Eduardo Sacheri: “Malvinas y la Selección son los únicos temas de acuerdo identitario argentino”

El escritor que acaba de publicar “Demasiado lejos”, una novela con historias de la guerra, reflexiona sobre el impacto de aquel episodio y la forma en que la literatura interpela la memoria colectiva

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Eduardo Sacheri habla de la significación de la causa Malvinas en la memoria colectiva de los argentinos

Argentina, 2 de abril de 1982. La noticia recorre el país como un rayo: “¡Recuperamos las Malvinas!” La euforia estalla en las calles, en las casas, en los bares. Tres días antes, la primera movilización contra la dictadura. Pero durante los siguientes meses, la guerra lo ocupará todo. La Argentina se sumergirá en un frenesí patriótico que se transformará en angustia, luego en derrota, y finalmente, en silencio. En ese tiempo vertiginoso se sitúa Demasiado lejos, la nueva novela de Eduardo Sacheri, que reconstruye aquellos días no desde el frente de batalla, sino desde la vida cotidiana de quienes se quedaron lidiando con la propaganda, el desconcierto y la espera.

Sacheri, el escritor más leído de Argentina, vuelve a la ficción tras incursionar en la divulgación histórica con Los días de la revolución y Los días de la violencia. Y se acercó a una de las épocas más violenta del país, en 1974, con Nosotros dos en la tormenta. Esta vez, elige contar Malvinas desde lejos, a través de personajes que viven en una Buenos Aires convulsionada, donde un mozo de la Casa Rosada, un grupo de amigos en un bar, una joven que escribe cartas a su novio en el frente, una secretaria en la Cancillería y una familia que teme por su hijo construyen un mosaico de emociones.

“No creo que haya otro tema de acuerdo identitario generalizado como Malvinas y la Selección Argentina”, dice el autor en diálogo con Infobae. Y agrega: “Malvinas apareció como una promesa de completitud, como si recuperarlas nos devolviera la grandeza perdida”. Su novela es, en parte, una exploración de cómo la guerra permeó en la vida de todos los días y de cómo la sociedad procesó el conflicto hasta nuestros días.

"Demasiado lejos", la novela de
"Demasiado lejos", la novela de Eduardo Sacheri, se desarrolla en Argentina en el contexto de la Guerra de Malvinas en 1982

Dividida en tres partes—Euforia, Inquietud y Desolación—, la novela narra el transcurso de la guerra e indaga en cómo se vivió a miles de kilómetros de distancia, entre la desinformación y el dolor. “Me llama mucho la atención ese silencio posterior a la guerra. Nadie dice: ‘Yo me subí a esa moto’”, reflexiona Sacheri. Su ficción, como siempre, parte de lo cotidiano para iluminar lo universal. Con una prosa contundente y atrapante, Demasiado lejos no es solo una novela sobre Malvinas, sino sobre cómo la memoria colectiva se construye y se transforma con el tiempo. Y cómo se queda en nosotros.

Con Demasiado lejos volvés a la ficción, tras la publicación de Los días de la violencia ¿Por qué elegiste el contexto de la Guerra de Malvinas?

―Es cierto que en varias de mis últimas novelas sentí el deseo o el interés de contextualizar en la Argentina reciente porque me parece que hay ciertos temas que nos siguen rondando, nos siguen dando vueltas, como es lógico. Por otra parte, el pasado reciente influye en las personas y en las sociedades. Y el tema de Malvinas está ahí, dando vueltas. Además, es un tema poco frecuentado por la ficción, y ese es otro atractivo para mí. En general, si se ha hablado mucho de algo, siento que no tengo nada para decir. Y de Malvinas no hay tanta literatura de ficción alrededor. Hay un par de muy buenos libros y poco más.

En el libro elegiste narrar la guerra desde la distancia, con distintas historias que transcurren en Buenos Aires, sin centrarte en la experiencia directa de los combatientes. ¿Cómo tomaste esa decisión?

