Parafraseando a la Reina del Pop, Lorde de alguna manera logró superar el abismo, pero no sabía lo perdida que estaba hasta que se encontró a sí misma. Esa es una tesis suficiente para Virgin, el álbum recién lanzado de la cantautora. Olvídense del título, que evoca artículos de opinión y estudios sobre cuánto practica o no el sexo la Generación Z. Este Virgin trata más sobre una artista que toca una nueva verdad por primera vez. Como escribió en su sitio web antes del lanzamiento del álbum, este es “el sonido de [su] renacimiento”.
La neozelandesa de 28 años está a punto de comenzar una nueva era. Revolucionó el pop alternativo antes de cumplir los 17, impulsando Pure Heroine en días dominados por Lady Gaga, Katy Perry y LMFAO, sentando las bases para artistas como Billie Eilish y Olivia Rodrigo. Pero la magia maximalista de Melodrama de 2017 se agotó en Solar Power de 2021, un álbum veraniego desenfadado y confuso que eclipsó la intimidad e inmediatez de Lorde tras una psicodelia de fácil escucha.

Ella ha calificado la respuesta a ese disco como “realmente desconcertante y, a veces, dolorosa”, pero señaló que las lecciones aprendidas la dejaron “mucho más conectada y viva en su práctica artística y en su vida”. Ese parece ser el caso de Virgin, donde la Lorde de antaño ha regresado, mejor que nunca.
Una parada notable entre Solar Power y Virgin fue su participación en el remix de “Girl, So Confusing” de Charli XCX el verano pasado. Mientras que en el original la estrella del momento reflexionaba sobre la naturaleza de la feminidad en el mundo del pop, el remix profundizó la historia con el punto de vista de Lorde: no era la amienemigo de Charli, sino una mujer que lidiaba con sus propios demonios y sus trastornos alimenticios.
Lorde continúa el libro sobre mente y cuerpo que comenzó en ese remix a través de Virgin, un álbum que suena como el contrapunto del éxito mundial Brat de Charli XCX. Producido junto a su colaborador Jim-E Stack, Virgin se desborda con sutiles ritmos de club, cálidos sintetizadores y abundante espacio en blanco para sus fraseos y vocalizaciones característicos. Esta no es la banda sonora para las fiesteras de “365”, sino la obra maestra de auriculares para un paseo en bicicleta por Nueva York.

La Lorde de Virgin es imprudente con su amor, recordando pupilas alteradas por MDMA, cigarrillos que afirman la vida y tormentas de arena en Coachella, pero incapaz de mirarse al espejo. Salta dentro y fuera de camas en llamas y se expresa de maneras que funcionan (el “Escupió en mi boca como si estuviera diciendo una oración”, a lo Madonna) y de maneras que no funcionan (“¿Te sumergirías en el fondo del océano/ Solo para llevarte mi perla?” o “Tu detector de metales detecta mi preciado tesoro”).
En cierto modo, el amor y la lujuria la han hecho sentir más conectada con su cuerpo (“If She Could See Me Now”). En otros momentos, no está tan segura: canta “Some days I’m a woman, some days I’m a man” en “Hammer” y evoca un álter ego masculino en el sencillo “Man of the Year”, de ritmo lento. En medio de las muertes del ego y la fanfarronería de las fotos del aura del álbum, admite: “Estoy lista para sentir que no tengo las respuestas”.

Mirar a su madre, la poeta Sonja Yelich, ofrece algunas respuestas, pero también más preguntas. Son las “caderas anchas, labios suaves” de su madre las que sirven de modelo para una mujer adulta en “GRWM”, y son sus vínculos con su madre los que se iluminan en “Favourite Daughter”. Este último es el álbum en un microcosmos, conectando los puntos entre el síndrome del impostor y nuestras relaciones con nuestros padres. En la canción, Lorde canta sobre un tío perdido por un “corazón roto” y cómo, sin importar cuánto lo intente, hay una habitación de su madre a la que nunca puede entrar; el dolor de su progenitora es el suyo propio. A pesar de todos los estadios llenos, los jets privados y las medallas ganadas, Lorde todavía lucha por conocer a su madre, de la misma manera que sabe pero no puede conocer a sus amantes, a los demás y a sí misma.
Es esto último lo que más se acerca a comprender. En la optimista “Broken Glass”, Lorde recuerda el costo del trastorno alimenticio revelado en el remix de “Girl, So Confusing”: perder su “freak”, pudrirse los dientes y llorar hasta quedarse dormida, pero suena como una superviviente, no como una estadística. También parece estar aceptando ser el centro de atención (un fenómeno que también explora Charli en “Brat”). Lo ha dado todo desde los 17 años y ahora (en lo que quizás sea un guiño al final de Fight Club) canta: “Me conociste en un momento realmente extraño de mi vida”. El final de los 20 es una época extraña para todos; por suerte, Lorde está confesando en el momento perfecto.
Fuente: The Washington Post
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