
¿Qué epitafio escribirá esta época para identificar en el futuro a Mario Vargas Llosa? ¿Qué epitafio escribirán los lectores y usuarios de redes del siglo XXI para honrar o maldecir a Vargas Llosa y qué pensarán los lectores que aún no nacieron? ¿Recordarán sobre todo el “vuelco del novelista peruano hacia el neoliberalismo autoritario” en un camino que va del apoyo ardiente de la Revolución cubana, los procesos de descolonización y las prácticas socialistas a su rompimiento con la izquierda y su pelea con Fidel? ¿O su “ni Pinochet, ni Fidel ni Stalin ni Fujimori, ni Saddam Hussein ni Trump” en su camino hecho de oposición y desencanto? ¿O simplemente como leí ya sin estupor en las redes: “Un facho menos” escrito por lectores y periodistas culturales?
Como sea, es inexorable, a partir de ahora Vargas Llosa entra en su segunda vida. Hoy es el primer día del comienzo de la vida más larga de todo escritor: su muerte. Cuando leí que había fallecido sentí un nuevo hachazo al siglo XX, una nueva decapitación, porque así como no muere un hombre hasta que no muere el último hombre que lo recuerda, tampoco muere un siglo hasta que no mueren quienes los encarnaron, quienes lo diseñaron.

Adorador de Rubén Darío, Dickens, Balzac, Tolstoi, Flaubert, Joyce, Faulkner, Vargas Llosa personificó ese entusiasmo por la materia prima de la literatura pensada como un elemento colectivo, universal. Un modelo de escritor, rodeado de otros escritores del boom (¿qué otros boom vendrán?), ambicioso, épico, quizás porque toda ambición literaria es la forma más elevada de la épica.
Como sea, en todo caso, tenga el epitafio que tenga, lo absuelva la Historia o no, lo cancelen post mortem o lo resuciten en dos siglos, con la muerte física de Vargas Llosa quedan las últimas esquirlas, las últimas ideas literarias del siglo pasado, siglo en el que muchos de nosotros nacimos.
Como los sobrevivientes de una masacre van desapareciendo y con ellos su relato directo del horror, con la desaparición de Vargas Llosa muere una forma de pensar la forma literaria, una relación entre la obra y la realidad, una forma de pensar la transfiguración, una forma de hacer literatura comprometida, un modelo, una tentativa, un arquetipo, un paradigma de escritor. Paradójicamente, la muerte da nacimiento a la narración, la forma más viva de recordar a un hombre.
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