De un libro pagado de su bolsillo a una película producida por Scorsese: Ariana Harwicz ante el estreno de “Matate, amor”

La escritora argentina habla del film que le abrió las puertas a Hollywood. “Es un retrato obsesivo del estado anímico, espiritual, sexual, de una mujer recién parida.”

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Los protagonistas de la película
Los protagonistas de la película filmada sobre la novela de Ariana Harwicz "Matate, amor"

No leyó el guion. No habló con la directora de la película ni con los actores. Recién ahí, sentada en una butaca en el Festival de Cannes, supo qué había sido de esos tremendos personajes que ella había creado en su novela Matate, amor. Esa novela cuya edición ella había pagado, allá por 2012, ahora estaba en la pantalla grande, producida por Martin Scorsese. La escritora argentina Ariana Harwicz habla con Infobae en los primeros días de noviembre, por zoom, desde su casa en Francia. Tiene cara de cansada porque acaba de volver de Nueva York, donde estuvo a los abrazos con Jennifer Lawrence y Robert Pattison, los protagonistas. Con Lynne Ramsay, la directora. Adonde fue con su hijo, el que era un bebé -como el de la novela- cuando ella estaba escribiendo. No puede estar más contenta.

En Wikipedia dan una versión del argumento de Matate, amor o, Die, my love, como se llama la película que se estrena este jueves en los cines. Dice así: “En una granja de la campiña de Montana, una mujer tiene problemas mentales al romperse su matrimonio.” Y listo.

Bueno, no. Matate, amor no es eso ni por las tapas, en ninguna de sus versiones. Y no sólo porque la novela original transcurra en Francia y la película en Estados Unidos, lo que ya cambia a los personajes. No sólo porque en la novela ella sea una extranjera, como Harwicz, y sienta el rigor de esa condición. Matate, amor muestra la cabeza de una mujer con un deseo sexual poderoso y el impacto que causa en ella tener un hijo. Tener un hijo, estar aislada, poner su vida en pausa, palpar en la mamadera de todos los días la diferencia entre lo que se espera y lo que se exige a una mujer y a un varón. Trata del sentido de la vida, cómo se lo busca, cómo se puede sentir que se escapa incluso sin saber cuál era. Alguien tiene que reescribir lo de Wikipedia.

Ariana Harwicz con Robert Pattison
Ariana Harwicz con Robert Pattison en el estreno de "Matate, amor" en Nueva York.

Entonces, una madre primeriza y un bebé, sin duda hermoso: “Cada vez que lo miro recuerdo a mi marido detrás de mí, casi eyaculándome la espalda cuando se le cruzó la idea de darme vuelta y entrar, en el último segundo. Si no hubiera habido ese gesto de darme vuelta, si yo hubiera cerrado las piernas (...) no tendría que ir a la panadería a comprar la torta de crema o chocolate y las velitas, medio año ya”, escribe Harwicz, por ejemplo.

Y, también: “El bebé se atraganta con mi leche y lo inclino sobre mí para que eructe, ese aire que queda atrapado en su estómago, aire de mi leche, aire de mi pecho, aire de mi interior. Después del eructo cae en peso muerto, le cuelgan las manos, los párpados se espesan, su aliento se aletarga. Lo acuesto abrazado a mi bufanda y mientras lo enrollo pienso en Isadora Duncan”. Isadora Duncan murió estrangulada por su bufanda. Ay, Ariana.

La película empieza con un bosque que se incendia. No hace falta saber nada antes: un hombre, una mujer, un incendio. Con esa clave se entra en la historia.

-¿Cómo fue ver tu novela en el cine?

-No sabía si me iba a encontrar con una película que no tuviese nada que ver con la novela y solo mantuviera el tema de la maternidad y la depresión. Pero me encontré con muchísimas semejanzas con la novela. Casi te diría en un sentido literal. Hay escenas, textos, finales de escena, detalles de los personajes, de la casa, el perro, el vaso, el vidrio, el accidente del auto, cuando él se encierra en el baño, ella queriendo sexo y él no. Miles de detalles. Y, obviamente, hay cosas diferentes. Es la novela pero con la mirada de la directora, que no es mi mirada, una mirada más radical, más punk, pensada desde la música.

Un poco de locura. Jennifer
Un poco de locura. Jennifer Lawrence filmó "Matate, amor" embarazada (BF Distribution)

-¿Más radical que la novela?

-No es ni un elogio ni una crítica, pero me parece que Lynne hizo otra opción. Empieza la película, la parejita llega, mira la casa, qué lindo todo, y en cuanto la cosa se pudre, se pudrió. Y toda la película es el camino hacia el Himalaya del infierno, a los pantanos del infierno. O sea: todo es cuesta abajo o cuesta arriba, hacia la locura. Me parece a mí que la estructura de Matate, amor tiene más idas y venidas. Mi pentagrama es más “humor, tragedia, humor, tragedia”. Y me parece que ella compuso una música que sube el volumen cada vez más. Me parece, pero me puedo equivocar.

-Hablaste de la importancia de la música, ahora usás la música como metáfora de la intensidad.

-Me contaron que durante el rodaje uno de los músicos componía ahí mismo. O sea, era como un set de grabación. La directora lo pensó todo desde la música. Y desde una influencia musical, que no es la mía y que está buenísima: el rock británico, el post punk. Una locura.

