Rosa Montero: “Tengo menos miedo a la muerte ahora que cuando era joven”

La escritora española publicó “Animales difíciles”, la última parte de la saga de la replicante Bruna Husky, una androide con los días contados que ella considera su alter ego. Aquí, sus miedos y sus anhelos: “La catástrofe no es inevitable, pero hay una batalla”

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Rosa Montero y "Animales difíciles"
Rosa Montero y "Animales difíciles"

Hace un tiempo, cuando supe que Rosa Montero estaba por sacar el último libro de la saga de Bruna Husky, pensé en escribir una columna pidiendo que no la matara. “Rosa Montero: deje vivir a Bruna Husky”, se iba a titular. Era -hubiera sido- un pedido extraño: Bruna es una androide, una replicante creada para ser muy eficiente y para morir -”morir”- en una fecha fija. Nosotros lo sabemos, pero -lo peor- ella también lo sabe. Sabe la fecha en que se acabará.

Se ve que muchos pensamos algo parecido porque enseguida, rápidamente, apareció la autora diciendo que de ninguna manera haría eso que ella misma había imaginado, es decir, que le llegara la muerte y que nosotros lo viéramos. Un alivio: si un personaje de ficción no muere en esas páginas, no ha muerto y punto.

Sin embargo, pasarán cosas existenciales en Animales difíciles, la cuarta entrega de la historia de esta replicante “de combate” que empezó en 2011 con Lágrimas en la lluvia y siguió con El peso del corazón (2015) y Los tiempos del odio (2018).

"Animales difíciles", lo último de
"Animales difíciles", lo último de Rosa Montero y la despedida de Bruna Husky.

Lo primero que pasará, en este sentido, es que a nuestra Bruna -una androide con sentimientos muy humanos- la envenenaron y hubo que cambiarla de cuerpo. Antes era elástica, fuerte, imponente, lista para la lucha. Ahora es una “rep de cálculo”: sabe cosas que ni sabía que sabe. Pero el físico... bueno. Los humanos sabemos algo de esto, es lo más parecido a envejecer. El cuerpo es otro, más frágil. Y en la cabeza hay tantas cosas...

Como siempre, Bruna deberá resolver un caso pero, como siempre, el tema será existencial y político. Lo existencial: esos cambios en el cuerpo que le han dado una vida más: ya no morirá en la fecha prevista originalmente. Lo político: un mundo cada vez más controlado, cada vez menos humano, con un avance fenomenal de la derecha. Sabemos de qué habla.

Mientras tanto, Rosa Montero se permite algunas alusiones, algunos chistes: “He descubierto que escribir es una manera de pensar”, dice: por algo la autora ha declarado que esta replicante es su alter ego. Y reflexiona: “Porque mi yo primero, la Bruna de combate, era un clon procedente del material genético de una escritora de la segunda mitad del siglo xx y principios del xxi, una autora hoy totalmente olvidada pero más o menos conocida en su tiempo”. Sí, es una broma sobre ella misma.

Las escritoras Claudia Piñeiro (izq)
Las escritoras Claudia Piñeiro (izq) y Rosa Montero.

También aparece una combativa “presidenta de la región portuguesa” de este gobierno mundial. Es hábil con las palabras y ha bautizado “dongos” a quienes siguen la ideología derechista de Artur Dong, el presidente de los Estados Unidos de la Tierra. Esa dirigente se llama... Clau Pinheiro. A buen entendedor...

Así, las cosas, Rosa Montero atiende a Infobae por zoom, desde su casa en Madrid. Ha estado un poco resfriada, se le nota. Se la ve como siempre, sonriente y enérgica, pero con los rastros de una gripe.

-Decíamos que Animales difíciles es un libro existencial y político...

