
¿Por qué escribir sobre siglas? ¿Qué es lo que le llamó la atención de los acrónimos? Seguramente, si hiciéramos el ejercicio de salir a la calle a preguntar al público en general qué significa un acrónimo, la mayoría no sabría definirlo con precisión o directamente desconocería su significado. ¿Y los retroacrónimos? A Gerardo Gallardo, abogado, jubilado y fanático del lenguaje, este fantástico universo comenzó a interesarle hace ya más de diez años.
“Mi interés sobre el tema es dentro de un marco más abarcativo sobre distintos aspectos de la lingüística, especialmente aquellos vinculados con las maneras en que nos comunicamos los argentinos”, suelta Gallardo, quien acaba de publicar su primer libro a los 76 años. Se trata de SAR: Siglas, acrónimos y retroacrónimos, un estudio de los lenguajes abreviados como formas de comunicación (El Destino ediciones).
Descifrar dichas claves, apunta Gallardo, “no solo importa como la satisfacción de una curiosidad, sino también en la posibilidad de ahondar en el conocimiento de la cosa que es objeto de la representación”.
Estamos rodeados de siglas, acrónimos y retroacrónimos, pero tal vez no tomamos consciencia. Gerardo traza un camino de un tiempo reciente. “Cuando salgas de la DGI, te tomás el 135. Te bajás en Banco Nación. Enfrente está la sucursal de Entel y, a la vuelta, la oficina de Segba, pegadita a la YPF”, apunta con acierto el autor en la nota editorial de la contratapa del libro, donde grafica como algunas siglas y acrónimos están (o estuvieron) muy instalados en nuestro modo de hablar.

—¿La gente sabe lo que son los acrónimos y los retroacrónimos?
—En general suele haber una confusión entre siglas y acrónimos, siendo que estos últimos son las siglas que pueden pronunciarse como una palabra nueva, pero sin significado propio. Por ejemplo, AFA (por Asociación del Futbol Argentino) que incluyo entre los que he denominado “acrónimos simples”; o RENAPER (por Registro Nacional de las Personas) como ejemplo de los “acrónimos complejos”, porque no nacen de la mera unión de iniciales como se da en el primer caso, sino de la mixtura de sílabas, o de otras combinaciones posibles.
—¿Y el retroacrónimo?
—El concepto de retroacrónimo, en cambio, es mucho más ignorado. El retroacrónimo es un acrónimo formado por una palabra que en este caso sí existe, pero que a su vez se resignifica con la cosa representada. Por ejemplo, ARCA (por Administración de Recaudación y Control Aduanero), o SUBE (Sistema Único de Boleto Electrónico).
Viaje al mundo del lenguaje simplificado
En SAR, el autor describe su motivación para investigar el surgimiento y la expansión de estas formas lingüísticas. “Las palabras que abrevian y sintetizan están por todas partes”, asegura Gallardo en su libro. El volumen reúne historias y contextos de siglas y acrónimos, y ofrece un panorama sobre el modo en que estos recursos reflejan la vida social, tecnológica e institucional del país.
El trabajo cuenta en el último capítulo con un extenso glosario de siglas, acrónimos y retroacrónimos, sin dudas, de utilidad para la divulgación que Gallardo aborda en su investigación.

El texto, que se apoya en una labor de investigación y curiosidad, permite entender la trama que vincula costumbres del habla y transformaciones sociales en Argentina. Así partió el comienzo de la hoja en blanco, con el querer saber más. “Todo comenzó con un listado de siglas con sus respectivos significados, que luego se extendió a un listado de acrónimos y, más tarde, de retroacrónimos, los que se fueron armando a modo de ayuda memoria a medida que tales listados se hacían más extensos”, explica el autor.
Y agrega: “El hecho de analizar tantos antecedentes y de pensarlos desde la perspectiva de la comunicación me permitió, luego, desarrollar un marco teórico sustentado siempre con ejemplos tomados del modo habitual en que dialogan los emisores y los receptores de los distintos mensajes que se entablan en un ámbito comunitario.
—¿Cuándo pasó de ser un tema que te interesaba, por las razones que has explicado, a la decisión de hacer un libro?
—Fue a sugerencia de un viejo amigo que es escritor, a quien le pedí una opinión sobre unos primeros borradores que pude armar. Su respuesta me dejó, en parte, perplejo, por cuanto si bien era promisoria en cuanto a la obra en sí, a la vez que me preguntaba acerca de si pensaba publicarlo. Yo tenía vasta experiencia en la redacción de cuestiones jurídicas por mi profesión de abogado, pero carecía de ella en otras temáticas como las encaradas en este libro.
—¿Qué aporte le puede hacer tu libro al lenguaje y a la divulgación en Argentina?
—Como bien se lee en la bajada del título del libro, se trata de un estudio –a modo de ensayo- para entender cómo funcionan los lenguajes abreviados en materia de comunicación, cómo nacen, quién los crea, cómo se imponen, cómo son reemplazados en todo o en parte por otros, o por apócopes de los nombres completos de la cosa objeto de la representación, como sería el caso de la sigla ‘T.V.’, que en nuestro medio ha sido en gran parte sustituida por el más coloquial “la tele”. Este libro es el recorrido vital y cultural de cada término. Invito al lector a repensar la manera en que se construyen los vínculos cotidianos a través del lenguaje.
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