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De regreso a casa

Por Ariana Harwicz

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-En la novela está la incomodidad de la extranjería, que aparece también en un libro tuyo posterior, Perder el juicio. En la película son todos estadounidenses pero ella está sola, siempre rodeada por la familia de él.

-Yo pensaba que no la habían hecho a ella extranjera, porque abla inglés, se nota que es americana o que tiene la misma nacionalidad que el marido, pero es cierto que está sola, aislada, no conoce a nadie, va al supermercado sola, está como perdida. Así que esa idea está. Pero Lynne hizo un retrato minimalista, un retrato obsesivo del estado anímico, espiritual, sexual, mental de una mujer recién parida. Y hay una escena donde ella dice: “El bebé es perfecto, no es el problema el bebé”. Como si el problema no fuera el bebé sino todo lo demás. Creo que Lynne optó por hacer algo como un tratado filosófico sobre eso y puso menos el acento en personajes secundarios.

-¿Cómo sentiste el cambio de país y de lengua?

-La novela es muy argentina en el lenguaje y es muy francesa, chorrea Francia. Pero también hay un imaginario norteamericano de las películas de peleas conyugales, de la comedia sentimental americana que vimos todos toda nuestra vida.

-Vos no tenés nada que ver con Jennifer Lawrence, pero quien leyó la novela probablemente te vea en el personaje.

-La vi una sola vez, es como una persona de la que te acordás la cara y la voz pero no del todo y no podrías hacer el identikit para la Policía. Viste que en un momento ella dice “Soy escritora”, pero no escribe. Creo que la directora quiso desnudar lo más posible todo. Ni explicó por qué es escritora, ni puso un libro en la casa. Para mí, ella dibujó un, un cuadrado, un rectángulo, un redondel y dijo: “Esto es una mujer con depresión postparto”. Y no le importó nada más. Y la interpretación de ella me pareció extraordinaria. Tiene el tono de la comedia, por eso yo lo agradezco tanto. A mí me hubiera gustado que se explorara un poco más el contraste entre la tragedia y el humor, o sea, que apareciera más el humor. Pero ¿quién soy yo?

-Estuviste con los actores ¿te pareció que se habían metido en la novela?

-Desde la primera escena que tuvieron que filmar ella estaba embarazada. Yo tardé nueve meses en escribir la novela y la escribí con un bebé en los brazos. Ella hizo todas las escenas en las que está desnuda, todo, embarazada. Y después, cuando presentó la película, estaba puérpera, de hecho tenía que ir a amamantar. Ella y otras mujeres que produjeron la película me dijeron que entendían a la perfección el estado de locura del personaje. Se ve que es algo universal, ¿no?

En "Matate, amor" hay escenas
En "Matate, amor" hay escenas muy parecidas a las de la novela en que se basa.

-¿Es importante que la haya dirigido una mujer?

-En realidad la iba a dirigir Scorsese y Jennifer le dijo: “No, la tiene que dirigir una mujer”. Y ahí buscaron a Lynne Ramsay. La historia no puede ser mejor: un grupo de lectores de Estados Unidos le lleva el libro a Scorsese y le dice: “Tenés que hacer este libro”. Scorsese piensa y se lo lleva a Jennifer Lawrence y dice: “Voy a dirigir esto, quiero que la hagas vos”. Y ella le responde: “Bueno...”. Finalmente ella también la produce y le dice: “Pero que la dirija una mujer”. Es interesante cómo se piensa el arte desde la política de género. ¿Qué película hubiera hecho Scorsese?

-¿La película te hizo repensar la novela? ¿Ver otras cosas?

-Esta novela es omnipresente en mi vida desde que la escribí, en 2011. Yo escribí muchos otros libros, pero ese lo sigo habitando. Además, vivo a cinco minutos de la casa que para mí es el decorado de Matate, amor. Así que fui a la presentación de la película con mi hijo de quince años y tenía la impresión rara de estar llevando el objeto de inspiración. Y sí, me hizo repensar la novela. Evidentemente, hay algo de ese universo enloquecedor que se toca en la novela y que no muere, que sigue. Pasan los años y hay algo de la locura que pude ver, que es una locura mental que les sucede a muchísimos, ¿no? Porque también están los hombres, qué le pasa al hombre.

La actriz Sissy Spacek con
La actriz Sissy Spacek con Ariana Harwicz y su hijo de 15 años, que era un bebé cuando la autora escribió la novela

-Sí.

-A mí me fascinó él, que está en la sombra, opacado, él está ahí domado por ella, él está abajo de ella. Está como aplacado, está hundido, está castrado, está raro. Me gusta.

-Él acompaña, entiende. También es el niño local, mimado, protegido. Eso lo podés entender en términos de extranjería, o lo podés entender en términos de la cultura, el lugar que tiene lo masculino en la cultura.

-Y es el que se va y vuelve de noche. Ahí hay cosas pegadas a la novela: el llamadito, las preguntas, los escenarios, los detalles

- ¿Estás contenta, en definitiva?

-Estoy contenta. Todo esto a partir de una autopublicación con Paradiso, en 2012. La pagué, como tantos otros, para que salieran trescientos ejemplares con erratas. Trescientos ejemplares que fueron trescientos durante muchos años. De 2012 a 2017, fueron cinco años en que en Argentina había trescientos ejemplares: nada. Y después llegó la editorial Mar Dulce. Todo muy, muy a pulmón de verdad.