Campanella y una comedia romántica con mucho humor, que celebra las segundas chances en la vida

“Empieza con D, 7 letras” cuenta el inesperado encuentro entre una mujer joven y un hombre mucho más grande, que apuestan por un futuro en común pese a todas las prevenciones y obstáculos

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"Empieza con D, 7 letras",
"Empieza con D, 7 letras", la nueva obra de teatro de Campanella, es una comedia romántica escrita por el propio Campanella y Cecilia Monti, y estrenada en enero pasado en el porteño teatro Politeama.

Ella es joven y, aunque viene de un golpazo —un divorcio, después de una pareja larga— , es un torbellino de energía. Él está transitando esa edad en la que se avecina el crepúsculo y también viene golpeado: enviudó hace unos meses, después de cuarenta años junto a su mujer, su compañera, la madre de su hijo. Le cuesta imaginar que todavía haya un futuro para su vida y sus sentimientos. Ella se llama Miranda Delgado, es profesora de yoga. Él se llama Luis Cavalli, es un cardiocirujano jubilado pero, como todo médico apasionado, lleva su profesión como marca de identidad. Ambos se conocen en una sala de espera del dentista y es ahí donde nace una nueva relación. Este es el comienzo de Empieza con D, 7 letras, la nueva obra de teatro de Juan José Campanella, una comedia romántica escrita por el propio Campanella y Cecilia Monti, y estrenada en enero pasado en el porteño teatro Politeama, de la calle Montevideo.

Luis y Miranda son muy diferentes, eso queda claro desde el comienzo, aunque comparten la chispa del humor y el momento de crisis por el final de una pareja, independientemente de la forma en que se haya dado ese final. Son dos personas perdidas que intentan sobrevivir y recuperar vitalidad y en ese encuentro se da la inesperada sorpresa de un nuevo amor: la diferencia de edad es enorme, como la enciclopedia acumulada y la experiencia de vida en cada uno. No parece haber viento a favor para una pareja así, por lo que tanto el ex marido de ella como el hijo de él se incomodan, se ven molestos con esta relación y procuran hacerles entender que el romance que están iniciando es un viaje sin destino (esa palabra crucial que empieza con D y tiene 7 letras).

La pareja de la obra tiene como protagonistas a Eduardo Blanco (un actor entrañable y muy querido por el público, un clásico de los elencos de cine de Campanella y también de su teatro, con el exitazo de diez años de Parque Lezama) y a Florencia Metilli (una muy buena comediante de stand up, teatro y TV, con gran destreza a la hora de caminar el escenario y picardía natural, lo que la hace irresistible). Como el ex marido de Miranda y también como el hijo de Luis —sí, un mismo actor representa ambos papeles, en un ida y vuelta exigente e intenso—, está Gastón Cocchiarale, conocido actor de televisión, cine y teatro.

Fernanda Metilli y Eduardo Blanco
Fernanda Metilli y Eduardo Blanco en una escena de "Empieza con D, siete letras".

Si el argumento de la pieza deja un abanico de puertas abiertas para pensar sobre las diferentes etapas de la vida, el amor, la adicción al trabajo, el egoísmo en los vínculos y la postergación de los deseos, entre otros temas existenciales, los diálogos –plenos de humor y picardía, pero también de impacto emocional–, despiertan en la audiencia expresiones de identificación de todo tipo, que van desde grititos a aplausos y desde risas fuertes a ojos húmedos que se advierten aún en la oscuridad de la sala. La obra es extensa, dura casi dos horas, pero el desarrollo de la puesta es ágil y muy entretenido. El comportamiento del público, compuesto por personas entusiastas de todas las edades, merecería una nota aparte: así de vibrante es la respuesta a esta nueva propuesta de Campanella.

Juan José Campanella está en estos momentos en Estados Unidos, una vez más filmando capítulos de la serie La ley y el orden. Desde Infobae le hicimos unas preguntas que, dándose tiempo para pensar y muy amablemente, respondió por audio. En rigor, la primera de esas preguntas fue finalmente respondida por Cecilia Monti -vestuarista, coreógrafa y guionista, quien además es la esposa del director de Luna de Avellaneda-, ya que el puntapié inicial de este proyecto partió de una idea suya.

Cecilia Monti, una de las
Cecilia Monti, una de las autoras de "Empieza con D, siete letras".

La pregunta, en concreto, tenía que ver con el origen de Empieza con D, 7 letras y con si hubo alguna anécdota o alguna historia de vida que iluminó la idea del argumento. Lo que sigue fue la respuesta de Monti:

“Hace cinco años surgió la idea de escribir una obra de teatro sobre un tema que siempre me intrigó: los romances con una gran diferencia generacional, de entre 25 y 30 años. Quería explorar qué los une, qué los separa, cuáles son sus miedos y desafíos pero, sobre todo, qué los lleva a elegir estar juntos. La obra tuvo títulos provisorios en sus diferentes versiones: Almanaque fue el primero y Encuentros, el segundo, que lo mantuvimos hasta poco antes de empezar los ensayos, cuando surgió Empieza con D, siete letras. ¡Me encanta!”, dice Monti.

Cuenta además que en los primeros bocetos el escenario del primer encuentro no era un consultorio de dentista sino un grupo de terapia. Allí, y a raíz de un ejercicio sobre la cita ideal, Miranda y Luis comenzaban a meterse en la vida del otro, “a veces desde la empatía y otras desde el enojo”. En esos primeros momentos aún no estaban la figura del hijo de Luis ni la del ex marido de Miranda.

Gastón Cocchiarale compone dos personajes:
Gastón Cocchiarale compone dos personajes: el del hijo del personaje de Eduardo Blanco y el del ex marido de Miranda (Fernanda Metilli).

