
“Con profundo dolor, hacemos público que nuestro padre, Mario Vargas Llosa, ha fallecido hoy en Lima, rodeado de su familia y en paz”, escribió su hijo Álvaro en un comunicado en X. Así, la noticia estaba confirmada: murió el Nobel peruano, último sobreviviente del boom latinoamericano. ¿Qué significa, no ya para sus fieles lectores, que se cuentan de millones, sino para los autores, sus pares?
“Fue un escritor que sin dudas marcó mi recorrido lector”, le dice Claudia Piñeiro a Infobae Cultura. “Arranqué con Pantaleón y las visitadoras y seguí con todas sus novelas de aquella época y algunas más actuales. Ese libro siguió siendo mi favorito y cuando compartimos un tiempo por ser jurados de Alfaguara en España, además de los nervios por trabajar esos días junto a un escritor que admiraba tanto, fui con ese ejemplar para que me lo firmara. Cuando lo vio se sorprendió“, cuenta.

“La tapa era la de un ejemplar que había sido sacado de la venta. Habían comprado la foto que ilustraba a las visitadoras en un banco de datos pero el fotógrafo no avisó que las mujeres eran madres y sus hijas mexicanas que no habían sido informadas de que la foto de su veraneo en la playa sería vendida e ilustraría ese libro. Atesoro ese ejemplar firmado y esta anécdota que me contó que hace al libro inhallable”, agrega Piñeiro.
“Además de un gran escritor era una persona muy amable y lograba que te sintieras cómoda trabajando con él aunque fueras consciente de la dimensión de su obra como escritor”, concluye la autora de Las viudas de los jueves y El tiempo de las moscas.

Por su parte, Federico Andahazi, asegura a este medio que “detrás del escritor consagrado, del premio Nobel, había un tipo generoso en la conversación, un observador agudo y un gran polemista. Tuve el inmenso privilegio de conocerlo personalmente y ese grato recuerdo hace más triste la noticia. Novelas como La ciudad y los perros y Conversación en la catedral son dos enormes pilares de una generación que por momentos lo admiró, por momentos lo receló, pero en cualquier caso han sido referencias inevitables de la narrativa en castellano".
“Un detalle lo retrata tal cual era; durante los encuentros con otros escritores nunca hablaba de él ni de su obra, sino de las obras de sus interlocutores. De pronto te sorprendía hablando de tus libros; conocía la obra de autores jóvenes de distintos países que ni siquiera se habían leído entre sí. Pocos escritores de su talla tenían esa sencillez y generosidad”, agrega el escritor argentino, autor de la reciente novela Mares de furia.

“Durante años, los argentinos esperaban la llegada de Ortega y Gaset para escucharlo con atención. Cuando el maestro murió lo reemplazó su gran discípulo: Julián Marías. Vargas Llosa ocupó en las últimas décadas el lugar que tenían para nosotros aquellos dos intelectuales españoles", asegura Jorge Fernández Díaz. “Cada año se lo aguardaba aquí para que hablara del mundo y del país. Esa era una segunda vida que Mario tenía, independiente o solapada con su otra vida, la más importante: la literaria”, agrega.
“Tenía una obra caudalosa y feliz, importante y eterna, y muchísimos lectores atentos en la Argentina, país que amó desde niño. Era mi ídolo literatario, y tuve el privilegio de ser su interlocutor en varios actos públicos de la Feria del Libro. Y de hablar en la intimidad de ideología y literatura. Era, en el mano a mano, un hombre curioso y alegre, y muy afectivo conmigo”, dice y concluye: “Tenía un gran coraje intelectual y físico. Nadaba contra la corriente: siempre defendió la democracia liberal de todo populismo, ya sea de izquierda o de derecha. Era un demócrata, y un caballero”.

Gonzalo Unamuno le confiesa a Infobae Cultura que lo admiró ”hasta la idolatría": “La vida atribulada que tuvo, la forma en que honró el oficio de la escritura durante seis décadas, me parecen sencillamente maravillosas. Más tarde lo desprecié por su rol de periodista, sus defensas de Margaret Thatcher y por entrar en el fango insufrible de la política en el bando que más me irrita. Sin embargo, a él le perdoné todo".
“Sentí como un acto de justicia —continua— cuando le dieron el Nobel en 2010 y el texto que escribió cuando recibió el premio Rómulo Gallegos, en 1962, La literatura es fuego, es un faro que me asiste hasta estos días y que recomiendo a toda persona que quiera dedicar su vida a escribir. Sus primeros seis o siete libros, no tengo duda, son obras maestras de la literatura en nuestro idioma, muy especialmente Conversación en la catedral. No sé de otro libro que me haya generado un asombro equiparable".

“Con Vargas Llosa se va uno de los grandes autores que tuvo la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX y de esta parte del XXI”. El que habla, del otro lado de la línea, es Ezequiel Martínez, actual director de la Feria del Libro de Buenos Aires. “Más allá de su postura ideológica, que le ha causado un distanciamiento con muchos de sus contemporáneos, no se puede negar su gran narrativa. Quizás tuvo momentos más mediocres, se podría decir, cuando se dedicó a la política como candidato a la presidencia del Perú”.
“Luego nos deslumbró a todos cuando regresó con la fuerza de su literatura, con novelas como La Fiesta del Chivo o Las aventuras de la niña mala. Y luego se consagró con el Premio Nobel de Literatura. Tuve la suerte de entrevistarlo en muchas oportunidades, en muchas ciudades en las que residió. Hemos perdido a un gran escritor", agrega con pesar.
Y recuerda un anécdota: “Él guardó siempre en su billetera el programita de la obra de teatro que escribió en la escuela, a los 16 años, La huida del Inca. Toda la vida la guardó en la billetera. Cuando yo lo entrevisté en París me la mostró. Me acuerdo que le sacó una foto. Salió en Viva. Era un papel deshilachado que lo armaba como en pedacitos y lo llevaba siempre. Era como un talismán. Y lo guardó toda la vida ahí, en la billetera. Hasta que, años después, cuando le pregunté si todavía la llevaba encima, me dice: ‘No, me la robaron en un aeropuerto’. Y después de que se la robaron en el aeropuerto, ganó el Premio Nobel. O sea que, en realidad, era un anti talismán".

Rápidamente sus lectores lamentaron la triste noticia y escribieron en las redes sociales sus condolencias. También los escritores. Por ejemplo, el argentino Enzo Maqueira, quien publicó en X: “Mario Vargas Llosa. El más grande de una generación de grandes. Gracias por la literatura, maestro”. El dibujante Nik posteó: “Adiós al genio de Mario Vargas Llosa. Amaba Buenos Aires. En 2011 los ‘intelectuales’ de Carta Abierta movieron todo el aparato K para ‘vetarlo’ de la Feria del Libro de Bs As. Poco después fue Premio Nobel. Un poco de memoria”.
Al enterarse de su muerte, el secretario de Cultura de la Nación Leonardo Cifelli lo definió como “sagaz, con una ácida mirada y un claro entendimiento de la realidad de nuestro país. Referente indiscutido de la literatura latinoamericana. Una pérdida enorme para la cultura. Que descanse en paz”.

Pablo Avelluto, ex secretario de Cultura escribió lo siguiente: “Con Vargas Llosa se va el último protagonista del Boom latinoamericano de los ‘60. Un tipo de intelectual que supo nadar contra la corriente en una y en otra dirección, un liberal culto y refinado, siempre generoso en la conversación, desde que lo conocí hace más de 30 años. QEPD”.
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