El universo retorcido de Cristian Acevedo sacude los géneros y cuestiona la pasividad del lector

En exclusiva con Infobae, el escritor argentino se sumerge en su rebelde mundo literario con un repaso por la trilogía que lo consolidó como una de las voces más desafiantes de las reglas de lo convencional

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Cristian Acevedo desafía las normas
Cristian Acevedo desafía las normas literarias con su trilogía - (Ale López)

Pocos escritores logran interpelar al lector de manera tan directa, casi agresiva, como Cristian Acevedo. En su universo narrativo no hay espectadores pasivos: quien abre las páginas de Matilde debe morir firma, sin saberlo, un pacto con la ficción. Desde su irrupción en redes durante el convulsionado 2020 hasta la publicación de la tercera y última parte de su trilogía —Matilde debe matar—, el escritor convirtió la ruptura de la cuarta pared en su marca de autor.

El lector no es solo testigo, es parte de la trama. Se lo advierte desde la primera página, se lo involucra, se lo responsabiliza, se lo desafía. En un tiempo donde las novelas buscan muchas veces confortar, Acevedo opta por incomodar. Y en ese juego incómodo, el lector vuelve. Vuelve porque en sus libros hay una promesa de caos, de sátira y de homenaje a la literatura misma. En su obra, los géneros narrativos estallan, las estructuras se desintegran, y lo que queda es una experiencia literaria tan impredecible como adictiva.

El autor argentino no sólo escribe novelas: construye trampas narrativas. Y con la trilogía de Matilde, perfeccionó un arte que mezcla ironía, tensión, autocrítica y un insaciable deseo de romper reglas. No solo literarias, también las que rigen la relación entre autor y lector.

El nacimiento de un universo donde el lector es protagonista

Cuando Acevedo escribió las primeras líneas de Matilde debe morir, no tenía un plan maestro ni una estructura pensada para una saga. Lo que sí tenía era una certeza: el lector debía ser parte activa de la historia. “Me senté frente a la notebook y, de pronto, tenía la primera página, que no era otra que la advertencia inicial, esa que afirma (que amenaza) que el lector va a formar parte de la historia”, recordó en exclusiva con Infobae.

El lector se convierte en
El lector se convierte en protagonista en el universo de Acevedo - (Imagen Ilustrativa Infobae)

El impulso no fue programado, sino visceral. Cristian insiste en que muchas de sus decisiones narrativas surgen desde lo inconsciente. “No tenía nada más en la cabeza que aquellas primeras líneas: una muerte, tres sospechosos, y uno como lector debe aceptar las consecuencias de sus actos”. Así nació un pacto no escrito con quien sostiene el libro en las manos: en el universo de Matilde, no se lee desde la distancia, se participa. Se sospecha, se traiciona, se muere.

Ese juego narrativo se convirtió en la esencia misma de la trilogía. Lejos de usar al lector como simple observador, Acevedo lo coloca dentro del entramado, casi como un personaje más. Pero no cualquier personaje: uno al que se le habla con ironía, a veces con desprecio, otras con complicidad. “Me gusta mucho jugar con el lector. Porque eso implica que el lector asuma un rol más relevante”, explicó.

Este vínculo fue lo que transformó a Matilde debe morir en un fenómeno inesperado en redes sociales durante 2020 y 2021. La propuesta radical, combinada con una historia de suspenso cargada de guiños literarios y giros osados, encontró una audiencia tan inquieta como el autor que la escribió. “No pensé en una trilogía o en una saga de forma consciente —admite—, no creí que hubiera del otro lado lectores tan desquiciados como yo”.

Sin embargo, los hubo. Y muchos. Tal vez porque, como él mismo sugiere, el universo que creó era tan amplio y ambivalente que siempre ofrecía la posibilidad de regresar, de reconfigurarse. “El universo del bar de Charcas y Armenia es tan amplio que uno no termina de abarcarlo nunca. Es un juego que pienso que siempre voy a querer volver a jugar, siempre con reglas nuevas, desde luego”.

