Su hija emigró, no se vieron por tres años y lo cuenta en un libro: “Te preguntas cada mañana qué hacés lejos”

Silvina Scheiner escribió en “Distancias del corazón” la realidad silenciosa de quienes ven partir a sus hijos y deben reconstruirse en la ausencia. Qué aprendió y cómo la distancia potenció el vínculo. Se puede descargar gratis hasta el viernes 28

Guardar

El sonido de la guitarra llenaba la sala con acordes imprecisos. Silvina Scheiner deslizaba los dedos sobre las cuerdas mientras su hija, Maia, sacaba el ukelele de su funda. Se miraron en silencio. Habían pasado tres años sin verse. Maia viajaba desde chica, pero esta vez era distinto: había decidido mudarse a Australia, con restricciones sanitarias levantadas por la pandemia y un océano que aún parecía infinito. La música, en ese instante, parecía el único puente posible. Maia tocó unas notas, buscó en su computadora la letra de una canción y, con una sonrisa tímida, dijo: “Te tengo que cantar la canción que cantábamos nosotras, mamá”. Su mamá se quedó en blanco. La última vez que habían cantado juntas, su hija tenía seis años. ¿Cómo se siente una mamá con los hijos lejos?

book img

Distancias del corazón

Por Silvina Scheiner

eBook

Gratis

Descargar

Mientras cuenta esta escena, Silvina se emociona y se desarma. Ella entendió que la distancia no había sido solo geográfica. Había una brecha emocional, una vida que había seguido su curso en dos continentes distintos, con una pandemia de por medio. Y esa sensación es la que recorre Distancias del corazón, el libro donde narra su viaje, pero también la soledad de los padres cuyos hijos emigran, que se puede descargar gratis de Bajalibros, hasta el viernes 28, haciendo click aquí.

Cuando empezó a sonar en los dos instrumentos, algo se rompió. O se soldó. Silvina sintió cómo esos años de distancia, de llamadas insuficientes, de desencuentros, de reproches, de extrañar a la hija que había criado y temer a la adulta que la recibía, se disolvían en esas notas. Lloraron. No por la canción, ni por la memoria, sino por el reencuentro que, hasta ese momento, ninguna sabía si iba a ser posible.

Distancias del corazón no es solo una historia personal: es la historia de todos los padres que ven a sus hijos irse lejos y quedan suspendidos en un limbo emocional. ¿Se sigue siendo madre cuando no hay a quién maternar? ¿Cómo reconstruir una identidad cuando la familia se dispersa? ¿Cómo construir puentes para acortar todas las distancias? Ya sea en Australia, Francia, China, Estados Unidos, el vacío de los padres es el mismo.

“Me pregunto cada mañana qué hago lejos de ella, viviendo una vida que por más onda que le pongas tiene un agujero enorme”, dice Scheiner a Infobae.

Un viaje al otro lado del mundo

Silvina y Maia en Australia
Silvina y Maia en Australia

En 2020, Maia se instaló en Australia con la idea de trabajar y volver. Era algo transitorio. Pero la pandemia convirtió esa distancia en un muro imposible de cruzar. Lo que antes era un “vas y venís”, de pronto, se transformó en un exilio. “No teníamos conciencia de lo lejos que es. Una cosa es España, que son nueve horas, pero Australia son 36 horas de vuelo y miles de dólares”, explica Scheiner.

El viaje se postergó. La ansiedad creció. Madre e hija no habían tenido una buena relación en la adolescencia y el reencuentro era una incertidumbre. ¿Qué hacer mientras? Silvina tuvo que hacer terapia antes de viajar. No era solo la distancia: “Yo estaba muy asustada de verla, porque hacía mucho que no la veía y cuando ella estaba acá, no nos llevábamos bien. Hice terapia para poder sobrellevar ese encuentro”, recuerda.

De esa soledad, de la transformación del vínculo y de cómo los padres quedan perdidos cuando los hijos emigran trata Distancias del corazón. “No es solo que se van, es que nos dejan en un limbo. No tenemos el permiso de sentirnos mal porque se supone que están mejor, pero hay un duelo que nadie nos explica cómo atravesar”, reflexiona en el texto.

Scheiner es periodista, guionista y docente. Se formó en la Universidad de Columbia y San Andrés, y trabajó en Télam, La Nación, Clarín, Cronista y La Prensa. Escribe desde que tiene memoria, pero escribir su historia fue distinto, porque es la de miles de familias. Hijos que se van, padres que se quedan. Y un amor que resiste la distancia. Hoy, además de dar clases en la Universidad de Belgrano, quiere formar un grupo de padres con hijos en el exterior para contención, ayuda y como red de apoyo.

"Distancias del corazón", de Silvina
"Distancias del corazón", de Silvina Scheiner

La ausencia no es solo física, es una fractura en la rutina, en la identidad, en los roles familiares. El hijo que se queda es “el común”, el que se va “el héroe”. Y los padres, en ese equilibrio roto, buscan maneras de seguir siendo algo más que el nido vacío que dejaron atrás.

