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Maximiliano Papandrea siempre contesta los mensajes en minutos. Es un hombre simpático, atento, educado. Y tarda un poco más pero contesta esta mañana, en que un autor de su editorial, László Krasznahorkai, acaba de ganar del Premio Nobel de Literatura y él, bueno, va a tener mucho trabajo.

“Nunca pensé que iba a editar a un Premio Nobel”, dice, con sinceridad. Su editorial, Sigilo, es una de esas casas independientes que, en general, suelen arriesgar por autores poco conocidos que, cuando les va bien, pasan a grandes firmas internacionales.

Pero Krasznahorkai no era exactamente un desconocido cuando Sigilo lo lanzó en la Argentina. Ya había ganado en Premio Booker -una especie de antesala del Nobel- y su nombre sonaba. En castellano lo publicaba Acantilado, una editorial española a la que, dice Papandrea, le cuesta llegar a la Argentina. Ahí fue.

Entonces esta mañana en que se anunció el Nobel, este editor independiente que tiene su oficina dentro de la empresa que distribuye los libros está ocupado: tiene que organizarse para una demanda insólita: "Es la primera vez con algo así, que no le pasa a nadie prácticamente. En general les pasa a las grandes editoriales...“

-¿Por qué decidiste publicar a Krasznahorkai? No era una apuesta fácil.

-Ya desde sus primeros libros se notaba que una obra muy original, muy intensa, bastante inusual en relación con todo lo que se está escribiendo hoy en día. Es una literatura de frases muy largas, muy expresiva y,que resulta fascinante por lo envolvente y por lo lúcido y por cómo maneja los humores, que es.

-¿Lo conocías?

-No personalmente. Cuando lo empecé a investigar había dos títulos: Tango satánico y Melancolía de la resistencia. Y casi nadie lo conocía. Es una literatura que no tiene nada de convencional. Eso es lo que hace que no sea más conocido, pero en el mundo de las letras sí lo es. A mí me sorprendió que lo ganara porque hace tanto tiempo que es candidato que yo decía, bueno, no va a ganar, o sea, ya está.

-¿En qué sentido no es convencional?

-Nosotros publicamos El último lobo, es una novela de unas cien páginas. Pero escrita en una sola frase.

-Tango satánico tiene capítulos escritos sin un punto y aparte.

-Por eso, es una cuestión de estilo, es una cuestión de mirada. Es una cuestión de las tradiciones con las que dialoga. Una figura absolutamente tutelar en él es Kafka. Nosotros estamos cada vez más acostumbrados a que la ficción sea tramas, personajes y temas, sobre todo temas. Y obviamente que las de Krasznahorkai son novelas que hablan de muchas cosas, pero no son temas puntuales, es una literatura muy rica y misteriosa. Y sus libros son bastante distintos unos de otros, a pesar de que tiene un estilo muy característico.

-¿Cómo es?

-Tanto El último lobo como Al norte... que es la novela que salió ahora, son bastante excéntricas en su obra, no solo por la brevedad sino porque, por ejemplo, Al norte... transcurre en Japón. Él tiene una conexión con Japón muy fuerte. Es un viajero. Viajó por muchos lados y bueno, es una novela que no transcurre en Hungría sino en un monasterio en Japón. Es fascinante, extraordinaria, pero se dedica a describir un monasterio.

-No se siente obligado a escribir sobre Hungría. Pero cuando uno ve un autor que nació en 1954 en Europa del Este se pregunta por la cuestión política.

-Sí, la Unión Soviética. Creo que él dijo en algún lado que no escribía sobre eso, pero obviamente uno reconoce las huellas porque él escribe sobre su época. No alude directamente a una situación política, pero es difícil no ver lo político en la obra.