
La vida se va construyendo como un rompecabezas, y cada paso que damos suma pistas para decirnos por dónde seguir. Lecturas desde la infancia, emociones suscitadas por un cuento, o una obra de teatro. La recomendación de una compañera de banco, la lectura propia o ajena por la noche, todo es un amoroso disparador.
Nora Lía Sormani, que nació en Buenos Aires en 1965, fue construyendo su formación a partir de las diferentes vivencias de su vida. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires, y luego se especializó en estudios sobre teatro, literatura y cultura para niños y jóvenes.
Ese recorrido le permitió ser jurado del Premio Internacional Hans Christian Andersen en representación de la Argentina en 2012; colaborar con la revista Ser Padres Hoy, con notas sobre infancia, y dictar cursos y conferencias de literatura y teatro para niños y jóvenes para el Plan Nacional de Lectura y conferencias en congresos de su especialidad.
Así se convirtió en una referente en el ámbito de las artes escénicas y la promoción de la lectura para las infancias. Forma parte del Instituto de Artes del Espectáculo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde coordina el Área de Teatro para las Infancias. También integra KUNUMI, un equipo de profesionales orientado a la infancia, y es cofundadora de la Escuela de Espectadores, en la línea Infancias. Suma su participación en ITYARN (International Theatre for Young Audiences Research Network), donde consolidó su compromiso con la investigación y la creación de propuestas para el público infantil y juvenil.

En la literatura para las infancias, su experiencia internacional se refleja en su paso por el Comité Ejecutivo del IBBY (International Board on Books for Young People), donde participó como jurado de los proyectos de lectura para niños y jóvenes IBBY ASAHI e IRead. Además, integra la Cátedra Latinoamericana y Caribeña de Lectura y Escritura con sede en Cuba.
Es codirectora de Jacarandá Editoras, junto con Guillermina Marino, y edita la versión en español de la revista Bookbird y de la Iniciativa Semillero.
—¿Cómo se construye la identidad lectora?
—Se construye leyendo. Acercando los libros a los posibles lectores y conversando sobre los libros: los que se leyeron, los que nos recomiendan, los cuentos que nos cuentan oralmente. Se construye fundando bibliotecas en la casa, en la escuela, en el club y convidando a los otros. Se fortalece leyendo a otros en voz alta, compartiendo. Si bien se asocia a un hecho individual, depende absolutamente del entorno, de la comunidad que convida lecturas. Con el tiempo, ese lector que lee lo que recibe de su comunidad va seleccionando aquellos libros que comienzan a ser significativos para él y va definiendo su propio gusto: novelas, teatro, poesía, cuentos, cómic. Y empieza a tener preferencias por determinados autores, ilustradores, historietistas. Va eligiendo lo que le produce curiosidad y placer.
—¿Crees que un libro podría despertar el interés por leer?
—Creo mucho en eso. Muchas veces es un amigo o amiga que te recomienda: “No te pierdas el último libro de Gabriel García Márquez”. Y uno va, lo consigue, y lo lee. Pero después, ese primer libro despierta la curiosidad por leer las otras novelas o cuentos de ese autor. Y otras veces, en ese libro, el autor menciona a otro escritor que le gustó mucho y entonces, uno va a buscarlo. Es así que un primer libro atrae a los otros. En la infancia, es el momento en que la maestra narra en voz alta (libro en mano) un cuento o cuando lee en voz alta la obra de teatro Juana, la intrépida capitana, sobre Juana Azurduy y todos se mueren de risa con el humor y las locuras creadas por la dramaturga Adela Basch. Ahí surge un interés que cada niño y niña capitalizará de diferente modo.

