
La reciente exposición titulada “Maximilien Luce, L’instinct du paysage”, inaugurada en el Museo de Montmartre, ofrece una rara oportunidad para descubrir la figura de Maximilien Luce, un artista clave en el desarrollo del neoimpresionismo, pero a menudo eclipsado por sus contemporáneos más famosos.
La muestra, que se podrá visitar hasta el 14 de septiembre de 2025, se enfoca en la faceta menos conocida de Luce: su vínculo profundo con el paisaje.
A través de un recorrido cronológico, el público tiene la oportunidad de adentrarse en las distintas etapas de su carrera, desde sus primeros días en Montmartre hasta sus viajes por Europa, donde plasmó en sus lienzos tanto la vibrante vida urbana como la calma de los paisajes naturales.
Luce se destacó por su capacidad de capturar la luz y el color, pero también por su compromiso con los movimientos sociales de su época. Esta exposición no solo pone en evidencia su destreza técnica, sino también su mirada crítica hacia las transformaciones sociales e industriales del siglo XIX y XX.
Un periodo artístico transformador: El neoimpresionismo
El neoimpresionismo, movimiento nacido como una evolución del impresionismo, fue una de las respuestas más innovadoras a los cambios tanto sociales como científicos del siglo XIX.
En la década de 1880, el impresionismo, con su enfoque en la luz y los colores vibrantes, se encontraba en una fase de madurez, pero también de agotamiento.
Mientras los impresionistas, como Claude Monet o Pierre-Auguste Renoir, exploraban el color y la luz mediante pinceladas rápidas y sueltas, los artistas neoimpresionistas buscaban una mayor precisión y un enfoque más científico en su uso del color.

El principal impulsor de este estilo fue Georges Seurat, cuyas técnicas de pintura en puntos de color puro, conocidas como “puntillismo”, desafiaron las convenciones anteriores. Los neoimpresionistas, siguiendo principios ópticos y científicos como la teoría del contraste simultáneo de Michel Eugène Chevreul, se alejaron de las pinceladas sueltas del impresionismo y optaron por un trabajo más meticuloso. En las obras que se produjeron durante este periodo, los colores se aplicaban en puntos pequeños.
En el caso de Maximilien Luce, su obra no solo reflejó las influencias del neoimpresionismo, sino que también se nutrió de un profundo compromiso político y social.
Es que no era un simple observador del paisaje; lo utilizaba como un vehículo para expresar las tensiones sociales de su época, fusionando la estética de los paisajes urbanos e industriales con la dureza de la lucha de clases, la injusticia social y las condiciones de los trabajadores.
Un recorrido por la vida y obra de Luce
Luce fue un artista profundamente vinculado a Montmartre, el barrio parisino que fue epicentro del arte y la bohemia en los últimos años del siglo XIX. Desde 1887 hasta 1900, vivió en la emblemática rue Cortot, una zona que, además de ser un referente artístico, marcó su evolución personal y profesional.
Fue en este entorno donde Luce comenzó a experimentar con su estilo propio, incorporando las técnicas del puntillismo pero añadiendo su visión particular del paisaje.

El artista no solo fue un pintor de bellos paisajes; también se destacó como grabador y activista político, militando en círculos libertarios y anarquistas. Su implicación con movimientos sociales fue fundamental para comprender el alcance de su obra.
En sus primeros años, Luce utilizó sus dibujos para denunciar las injusticias de la sociedad de su tiempo, colaborando con periódicos como La Révolte y Les Temps Nouveaux.
A lo largo de su carrera, Luce se enfrentó a varias tragedias personales, como la Primera Guerra Mundial, durante la cual su hijo fue movilizado. Durante este tiempo, su arte reflejó las tensiones de los soldados y las emociones de los momentos de despedida en las estaciones de tren. Esta conexión entre arte y vida política quedó clara cuando, años más tarde, abandonó su puesto en la Société des Artistes Indépendants en protesta por la discriminación contra los artistas judíos.
Luce y el paisaje: una mirada crítica a la industrialización
En la exposición, los visitantes pueden ver una gran cantidad de paisajes que Luce pintó en diversos lugares, desde Normandía hasta las fábricas de Charleroi, pasando por la bulliciosa vida urbana de Montmartre.
Sin embargo, lejos de ofrecer una visión idílica de la naturaleza, Luce presentaba sus paisajes como escenarios de transformaciones sociales y económicas, muchas veces mostrando la dura realidad de la industrialización. Las escenas de los trabajadores y las fábricas se entrelazan con momentos de belleza natural, como los que capturó en sus pinturas de los campos de Rolleboise, donde se estableció en los últimos años de su vida.

La exposición resalta cómo Luce capturaba la luminosidad del paisaje a través de una paleta rica en colores saturados y cómo, al mismo tiempo, era capaz de transmitir la tensión social de su tiempo.
En muchas de sus obras, las luces y sombras de las fábricas, los chispazos de los altos hornos y el bullicio de los guinguettes parisienses cobran vida, mientras que otras obras reflejan la serenidad de paisajes rurales que invitan a la reflexión sobre el contraste entre la naturaleza y la industria.
La huella de Luce en la historia del arte
La exposición también tiene la intención de revalorar la figura de Luce, quien fue un pionero del neoimpresionismo, pero cuya obra fue opacada por los nombres más conocidos del movimiento, como Seurat y Paul Signac. Sin embargo, su enfoque más humano y comprometido, su capacidad de interrelacionar arte y política, le otorgan una singularidad que el Museo de Montmartre quiere rescatar.
Maximilien Luce fue un artista esencial, un humanista que, además de ser testigo de las luchas sociales de su tiempo, fue un visionario que supo fusionar estética y compromiso político en su pintura. En esta retrospectiva, el público tiene la oportunidad de redescubrir a un artista cuyas obras hablan de las transformaciones sociales, de la belleza del paisaje y de la luz, pero también de las sombras de la historia que Luce no dejó de capturar a lo largo de su carrera.
La exposición no solo revela la complejidad técnica y emocional de la obra de Luce, sino que también brinda un espacio para reflexionar sobre los grandes cambios sociales y artísticos que marcaron el fin del siglo XIX y el comienzo del XX.
A través de sus paisajes y sus escenas industriales, Luce no solo pintaba el mundo que lo rodeaba, sino que lo interpretaba, creando un legado que sigue siendo relevante para la historia del arte.
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