―En realidad, mi plan original era narrarlo todo, es decir, narrarnos a nosotros. Cuando digo nosotros, me refiero a los que estábamos, por ejemplo, en Buenos Aires. Yo tenía 14 años y vivía en Castelar, por lo que tengo un recuerdo muy vívido de esos tiempos. Pero también quería abarcar la experiencia de algunos que hubieran ido, siempre pensando en personajes chiquitos, como me gustan a mí: el mozo de Casa de Gobierno, unos tipos que se juntan en un bar a la vuelta, una chica que trabaja en Cancillería, pero que tiene un puesto absolutamente menor, las familias de un par de combatientes y esos combatientes con su experiencia en las islas. Empecé a escribir la novela entera, pero cuando los combatientes se iban a Malvinas, sentí que no podía manejar las dos realidades porque eran dos mundos distintos. Era como si unos vivieran en la Tierra y otros en Saturno. Los mismos días, el mismo otoño desquiciado.

Desde la movilización del 30
Desde la movilización del 30 de marzo contra la dictadura hasta la rendición en junio, Demasiado lejos narra el impacto de la guerra en la vida cotidiana de los argentinos, a través de historias cotidianas (Candela Teicheira)

¿Entonces?

―Ahí tomé la decisión de separarlo en dos novelas. Primero, Buenos Aires: esta guerra sin guerra, esta guerra que nos involucraba y al mismo tiempo no, porque no estábamos poniendo el cuerpo en ella. Y después, la historia de quienes combatieron en Malvinas. En realidad, son dos novelas: primero esta y después la otra. No es una saga, sino que este libro es la guerra acá y el otro será la guerra allá.

¿Los argentinos tenemos a las Malvinas demasiado lejos?

―Sentimentalmente, no. Es un tema identitario central. Salvo la Selección Argentina y las Malvinas, no creo que haya otro tema de acuerdo identitario generalizado. Eso creo que las mantiene cerca. Pero en términos prácticos, reales, de política, de soberanía, de acceso, y separando la reivindicación, hay un camino larguísimo por recorrer si queremos que esa cuestión sentimental se materialice.

Euforia y nacionalismo

Eduardo Sacheri habla de su novela "Demasiado lejos", nutrida de historias alrededor de la Guerra de Malvinas en 1982

Recién mencionaste que tenías 14 años cuando comenzó la guerra de Malvinas y que guardás un recuerdo muy vívido de esos días. ¿Qué es lo que más recordas? ¿Qué es lo primero que te vino a la mente al empezar a escribir la novela?

―Recuerdo que había una euforia extraordinaria y masiva. ¿Viste que no es frecuente que un tema abarque la totalidad de la agenda de una sociedad? Pasa en los mundiales. En los mundiales de fútbol te encontrás con un desconocido y ambos saben que están pensando en el partido que ya pasó y en el que viene. Aunque suene sacrílego, la guerra de Malvinas se vivió del mismo modo. Y cuando te digo que se vivió del mismo modo, ya estaba la experiencia previa del Mundial ‘78, también en contexto de dictadura y con todo lo que pasaba detrás. Con Malvinas volvió a suceder lo mismo.

¿Cómo creés que la sociedad argentina pasó de la euforia inicial a la crudeza de la guerra en tan poco tiempo?

―Fueron poco más de dos meses con altibajos emocionales impresionantes, pero con partidos consensuados. Por supuesto que habría gente que no participaba de ese gran consenso, pero era una minoría. La enorme mayoría iba por la euforia de la recuperación, la preocupación diplomática de los días siguientes, la inminencia de la llegada de la flota británica y, de repente, la guerra. También estaba el asombro. La sociedad argentina fue dando esos pasos con total naturalidad. Es decir, si el 15 de abril estabas atenta a una votación en la ONU, el 15 de mayo estabas atenta a bombardeos y misiones aéreas contra la flota británica y el 3 de junio, a los combates terrestres. Y somos la misma gente.

El 2 de abril de
El 2 de abril de 1982, Leopoldo Galtieri habló desde el balcón de la Casa Rosada ante una Plaza de Mayo colmada, donde miles de argentinos ovacionaron la recuperación de Malvinas sin imaginar la derrota que vendría (Victor Bugge)

“Me llama mucho la atención ese silencio posterior a la guerra. Yo no tuve nada que ver. En realidad, nadie dice: “Yo me subí a esa moto”. De entusiasmarse, de creérsela y de ovacionar a Galtieri en la Plaza de Mayo. Nadie te lo dice, pero la manera de no admitir que estuvieron ahí es no decir nada. Es un silencio enorme y muy mal trabajado. Me parece que la literatura está para meter el dedo en esos silencios”, agrega.