—De un hogar sin madre ni padre ni familiares lectores, ¿puede surgir un ávido lector?
—Es así. De hecho, ocurre. Hoy en día la escuela provee de libros y contagia. Y el niño lleva la lectura a la casa. Pero siempre tiene que haber un disparador, un estimulador de la lectura, alguien que despierte esa chispa lectora desde afuera. A veces es un tío o una abuela que regala libros y que en las conversaciones familiares conversa sobre ellos. De todas formas, si el núcleo familiar no apoya o, es más, desafía ese hábito lector con “¿Para qué leés?”, “Dejá eso y salí a pasear” o “No seas vago, estás todo el día tirado en el sillón leyendo”, es difícil, y se convierte en un desafío que se gana si hay mucha pasión; si no, se termina perdiendo.
—Pensando en esto, ¿hay un momento para empezar a leer?
—Cualquier momento es oportuno para comenzar a leer. No hay edades. Desde los bebés, que ya tienen los libros destinados a ellos –maravillosos, por cierto–, hasta aquellos que nunca tuvieron la oportunidad antes. Muchos estudiantes que no tienen lectores en sus casas descubren la lectura en la adolescencia. Y no paran. Otros tienen la suerte de disfrutarla desde pequeños. Es más, creo mucho en la lectura que acompaña a los adultos mayores en esa etapa donde tienen mucho tiempo. Pero se llega a lector anciano cuando se fue un gran lector durante la vida.

—¿Qué es ser mediador de lectura? ¿Es algo ligado a la educación o creés que hay otros tipos de mediadores?
—Es acercar, dar la oportunidad. Es contagiar el amor por la lectura. Se produce cuando alguien tiene la capacidad de trasladar a otro su experiencia personal con la lectura. Muchas veces es un mediador espontáneo. Otras, es un profesional, es decir, alguien que se forma para adquirir las herramientas para formar a otros en el placer y el gusto por la lectura. Entonces, tiene una variedad de recursos para poder acercar los libros. Por ejemplo, criterios de selección que permiten acercar con acierto determinados libros a determinado grupo de lectores. O recursos como la lectura en voz alta, variedad de modos de acercamiento a la lectura, etc.
La mediación no siempre está ligada a la educación. Algunas veces, sí. La maestra opera como principal mediadora. Otra, no. Porque cuando es espontánea se trata en todo caso del entusiasmo de un familiar, un compañerito, un amigo. Es más, muchas veces es justamente el niño o niña de la familia quien lleva los libros de la escuela a la casa y conquista a su familia con la posibilidad de leer. Ahí se transforma en un lector gracias a la maestra, pero luego se convierte en un mediador de lectura espontáneo. Es interesante saber que la lectura excede el ámbito escolar y pertenece al ámbito de la cultura en general, en un sentido amplio. Es parte de la vida diaria. Es una oportunidad.
—¿Recordás tu primer encuentro con libros?
—Sí. Mi mamá me compraba libros desde niña. Yo no sé si leía. Pero sí recuerdo que miraba con mucha atención y reiteradamente las ilustraciones. Era de tapas duras. El cuento que tenía en mi mesita de luz era El negrito Zambo, un cuento anónimo tradicional. Es la historia de un niño negro que camina por la selva muy contento con su ropa nueva. Y, de pronto, se encuentra con cuatro tigres. Temeroso por ser comido, los distrae dándole alguna de sus ropas a cada uno. Entonces, los tigres empiezan a pelearse para ver quién es el más elegante. Corren tanto, que se quitan la ropa y se derriten bajo el sol, hasta que se convierten en manteca. Lo que más me gustaba era el final: que la familia del negrito Zambo usa la manteca para hacer el pan.
Yo miraba en mis momentos de ocio las imágenes y a la noche me lo contaba mi mamá. Ahora, a la distancia, reconozco que lo que me atraía especialmente era el peligro que corría este protagonista niño, para luego disfrutar de la calidez de una escena: la familia, la manteca y el pan. A partir de ahí, fui disfrutando de otros momentos de lectura. Cuando terminé el colegio secundario, entendí que mi camino era la carrera de Letras. Había visto en una película un personaje de una profesora de literatura que contaba para sus alumnos la vida de los escritores y los argumentos de sus obras. Luego, mientras cursaba la carrera, tuve a mi primera hija, y la maternidad me llevó inmediatamente a sentir que me debía dedicar a la literatura para las infancias. Lidia Blanco, una profesora que dictaba un seminario de Literatura Infantil, me ayudó a encaminarme en esta especialidad.
[Fotos: gentileza Nora Lía Sormani]
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