
Abrir un libro es como tirarse al agua; leer es como nadar. La lectura invita a sumergirse en distintas profundidades, dejarse llevar por la corriente de las palabras, descubrir espacios de calma o remolinos inesperados que obligan a buscar otra brazada. Leer implica un movimiento constante, donde cada página propone un nuevo ritmo para fluir entre relatos.
Así como nadar requiere atención, ritmo y entrega, la lectura también demanda disposición a transitar zonas conocidas y otras inexploradas. Los libros pueden convertirse en piscinas tranquilas o vastos océanos por atravesar, donde la metáfora del agua posibilita pensar en la libertad, el riesgo y el aprendizaje de quien se atreve a nadar entre historias.
De piscina en piscina
El nadador y otros cuentos reúne tres relatos fundamentales de John Cheever en una edición ilustrada por Pau Gasol Valls. El texto central, “El nadador”, propone el viaje de un hombre que decide cruzar su condado de piscina en piscina: una travesía poblada de imágenes acuáticas donde el agua es frontera, espejo y a la vez refugio. Nadar, en el relato de Cheever, es un modo de buscar sentido ante la deriva.
En este libro, las historias transcurren en escenarios cotidianos, barrios residenciales, casas con jardines y piscinas. Cheever disecciona los rituales de la vida familiar y social. Así, la natación funciona como metáfora de la constante adaptación y el esfuerzo de flotar entre las alegrías y las decepciones, las relaciones y las soledades. Cheever es reconocido por convertir la vida suburbana estadounidense en un arquetipo literario.

Nadando bajo el cielo nocturno
La novela La forma del agua, primera entrega de la saga del comisario Salvo Montalbano, introduce al lector en la Sicilia costera y luminosa imaginada por Andrea Camilleri. La imagen de Montalbano nadando bajo el cielo nocturno resume el espíritu de este libro: la resolución de un caso se cocina a fuego lento, en paralelo al rito de sumergirse en aguas cercanas al hogar.
El comisario recorre tanto las aguas tranquilas como las zonas oscuras de su entorno. En La forma del agua, la investigación de un caso aparentemente simple revela capas nuevas bajo la superficie, similares a las corrientes que mueven al nadador lejos de lo visible. Vigàta, el pueblo ficticio y vibrante, se convierte en un estanque con movimientos imprevistos, donde la vida cotidiana y el misterio se mezclan.

Un nadador de verdad
En Nadar, el exnadador olímpico José Meolans comparte su experiencia personal para mostrar cómo la natación moldea cuerpo y carácter. El relato va desde los primeros días en el Club Taborín de Córdoba hasta la conquista de un título mundial y récords argentinos, y traza una conexión entre la perseverancia en el agua y el aprendizaje vital. Meolans describe cómo nadar lo ayudó a cultivar paciencia, tolerancia y responsabilidad.
El libro se dirige tanto a profesionales como a aficionados y a quienes consideran la posibilidad de lanzarse al agua por primera vez. En Nadar, la natación aparece así como una metáfora directa para la lectura; ambas son invitaciones a zambullirse, adaptarse y avanzar, demostrando que cada brazada, como cada página, puede acercar a nuevas formas de bienestar y autoconocimiento.

Sumergirse en una materia incierta
Nadar de noche de Juan Forn reúne relatos en los que el agua y la natación funcionan como hilos temáticos y simbólicos para explorar el duelo, la orfandad y el desconcierto ante la vida adulta. El cuento que da título al libro mezcla la experiencia personal con la potencia de la imagen acuática: la noche y el agua se convierten en espacios donde los personajes buscan respuestas, afrontan pérdidas y ensayan despedidas.
Forn propone la natación nocturna como un acto de atravesar lo desconocido, una experiencia densa, casi opaca, similar al recorrido emocional de quien se interna en una historia. Las geografías reconocibles y la cotidianeidad argentina se cuelan en estos cuentos, en los que las piscinas, las aguas oscuras y las noches solitarias marcan el pulso de una literatura hecha de búsquedas íntimas.
Mariana Enriquez dijo que “hay algo profundamente argentino en estos cuentos: un no hay futuro resignado, la política metiéndose incluso involuntariamente, las geografías reconocibles y una especie de desdicha particular, una desesperanza sin estridencias donde se mezclan cuentas de banco vaciadas, noches químicas, parejas rotas y piscinas nocturnas”. Para Forn, nadar no solo es moverse en el agua; es también sumergirse en una materia incierta.

La pileta como campo de batalla
Una mujer adulta decide inscribirse en la pileta de un club de barrio. Cada clase en el agua es más que un ejercicio físico: la protagonista lleva consigo recuerdos, vínculos familiares, y fragmentos de una vida que se mezclan con las brazadas. El aprendizaje de la natación se convierte en metáfora de la escritura, pero también de la docencia. Eso es lo que narra Rocío Cortina en Zambullidas (o la educación acuática).
La narradora explora el goce y la dificultad de lanzarse a lo desconocido, enfrentando la incomodidad y adaptando estrategias en cada sesión. El registro íntimo conecta con quienes buscan en el agua —o en los libros— una forma de transformar el propio recorrido: moverse, perderse y reinventarse. La pileta aparece como un espacio donde las historias personales así como el enfrentamiento con las propias limitaciones.

Reencontrarse con cada zambullida
Llegamos al final de este recorrido acuático con Bocetos de natación de Leanne Shapton, que va desde la exigencia del entrenamiento competitivo hasta la contemplación de la natación como refugio personal en la vida adulta. El libro alterna escenarios —piscinas de hotel, aguas marinas, recuerdos de competiciones— y pone en diálogo la disciplina física con la mirada reflexiva de una artista.
La natación, en la vida y en la obra de Shapton, emerge como un espacio de memoria, exploración y autoconocimiento. El texto propone que nadar no es solo una acción física, sino también un modo de observar la propia historia y el mundo con otros ojos. Al igual que un lector frente a un libro, quien entra al agua traduce el movimiento en introspección, y cada zambullida habilita la posibilidad de reencontrarse.

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