-Bueno, todos los libros de Bruna son en primer lugar existenciales. A mí lo que me atrae del personaje y lo que hace que sea mi alter ego en muchos sentidos, es que sabe cuando va a morir y que no puede olvidarse de la muerte, que es lo que hace el 90 de los humanos, o más. Viven como si fueran eternos, salvo un puñado de neuróticos como Woody Allen, como yo, como Cicerón también, que no podemos olvidarnos de que la muerte existe. Y está el tic tac tic tac del tiempo todo el rato y el viento del tiempo en los oídos. Eso te da esa cosa existencial pero también te da un hambre de vida tremenda, una intensidad de vida tremenda. Yo pago bien a gusto el precio del terror de la muerte por la intensidad de la vida. Ella es así y por eso me siento muy cercana. Es un tema esencial en todos mis libros: reflexionar, sobre la muerte, sobre el paso del tiempo, como el tiempo nos hace y deshace. Porque vivir es deshacerse en el tiempo, ¿no? Y también pensar en el sentido de la vida, si es que hay alguno.

-¿Y vos sentís que tu vida tiene alguno?

-Sí, hombre, cuando escribí El peligro de estar cuerda llegué a una conclusión: el sentido de la vida es simplemente vivir. Y a mí me basta, porque la vida se regocija en vivir.

-¿Cómo cambia ese sentimiento con los años? Esa idea de mortalidad, no debe haber sido igual a los 40 que ahora, que tenés 74.

-Yo he tenido crisis de pánico desde los 16 años hasta los 30, y luego aprendes que es miedo a la muerte, aunque mientras las vives no tienes esa conciencia: es un pánico puro que no sabes de dónde sale ni a qué. Pero cuando yo tenía 20 años, pues miraba con el rabillo del ojo a la gente mayor de 60 y me horrorizaba. Primero porque me parecían mayorcísimo. Pero, sobre todo, porque decía “joder, míralos, entran y salen, se van al cine, se van a comer, se van a tomarse un vermú, se ríen. ¿Y cómo pueden hacer todo eso cuando están tan cerca de la muerte?” Yo decía: “Si yo estuviera tan cerca de la muerte como ellos, estaría debajo de la cama aullando de pánico, aullando de miedo”. Ahora tengo bastante más que 60. Y no estoy debajo de la cama aullando de pánico. Tengo menos miedo ahora a la muerte que cuando era joven.

-¿Por qué no te animabas a escribir la muerte de Bruna de una vez?

-¡Ni de coña!. Desde la primera novela dije que no la iba a matar. Sería una autora crudelísima si mato a un personaje que se pasa todas las novelas sufriendo y contando la cuenta atrás. Ni de coña, vamos. La dejo viva y la dejo estupendamente bien colocada, además. Después de pasar por una novela complicadísima para ella, la más angustiosa y la más enigmática y la más cerrada y la más vertiginosa. En la que, además, se tiene que pelear con el cambio de cuerpo. ¿O sea, tiene un trabajo, la pobre, de identidad, que es uno de los grandes temas del libro. La identidad, algo que está tan en crisis.

-¿Por qué lo decís?

-Somos lo que los demás nos reflejan, ¿no? Somos animales sociales. Nuestra identidad depende de la mirada del entorno. En primer lugar, de la mirada de tu padre y de tu madre. Hay una historia que me contó (el escritor mexicano) Juan Villoro, genial, de una costumbre cruel que tienen en una zona de México. Se llama “los plantados” porque plantan una identidad en alguien. Entonces se ponen todos de acuerdo en la comunidad, en el pueblo, para burlarse de alguien. Le empiezan a decir, por ejemplo: “Ay, ay, Manuel, es que eres tan valiente, eres tan valiente. Y además, aunque pareces así, pequeñito y tal, en realidad eres tan atlético, eres tan atlético que tú eres la única persona capaz de tirarse de cabeza al horrible cenote este que tenemos aquí al lado”. Y se lo repiten tanto que al final termina tirándose de cabeza al cenote aunque se mate.

-Un poco somos todos, plantados, me parece.

-En esta sociedad tan llena de amenazas, de miedos, tan deconstruida, tan enloquecida con los chirridos de las redes, con todas esas miradas enloquecidas, la gente está desarraigada, tiene un problema de identidad muchísimo mayor. Y esto, además, influye mucho para la creación de grupos violentos. Un economista norteamericana que se llama Noreena Hertz publicó en 2020 un libro que se llama El siglo de la soledad, y ahí ella entrevistó a gente de Estados Unidos, extremistas militantes de grupos de extrema derecha. Les preguntó qué era lo que más les gustaba de su militancia en esos grupos. Y le contestaron que la fraternidad, el sentimiento de fraternidad, el sentimiento de pertenencia, el sentimiento de ser alguien. Porque además estos grupos te dan una identidad por la vía rápida, odiando a alguien. De eso se trata esta novela. Y también de la disforia.