En Demasiado lejos estructurás la historia en tres partes tituladas Euforia, Inquietud y Desolación. ¿Cómo elegiste esas palabras?

―El libro abarca esos meses cronológicamente. No comienza el 2 de abril, sino el 30 de marzo, porque ese día hubo una enorme movilización en Plaza de Mayo contra el Gobierno militar. Acompaña el paso de abril, mayo y junio de 1982, mostrando cómo fue cambiando el espíritu colectivo: la euforia de abril, la inquietud de mayo, cuando empiezan a caer realmente las bombas en las islas, y la desolación final en junio, con la derrota, el regreso de los sobrevivientes y el despertar. Un despertar horrible: “Uy, ¿dónde estuvimos esos tres meses? ¿Qué hicimos, qué pensamos, qué creímos, qué apoyamos, qué toleramos, qué festejamos?”

En "Demasiado lejos", Sacheri retrata
En "Demasiado lejos", Sacheri retrata la incertidumbre y el miedo de las familias de los soldados argentinos en Malvinas (Román Von Eckstein)

En la novela hay una construcción de un ustedes y un nosotros, algo funcional tanto para la guerra como para el patriotismo. ¿Cómo trabajaste esa oposición en la historia?

―Me parece que en Argentina esta tendencia facciosa de moverse siempre en categorías de nosotros y ustedes funciona mucho. No es algo que yo celebre, pero creo que rápidamente se arman bandos: nosotros los buenos, ustedes los malos; nosotros los correctos, ustedes los incorrectos. Y en Malvinas eso operó muchísimo, porque todo lo vinculado con lo nacional despierta resortes emocionales e identitarios muy fuertes. Sin duda hubo gente que se mantuvo afuera, pero qué difícil es hacerlo. De hecho, en la novela hay pocos personajes que logran quedar al margen. Algunas familias de combatientes están afuera, algún otro también, pero es muy difícil salirse de ciertos consensos y decir: “¿Saben qué? No me importa que todos estén de acuerdo con esto, yo creo que están equivocados”. Esa, creo, es una lección interesante para cualquier época y para cualquier mayoría.

Decías que en torno a la guerra de Malvinas hay mucho silencio. ¿Cómo ves hoy la situación este tema en la actualidad?

―Malvinas es un tema múltiple porque hay aproximaciones muy diferentes. Por un lado, está lo que fue la guerra de Malvinas, que despierta memorias y evocaciones contradictorias, muy atadas al mundo de la política. Tenés veteranos que se identifican políticamente de un lado y otros que van por el contrario; algunos que se sienten cómodos con el kirchnerismo y otros que no. También hay veteranos donde oficiales y soldados se detestan, mientras que en otras asociaciones conviven pacíficamente. Y después está lo que creo que nos sobrevuela más allá de la guerra: una reivindicación de la que prácticamente nadie se aparta. Las Malvinas son argentinas. Punto. Es un elemento identitario central. Pensaba en esto cuando estaba escribiendo estas novelas y ocurrió el Mundial de Qatar, con el cantito ese, Muchachos... ¿Viste que la única referencia extrafutbolística que hace ese cantito, que se volvió masivo y por algo se volvió masivo, es a los pibes de Malvinas?

Durante el Mundial de Qatar
Durante el Mundial de Qatar 2022, el canto Muchachos incluyó a los "pibes de Malvinas" como única referencia extrafutbolística, mostrando cómo la causa sigue arraigada en la identidad argentina décadas después de la guerra (EFE/ Juan Ignacio Roncoroni)

¿Encontrás más referencias?

―Otra referencia que también me llamó mucho la atención es que vas por cualquier ruta de Argentina y, de la nada, en el medio de la nada, hay un cartel con el contorno de las islas y una cifra de kilómetros. Es llamativo el peso simbólico de esa ausencia. No es algo nuevo. Leyendo sobre el tema, llevamos casi un siglo de esta fuertísima reivindicación. Diplomáticamente, Argentina reclamó por las islas desde el siglo XIX, pero que se volviera un tema de agenda social ocurrió en la década del 30. A partir de ahí, bajó a las escuelas y se convirtió en esto.