Para llenar ese espacio suspendido que había dejado su hija, Scheiner se convirtió en una máquina de vivir. Se anotó en clases de comedia musical, canto y zapateo americano, exploró el ballroom, incursionó en Tinder, enseñó en la universidad, se rodeó de amigos y viajó. Todo lo que pudiera darle movimiento, todo lo que la mantuviera en marcha.

“El hacer calma el sentir”, le había dicho una psicóloga años atrás, y tomó esa frase como un mantra. “Si tu único proyecto es ser mamá, cuando el hijo se va, te quedás sin guion”, sostiene la autora en la entrevista. Y recuerda que se dijo a sí misma: “Tengo que salir adelante”.

Pero el ruido de las actividades no siempre alcanzaba. En las sesiones de terapia, trabajó un miedo profundo: ¿y si volaba 14.000 kilómetros para darse cuenta de que, en minutos, ya estaban discutiendo por cómo arrastraba la valija? “Mis heridas estaban apenas cicatrizadas; frente a cualquier tensión afloraría el dolor de las dos y saldría el pus”, escribe en el libro.

No era solo el reencuentro con su hija. Era el desafío de reencontrarse con su propio rol de madre. Después de años de desgaste, había dejado de postularse para el papel. “En el casting de ser madre, desde hacía casi diez años que yo no obtenía el rol, y una parte mía se había resignado a no ocuparlo”, se lee en Distancias del corazón.

El libro también da cuenta de un fenómeno silencioso que atraviesa a muchos padres: el impacto de la migración en las relaciones familiares. “Somos una generación que entregó a sus hijos al mundo, pero nadie nos preparó para el vacío que eso deja”, sostiene.

Pero llegó el día. Subió al avión. Sabía que iba a ver a Maia, pero también a esa parte de sí misma que había dejado en pausa.

El viaje que lo cambió todo

Silvina Scheiner y su hija
Silvina Scheiner y su hija Maia se reencontraron tras tres años separadas en una historia que refleja el impacto emocional de la emigración en las familias

Viajar a Australia no fue fácil. Cuatro vuelos, 36 horas de aeropuertos, cansancio, incertidumbre, jet lag, un océano de distancia y un miedo latente. Silvina no solo se enfrentaba al cansancio físico, sino también a una incertidumbre más profunda: ¿quién la esperaba del otro lado?

“Poner un pie en Australia fue tocar el cartel de ‘Llegada’ luego de una larguísima carrera de obstáculos. Fue nadar con desesperación y sin brújula en el océano que se había abierto entre mi hija y yo, mucho antes de que ella dejara el país”, dice.

Cuando la vio en el aeropuerto, Maia no era la chica que se había ido tres años antes. Ropa gastada, uñas comidas, raíces crecidas, pocos pesos en el bolsillo y una mochila de experiencias difíciles. En Australia, había tenido que hacer malabares para sostenerse: perdió trabajos por los incendios de 2019 y después vino el confinamiento. Cuando todo reabrió, vio morir a un amigo en un accidente y tuvo que llamar a los padres para avisarles.

“Flotar por el mundo no es tan romántico como se vende en Instagram”, sostiene Scheiner. Y empezó a hacer de mamá de nuevo. La animó a su hija a salir, a pasear, a dejar su tarjeta de contacto en distintos locales. Una energía distinta. A lo largo de las páginas de Distancias del corazón, Scheiner explora el vínculo fracturado con su hija, las dificultades del reencuentro, y la sensación de ser madre sin ejercer la maternidad en el día a día. “Los hijos viajan, crecen, aprenden a arreglarse solos, y aunque el lazo nunca se corta, el rol de madre se transforma en algo abstracto”, dice.

Silvina Scheiner viajó 14.000 kilómetros
Silvina Scheiner viajó 14.000 kilómetros para recuperar un vínculo y su libro es un diario de viaje sobre el amor, el vacío y la reconstrucción (Imagen Ilustrativa Infobae)

Desde afuera, la decisión de irse parece una victoria. Un logro personal, una apuesta al futuro. Pero lo que no se ve en redes sociales es el duelo de los que se quedan ni el desarraigo de los que parten.

“Se romantiza tanto la emigración que no queda lugar para hablar de lo difícil que es. Irse es empezar de cero, es no tener red de contención, es darse cuenta de que nadie te espera en ningún lado. Es una historia que no se cuenta porque ‘¿quién te manda a quejarte si estás en el primer mundo?’”, dice Scheiner.

Silvina no idealiza la distancia, la narra tal como la vivió: con nostalgia, orgullo, culpa y ausencias que no se llenan con videollamadas. Su libro es el reflejo de lo que sienten muchos padres cuando sus hijos arman las valijas: una mezcla extraña entre la certeza de que hicieron lo mejor por ellos y la soledad de un hogar que nunca vuelve a ser el mismo.

