Javier Sierra se interna en una red de misterio y esoterismo alrededor del arte

El bestseller español publicó la novela “El plan maestro”, donde a partir de diferentes obras revela la existencia de un tipo de civilizaciones avanzadas que “vigilan la evolución de la humanidad”

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Javier Sierra junto al tríptico
Javier Sierra junto al tríptico de "El jardín de las delicias" de El Bosco, en el Museo del Prado

Como un chamán del mundo antiguo, el escritor Javier Sierra, que ha vendido más de 7 millones de ejemplares de sus novelas en 44 países, invita a los lectores a “poner en pausa el scroll” y adentrarse de nuevo en los misterios del Museo del Prado en El plan maestro.

Con una tirada inicial de 250.000 ejemplares, la novela plantea una “experiencia inmersiva” que aúna historia del arte, misterio y esoterismo para responder a los enigmas que quedaron planteados en el final de su anterior ficción, El maestro del Prado (Planeta, 2013).

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El plan maestro

Por Javier Sierra

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“Mi novela es un alegato sobre cómo mirar el arte con los ojos de la razón, pero también de la emoción y sobre todo con los antiquísimos ojos del instinto”, señala Sierra (Teruel, 1971) durante la presentación a la prensa, en un recorrido nocturno por las salas del Prado vacío de visitantes.

El ganador del Premio Planeta con El fuego invisible (2017) y único autor español que ha llegado al top 10 en Estados Unidos advierte de que hay que tomarse un tiempo para mirar, abandonar el visionado “scroll” que promueven las redes sociales, pulsar “pausa” frente a las grandes pinturas y “esperar a que nos hablen”.

Para él todo empezó cuando, hace casi 25 años, delante del cuadro ‘La Perla’ de Rafael, un desconocido le invitó a fijarse en lo que decían las miradas de los personajes. Ese desconocido se convirtió en Luis Fovel, un personaje de ficción que apareció en su anterior novela y reaparece en esta.

Sierra, que ganó el Premio
Sierra, que ganó el Premio Planeta en 2017, ha vendido más de 7 millones de ejemplares de sus novelas en 44 países (EFE)

Pero fue en 2013, visitando con sus hijos unas cuevas prehistóricas en Cantabria, cuando tuvo una revelación: la roca, cuyos pliegues eran aprovechados por los hombres y mujeres prehistóricos para trazar sus dibujos, era una membrana viva que comunicaba con el más allá.

“El arte nació para revelar el más allá”, sostiene Sierra ahora en la sala dedicada a El Bosco. En El jardín de las delicias el autor descubre un gran ojo en una laguna que le lleva a explicar su idea de “la segunda visión”.

Significa “no ver sólo lo obvio” y lo extrae también de la mirada de los niños, capaces de relacionar estímulos con facilidad hasta que en la adolescencia se produce “la poda sináptica”. Sierra invita a los lectores a “recuperar la capacidad imaginativa y la contemplación activa”.

Los cuadros, puertas a otra dimensión

En La virgen del pez de Rafael, se detiene en la figura del “forastero misterioso” y descubre que San Jerónimo tiene el rostro del cardenal y humanista Pietro Bembo y que Tobías es Picco della Mirandola.

Ambas son referencias clave para resolver los misterios que plantea en la ficción, como lo es el retrato pintado por Vicente López Porteña de Luis Veldrof, aposentador mayor y conserje del Real Palacio en el XIX. Era él quien firmaba las órdenes de salida de los cuadros de las Colecciones Reales con destino al actual Prado.

‘El plan maestro’ también transcurre en otras pinacotecas, como la Galería de los Uffizi, la Casa Azul de Frida Kahlo o las cuevas prehistóricas de Lascaux.

Los amantes de Teruel
Los amantes de Teruel

Con obras de todos esos museos construye lo que llama “el arcanon”, una colección de cuadros que son puertas que se abren a otras dimensiones de realidad y que desvelan la existencia de civilizaciones más avanzadas que alientan y vigilan en secreto la evolución de la humanidad.

Sierra, turolense, concluye su recorrido frente a Los amantes de Teruel, monumental óleo de Muñoz Degrain, porque la muerte, dice, es “la última gran frontera” y aprovecha para hacer un alegato final a favor de las Humanidades.

“Hay una visión supremacista de las ciencias frente a las humanidades”, critica, “parece que si tu hijo quiere estudiar griego o latín va a ser un desgraciado, pero eso no es cierto”, considera, porque “en las humanidades todo el mundo es un explorador”.

Fuente: EFE