¿Por qué creés que ese núcleo, esa condensación, es tan fuerte en la identidad nacional? El cantito de la cancha suena en cualquier rincón del país, la frase “Las Malvinas son argentinas” está presente en rutas, escuelas y símbolos.

―Lo he pensado mucho. Una explicación que me gusta—no creo que sea única ni suficiente—es la crisis del ‘30. Argentina venía de décadas de crecimiento y con ese golpe económico y social surgió la sensación de que habíamos perdido el rumbo, que estábamos destinados a la grandeza y algo falló. Las Malvinas, de algún modo, entran como una promesa de completitud, como si recuperarlas nos devolviera lo que perdimos. No es una idea mía, la he visto en varios autores y me parece interesante como dispositivo intelectual. No digo que esté de acuerdo, lo describo desde afuera. Pero bueno, nos pusimos filosóficos y fuimos para ahí.

El dolor en Buenos Aires

"La guerra parecía exigir una
"La guerra parecía exigir una fidelidad absoluta", dice Sacheri al explorar cómo la sociedad se alineó con la causa sin espacio para la duda ni el cuestionamiento (Candela Teicheira)

Hablábamos de los pibes de Malvinas y hay una de las historias que es de esta familia que su hijo va a la guerra teniendo un tío militar. ¿Cómo fue construir el personaje de la madre con el dolor encarnado hasta la última línea?

―Tenía ganas de ir a personajes bien cercanos y cotidianos. Creo que uno trabaja desde sus propios sentimientos, y en mi caso, desde la paternidad. Tener hijos es vivir preocupado, atento a lo que les pasa, lo que pueden o no pueden hacer, lo que les puede ocurrir en cualquier etapa de la vida. Cuánto más en una situación tan brutal como la guerra. El 10 de abril nadie pensaba que iba a la guerra, sino a Malvinas. Los testimonios y memorias muestran que ni siquiera quienes debían preverlo consideraban esa posibilidad. Me interesaba reconstruir cómo esa idea se transformó en pesadilla, no de un día para otro, sino como una tormenta que se va formando de a poco. Mi sensación es que los involucrados lo vivieron así.

Los personajes jóvenes, como Magaly y Sandra, muestran los sentimientos de la juventud en ese momento, la incertidumbre y el impacto de la guerra. También aparece la prohibición de la música en inglés, los dilemas, la traición entre de escuchar Queen o Sui Generis. ¿Cómo impactó esto en la juventud?

―Me interesa cómo estamos todo el tiempo en distintas veredas y no me gusta la idea de que, si elegís una, tengas que adoptar todas las demás. Podemos coincidir en música, pero no en fútbol, o en la crianza de los hijos, pero no en política. La guerra parecía exigir una fidelidad absoluta. Al rock nacional le vino bien la prohibición de la música en inglés, y lo reivindico porque me gusta, pero probablemente algunos de los que terminaron combatiendo en Malvinas habían ido el año anterior a ver a Queen. No digo que esté bien o mal, solo que, ¿viste qué quilombo que es la vida?

En tus novelas La pregunta de sus ojos, Nosotros dos en la tormenta y Demasiado lejos hay un recorrido por una etapa turbulenta de Argentina, los 70 y 80, el inicio de la dictadura y su fin. ¿Por qué hay tanto interés en leer y en escribir sobre esto?

―Cuanto más conflictiva es una sociedad, menos acuerdos tiene en relación con su pasado y más recurre a él para buscar razones de sus enfrentamientos. No creo que esté ni bien ni mal, me parece algo normal. Una sociedad que está mejor avenida con su presente suele suscitar menos polémicas en relación con su pasado. Me gusta distinguir cuál es el lugar de la literatura en esas interpelaciones. Para mí, la literatura es un ámbito de libertad, donde no está bueno bajar línea sobre pasados blindados, sino que es como tocarte el hombro y decirte: “Che, mirá, hace mucho que no pensás en la guerra de Malvinas. Fijate, leé esto a ver si te dispara algo”. No me importa qué te dispare, pero sí que te ponga a pensar. El lugar de la literatura o del cine es un diálogo con el pasado, que te invite, que te sugiera, que te estimule a perderte por tus propios caminos.