
Después de más de tres décadas sin una exposición individual en Madrid, Julio Le Parc (Mendoza, 1928) regresa con En movimiento, una ambiciosa muestra en la galería Albarrán Bourdais del bohemio barrio de Chueca. La exhibición, que puede visitarse hasta el 26 de abril, reúne más de veinte obras que abarcan su producción desde los años 70 hasta la actualidad, lo que configura un buen recorrido por la trayectoria de uno de los máximos exponentes del arte cinético y el Op-Art.
Para Le Parc, de 96 años, esta muestra no es solo una retrospectiva, sino una oportunidad para seguir desafiando la percepción del espectador. “El arte no tiene que ser algo pasivo. Quiero que el espectador se mueva, que participe, que descubra”, afirmó en una entrevista con la revista El País Semanal del diario español.

Las obras seleccionadas para En movimiento incluyen estructuras móviles de gran escala, relieves históricos y series pictóricas que reflejan su constante experimentación con la luz y el color. La muestra comienza con Sphère bleu foncé (2013), una imponente estructura de 220 cm de diámetro compuesta por cientos de piezas azules semitransparentes, que transforman el espacio mediante reflejos dinámicos. “El movimiento permite que la obra nunca sea la misma. Cambia con la luz, con la mirada del espectador, con el tiempo”, explicó el artista residente en París desde los años 60 y actualmente con movilidad reducida luego de un accidente cerebrovascular que sufrió en 2023.
Otra de las piezas clave es Relief couleur (1973), un relieve en madera que remite a sus estudios sobre la percepción iniciados en la década de 1960. También están presentes las series Ondes y Série 16, donde Le Parc establece límites estrictos a su paleta cromática —reducida a catorce colores, además del blanco, negro y grises— para profundizar en el potencial expresivo de cada tonalidad.

Uno de los núcleos más especiales de la muestra es la serie Alchimies, iniciada en 1958 cuando el artista mendocino aún vivía en Buenos Aires. En esta muestra, obras recientes dialogan con creaciones de los años 80, estableciendo un puente entre distintas etapas de su producción. “Siempre me interesó la idea de la transformación. La alquimia, como en estas obras, es un proceso continuo, un cambio constante”, señaló Le Parc.
De Buenos Aires a París
Le Parc comenzó su formación en Buenos Aires, aunque sin un camino claro en el arte. “En mi cabeza no entraba ser artista. Pero mi mamá recordó que una profesora le dijo que yo dibujaba bien y fue a preguntar a la Academia de Bellas Artes”, contó en la extensa entrevista con la revista del domingo del diario El País. Tras superar el examen de ingreso, relata, comenzó su formación académica pero pronto chocó con los métodos tradicionales.

Su rebeldía lo llevó a París en 1958, tras obtener una beca del Gobierno francés. Allí entró en contacto con el arte óptico y cinético, y quedó impactado por la obra de Víctor Vasarely. “Cuando vi su exposición en Buenos Aires, me cambió la cabeza. En París, fui a verlo con otros jóvenes artistas, y ahí empezó todo”, recordó.
En la capital francesa, junto a otros artistas latinoamericanos, fundó el colectivo GRAV, un grupo dedicado a la experimentación visual y la interacción con el público. Su investigación en torno al movimiento y la luz lo llevó a obtener, en 1966, el Gran Premio Internacional de Pintura en la Bienal de Venecia. Sin embargo, su activismo político le costó la expulsión de Francia en 1968, tras apoyar las huelgas obreras y diseñar afiches contra el gobierno. “Asumí aquello como algo natural por mis principios e ideas”, dijo sin nostalgia.

El arte de la resistencia
A lo largo de su trayectoria, Le Parc ha defendido un arte que no solo sea accesible, sino que invite a la participación y la reflexión. “Mi trabajo no es solo visual, tiene un compromiso. Se trata de involucrar al espectador, de hacer que la obra cobre vida con su mirada”, afirmó.
Para él, el arte abstracto no está desvinculado de la realidad social. “Claro que mi obra es política. Todos los artistas, abstractos o figurativos, pueden ser políticos o no. Lo que importa es no quedarse en formas antiguas o complacientes”, sostuvo. Su lucha contra el elitismo lo ha llevado a rechazar instituciones prestigiosas, como el Centro Pompidou en París o el Museo Reina Sofía en Madrid. “Intenté exponer allí, pero no se dio. Quizás después de esta muestra en Albarrán Bourdais”, dijo con una sonrisa irónica.
A pesar de su postura crítica, el mercado ha terminado por reconocer su legado. “El mercado me trató bien en América Latina, Italia, España y Alemania. En Francia me ignoraron hasta hace poco”, admitió.

Un legado vivo
A sus 96 años, Le Parc sigue trabajando en su estudio todos los días. “Bajo al taller a las diez de la mañana y me voy a las siete de la tarde. Solo paro para almorzar”, contó. En su taller trabajan 14 colaboradores, incluidos sus tres hijos. “Mucha gente viene a visitar el estudio, y quiero que eso continúe después de mi muerte. No quiero que todo se convierta en mercancía”, enfatizó.
Aunque bromea con la idea de tomarse un descanso —”Me gustaría hacer un crucero de un mes como un jubilado, pero no puedo”—, su energía y compromiso con el arte siguen intactos. Con la muestra En movimiento, Julio Le Parc reafirma su vigencia e invita a jugar con la percepción. Al fin y al cabo, el arte siempre está en un estado de constante transformación.
[Fotos: EFE/ Opera Laboratori; archivo Infobae; galería Albarrán Bourdais]
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