![Angelina Beloff y Diego Rivera](https://www.infobae.com/resizer/v2/VTFXIUWIJZCNHPJRYAW4RCJI6Q.jpg?auth=95b430e25a1dd4ad8130da3cc52a8a2825f8997aea62ee9312ac75abf6d8d3d1&smart=true&width=350&height=525&quality=85)
“Te amo, Diego, ahora mismo siento un dolor casi insoportable en el pecho. En la calle, así me ha sucedido, me golpea tu recuerdo y ya no puedo caminar y algo me duele tanto que tengo que recargarme contra la pared. El otro día un gendarme se acercó: ‘Madame, vous êtes malade?’. Moví de un lado a otro la cabeza, iba a responderle que era el amor, ya lo ves, soy rusa, soy sentimental y soy mujer, pero pensé que mi acento me delataría y los funcionarios franceses no quieren a los extranjeros. Seguí adelante, todos los días sigo adelante, salgo de la cama y pienso que cada paso que doy me acerca a tí, que pronto pasarán los meses, ¡ay, cuántos!, de tu instalación, que dentro de poco enviarás por mí para que esté siempre a tu lado.
Te cubre de besos tu
Quiela”
París, noviembre de 1921. La mujer que escribe esa carta de amor está sola y sin dinero en una ciudad ajena. Hay desesperación en sus palabras porque sigue en duelo aunque su bebé murió tres años atrás: el dolor por la muerte de un hijo no prescribe. Su esposo, padre de ese hijo, partió de regreso a su país de origen con la promesa de volver por ella. Sin embargo, no hay noticias del hombre, que no responde sus mensajes aunque de vez en cuando le manda algo de plata.
La carta forma parte de una novela y es una ficción, pero está basada en una historia real, la de la pintora rusa Angelina Beloff (1879-1969), primera esposa de Diego Rivera, artista mexicano célebre por su obra descomunal y también por haber sido el gran amor de Frida Kahlo. Rivera: un hombre volcánico y afín a la desmesura, en todos los sentidos posibles.
![La rusa Angelina Beloff retratada](https://www.infobae.com/resizer/v2/NAYN6G4NXVD7PDAYUTMOKFLFWY.jpeg?auth=2e9af1557c7b642cbcf075f1661ac1dc755485d1e2e91284ebd4f671b056217a&smart=true&width=350&height=263&quality=85)
A mediados de los 70, Elena Poniatowska era ya una reconocida cronista (su libro La noche de Tlatelolco, de 1971, sigue siendo un clásico) y autora de algunos libros de ficción con escenario histórico cuando le encargaron escribir el prólogo para una edición de las dos novelas de Lupe Marín (La única y Un día patrio), considerada por entonces la primera esposa de Rivera, madre de dos de sus hijas. Le habían pedido un prólogo biográfico, una suerte de retrato de la mujer.
Poniatowska comenzó a investigar y llegó así hasta The Fabulous Life of Diego Rivera, una biografía del muralista escrita por el estadounidense Bertram Wolfe, en donde se encontró con una novedad: Lupe Marín no había sido la primera esposa de Rivera, sino la segunda. Antes de ese matrimonio, Rivera había estado casado durante diez años con Angelina Bellof, con quien había tenido un hijo que murió al año y medio a causa de una meningitis.
Esto sucedió en 1918, durante uno de los inviernos más cruentos que conoció París, la ciudad en la que vivía la pareja de artistas, acosada por grandes penurias económicas. El niño se llamaba Diego, como su padre, y su madre no pudo olvidarlo. Rivera, en cambio, hizo todo lo posible por dar vuelta la página.
![Angelina Beloff, en 1909, cuando](https://www.infobae.com/resizer/v2/J2AIH7I4ZRC4PBV7I67XQ52RF4.jpg?auth=e1ab530b032e0ff60ef7649690fb5e31eba0710a56a9f98aba91b6694a2be8da&smart=true&width=350&height=467&quality=85)
Poniatowska no salía de su asombro y en su cabeza comenzaba a tomar forma una novela. Esa novela primero fue una pieza de la revista Vuelta y luego se llamó Querido Diego, te abraza Quiela, fue publicada en 1978 y recientemente fue reeditada por Seix Barral. Se trata de un libro breve, que se inscribe en el género epistolar pero con una particularidad: el lector solo lee las cartas de una persona; no es un intercambio de correspondencia sino la reproducción del angustiado monólogo de una enamorada, un diario íntimo de la desolación redactado a partir de doce cartas fechadas en un lapso de nueve meses que son, en definitiva, un grito desgarrador en el vacío.
!["Querido Diego, te abraza Quiela",](https://www.infobae.com/resizer/v2/L25CHYD3MFCCHH4YWBS6OMJG2Y.jpg?auth=a3efd532d92f7150766b86295940b9703b9c9b29e4d060bc11a855f6db23a933&smart=true&width=350&height=197&quality=85)
Relato de una pasión sin eco, las palabras de esa mujer en llagas son un dolor ciego, pura pérdida. Sin Diego, Quiela no es nadie. “Un breve libro demoledor sobre el precio que pagan algunas mujeres por el éxito de quienes han sido sus compañeros”, lo definió el gran poeta mexicano José Emilio Pacheco.
