La historia secreta de El jardín de las delicias en el Museo del Prado

La obra de El Bosco atrae a miles de visitantes cada año, cautivándolos con sus misteriosas escenas de paraíso, placer y sufrimiento eterno, un enigma que sigue captando la atención en Madrid

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El tríptico flamenco muestra paraíso,
El tríptico flamenco muestra paraíso, placer y sufrimiento eterno en tres paneles

El Museo del Prado de Madrid es uno de los museos más prestigiosos y visitados del mundo, con una colección de más de 8.000 obras maestras del arte europeo. Sin embargo, entre todas sus joyas artísticas, hay una que destaca por encima de las demás. El jardín de las delicias (1490-1500), de El Bosco - o también conocido como Hieronymus Bosch -, es la pintura que más atrae a los visitantes del museo, siendo también la que más tiempo retiene su mirada. Pero este renombrado tríptico flamenco tiene una historia fascinante, marcada por la venganza, el expolio y una serie de sucesos que parecen sacados de una novela histórica.

Un tríptico de misterio y simbolismo

La obra, que muestra un jardín lleno de figuras humanas y animales fantásticos, se encuentra dividida en tres paneles. A la izquierda se representa el Paraíso, con Adán y Eva en el Edén. El panel central, que da nombre a la pintura, muestra una multitud de personas entregadas a placeres terrenales y lujuriosos. Finalmente, el panel de la derecha presenta una visión del Infierno, con escenas grotescas de sufrimiento y castigo eterno. La pintura fascinó a generaciones de artistas, estudiosos y visitantes debido a su complejidad simbólica y sus múltiples interpretaciones.

Lo que hace que El jardín de las delicias sea aún más intrigante no es solo su contenido, sino los eventos que llevaron a su llegada al Museo del Prado, lo que la convierte en una de las obras más enigmáticas de la colección.

El robo que la trajo al Prado

Aunque se considera una de las piezas más importantes del Renacimiento flamenco, El jardín de las delicias no estuvo siempre en el Museo del Prado. Su llegada al museo en 1933 estuvo precedida por un largo viaje que comenzó mucho antes, a mediados del siglo XVI. La pintura fue confiscada en 1568, hace más de 450 años, por el duque de Alba, un influyente noble español, quien la arrebató como parte de un acto de venganza contra Guillermo de Orange, el líder rebelde de los Países Bajos.

La RAE considera incluir "bosquiano"
La RAE considera incluir "bosquiano" en su diccionario para honrar a El Bosco

En esos años, Felipe II, rey de España, mantenía un estrecho vínculo con el duque de Alba, y ambos compartían una admiración por las obras de Hieronymus Bosch. Sin embargo, el duque de Alba, motivado por su enemistad personal con Guillermo de Orange, decidió apropiarse de El jardín de las delicias, que había sido propiedad de la familia Nassau, un linaje relacionado con el rebelde. La obra fue arrebatada de su ubicación original en Bruselas, y el duque utilizó métodos extremos para obtenerla. Según relatos históricos, el conserje que custodiaba la obra, Pieter Col, fue sometido a terribles torturas para que revelara el paradero del cuadro.

Tras la confiscación, la pintura pasó por diferentes manos, primero en poder del duque de Alba, y luego a su hijo ilegítimo, el prior don Fernando de Toledo. Fue en 1593 cuando Felipe II adquirió la obra en una subasta de la familia Toledo y la trasladó al monasterio del Escorial, donde permaneció durante siglos, siendo restaurada y conservada en diversos lugares hasta su llegada definitiva al Prado en 1933.

Una obra que atrae y fascina

En la actualidad, El jardín de las delicias es la obra más observada en el Museo del Prado. Según un estudio realizado por la Universidad Miguel Hernández de Murcia, los visitantes del museo dedican una media de 4 minutos a contemplar esta obra, un tiempo considerablemente mayor que el que pasan frente a otras piezas de la pinacoteca. Este fenómeno fue denominado como las “mayores congestiones” dentro del museo, ya que la pintura genera una concentración de público que se detiene frente a ella más que ante cualquier otra obra.

El director del Museo del Prado, Miguel Falomir, señaló que este tríptico es el centro de atención del museo. La obra se encuentra en una sala que a menudo está llena de visitantes, todos ansiosos por descubrir sus misterios y captar los detalles de la pintura. La capacidad de El Bosco para mezclar lo real con lo imaginario, y sus escenas de grotescos placeres y tormentos, continúan fascinando a quienes se acercan a ella.

Los visitantes del Prado dedican
Los visitantes del Prado dedican más tiempo a esta obra que a cualquier otra - (EFE)

La propuesta bosquiana

Además de su popularidad entre los visitantes del museo, la figura de Hieronymus Bosch está siendo reivindicada en el ámbito cultural de manera más reciente. El Museo del Prado decidió celebrar el 5 de abril como el “Día de Jheronimus van Aken”, fecha en la que se tiene constancia de la primera mención al pintor flamenco.

En este mismo sentido, la Real Academia Española (RAE) está considerando incluir el término “bosquiano” en su diccionario, para referirse a todo lo relacionado con el pintor, tal como se hace con términos como “picassiano” o “velazqueño”. Este gesto tiene como objetivo darle mayor visibilidad a la figura de Bosch, cuya obra sigue ejerciendo una profunda influencia en la historia del arte.

Un objeto de reflexión

El jardín de las delicias no solo es una de las piezas más relevantes del Museo del Prado por su belleza y complejidad, sino también por la fascinante historia que hay detrás de su adquisición y su exposición. El cuadro sigue siendo un enigma, tanto por su misterioso simbolismo como por los eventos históricos que marcaron su camino hacia el Prado. Es un recordatorio de que las grandes obras de arte no solo están hechas de pinceladas y colores, sino también de historias, luchas y secretos que las rodean.

Con una historia cargada de intriga y simbolismo, El jardín de las delicias sigue siendo la obra más admirada y comentada en el Museo del Prado, invitando a cada visitante a sumergirse en su enigmática representación del paraíso, el placer y el castigo eterno. Una obra maestra que, más allá de su contenido visual, continúa generando preguntas y debates sobre el sentido de la vida, la moralidad y el destino humano.

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