Fragmento de una entrevista entre Mia (actriz) y Miceli (autora/directora) de ¡Oh cabezas locas de las religiosas!, obra de teatro ganadora del Primer Premio Germán Rozenmacher a la Nueva Dramaturgia, en cartel en el Centro Cultural Rojas.
Mia: Justamente el otro día hablábamos de esto mismo.
Miceli: ¿De esto, qué? ¿De nuestra obra? ¿De ¡Oh cabezas locas de las religiosas!? ¿Del Centro Cultural Rojas? ¿Del estreno? ¿De los ensayos? ¿Del elenco? ¿Del público? ¿De qué de todo?
Mia: Bueno, sí, de todo eso. Y de la relación de la obra con la “historia” y el “entendimiento”. Esto sería lo mismo. Una cuestión de perspectiva. Pensémoslo: en la obra los personajes están ahí, adentro de un convento, mientras afuera empiezan las revueltas que dan pie a la Revolución francesa y las desespera no entender. No tienen la distancia para hacer una lectura que les permita decir cosas que no se sientan como pavadas.
Miceli: Lindo eso.
Mia: El tema es la distancia. Solo en la cena después de la función, cuando ya estamos afuera de la obra y de los ensayos, podemos atrevernos a conceptualizar.
Miceli: ¿Es eso lo que estamos haciendo? ¿Conceptualizar?
Mia: No, jaja.
Miceli: Jaja.
Mia: Pero entonces querría saber, ya no como actriz de la obra, sino por simple curiosidad: ¿por qué la Revolución francesa? Si el “concepto de la obra”, por decir algo, es contar una historia particular –la de unas novicias en un convento– enmarcada en un evento canónico de la gran Historia Occidental, ¿por qué esa Historia? La de la Revolución francesa, quiero decir, y no la de la Revolución haitiana o de Mayo o…
Miceli: Entiendo, entiendo. Qué linda la Revolución haitiana, por cierto. Bueno, linda no, pero…
Mia: Sí, sanguinaria, más bien. Por eso, ¿por qué, de todas las revoluciones, elegiste la francesa?
Miceli: “No la elegí yo. Solicité una señal…
Mia: …y paciencia mediante, se hizo carne, o imagen más bien”. Jaja.
Miceli: Jaja, perdón, perdón. Digo todo el tiempo frases de la obra.
Mia: Me pasa, una se pone tarada...
Miceli: Todo surgió de la universidad. En realidad, la obra tiene que ver con la formación, no solo la universidad. El colegio también. Todo lo que aparece en la obra de la “Historia” de la “Revolución francesa” aparece como nos la enseñaron en el colegio. Las causas de la Revolución. Las consecuencias. La modernidad. La razón. Todo eso aparece porque son las nociones más elementales que ves desde que empieza la materia Historia en la escuela hasta… Bueno, yo estoy en mi última materia de la facultad y estoy viendo lo mismo. Pero en la obra no es que se quiera dar cuenta de ninguna complejidad conceptual ni académica.
Mia: A ver, la obra se escribió por…
Miceli: Por La religiosa, sí. La novela de Emile Diderot. No es una versión, pero sí fue un puntapié. La leí cursando Literatura Francesa en la facultad, por eso digo lo de la formación…
Mia: También es una película, ¿no? Yo el libro lo leí, pero la película…
Miceli: Sí, con Anna Karina. Bastante oscura. Bueno, como el libro. Casi de tortura.
Mia: ¿Te acordás? Al principio, cuando esta obra era apenas una escena en un taller de teatro, solo incluiste la referencia a la Revolución francesa incipiente para ubicar la acción, para decirle al espectador “bueno, esto es en Francia, son monjas y ocurre hace un par de siglos atrás”.
Miceli: Sí, y después fue armar una historia con esos elementos. El encierro. La libertad. La violencia. Una protagonista que no sabe lo que desea. Porque lo que quisimos fue construir una obra con lógica interna, con consecuencia, una ficción teatral hecha y derecha.