“Mi valor lo determina el amor que me tengas y existo para los demás en la medida en que tú me quieras, Si dejas de hacerlo, ni yo ni los demás podremos quererme”, asegura la protagonista en un momento. “No sólo he perdido a mi hijo, he perdido también mi posibilidad creadora; ya no sé pintar, ya no quiero pintar”, dirá después.
Es la violencia del dolor y la impotencia del rechazo lo que puebla las cartas en las que se lee la crónica de un proceso de demolición personal, el discurso apasionado de un amor no correspondido entre un hombre de un narcisismo atroz y una mujer que ha perdido la dimensión de su propio valor: “Yo estaba como drogada, ocupabas todos mis pensamientos, tenía un miedo espantoso de defraudarte”. Una mujer reducida por amor casi a la servidumbre, como señaló hace unos años el periodista Ángel Berlanga. Un clásico del relato amoroso de todos los tiempos, podría decirse, y también un cliché.
![Una tierna foto de Angelina](https://www.infobae.com/resizer/v2/SE3XXDKJ25DD3CUJ4IAAVZLIEE.jpg?auth=6a1473d65f72bca8b59a1150790ec2ad40c1daab39439f7ccc0771160f8946fe&smart=true&width=350&height=622&quality=85)
Cuarenta y seis años pasaron a partir de la publicación original de la novela de Poniatowska y la mirada sobre el amor, sobre los vínculos de pareja y, fundamentalmente, la mirada sobre las mujeres ya no es la misma. Ya en su momento, ante algunas críticas, la escritora reconocía que el suyo era un libro profundamente emocional y que ella misma se había sentido tomada por el personaje de Angelina (llegó a decir que al escribir, sentía que era ella quien le escribía y le hacía reclamos a su propio marido). Asumía, además, que el tratamiento del personaje estaba dominado por la compasión y alejado de todo código feminista. Lo dijo así en una entrevista con Krista Ratkowski Carmona, de la Universidad de California, hace unos años:
“Yo me identifiqué mucho con ella. Te digo, me sentí Angelina. Ahora no creo que la suya sea la mejor actitud ante la vida. Desde luego, es una actitud que todas las feministas rechazarían. Es un libro que no puede considerarse feminista, porque una mujer que llora por un hombre y que lo está esperando y que piensa que su única salvación es a través del hombre, pues, todo esto está en contra de la posibilidad de integrarse como un ser único, como un ser valioso en la vida. Si uno sólo existe a través del amor del hombre o porque el hombre la quiera a una, jamás llega a adquirir personalidad propia. En las Editions des Femmes en Francia lo rechazaron porque dijeron que no cumplía con los cánones feministas y entonces lo publicó otra editorial que se llama Actes Sud. A las feministas les parece un libro deplorable”.
Naturalmente, estamos hablando de una ficción: las supuestas cartas de la artista rusa son creación de Poniatowska, quien buscó reproducir el tono desesperado de la artista rusa luego de leer una de sus cartas en la biografía de Wolfe. Con el tiempo -y con acceso a nuevas fuentes- la escritora comenzó a desconfiar de la veracidad de aquella carta. Pero la novela ya estaba escrita y a una ficción no se le exigen documentos ni pruebas. Si en la tapa dice “novela”, es eso, una novela. El problema puede surgir cuando detrás de una ficción hay una historia real, ya que si la ficción es exitosa al punto de canonizar una interpretación, la realidad tiende a esfumarse.
!["La avenida Hidalgo", de 1949,](https://www.infobae.com/resizer/v2/CD2Q4YRYWJF5LMTIAFG4ZBF35I.jpg?auth=35a33c420496a8f40ac7ece14b440975bb50109e1ff767e37d55cd44b81eacd6&smart=true&width=350&height=233&quality=85)
Angelina Beloff fue, sí, la primera esposa de Diego Rivera y la madre de su único hijo varón, quien murió siendo bebé. Fue también la que soportó los romances maníacos de Rivera, incluso el que tuvo con su amiga Marevna Vorobev-Stebelska, la artista rusa que en 1919 se convirtió en la madre de Marika, una hija a la que Rivera no le dio el apellido aunque sí tuvo vínculo con ella. Angelina fue, también, la mujer que se quedó en París y lo esperó en vano, pero además de todo aquello fue también una pintora y grabadora cuya obra nunca se interrumpió y que recién comenzó a estudiarse de manera más exhaustiva en los últimos años.
“De nadie he recibido más y a nadie he pagado peor que a Angelina”, escribió Rivera en sus memorias. Nadie en su sano juicio agradecería semejante elogio de un viejo amor.
