
Desde Roma, Italia. Son casi las 6 de la tarde del miércoles y ya oscureció. Como sucede desde temprano y casi a diario, alrededor de la Fuente del Moro (Fontana del Moro) —una de las tres fuentes ubicada en la famosa Plaza Navona (Piazza Navona)— todavía hay turistas sacándose fotos y filmando. Entre la muchedumbre, una mujer conversa con los tritones de mármol que escupen agua. A nadie parece llamarle la atención; o quizá sí, pero no lo suficiente como para acercarse a preguntarle qué está haciendo. En ese caso, la mujer hubiera explicado que lo que estaba haciendo formaba parte de una performance, en la inauguración de la quinta edición de BIENALSUR, la plataforma artística global impulsada por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) que acaba de desembarcar en la “Ciudad eterna”.
El proyecto expositivo Las estatuas de la artista española Itziar Okariz, a través de instalaciones audiovisuales, explora la relación entre el lenguaje, el arte y la escultura. La secuencia exhibe a la artista conversando con bustos de piedra. Como en el ejercicio de la silla vacía, la escena remite a la técnica gestáltica que propone imaginar a otra persona sentada enfrente para dialogar con ella y, así, trabajar los propios conflictos internos.
Durante los próximos días, la programación de BIENALSUR en Roma continúa con nuevas aperturas dentro del eje curatorial Invocaciones. Este jueves 13, el proyecto se amplía al Auditorium Parco della Musica Ennio Morricone con la muestra Invocaciones. Un sonido en el fondo del sonido, que reúne obras de Marc Vilanova, Lihuel González, Jacopo Mazzonelli, Friedrich Andreoni y Giorgia Errera. En simultáneo, siguen abiertas al público las exposiciones inauguradas el miércoles por la tarde en el Museo de Roma-Palazzo Braschi, la Embajada de Brasil–Galería Cándido Portinari y la Embajada de España, donde artistas argentinos, brasileños, italianos y europeos dialogan sobre el cuerpo, el paisaje y la relación entre lo humano y lo no humano. La convocatoria fue importante: en apenas unas horas, más de 1.500 personas pasaron por las tres sedes.
Bienalsur en Roma
La jornada comenzó al mediodía con una conferencia de prensa en el Palazzo Braschi, sede del Museo de Roma, el edificio neoclásico diseñado por Cosimo Morelli que resguarda más de cien mil obras entre pinturas, esculturas, grabados, fotografías y objetos históricos. La inauguración de BIENALSUR se realizó en una sala del tercer piso y contó con la presencia de Aníbal Jozami y Diana Wechsler, director general y directora artística de la bienal; Ilaria Miarelli Mariani, directora de Museos Cívicos de la Superintendencia Capitolina; Miguel Ángel Fernández-Palacios, embajador de España en Italia; Anna Cestelli Guidi, responsable de exposiciones de la Fundación Música para Roma; Renato Mosca de Souza, embajador de Brasil en Roma; y Benedetta Casini, curadora de las muestras en Roma del equipo BIENALSUR.
En su intervención, Aníbal Jozami recordó que BIENALSUR nació en una universidad pública argentina con una acción geopolítica y cultural que, desde hace diez años, viene trazando una cartografía transnacional del arte contemporáneo. “No se trata solo de cambiar el punto de vista, sino de cambiar la dirección y la mirada, de dejar de pensar el arte desde los centros tradicionales del poder para construir una red abierta, horizontal y solidaria, donde el diálogo reemplace la distancia”, subrayó.
Desde Buenos Aires, cuna de la bienal, se proyecta una red que une 132 sedes en 82 ciudades de 34 países, con la participación de más de 400 artistas en los cinco continentes, configurándose, como reconoció la UNESCO, en “el evento cultural más extenso del mundo”. “En tiempos de fragmentación y discursos de odio, democratizar el acceso al arte y la cultura es un acto de resistencia y de esperanza, porque el arte fortalece el espíritu crítico y cultiva la empatía, dos herramientas esenciales para reconstruir la confianza entre las personas y entre los pueblos”, cerró Jozami.


