“Andate de acá, que las embarazadas se arreglen solas”, le exigieron a Leandro Goñi los vecinos del edificio ubicado en Paraná y Arenales (Recoleta). Goñi tiene 54 años y hace 28 (casi la mitad de su vida) que ejerce la obstetricia, la especialidad médica que se ocupa del embarazo, el parto y el puerperio. El episodio sucedió los primeros días de abril, tres semanas después de que el Gobierno nacional decretara el “aislamiento social, preventivo y obligatorio” para impedir el avance del coronavirus.
“Querían que cerrara mi consultorio. Decían que ponía en riesgo a todo el edificio y e invitaron formalmente al administrador a que lo clausurase de forma inmediata. Les respondí con una carta. Les expliqué que solo atiendo a embarazadas que están transitando su tercer trimestre y a aquellas que tienen gestaciones de riesgo, y que no puedo dejar de hacerlo en estos momentos", repasa Goñi, quien, a pesar del dolor que le generó el reclamo, se muestra comprensivo con los vecinos. “La mayoría de ellos me conoce desde que nací, porque me crie en este edificio. Pienso que, como todo el mundo, tienen miedo y el miedo hace saltar las peores miserias. Hoy no solo tenemos que luchar contra el virus, sino contra la hipocresía que gobierna nuestra cabeza. Es hora de pensar en todos”, agrega el médico que, en promedio, asiste entre 30 y 35 partos por mes. Y seguirá haciéndolo, porque, aunque el mundo se puso en pausa, para Goñi no hay pandemia que valga: un nacimiento no puede esperar.
-¿Cómo es traer vida al mundo en medio de tantas muertes?
-Si bien la obstetricia es una especialidad lindísima, hoy nuestro trabajo es complejo. Primero, porque las pacientes están aterradas y, en segunda instancia, porque el funcionamiento de los sanatorios cambió radicalmente. Por otro lado, la vida normal de una embarazada también se modificó. Antes se le aconsejaba que estuviera activa, que no aumentara de peso y que tratara de evitar el estrés. Por la pandemia, nada de eso es posible. Todas están en su casa, sin poder hacer demasiada actividad y comiendo de más. Son cuestiones que vamos a tener que ir corrigiendo, porque van a empezar a aparecer patologías como la diabetes o la hipertensión.
-Recién decía que el funcionamiento de los hospitales cambió de manera radical. ¿Podría dar algunos ejemplos?
-En el hospital Vélez Sarsfield, donde soy jefe de guardia los miércoles, estamos trabajando con protocolos de emergencia que nos obligan a usar protección (desde antiparras, pasando por cascos, hasta barbijos) en forma permanente para atender a todos los pacientes. Además, se realizó una división de las guardias para evitar los contagios. Entonces, por un lado, están las guardias generales, porque no dejó de haber infartos ni ACV; y, por el otro, las guardias de COVID-19.
-En una maternidad de Tailandia, decidieron colocarles a los bebés mini máscaras faciales para protegerlos del coronavirus. En Argentina, ¿qué medidas de prevención se toman con los recién nacidos?
-Las máscaras solo se colocan si la mamá tiene o se sospecha que puede llegar a tener el virus. Además, se les hace un hisopado. Pero, por el momento, acá no hubo casos de bebés cuya madre tuviera COVID-19.
-¿Qué se siente al estar poniendo en riesgo la propia vida para atender pacientes?
-Los médicos y todos los que trabajamos en salud (como los enfermeros y el personal de limpieza de los sanatorios) nos enfrentamos contra nuestro propio miedo. Muchas personas piensan que somos Superman y, en realidad, somos seres humanos. Nos estamos cuidando en la mayor medida posible, pero es una situación atípica que genera mucho temor. Luchamos contra un enemigo que no vemos y no sabemos dónde está. Por eso, las medidas de prevención tienen que ser totales.
-¿Su familia lo apoya?
-Vivo con mi mujer y mis tres hijas. El día en que arrancó la cuarentena, una de mis hijas me pedía que por favor no fuera a trabajar. "Papá no vayas porque te vas a contagiar y te vas a morir", me decía. Uno trata de poner cara de serio, pero en la soledad también se quiebra.
-¿Cómo es salir del hospital y llegar a su casa?
-Parezco medio ridículo, pero prácticamente tengo que desnudarme en la puerta. Toda esa ropa va directamente al lavarropas. Me baño, me cambio y, recién ahí, saludo a mi familia. A mis padres, que son mayores, nos los veo hace un mes y medio. Hablo por teléfono, pero no mantengo contacto porque yo soy población de riesgo y ellos están haciendo una cuarentena estricta.
-¿Qué le generan los aplausos?
-Creo que son una muestra de agradecimiento. El asunto es que, después de que termine todo esto, la sociedad no se olvide de todo el sacrificio hecho por el personal de salud, que, hoy por hoy, está totalmente desacreditado. A nivel mundial, los médicos argentinos son los que tienen el sueldo más bajo. De alguna u otra manera, nuestro trabajo siempre fue menospreciado, por eso muchos colegas optaron por trabajar de manera privada o, directamente, en otros países. En Chile, Bolivia, Uruguay o Paraguay, se gana tres veces más que acá.
Después del entredicho con los vecinos del edificio donde tiene su consultorio, el muro de Facebook de Leandro Goñi se llenó de mensajes de apoyo y muestras de afecto de sus pacientes y expacientes, que destacan su compromiso, responsabilidad y humanidad. “Me atendiste en 2009, en plena pandemia de gripe A. Sos un ejemplo de no dejar mamás a la deriva”, escribió una. Otra destacó: “Recuerdo siempre el miedo que tenía en mi segundo parto y ahí estuviste, conteniéndome. Después me agarraste la cara y me dijiste: ‘Felicitaciones, gorda, lo lograste’”. Palabras que acarician.
Ficha personal y algunas cifras
Nombre: Leandro Goñi.
Edad: 54 años.
Donde vive: Capital Federal.
Profesión: Médico obstetra. Los miércoles es el jefe de guardia del Hospital General de Agudos Vélez Sarsfield.
En Argentina, nacen 750.000 bebés por año.
15 % debería ser la cantidad de cesáreas, pero en el país llegan al 45 % de los nacimientos.
En 2015, se reglamentó la Ley N.° 25929 sobre Parto Humanizado en Argentina.
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