo a pesar suyo. Fernando estuvo a su lado en varias ocasiones: “Mi relación con Lole fue correctísima. Con los tiempos y distancias que él te imponía. No dejaba que lo abordara demasiado y muchas veces no respondía las preguntas. Era un profesional ciento por ciento, que vivía absorto por su auto. Y siempre pongo este ejemplo: ganaba una carrera, llegaba al box, que estaba lleno de alegría y se bajaba del auto con cara seria a ver como estaban los neumáticos traseros, aunque parezca increíble (risas). Había que adaptarse a esos momentos, porque vivía de esa manera. Fue una pena lo que ocurrió en el ‘81, cuando no pudo ser campeón, en un torneo que se le escapó por varios factores, algunos increíbles: la primera carrera del año, en Sudáfrica, donde ganó, pero que no tuvo puntos para el campeonato. Pero sobre todo el cambio de neumáticos que hizo Williams a mitad de temporada, dejando Michelin, que Lole había desarrollado a la perfección, para pasar a Goodyear y la famosa historia del cartel en Brasil, que quebró de alguna manera la armonía de la escudería”.
Tras varias temporadas en radio, siguiendo la intensa actividad local y la de los compatriotas en el exterior, con Reutemann a la cabeza, llegó el momento de iniciar este largo periplo de 40 años en televisión: “Comencé en 1984 en ATC junto a Héctor Acosta, a quien considero mi maestro, haciendo las categorías nacionales. Ingresé como un colaborador, para hacer los tiempos, entre otras cosas, porque él ya tenía sus comentaristas, hasta que ocupé ese lugar. La Fórmula 1 la transmití por primera vez por televisión en 1991, cuando Felipe Mc Gough, que era mi socio, consiguió los derechos para Telefé. Hicimos toda la década, hasta 1999, con la suerte de trabajar en el canal más exitoso, donde estaban Susana, Xuxa, Marcelo Tinelli, Grande Pá y Amigos son los amigos, entre otros. Hacíamos entre 8 y 12 puntos, que era bastante, teniendo en cuenta que no corrían argentinos. El director de programación era un genio como Gustavo Yankelevich. Ponía las carreras en diferido a las 11 de la mañana y nosotros le insistíamos que la gente protestaba porque las quería ver en directo. Un día se cansó y nos dijo: ‘El próximo domingo vamos en vivo. El lunes vengan a la oficina’. Estábamos felices y así hicimos la transmisión. Cuando lo fuimos a ver al día siguiente, sacó la planilla del rating, donde habíamos hecho la mitad que las veces anteriores. ‘Este es todo el público que ustedes me comentaron que está disconforme con que vaya en diferido (risas)’. Nos miramos y le respondimos: ‘Gracias, Gustavo, no te molestamos nunca más’ (risas). Sin dudas, el número uno de la televisión argentina”.
En tantos años rodando por todos los circuitos del mundo, tuvo la posibilidad de observar el desempeño de muchos pilotos. Pero a la hora de elegir, Fernando no tiene ninguna duda sobre quien ocupa su primer puesto en el podio: “Ayrton Senna para mí fue el número uno absoluto. No los vi ni a Fangio ni a Jim Clark y ahora apareció otro fenómeno como Verstappen, pero él fue el mejor de todos. Además, tuve una relación fluida desde el momento que lo acercamos con Fangio, a quien quería conocer. A fines del ‘91, tras ganar el título mundial, su secretaría nos contactó para tratar de concretar ese encuentro. Hablé con Juan Manuel, quien dijo automáticamente que sí. Fuimos en un remise a buscar a Ayrton a Ezeiza con Felipe Mc Gough y cuando estábamos por la Ricchieri, desde aquellos viejos celulares que parecían un ladrillo (risas), lo llamé a Fangio y allí se dio una charla maravillosa. Senna le dijo que había hecho todo como él le había indicado para ser campeón del mundo. Un gesto hermoso. Me sigue emocionando haber sido testigo del diálogo entre los dos pilotos más grandes de la Fórmula 1. A partir de ahí, cuando iba a las carreras, siempre nos atendió de maravillas. En una ocasión, en Sudáfrica, acordamos hacerle la nota una hora después de la qualy atrás del box. Llegamos y estaba siendo entrevistado por la red O´Globo. Nos quedamos esperando a un metro de distancia y empezaron a llegar todos: BBC, RAI, etc. Cuando terminó, se le abalanzaron. Y él, a cada uno en su idioma, les dijo que tenían que aguardar porque nos había dado la palabra a nosotros. Un fenómeno”.
