
No me gustan los experimentos “sinfónicos” alrededor de la música pop -y vaya que se han perpetrado unos cuantos, de Rata Blanca y Gustavo Cerati a Ciro y Trueno, por citar ejemplos locales- pero algo me hacía pensar que esta vez, con Stewart Copeland desarreglando las perfectas canciones de The Police podía funcionar. De otra manera en medio de la aceleración de fin de año, no hubiera emprendido un largo camino hacia el centro de Buenos Aires un miércoles por la noche en pleno diciembre. En fin, estas son cuestiones que al eventual lector poco le importan, así que vayamos al punto.
Funcionó. Fue un espectáculo magnífico, pleno de musicalidad, intensidad y emoción. Claro, todo debido a “las perfectas canciones de...” The Police es una de las grandes bandas de rock del siglo XX, cuyo legado e influencia se mantienen vivos hasta hoy. Combinó la versatilidad de tres notables instrumentistas capaces de generar un potente sonido new wave de trío bajo-guitarra-batería -en principio, luego sumaron colores y texturas a su sonido primitivo-, al servicio de pequeños himnos generacionales que motivaron, sobre todo en la primera mitad de la década de los años 80, un tipo de furor que los acercó a la beatlemanía (chequear videos de sus shows en vivos alrededor de 1983, 84, 85).
Sting, Andy Summers y el hombre de la noche de anoche, Stewart Copeland, no eran principiantes cuando se subieron al tren de la “nueva ola” (aquella de la que se burló Charly García en tiempos de Seru Giran) y como tales, captaron que el viento soplaba en una dirección. Con un carismático cantante e inspirado compositor al frente, y dos soberbios músicos, The Police la rompió y dejaron una brillante colección de perlas pop-rock-reggae nunca antes ni después concebidas. Una banda de rock en estado puro, capaz de conectar con las masas en un tiempo particular, a caballo de una serie de canciones infalibles. Todos sabemos una de The Police.

Por cierto, he aquí el motivo de este texto: el show que Stewart Copeland -un tercio de aquella maquinaria perfecta- brindó en la noche del miércoles ante una platea de gente mayormente adulta (testigos y protagonistas de aquellos dorados años 80) en el Teatro Gran Rex fue sencillamente espectacular. Es decir, fue un espectáculo en toda la regla. El título del show, Police Deranged alude -con ironía, marca registrada del personaje- a una versión “salvajemente irracional” de la cosecha creativa de la famosa banda.
El formato del espectáculo, con una trío al frente (otra vez, batería, bajo y guitarra; con Copeland y las argentinas Lula Bertoldi y Brenda Martin, integrantes de la banda local Eruca Sativa, a quienes eventualmente también se sumó el baterista Gabriel Pedernera), tres sólidas cantantes afroamericanas, un pianista, dos percusionistas y, he aquí la novedad, un portentoso ensamble sinfónico dirigido por Nico Sorin. De esa combinación de texturas y sonidos, emergieron las nuevas versiones de clásicos inoxidables.

A saber: “Spirits in the Material World”, “Roxanne”, “Everything she does is magic”, “Message in a bottle”, “Can’t stand losing you”, “King of Pain” y por supuesto “Every breath you take”. Más, algunas perlas reggae marca Police -otro de sus grandes aportes, haber traducido el reggae según la impronta de muchachos blancos anglosajones, después de The Clash sí pero con un colmillo pop que marcó diferencia- del tipo “One world (not three)” y la bellísima “Walking on the Moon”. Demasiado todo junto. La combinación del pulso rock-reggae de las canciones y su instrumentación básica, amplificadas por una masa uniforme, armoniosa, de instrumentos de viento, percusión y madera ejecutados con justeza y buen gusto, hicieron el resto.
Todo esto sin contar el carisma de Stewart Copeland, quién ofreció una performance que combinó intervalos de stand up con la masterclass de su instrumento. Y una sensación única que solo ocurre en un espectáculo en directo. Estaba ahí. El tipo del póster en el cuarto que compartíamos con mi hermano en nuestra casa de Olavarría, estaba ahí.

Hay algo misterioso e inasible cada vez que una de estas leyendas de la historia del rock vienen a Buenos Aires y se presentan en vivo. Si tenés la fortuna de estar ahí, y pasó con los Stones, Ringo, Paul, Dylan, Lou Reed, Ozzy y sigue la lista, los ves de cuerpo presente: el póster cobra forma humana. Por suerte, gracias a mi profesión, me pasó unas cuantas veces. Más de las que incluso hubiera soñado como adolescente tímido que asomó al rock leyendo Expreso Imaginario y escuchando 9 PM y Submarino Amarillo entre ruidos de descarga de AM.
Vuelvo al principio. Algo me fue diciendo, en los días previos, que este experimento sinfónico sobre canciones que llevo para siempre conmigo en el corazón, podía funcionar. La intuición, ajena al cansancio del fin de año, no me falló y pasé una de las mejores noches del año. Gracias Stewart.
[Fotos: Laura Tenenbaum)
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