Aldo Moro, líder de la Democracia Cristiana italiana, fue asesinado por las Brigadas Rojas el 9 de mayo de 1978 tras dos meses de agónico secuestro, un hecho que el cineasta Andrea Segre considera una “obra maestra de la estrategia política” orquestada por la inteligencia internacional con otro objetivo: frenar el comunismo de Enrico Berlinguer.
En aquellos años, en plena Guerra Fría y con la URSS todavía viva, el Partido Comunista Italiano (PCI) se había convertido en el más importante del bloque occidental, con más del 25 % del voto y 1,5 millones de afiliados, potenciado por la figura de su secretario general, Berlinguer, sobre quien trata la película La gran ambición (Berlinguer. La grande ambizione).
Segre, director y coguionista junto a Marco Pettenello, pasó más de medio año buceando en el archivo del PCI de la Fundación Gramsci, de donde rescató entre 70 y 80 testimonios de la vida personal y política de Berlinguer entre discursos, manuscritos y cartas.

Enrico Berlinguer (1922-1984) había marcado una línea propia dentro del comunismo y se había acercado como nunca antes a los democristianos de Moro, con quien pactaba una controvertida alianza para llegar al poder que el político sardo bautizó como “compromiso histórico” y que tenía detractores incluso en sus propias filas. “Mataron a Aldo Moro para parar a Berlinguer. No hay sombra de duda. El problema era Berlinguer, no Moro. Berlinguer estaba encontrando la manera para lograr que su pensamiento influyera en la política nacional, y eso era un problema, no gustaba ni a Moscú ni a Washington”, afirma la directora. La mafia y el terrorismo fascista y de extrema izquierda, como las Brigadas Rojas, amenazaban a políticos, jueces y demás poderosos de aquella Italia, pero que el asesinato lo hubiera consumado cualquier otra organización sin vinculación con la izquierda “habría hecho ganar a Berlinguer”.
“Cuando descubren que existen las Brigadas Rojas, que quieren hacer algo contra Berlinguer, se lo dejan hacer y de hecho les dan una mano”, explica Segre, que retrata en su película las escuchas de los servicios de inteligencia: “Es un golpe de genio, una obra de arte absoluta (...). No sé quién tendría la idea, no lo sabremos nunca, pero es un gran genio de la inteligencia militar”, ríe el cineasta.

Un líder lleno de dudas
Son muchas las películas y series sobre Moro, pero sobre Berlinguer, la otra cara de la moneda, el hombre que podría haber corrido la misma suerte, no se ha contado tanto. “Es un trozo de memoria histórica que se había borrado tras la caída de la URSS. Aunque Berlinguer era muy crítico con Rusia, el PCI cambió el nombre, la historia, el símbolo..., porque tenía miedo de que se le asociara al imperio caído”, argumenta Segre.
Para el director, retratar a alguien tan conocido como lo es Berlinguer en Italia es un arma de doble filo: “Hay curiosidad del público, pero también pueden criticarte mucho”. “Él es el político europeo que ha hablado delante de más gente, hasta un millón de personas. Pero no es un hombre convencido, sino que está lleno de dudas, de fragilidad, es silencioso. Siendo el líder, es una persona con muchas dudas existenciales dentro”, lo describe Segre.
Murió tras sufrir un derrame cerebral precisamente en pleno mitin previo a las elecciones europeas de 1984 en Padua. A su funeral asistieron más de un millón y medio de personas.

Hoy, en “el punto más alto de la revolución neoliberal”, donde “los millonarios se convierten en una oligarquía, toman el poder, hacen lo que quieren y la democracia se apaga”, Segre opina que el éxito de su película, con más de 500.000 espectadores en Italia, es la prueba de que hay “una conciencia de que es necesario construir una alternativa”.
De hecho, está preparando un documental con las reacciones a La gran ambición de jóvenes italianos nacidos tras la muerte de Berlinguer, que se presentará en la Festa del Cinema de Roma el próximo octubre. “La atención de los más jóvenes no es porque quieran transformar a Berlinguer en un ídolo, sino porque sienten que ahí hay algo que a ellos les falta: un sueño abierto”, expresa.
Lejos de mitificar al histórico líder del PCI, Segre recuerda que tuvo una oposición dura incluso en su propio partido y que también cometió errores: “Los del pasado parecen siempre mejores, pero en su época muchos eran críticos con Berlinguer”. “No creo que haya que esperar la llegada de un Berlinguer, de un héroe”, sostiene, aunque le gustaría que su recuerdo pudiera alentar a otros a “crear una alternativa” al neoliberalismo.
Fuente: EFE
[Tráiler y fotos: Lucky Red]
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