Cómo se construye un lector: Marina Elberger y Jimena Dib

Escritores, editores, mediadores de lectura y expertos hablan de un tema clave para la formación y la felicidad de los más chicos. Esta semana, responden dos mujeres de la educación y las letras

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Jimena Dib (izq.) y Marina
Jimena Dib (izq.) y Marina Elberger (der.) responden acerca de la identidad lectora desde su experiencia

La lectura y la escritura trazan caminos invisibles que pueden conducir a establecer vínculos. Leer con pasión puede hacer que alguien estudie Letras, por el deseo de sumar lectores gire hacia la docencia, o que se reciba de licenciada en Educación y devenga escritora.

Jimena Dib se formó en Letras, y luego se doctoró en Educación y se especializó en Procesos de Lectura y Escritura. Su labor docente abarca diversos niveles y contextos, tanto en inicial como en la universidad. Por su parte, Marina Elberger, hizo el camino inverso. Se graduó como licenciada en Ciencias de la Educación, coordina un equipo curricular de primaria en el Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Con el tiempo, y en paralelo, comenzó a escribir, primero para chicos, en la colección los Nuevos Cuentos del Chiribitil, y luego para adultos.

La lectura reclama nuestra paciencia,
La lectura reclama nuestra paciencia, expresan las autoras

En el trayecto se encontraron, y ambas, con experiencia en educación y en la creación de numerosos materiales didácticos y propuestas curriculares, coordinaron la edición de dos libros –en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires presentarán un tercer volumen, ligado a la comunicación oral–, Tiempo de leer y Tiempo de escribir, editados por La Crujía en 2024.

—¿Cómo se construye la identidad lectora?

—Marina Elberger: Se construye a lo largo de toda la vida. Primero, se alimenta de las lecturas y narraciones que conocemos en el seno familiar y en las diversas instituciones sociales por las que pasamos (escuela, espacios de recreación y culturales). Allí conocemos un abanico que podrían sentar la semilla de un interés o simplemente, del deseo de seguir buscando el propio gusto, aquello que nos interesa leer. Luego, se sigue explorando, siempre alimentado también por las búsquedas y descubrimientos propios y aquellos que nos facilitan otros (ese libro que jamás hubiéramos leído si no nos lo hubieran regalado o recomendado). Finalmente, se va tejiendo una red de intereses dinámico (podemos tener preferencias diferentes y más o menos amplias en distintas etapas) donde uno va explorando y sumergiéndose, probando lecturas, autores, temáticas.

—¿Creen que un libro podría despertar el interés por leer?

—Marina Elberger: Sin duda. Por varios motivos. Porque un lector se acerca a veces a un libro porque cree que le puede interesar, con cierta curiosidad y expectativas, y el libro puede no solo cumplirlas, sino superarlas. Una se acerca, por ejemplo, interesada en el género diario y descubre que hay todo un recorrido de lecturas y escrituras en torno, hay editoriales muy potentes que se dedican específicamente a este género o que lo incluyen en su catálogo. Entonces en los libros no solo se encuentran y fomentan distintos temas de interés, de pasión, sino que se nutre al lector de otras lecturas y autores. Se recomienda, se menciona, se discute y dialoga con otros textos. Eso enriquece, estimula la experiencia de lectura.

—De un hogar sin madre ni padre ni familiares lectores ¿puede surgir un ávido lector?

—Jimena Dib: Sí, es posible. Porque la familia no es el único promotor de lecturas en una sociedad. La escuela, las otras personas con las que se interactúa a lo largo de la vida, los programas y estímulos culturales a nivel social, son muy importantes. Además, muchas veces el deseo de leer se alimenta de escuchar narrar. Si a nivel social se promueve la lectura en forma sistemática ya es en sí una invitación a formar personas que disfruten de la lectura.

La lectura abre mundos, como
La lectura abre mundos, como puede ser la escritura (entre otros posibles)

—Pensando en esto, ¿hay un momento para empezar a leer?

—Jimena Dib: Cuanto antes, mejor, claro. Pero no se trata de ningún tipo de regla o receta. Simplemente, que los bebés -cualquiera que haya compartido la experiencia de leerles lo sabrá- disfrutan mucho que les lean. Señalan, gesticulan, reconocen los sonidos, las palabras e imágenes, aun antes de saber leer en forma convencional. Tiene además un valor y connotación vincular, afectiva con quienes le leen. Pero nunca es tarde para empezar a leer. Además, ya en la infancia se va definiendo un gusto lector que es bueno explorar al elegir las lecturas que cada cual decide leer.

—¿Qué es ser mediador de lectura? ¿Es algo ligado a la educación o creés que hay otros tipos de mediadores?

—Jimena Dib: Implica asumir la responsabilidad de acercar a las personas a los textos de manera significativa, fomentando no solo el acceso a la palabra escrita, sino también su comprensión y goce. Este rol trasciende el ámbito educativo, aunque la escuela sigue siendo un espacio clave. La mediación de lectura es, además, una tarea cultural que puede y debe extenderse a otros contextos: bibliotecas, comunidades, entornos familiares e incluso espacios digitales.

Desde la primera infancia, la mediación tiene un papel fundamental, ya que es en esos primeros años donde se establecen las bases de la relación con los textos. En esta etapa, la interpretación ya está presente, porque cuando se lee en voz alta no solo se presta la voz al texto, sino que también se lo enriquece. A través de gestos, entonaciones y comentarios, se ayuda a las niñas y los niños a construir significado. Este proceso no es un simple acto de “decodificación inicial”, sino un acto profundamente interpretativo que moldea la forma en que perciben y experimentan la lectura.

En este contexto, la función de la escuela como espacio de mediación resulta insustituible. La escuela introduce a los estudiantes en la interpretación como parte esencial del aprendizaje. Es allí donde muchos niños y niñas encuentran por primera vez un entorno lector.

En un mundo cada vez más atravesado por la tecnología, quien actúa como mediador de lectura no se limita a promover el encuentro con los libros, sino que también guía en la interpretación crítica de los múltiples lenguajes y formatos que nos rodean.

—¿Recuerdan su primer encuentro con libros?

—Marina Elberger: Recuerdo unos libros que pertenecían a la colección Los cuentos del Chiribitil (eran del Centro Editor de América Latina) que mi mamá me traía y leía por la noche. Tenían un formato de tapa blanda, similar a una revista, un poco más duros y unas ilustraciones preciosas. Recuerdo también los cuentos de Babar. Asocio esos libros con escenas de lecturas muy íntimas de la infancia, con mi madre leyendo, a veces con el abrigo aún puesto cuando llegaba tarde de trabajar, las manos frías en invierno. Creo que es un encuentro que deja huellas. Un encuentro que se busca repetir para una y para otros a lo largo de la vida.

[Fotos: Gentileza prensa de La Crujía]