En tiempos de presente continuo y noticias fugaces, superpuestas unas sobre otras en un sinfín de liviandad que se evapora en segundos, la aparición de un nuevo disco de Fito Páez con 25 tracks de música y relato es un pequeño acontecimiento y, sí, Novela suena a gesto contracultural. “Argentina es una trampa” se titula uno de los tracks del nuevo disco disponible en plataformas desde las 20 hora argentina de este jueves 27. Es tal vez la declaración política más potente de una obra de tono onírico y nostálgico, muy faviana por cierto (por Leonardo Favio) y decididamente elusiva de la realidad, en donde se acumulan recuerdos, obsesiones y epifanías.
El músico rosarino es uno de los más lúcidos autores de la música popular argentina y latinoamericana en casi medio siglo -vale recordar que publicó su primer disco hace 42 años, a sus 20-. En este tiempo de efímeros fenómenos que se valoran por métricas, vive desde hace un tiempo una merecida celebración de sí mismo y su obra -ahí están los shows con entradas agotadas en todo el continente, sus recuperaciones en vivo de grabaciones clásicas de las décadas de los años 80 y 90 del siglo pasado, los premios que se acumulan-.
Sin embargo, evita con tozudez la comodidad del bronce. Se mantiene atento y despierto, creativo a tiempo completo. Este es un nuevo paso en su largo camino. Y, se sabe: un guerrero no detiene jamás su marcha (Spinetta dixit).

Novela es una de sus obras más ambiciosas: un álbum conceptual que combina literatura fantástica, estructura operística y canción popular. Parece estar deliberadamente fuera de época al combinar música, texto y narrativa visual para construir un universo propio. “Es una obra compleja, tan compleja, y con tantos significados, que creo que cada uno tiene que bucear ahí y nadar, si tiene ganas. ¡Pero necesitás tiempo! Te quita una hora y diez con el teléfono apagado”, desafió en una sabrosa entrevista publicada por la web Rolling Stone en español esta semana.
El germen de Novela, según ha contado el protagonista de esta historia, surgió en 1988, en paralelo a la composición de Ey!, como un intento por dejar atrás el tono sombrío de Ciudad de pobres corazones. Inspirado por el modelo de Quadrophenia de The Who (”un disco que mi papá me compró en la disquería Olivera en Rosario, en la calle Ceballos y Corrientes”, rememora en la misma entrevista), Páez se propuso narrar una historia con personajes, ilustraciones y una estructura narrativa que excede “el objeto antes llamado disco” (copyright Café Tacuba). Durante años, remarca, la obra fue postergada, reciclada parcialmente en otras creaciones —como Circo Beat, claramente—, pero nunca olvidada.

La historia escrita por Páez para acompañar el álbum sitúa la acción en una llamada “Universidad Prix”, una institución de brujería emplazada en el agujero negro TON 618. En ese universo alucinado habitan Maldivina y Turbialuz, dos brujitas rebeldes que deben aprobar su examen final: lograr un romance perfecto entre Loka, hija del dueño del Circo Beat, y Jimmy, guitarrista de una banda adolescente en Villa Constitución, ciudad aledaña a Rosario. “En un mundo que solo está ocupado en anular la imaginación, instalar el gen de la domesticación y envenenar las vitaminas de la rebeldía, este es mi nuevo mensaje en una botella”, escribe Páez en la introducción del disco (ver nota aparte).
El relato avanza entre dimensiones paralelas, pasillos de cristal líquido, camellos con cabeza de teléfono y gallineros devenidos en salas de ensayo. Pero en el fondo, se trata de una historia de amor, pérdida y redención en una Argentina de provincia. El circo, protagonista y locación a la vez, lleva consigo una tragedia: la madre de Loka muere pisada por elefantes, en un episodio borroso. Así las cosas, lo que aquí se plantea es una narrativa múltiple (a lo Rashomon, refiere Páez, cinéfilo a ultranza), donde ningún recuerdo es definitivo y toda verdad está cruzada por la subjetividad.

Musicalmente, Novela reúne canciones compuestas en 1988 con otras escritas de abril de 2023 en adelante. “Del material original quedaron cinco, y compuse otras 17″, contó el autor. A pesar de los años, muchas piezas sobrevivieron casi intactas. “No toqué una sola coma del texto ni de la música; solo rearmonicé algunas canciones”, detalló. Es una grabación extensa y minuciosa, surcada por una narración femenina en off que ubica las coordenadas de la narración.
Las canciones, en donde saltan como conejos las referencias sonoras y armónicas inevitables a Spinetta, Prince, Los Beatles y Charly García, navegan de la placidez instrumental a los estallidos eléctricos y se lucen especialmente en los colores pop de canciones como “Maldivina y Turbialuz”, “Superextraño” e inclusive el adelanto “Cuando el circo llega al pueblo” (con sus coros de cierre que transportan en el tiempo a 1994, el año del millonario Circo Beat y la tragedia maradoniana que todo lo cubrió). Hay calma y pulso beatle en otras, como “Cruces de gin en sal” y “El vuelo”. Todas remiten a una marca felizmente registrada de canción-Páez. Y un guiño inocultablemente goyenecheano en “Julius perdiéndolo todo”.
En todos los casos, calzan una sobre otra en el relato de una fábula pueblerina en donde, como dice él mismo en un segmento narrado de la historia, la siesta es “tarea obligada de provincia”. “En un mundo que solo está ocupado en anular la imaginación, instalar el gen de la domesticación y envenenar las vitaminas de la rebeldía, este es mi nuevo mensaje en una botella”, escribe Páez en la introducción del disco. Es una buena declaración de principio(s) para escuchar su nuevo disco.
[Fotos: Chino Lemus]
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