“Aprendí a confiar en mi
“Aprendí a confiar en mi hija, a soltar sin miedo y a entender que el amor no necesita cercanía para seguir intacto”, dice Scheiner (Imagen Ilustrativa Infobae)

Pero la distancia —esa misma que temió— terminó por unirlas. “Ahora me habla todos los días. Antes, si hablábamos una vez por semana, era mucho”, dice Scheiner. La rutina de la ausencia las obligó a buscarse, a extrañarse. Maia descubrió que su madre había sido la única presencia constante en su vida, y Silvina entendió que su rol de madre, aunque transformado, seguía intacto.

“Conversando, ella reconoció que yo era la persona que más había estado, una y otra vez, a pesar de todas las cagadas y los mocos que se había mandado en su adolescencia y juventud”, dice.

Cómo seguir cuando los hijos se van

En Buenos Aires, Silvina se reencontró con una versión de sí misma que ya no era la misma. Había viajado para recuperar el vínculo con su hija y descubrió algo más grande: la maternidad nunca se trata solo de criar, sino de aprender a soltar. “Hemos estado años guiándolos, diciéndoles, sugiriendo y explicándoles de qué se trata vivir. Y un día, así nomás, te levantás y tenés que entender que ese hijo ya no necesita de tus consejos”, señala.

“Aprendí a confiar en mi hija, a soltar sin miedo y a entender que el amor no necesita cercanía para seguir intacto”, agrega.

Cuando los hijos se van,
Cuando los hijos se van, los padres quedan en tierra de nadie. "Distancias del corazón" expone el lado invisible de la emigración y el desarraigo (AFP 162)

Silvina aprendió sobre la marcha. Descubrió que el amor no desaparece con la distancia, pero que la relación cambia. Que no se puede esperar que todo siga igual. Que el hijo que se va hace su vida sin que el que se queda lo vea.

Al principio, llamaba con ansiedad, esperando que Maia quisiera contarle cada detalle de su vida nueva. Pero las respuestas eran cortas. Los mensajes, espaciados. “Durante años sentí que ella rehuía mi contacto. Durante años, ella percibió mis llamados como agobiantes, como una demanda. Lo sé porque me lo dijo, no lo estoy suponiendo”, escribe.

El vínculo encontró otro ritmo. Menos exigencias, menos reproches, más paciencia. Silvina entendió que su rol como madre ya no era el mismo. Silvina aprendió a esperar los tiempos de su hija, a no forzar los momentos, a no quedarse suspendida en el rol de madre si no la necesitaban. Y, sobre todo, aprendió a vivir para sí misma.

Un nuevo capítulo

Silvina viajó a Australia una sola vez, pero el reencuentro con Maia cambió su relación para siempre. Después de ese viaje, fue Maia quien empezó a venir a Buenos Aires. Este año, lo hará otra vez. “Viene el 15 de marzo para la presentación del libro”, cuenta Silvina.

La idea de volver a verla sin tener que cruzar medio mundo la emociona. Ya está planeando la reunión, la charla, la sobremesa. Y, por supuesto, algo más: “Le voy a decir que traiga el ukelele”. Porque aquella escena en el sillón, con la guitarra y las lágrimas, no fue solo un momento: fue un símbolo. De lo que eran. De lo que pueden volver a ser. Como todos los que sufren la distancia.

Guardar

ultimas

La película argentina “El mensaje” y la brasileña “O ultimo azul”, premiadas en Berlín

La obra de Iván Fund obtuvo el Premio del Jurado y la realización de Gabriel Mascaro el Gran Premio del Jurado. El film noruego “Dreams (Sex, Love)” se llevó el Oso de Oro, premio mayor de la Berlinale

La película argentina “El mensaje”

El Museo de Bellas Artes rinde homenaje a Raúl Conti con una muestra que recorre su legado

“Obras de Itatí y Nueva York” reúne pinturas, esculturas y documentos que reflejan el viaje estético del artista cordobés, entre la naturaleza del Litoral y el ritmo frenético de una megalópolis

El Museo de Bellas Artes

Miradas que cuentan historias: lo mejor del festival Xposure en Emiratos Árabes

Obras de maestros y talentos emergentes de la fotografía revelan la riqueza de lo cotidiano y lo extraordinario, en un impactante recorrido visual que atraviesa culturas, paisajes y momentos únicos

Miradas que cuentan historias: lo

El Museo Británico elige a una arquitecta francolibanesa para rediseñar sus icónicas galerías

Lina Ghotmeh liderará la renovación de un tercio del histórico edificio del centro de Londres. La remodelación incluirá la polémica sala de los Mármoles del Partenón, eje de un debate sobre su restitución

El Museo Británico elige a

El bicentenario de Johann Strauss sumerge a Viena en valses y homenajes

Dos siglos después de su nacimiento, el autor de “El Danubio azul” sigue marcando el ritmo de Austria: sus obras continúan vigentes en bailes, conciertos y un avión de la línea aérea nacional está decorado en su honor

El bicentenario de Johann Strauss
MÁS NOTICIAS