El 1 de mayo de 1994 quedó marcado en negro para la historia de la máxima categoría del automovilismo con la muerte de Ayrton Senna. Para Fernando fue un shock: “Nunca pensé que algo así le podía pasar a él. La única vez que no viajé al Gran Premio de San Marino fue en el ‘94. Me quedé transmitiendo desde Buenos Aires. Fue una pena inmensa, porque tuvo mucha mala suerte, no era un accidente para encontrarse con la muerte. Al golpear el auto contra una pared, se rompió un cañito de la suspensión y se le metió por la visera. Fue un dolor tremendo en medio de un fin de semana de brujas, con muchos infortunios”.
En 1995, luego de 14 años, Argentina recuperó su fecha en el calendario de la Fórmula 1. Varios factores confluyeron allí: un público conocedor, buena audiencia en la TV y el 1 a 1 de la economía. Fernando no solo fue el relator, sino una pieza clave de la organización: “Es un trabajo que no quiero hacer nunca más en mi vida (risas). Si en algún momento volvemos a tener la carrera, me acredito y me siento a verla (risas). Luchamos contra viento y marea, contra todo lo que acá tiene que salir mal y sale mal. Sin ningún apoyo económico del gobierno, aunque luego se lo atribuía. No es fácil manejar a la gente en nuestro país, donde siempre quieren más de lo que tienen. Hubo que rehacer buena parte del autódromo, como asfalto, boxes y tribunas. El banco que financiaba las obras, quebró a fines del ‘94 por el efecto tequila, pero su dueño nos acercó a otros inversores para poder concluir todo. Tras la primera jornada de actividad, los pilotos se quejaron por un desnivel en la pista. Unas horas más tarde, llegaba Bernie Ecclestone. Entonces, mientras en un hotel se desarrollaba la cena de gala, yo estaba con una persona, en medio de la pista, tratando de nivelar eso. Él con la moladora y yo echándole agua para que no se recalentara (risas). Un delirio total”.
Las transmisiones que Fernando comanda, están conformadas por un excelente grupo de profesionales, que da gusto ver y escuchar, por capacidad y conocimiento: “Cochito López está muy bien en la función del comentarista, porque da la visión del piloto, algo que el resto desconocemos. Y Juan Fossaroli en los boxes ya es una marca registrada. Comenzó con nosotros como camarógrafo, luego fue productor y ahora hace muy bien su tarea periodística desde hace años. Y quiero mencionar a mi hijo Enrico, que trabaja en otras categorías de automovilismo. Es muy bueno, quizás el mejor, porque sabe de todo”.
El reconocimiento masivo. Tan merecido, como quizás inesperado, luego de una extensa trayectoria, no le hacen perder el foco ni un centímetro a Tornello: “Es un trabajo público y que va a dirigido a un público que sabe un montón de esto. No le podés errar. Igualmente, es muy gratificante el reconocimiento, como me ocurrió al ir al Gran Premio de Brasil, donde lo percibí de gente de todas las edades. Lo más lindo es cuando me dicen: “Desde que tengo uso de razón, la tuya es la voz de la Formula 1. Trato de tener los pies en la tierra y creo que es lo mejor que me puede pasar, después de tantos años de trabajo. Me sigo concentrando y estudiando para cada carrera como si fuera la primera. Es la única manera que conozco. Los flashes no me mueven nada.”.
En una frase, dejó una hermosa lección de periodismo. Que se puede (y debe) aplicar a cualquier ámbito de la vida. La bandera a cuadros cayó sobre la charla. Esa que Fernando hizo tan amena con su calidez y sacando de los boxes los más selectos recuerdos. En el reino de velocidad, el que más clara la tiene es el que sabe poner el pie en el freno en el momento exacto. Aquellos encandilados con las luces del éxito, se fueron de pista. Tornello, por suerte, tiene las manos firmes en el volante, de ese anhelado auto llamado grandeza.