Bruna Husky, caracterizada.
Bruna Husky, caracterizada.

-¿De la disforia?

-Claro, de eso que es más antiguo que el mundo, que es uno de los grandes traumas del ser humano: la distancia y la enemistad que tenemos entre el yo y el cuerpo. En la cultura nuestra cristiana castigamos al cuerpo cilicios y tal. En culturas orientales, a veces, al contrario, intentan opacar el yo y que sea todo cuerpo. Pero es un conflicto porque no hemos escogido el cuerpo en el que vivimos. Es un cuerpo que está lleno de necesidades, que se pone enfermo y además te enferma y te mata al final. Eso, llevado al extremo, son todas las disforias que hay ahora.

-De alguna manera también es eso envejecer, vas desconociendo tu cuerpo. Esta es la cuarta novela de Bruna Husky, tu alter ego. ¿Cómo evolucionó? ¿Cómo evolucionaron las dos?

-En las tres primeras novelas es el típico personaje que tiene miedo. Ella muy valiente y tal, pero es una cobarde emocional brutal. Entonces tiene miedo. Hay muchas personas así. Tienen miedo de sus propias emociones porque piensan que los sentimientos la debilitan. Entonces, Bruna ha escogido ser una fiera. Odia a todo el mundo: a los humanos porque la han hecho rep. Odia a los reps porque no quiere sentirse víctima. Se odia a sí misma. Y piensa que los sentimientos la debilitan. Por lo tanto, tiene intenta ser lo más fría y poner todo tipo de corazas y no amar a nadie. Ese es un error garrafal que comete este tipo de gente. ¿Sabe por qué?

-¿Por qué?

-Es un error garrafal porque no hay elección. Desde luego que querer a alguien te pone en una situación de vulnerabilidad tremenda. Y es jodido ser vulnerable. Y ya no te digo amar sentimentalmente a alguien, que te deja hecha una gelatina. Querer a un perro ya te hace vulnerable. Pero claro, es que la vida es eso. O sea, somos animales sociales para vivir la vida, una vida que merezca la pena de llamarse vida. Hay que vivirla, pues, queriendo a alguien y siendo vulnerable y aceptando ese riesgo. No aceptarlo es morirse en vida. Bruna, en la tercera novela aprende a no odiarse a sí misma y empezar a querer. Pero cuando la pongo en el cuerpo nuevo es como en el juego de la oca: vuelve a empezar. Vuelve a estar completamente aterrorizada de sus propios sentimientos, de sus propias emociones. No sabe ni lo que siente. Está hecha polvo. No puede fiarse de los sentimientos de los demás, de la mirada de los demás. Entonces vuelve a hacer ese camino, pero mucho más deprisa, en una sola novela y de una manera mucho más radical. Y llega más lejos.

Inteligencia artificial, un desafío. (AP
Inteligencia artificial, un desafío. (AP Foto/Markus Schreiber)

-¿Vos sos así, tenés miedo de querer?

-Pues yo en las emociones creo que soy muy valiente. Lo mejor que soy en mi vida es amiga, es mi gran logro. Tengo amigos desde hace 50 años y tengo amigos desde hace dos. Es decir, sigo abierta a esa inversión de esfuerzo y de tiempo de calidad y de fragilidad y de vulnerabilidad, que es seguir haciendo amigos.

-Me imagino que cerraste esta novela antes de que ganara Trump, pero se nota que ves el mundo muy peligroso. Da la impresión de que estás hablando de eso.