A su turno, Diana Wechsler destacó que BIENALSUR deconstruye el formato clásico de las bienales para ensayar otro: plural, polifónico, diverso, en red, basado en el diálogo y la experiencia compartida. “Se trata de una plataforma indisciplinada, que busca pensar con la caja y fuera de ella”, sostuvo y destacó que el trabajo realizado en Italia es un claro ejemplo de esa diversidad de diálogos, actores y estrategias. Es que, en esta edición, BIENALSUR llevó adelante dos residencias de artistas —una en Nápoles y otra en Cittadellarte, en Biella— y desplegó proyectos en Milán y Roma, con instituciones de distinto carácter —museos, embajadas, espacios públicos y auditorios—, todas integradas bajo un concepto curatorial común que “dialoga con los intereses locales e interpela a la comunidad cercana en tensión con las problemáticas globales”.
Por su parte, la curadora italiana Benedetta Casini, responsable del eje Invocaciones, explicó que el título del proyecto proviene del psicoanalista James Hillman, quien define la “invocación” como un acto que desplaza al ser humano del centro de la escena y permite mirar hacia aquello que no sabemos reconocer. “El proyecto invita a repensar la relación entre el cuerpo humano y los cuerpos no humanos del mundo que habitamos”, señaló y celebró el trabajo conjunto entre artistas latinoamericanos y europeos.
Durante la apertura también tomaron la palabra los embajadores Miguel Ángel Fernández-Palacios y Renato Mosca de Souza, quienes coincidieron en destacar el valor del arte como herramienta de encuentro entre culturas. “Estamos muy contentos de formar parte de este gran proyecto. En un momento tan complicado como el actual, en el mundo y en nuestras vidas, el intercambio de ideas a través de la cultura, nos parece fundamental”, expresó Fernández-Palacios.
Hacia el final, el embajador de Brasil invitó al público a visitar la galería de su sede diplomática. Además, contó que esa misma mañana había visto la obra del artista italiano Ettore Favini y que lo conmovió. “Vi en ella un río de la Amazonia. No sé si ese es el mensaje principal de la obra, pero al verla pensé en el Amazonas y sentí que dialogaba perfectamente con los demás artistas que presentamos”, contó. A modo de cierre, agradeció la invitación y remarcó: “Esta participación es algo especial. Es la primera vez que participamos en BIENALSUR y esperamos que no sea la última. Deseamos poder continuar el año próximo transmitiendo este mensaje al mundo: un mensaje de conexión”.


Las muestras de Bienalsur
Las tres exposiciones que se inauguraron el miércoles 12 de noviembre pertenecen al eje curatorial “Invocaciones”. En el Palacio Braschi se presentaron las obras del argentino Matías Ercole y de la italiana Chiara Bettazzi, bajo la curaduría de Benedetta Casini y Diana Wechsler. El joven Ercole y su obra Vieron al sol caer —un gran lienzo instalado en el techo— invitaron a los espectadores a recostarse en el suelo para lograr una interacción activa y no contemplativa. La muestra estuvo muy concurrida.
En la Embajada de Brasil, más precisamente en la Galería Cândido Portinari, se presentaron las obras de los artistas italianos Pamela Diamante y Ettore Favini, y de los brasileños Lia Chaia, Claudia Andujar, Paulo Nazareth y Maria Thereza Alves. Todos bajo curaduría de Casini. “La propuesta en la sede brasileña busca construir una relación entre el cuerpo humano y el territorio, que no sea de separación, sino de pertenencia: no se trata de representar al cuerpo humano dentro del paisaje, sino de pensar el cuerpo como paisaje en sí mismo, alejándonos de su objetivación”, explicó Casini.
“Como mencionó el embajador, en la obra de Ettore Favini el foco está puesto en el río; en la de Paulo Nazareth, en las hojas tropicales; y en la de Pamela Diamante, en la tierra agrícola y su trabajo”, sumó.


El trabajo de Pamela Diamante merece un párrafo aparte. Su serie Le mangiatrici di terra (Las que comen tierra) está compuesta por retratos en blanco y negro de mujeres. En cada fotografía, la artista incorporó sobre la imagen un elemento metálico que remite a piezas de maquinaria agrícola, colocado a la altura de la boca. Durante la presentación, la artista le explicó a Infobae Cultura que su proyecto surgió a partir de historias reales de mujeres de contextos marginales. Inspirada en relatos hallados en periódicos, que luego derivan en entrevistas personales, la serie indaga en las condiciones sociales, ambientales y simbólicas que atraviesan a estas mujeres.
“En Italia hay una expresión —mangiare la polvere, ‘comer polvo’— que se usa para hablar de quien se queda atrás. Pensé en esa idea y la relacioné con Comer tierra: mujeres que, a pesar de las dificultades, siguen avanzando. Aunque ese avance tiene un costo muy alto”, dijo. También contó que varias de las protagonistas viven en la periferia de Nápoles, en una zona afectada por la contaminación de residuos tóxicos vertidos de manera ilegal.
El proceso de Diamante parte de la lectura de estas historias, que luego se transforman en entrevistas por videollamada. A partir de esos encuentros, cada mujer le “dona” una imagen que la artista interviene digitalmente. “Para mí, la autorrepresentación es fundamental —detalló—. No quiero hablar por ellas, sino trabajar a partir de cómo ellas mismas eligen mostrarse”.
Hasta ahora, la artista reunió seis retratos y planea continuar el proyecto. “Son historias que podrían ocurrir en cualquier parte del mundo, porque en todos lados hay mujeres que resisten desde los márgenes”, dijo.