“Con el tiempo, la historia cambió”, explica Monti, “y decidí que su encuentro fuera en un consultorio dental, un lugar impensable para encontrar al amor de tu vida. La aparición del hijo de él y del ex-marido de ella surgió de manera natural y necesaria para completar el relato con la mirada del que ve lo que pasa desde afuera y que, por cercanía con los personajes, produce los cuestionamientos necesarios para reforzar su historia”.

La comedia tiene un gran despliegue de diálogos y tiene, también, espacios narrativos contados a través de recursos audiovisuales como un telón con fotos de los protagonistas durante un viaje que emprenden a poco de conocerse. Fotos y más fotos de una pareja reciente en la playa, en un viaje que es un volver a la vida y también un empezar a saber quién es el otro.

Ahora sí quien va a responder es Campanella:

— Me gusta el recurso de las fotos y, por lo que se advierte en el público, hay gran aceptación de esa idea. ¿Cómo se les ocurrió?

— Hace bastante, desde que me interesa mucho el teatro, que trato de ir mezclando recursos del cine pero sin perder de vista que el teatro es tracción a sangre y que es la presencia de los actores. La idea es incorporar recursos narrativos pero que no ahoguen la parte teatral. Ceci incluso había escrito un show de slides de los personajes para el final pero preferimos dejaron abierto, así. Es dificil contar cómo se nos ocurrió, pero uno va buscando formas de contar rápido cómo avanzò la historia, eso que pasa en el interín, y así, en vez de bajar simplemente el telón, optamos por las imágenes. Quizás porque tanto Ceci como yo venimos del cine, originalmente, y siempre tenemos eso en la cabeza. No es tanto la búsqueda conciente como el resultado inconsciente.

Eduardo Blanco y Juan José
Eduardo Blanco y Juan José Campanella en las escaleras del recuperado y bellísimo teatro porteño Politeama, de la calle Montevideo.

— ¿Siempre estuvo pensado que el personaje del hijo de Luis y el ex marido de Miranda fuera representado por el mismo actor? Hubo en ese recurso una búsqueda estética por fuera del género de la obra, que es, si se quiere, más tradicional?

— No, no estuvo siempre pensado así. Cuando estábamos hablando de los personajes, incluso existieron escenas con Elena, la esposa de Luis (Eduardo Blanco), ya mujer que falleció. Cuando uno está desarrollando la obra, escribe escenas. Ahora, lo que ocurrió es que cuando escribimos las escenas del ex marido de Miranda (Fernanda Metilli) y del hijo de Luis, decidimos quedarnos con esos personajes porque las escenas seguían un recurso, una curva energética y dramática similar. Entonces, al pasar de una a la otra, era como se repetía esa curva. Entonces fue ahí que empecé a trabajar lo de mezclar las dos escenas. Un poco eso de seguir en dos líneas es algo que ya había experimentado bastante eso en Vientos de agua y ni hablar en El secreto de sus ojos, donde los cruces eran entre dos tiempos distintos, pero que el pase a una nueva escena se alimentaba energéticamente de la anterior, así que el crescendo era uno solo. Cuando pasa esto, entonces, se nos ocurrió que fuera el mismo personaje (y actor), no tanto por una búsqueda estética sino porque iba a ser mucho más dinámico porque en realidad, si bien uno es el ex marido y el otro el hijo de un personaje, los dos representan los obstáculos, las presiones que puede poner el resto del mundo a una relación de este tipo. Ambos representan no al antagonista sino al antagonismo que puede sufrir esta relación.

— A lo mejor esto es muy elemental, pero pienso que muchos lectores pueden preguntarse algo así. ¿Cómo hace alguien como vos, que está inmerso en el mundo audiovisual y ahora en el teatro, para tener claridad de cuándo una historia o un relato que se propone llevar adelante es para cine y cuándo para teatro?

— La verdad es que el camino no es así, sino el contrario. Quiero decir, primero es: tengo ganas de escribir una obra de teatro… En este momento se me ocurre más eso, escribir teatro. A mí me gustó siempre el diálogo y la verdad es que en el cine siempre me frenaba para que las escenas no sean tan dialogadas, no sean tan largas. A mí me gusta mucho el diálogo, incluso me gustan mucho las películas dialogadas. Mis películas han sido criticadas por tener mucho diálogo, por ser, entre comillas, poco cinematográficas, una crítica con la que no estoy de acuerdo porque, viste, no estoy de acuerdo con el eslogan de que “el cine es imagen”. El cine es todo. El cine es imagen, más diálogo, más música, más todo, así que me gusta el diálogo y me gusta que el teatro me permite hacer una superproducción porque se juega con la imaginación de la gente y no tengo que ponerlo todo en imagen. Así que no es que se me ocurre primero la idea: primero nace el “quiero hacer una película con esto” o una obra de teatro, y después la idea se va desarrollando de diferente manera. No sé, quizás en estos últimos años estoy pensando más en términos de teatro que de cine.

La diferencia de edad y
La diferencia de edad y de enciclopedia son los mayores peligros que enfrenta la pareja de Miranda y Luis en la obra de Campanella y Monti.

Quedaba una pregunta por hacer a quien imaginó esta historia sobre el escenario. “¿Realmente pensás que es posible empezar de nuevo en cualquier momento de la vida?”, fue el mensaje para Cecilia Monti. Su respuesta se condice con el entusiasmo que transmite la obra. “La vida nos parece larga pero es muy breve. Vamos acumulando experiencias y por momentos nos dejamos engañar con pensamientos de etapas concluidas. Empezar de nuevo no solo es posible sino que es saludable y necesario. Sin miedo, con cautela y sabiduría. ¡Un lindo cóctel!”.