Las lectoras responden intensamente a
Las lectoras responden intensamente a la obra de Acevedo

Una trilogía inesperada: la evolución del juego literario

Lo que comenzó como una novela autoconclusiva y experimental se transformó, con el tiempo, en una trilogía que desafía los límites del género. Pero, aunque Cristian Acevedo nunca imaginó que Matilde debe morir daría pie a dos secuelas, el universo narrativo que había creado exigía continuidad, evolución, y sobre todo, nuevas reglas para romper.

Ese universo, nacido en la esquina ficticia —y a la vez tan real— del bar de Charcas y Armenia, se expandió con Matilde decide vivir y ahora alcanza su punto máximo de provocación con Matilde debe matar. Para él, la tercera entrega representa una especie de clímax formal, una puesta en crisis total de los límites literarios. “En esta tercera parte el juego es llevado al extremo”, afirmó.

¿A qué se refiere exactamente? ¿A una especie de manifiesto creativo que parte de la transgresión?. “Listemos todo aquello que no debe hacerse, aquello que los estetas de la literatura juran y perjuran, que no corresponde y, una vez que tenemos esa lista, vamos a colocar en la novela todas y cada una de esas restricciones”. Con esa premisa, Cristian diseñó la estructura de Matilde debe matar como una provocación deliberada, una manera de llevar al lector a terrenos incómodos e inexplorados.

La evolución de la trilogía, entonces, no es solo argumental: es conceptual. Si la primera parte introducía el pacto con el lector y la segunda jugaba con su continuidad, la tercera directamente dinamita las reglas del juego. “Solo puedo decirte que, esta vez, los personajes (el insulso, el bigotudo y Valentín) van a conseguir salir del bar de Charcas y Armenia. Así empieza esta tercera parte”, anticipó, sin revelar demasiado.

En su obra, lo no dicho pesa tanto como lo dicho. El lector, nuevamente, debe llenar los vacíos, conectar los puntos, aceptar el vértigo narrativo. Y al final del recorrido, enfrentarse a la certeza de que “nunca antes leíste algo así”, como promete el propio autor.

"Matilde debe matar" lleva al
"Matilde debe matar" lleva al extremo las reglas literarias - (Imagen Ilustrativa Infobae)

El ida y vuelta con los lectores: entre la amenaza y el afecto

Pocos autores pueden jactarse de haber construido una relación tan ambigua y fascinante con sus lectores como Cristian Acevedo. En sus novelas, el narrador no los acaricia: los desafía, los interpela, a veces los maltrata. Sin embargo, la respuesta del público fue mayoritariamente afectuosa, incluso entusiasta. “Tengo la suerte de interactuar con muchos de ellos y los mensajes, casi siempre, son muy afectuosos. Lo que es raro, siendo que el narrador no trata muy bien a los lectores”, admitió con ironía.

Ese vínculo se fue consolidando con cada entrega de la trilogía. El juego que propone Acevedo —donde el lector es parte activa y también víctima de los caprichos narrativos— genera un lazo particular, casi adictivo. No hay garantías de comodidad ni de sentido. Solo la promesa de una experiencia intensa. “En Matilde debe matar, y en las anteriores, es todo el tiempo desafiarme y desafiar al lector, hacer aquello que él no se imagina. Es algo que los lectores agradecen”.

Curiosamente, son en su mayoría lectoras quienes responden con más intensidad. Cristian no tiene una explicación definitiva, pero arriesga una hipótesis: “Tal vez por el respeto con el que trato a Matilde, pese a que se va a morir, y ahora va a matar”. Esa ambigüedad —entre la reverencia y el destino fatal— parece tocar una fibra que excede el artificio literario.

El lector es, en definitiva, una presencia constante en la obra de Acevedo. Pero no como un destinatario silencioso, sino como una figura que respira dentro de la trama, que elige, que duda, que carga con las consecuencias de sus decisiones. Y en ese vínculo tenso, lleno de trampas y recompensas, está la esencia del universo retorcido que construyó alrededor de Matilde.

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