En la Embajada de España, el eje se centró en la relación entre el cuerpo humano y la piedra, inspirada en el poema “Conversación con una piedra”, de Wisława Szymborska, donde una mujer intenta dialogar con una roca que se niega a dejarla entrar. “La muestra reflexiona sobre la necesidad humana de representarse en la piedra, de trascender su propio tiempo y proyectar su imagen más allá de la muerte”, explicó la curadora Benedetta Casini.
“En algunos casos, lo que se trata es de establecer una interacción con la piedra, ya sea un diálogo táctil o a partir del discurso. Ese es el caso del trabajo de Itziar Okaritz”, contextualizó.
Una de las obras más comentadas fue el proyecto Why Not? (¿Por qué no?), de los artistas Matteo Guidi y Giuliana Racco, realizado junto al palestino Ibrahim Jawabre, también presente en la inauguración. Según contaron, la idea nació en 2014, cuando Jawabre —que vivía en un campo de refugiados en Arrud, Palestina— les escribió a sus colegas para pedir una carta de invitación que le permitiera solicitar una visa y salir del país.
“En ese momento pensamos en movernos los dos: él y una piedra de su tierra”, contó Guidi a Infobae. “Compramos un bloque de piedra de veinticuatro toneladas, extraído de una cantera cercana al campo donde vivía su familia. La idea era que ambos iniciaran el mismo viaje: la piedra y él. Pero a Ibrahim le rechazaron el visado dos veces, y terminó llegando dos meses y medio después que la piedra”.
El traslado del bloque —documentado en video— se transformó en una metáfora sobre el movimiento, las fronteras y la desigualdad de circulación entre personas y mercancías. “Por más pesada que fuera, sabíamos que la piedra iba a llegar, porque se paga, tiene contrato y un valor económico. Ibrahim, en cambio, no”, resumió Guidi.


También participaron Itziar Okariz, con la performance que dialogó con las esculturas de la Plaza Navona; Florencia Caiazza, que —como se ve en la imagen que encabeza esta nota— exploró lo táctil como forma de conocimiento a partir de la observación del contacto de su hija con el mundo; y Caterina Morigi, con piezas en granilla inspiradas en la Madonna del Latte y en la imitación humana de la naturaleza a lo largo de los siglos.
“Lo que ella hizo fue es seleccionar un elemento iconográfico de la Madonna del Latte, que es el seno, y reproducirlo a través de la técnica de la granilla. Es una técnica que se usa mucho a nivel doméstico, y que en este caso la artista empleó para representar las imperfecciones del cuerpo humano. De alguna manera, la piedra se utiliza para reflejar la mortalidad del cuerpo. Morigi se inspiró en las estatuas griegas y romanas, donde las venas del cuerpo están representadas por las vetas del mármol. En este trabajo, jugó con el elemento natural y el artificial para reconstruir una imagen corporal que parte de una iconografía sacra, pero que termina por abstraerse y representar un cuerpo femenino universal”, detalló la curadora Casini.
Verónica Bisesti trabajó con una piedra de obsidiana volcánica, inscripciones y reflejos, explorando el vínculo entre el cuerpo humano y el mineral, y la antigua creencia de que esa superficie podía reflejar también los espíritus. Jon Cazenave presentó una serie de fotografías sobre piedra y cristal realizadas en torno al volcán Etna; Valentina Furian reinterpretó la mirada de Medusa como metáfora de poder y resistencia; Karina Aguilera Skvirsky combinó su cuerpo con rocas del sitio arqueológico de Ingapirca para reflexionar sobre la geometría incaica; Jorge Yeregui exhibió una instalación fotográfica sobre antiguas minerías españolas y la transformación del paisaje; y Alfonso Borragán utilizó piedras fotosensibles ingeridas por voluntarios para registrar imágenes del interior del cuerpo humano.
[Fotos: prensa Bienalsur]
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