Mia: “Teatral”, está muy bien esa palabra. Es lindo lo “teatral”.
Miceli: Es interesante, porque no es lo mismo hacer teatro que hacer, no sé, cualquier otra cosa. Y la búsqueda fue no esquivar lo teatral. Que pasara algo, y algo imaginado, que no remitiera solamente a nosotras mismas. O solamente no, sino: literalmente. Una historia que no remita de forma literal a la propia vida. No debería ser tan difícil como resulta. Pero es verdad que muchas obras de teatro, y supongo que en la literatura pasa un poco lo mismo, pretenden fundar su valor en que cuentan algo que le pasó de verdad a la persona que lo cuenta.
Mia: Me dicen mucho que ¡Oh cabezas…! parece una obra clásica.
Miceli: Se apoya en estructuras clásicas, sí. Yo pensé en un concepto, ya que estamos “conceptualizando”: una tragedia de puertas.
Mia: ¡Muy lindo eso!
Miceli: Y sí. Enredos. Personajes que entran y que salen. Identidades erróneas. ¡Monjas!
Mia: Me encantaría entender así como vos.
Miceli: Estás un poco obsesionada con ese tema, ¿no?
Mia: Es que estoy adentro, no se puede entender desde adentro. Y además, es la obra la que habla sobre eso: ¿qué podemos entender del presente mientras está ocurriendo? O de nosotros mismos. Yo no entiendo por qué mi personaje hace algunas cosas que hace. Por ahí no debería decirlo acá. En el final, justamente…
Miceli: No, bueno, no. Yo tampoco sé. El entendimiento no tiene nada que ver. El tema es ver o no ver. Desde adentro del cuadro no ves el cuadro, y eso te vuelve loca. Te entiendo. Pero desde afuera se ve el cuadro. Eso lo sabés.
Mia: No, no. No lo sé. Confió, que es muy distinto. Confío en que hay alguien afuera. Confío en que ese alguien tiene un criterio para organizar todo.
Miceli: Tenés fe.
Mia: No sé si eso es la fe.
Miceli: Sí, no, yo tampoco, no me tomes en serio.
Mia: Pero el público no está del todo afuera, ¿no? Está adentro de la escenografía. Es como… inmersivo.
Miceli: Sí, estás un poco adentro de la puesta. Eso fue todo Ariel Vaccaro, nuestro escenógrafo, que es un genio. Él quiso encerrar al público junto a las novicias. Entonces nunca estás del todo afuera, no ves la imagen completa. Desde ningún punto tenés perspectiva suficiente para ver todo.
Mia: Es muy loco. Mientras actuamos vemos cómo el público gira la cabeza de un lado al otro de la escena. Como un partido de tenis.
Miceli: Sí, pero como un partido de tenis visto desde adentro de la cancha.
Mia: Jaja. Sí. La Cancha. Hacemos la obra en la Sala Cancha del Rojas. Claro, no lo había pensado. Es muy bueno eso.
Miceli: La Cancha es un emblema. No hay una sola persona que haya trabajado en esa sala que no le tenga un cariño profundo.
Mia: Devoción.
Miceli: Bueno, en eso siento que nos inscribimos en una historia. Y en una historia grandiosa, que es la del teatro de la Ciudad de Buenos Aires. Qué gran ciudad.
Mia: En eso estamos de acuerdo. Sí. Absolutamente. Gran historia y gran ciudad.

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¡Oh cabezas locas de las religiosas!, obra ganadora del 16.° Premio Germán Rozenmacher a la Nueva Dramaturgia (2024), se presenta con funciones los viernes a las 21, en el Centro Cultural Rojas -avenida Corrientes 2038, C. A. B. A.-.
Entrada general: $12.500. Dramaturgia y dirección Mia Miceli Actuación: Ana Luz Camps (Marion), Miranda Di Lorenzo (Hélène), Agustín Gagliardi (Marqués de Croismare), Mia Miceli (Justine), Melina del Valle Villar (Sor Agnes).
Fotos: gentileza prensa ¡Oh cabezas locas de las religiosas!
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