-La novela la terminé en julio. Aquí, en el personaje de la presidenta de la región de España, todo el mundo ve a Isabel Díaz Ayuso, que es la presidenta, de derechas, de la Comunidad de Madrid. Y en Dong ven a Trump. Pero la cuestión es que yo no he escrito esto pensando en personajes políticos concretos. Lo he hecho pensando en prototipos sociales: esta gente a la que no se les cae de la boca la palabra libertad, pero que no es más que la libertad del capital, la libertad del mercado.Y que son arrasadores. Entonces, si la lees ahora en España, a lo mejor piensas que esa presidenta es Isabel Díaz Ayuso, pero si la lees hace 30 años, pues piensas que es Margaret Thatcher.

-¿El peligro es por la derecha y por la inteligencia artificial?

-No, por la derecha y por la izquierda, o sea: por los extremismos, por los dogmatismos, por los ISIS, por todos los dogmatismos y extremismos religiosos y no religiosos que brotan por todas partes. La democracia está en caída libre en legitimidad y de credibilidad, por desgracia, porque es el único sistema que nos puede salvar la vida. ¿Pero hay que refundar la democracia, no? ¿Para, Para que? Para que la gente se sienta representada por ella. Porque hay una crítica legítima de la gente, que hay un montón de gente que no se siente representada por ella.

Democracia, un sistema cuestionado. (Jorge
Democracia, un sistema cuestionado. (Jorge Contreras/Infobae)

-Algo pasó para que llegáramos esto.

-Hombre, hay críticas legítimas hacia el sistema democrático. Hay que refundarlo, ¿no? Pero bueno, en cualquier caso, efectivamente está el miedo de este ascenso brutal de los extremismos dogmáticos y totalitarios. Y del hambre que hay en las nuevas generaciones por esos dogmatismos totalitarios que te dan tantas respuestas tan simplificadas. Yanis, uno de los personajes, dice que hay momentos donde las sociedades, los pueblos, eligen suicidarse por medio de la ignorancia. Estamos en esto. Hace 50 años no había nadie que dijera que la Tierra era plana, por ejemplo. Entonces. estamos suicidándonos por la ignorancia, por la pura ignorancia, porque estamos escogiendo no saber, porque el mundo da mucho miedo. Y entonces esos dogmas te calman, te consuelan. Y el odio consuela también.

-Y te preocupa la inteligencia artificial.

-Que tiene distintos niveles. y estamos embelesados con ella. La novela habla del tercer nivel: la creación de la superinteligencia artificial. Y claro, está creciendo a una velocidad exponencial. Los expertos dicen que puede llegar en 50 años o menos. Se va a construir una superinteligencia inhumana que lo que quiere decir eso es simplemente que no es humana y que por lo tanto no vamos a tener ni idea de qué es ni de cómo funciona. Y va a ser tan brutalmente superior a la nuestra que nosotros vamos a ser como las hormigas de esa inteligencia artificial. Que es lo que digo en el libro.

-¿Cómo es eso?

-¿Pueden las hormigas acaso entender lo que es un ser humano? Ni puñetera idea. ¿Pueden las hormigas controlar a ese ser humano para que no pisotee los hormigueros? Imposible. Entonces esto no lo estoy diciendo yo, lo está diciendo gente importantísima, importantísima, como Geoffrey Hinton, que fue el Premio Nobel de Física del año pasado. Geoffrey Hinton trabajaba en Google y se marchó en 2023 para poder denunciar la inteligencia artificial porque piensa que no la vamos a poder controlar y que va a exterminarnos. Entonces, no es que estemos construyendo una especie de robot malvado, tan malo que nos quiera matar: eso es mala ciencia ficción. No: estamos construyendo esa súper mega inteligencia que no vamos a entender y que nos va a ignorar, va a ser indiferente, va a ir a su bola y de repente puede decir “voy a utilizar estos átomos para otra cosa” y los átomos somos nosotros. ntonces ese es muy peligroso.

-¿Estamos condenados?

-No, el futuro no está escrito. El progreso no es inevitable. La catástrofe tampoco es inevitable: el ser humano es más tenaz que una cucaracha. Tenemos una capacidad de adaptación y de supervivencia absolutamente legendaria, que es la que nos ha hecho tener este éxito brutal como especie brutal. No está perdido, No está perdida la batalla. Pero hay una batalla.

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