Pese a los estereotipos y a la tristeza de aquellos años, pese a la depresión que siguió a la muerte de su hijo y al abandono de su enamorado, la vida que llevó adelante Beloff cuando terminó su vínculo con Rivera no parece haber sido la de una persona frustrada en su vida personal ni en su trabajo, como se lee en la novela. Si bien Poniatowska retrata a Quiela como un personaje en estado de desolación, lo que se ha podido reconstruir de la vida de la verdadera Angelina muestra otra cosa. Ocurre que la novela fija a esa mujer en el momento más abrumador de su vida y las personas no siempre quedamos atadas a la tragedia: finalmente, somos la suma de las diferentes etapas que atravesamos a lo largo del tiempo.
Pero vamos por partes.
![Otro retrato de Angelina Beloff](https://www.infobae.com/resizer/v2/VUKFSKR6TJHMPPAUCBUMZ2X7VM.jpeg?auth=9402d5f1c25ae33d82460709e42117768847d95c9fa49ed598a3612d58f38ab0&smart=true&width=350&height=467&quality=85)
Angelina y la pintura
Nacida en San Petersburgo en 1879, Angelina Beloff era una de los cinco hermanos de una familia rusa de profesores e intelectuales. Aunque su padre la alentaba a estudiar Medicina, en 1898 comenzó a pintar y seis años más tarde logró ingresar a la Academia Imperial de las Artes.
En 1909, decidida a profesionalizarse en el arte, se mudó a París, donde por entonces se manifestaban las corrientes artísticas de vanguardia. Estudió un tiempo en la Academia Henri Matisse y luego pasó a estudiar con el español Anglada Camarasa. Allí Angelina se hizo amiga de la pintora española María Blanchard, exponente del cubismo, y fue a través de ella que conoció a Diego Rivera, que era siete años menor que ella. El encuentro se dio en Brujas, Bélgica, durante un viaje. El enamoradizo Rivera buscó iniciar pronto una relación con Angelina pero ella se tomó un tiempo para responder a sus requerimientos amorosos. Finalmente comenzaron un romance y se casaron.
Vivían y se formaban juntos artísticamente, al tiempo que entablaban vínculos amistosos con distintos miembros del circuito artístico de Montparnasse como Picasso, Marie Laurencin o Modigliani y también con artistas e intelectuales mexicanos en el exilio. Más allá de su relación sentimental con Rivera, Angelina nunca dejó de producir obra en pintura y en grabado en madera y también en metal. Participó de exposiciones colectivas e individuales y algunas de sus piezas fueron adquiridas por diferentes instituciones. En 1917 nació su bebé, quien murió al año siguiente.
En 1921, Diego Rivera regresa a México para integrarse al nuevo tiempo político de su país y también a una incipiente era artística: el muralismo. En Francia, exiliada y sola, Beloff comienza a trabajar como restauradora y también como ilustradora de libros. De esta época es la única carta supuestamente real que forma parte del libro de Poniatowska y que ella, a su vez, tomó de la biografía de Wolfe. En 1932, amigos mexicanos la convencen de viajar a México y hacia allí parte Angelina, primero a Veracruz, luego a Ciudad de México.
!["Maternidad", xilografía de Angelina Beloff](https://www.infobae.com/resizer/v2/YP2Z3JOYB5H5TM7ZZ33WDD2HYY.jpg?auth=1eee1b63603678e3a7fe38ff18c9e69990278d765d6dd2c5334d2ab11c546147&smart=true&width=350&height=467&quality=85)
Rivera ya se había vuelto a casar en 1922 con Lupe Marín y en 1929 había contraído matrimonio con Frida Kahlo, de quien se divorciaría por poco tiempo en 1940 y con quien volvería a casarse ese mismo año. Estuvieron juntos (si es posible definir así esa relación) hasta 1954, año de la muerte de Frida. Hasta donde se sabe, Beloff y Rivera no volvieron a tener ninguna clase de vínculo, aunque hay dos leyendas que corren en paralelo acerca de si volvieron a verse.
Una de las historias, que iba de la mano con la imagen de Angelina como la pobre mujer abandonada, aseguraba que fue tal la distancia entre ellos que cuando se volvieron a ver por casualidad en un evento en Bellas Artes, en México, Rivera pasó por al lado de Angelina y ni siquiera la reconoció. Otra versión, en cambio, sostiene que Beloff asistió a una protesta en contra de la censura a una obra de Rivera. Poniatowska lo contó así en la misma entrevista con Ratkowski Carmona:
“Angelina Beloff sólo vio a Diego Rivera muchísimos años más tarde cuando él pintó el mural en el Hotel del Prado, con la frase ‘Dios no existe’. Es un mural que representa toda la historia de la Alameda. Está Diego tomado de la mano de una catrina (N. de la R: la catrina representa a la muerte, se trata de esa calavera clásica del arte popular mexicano), vestido de niño, con unas medias a rayas blancas y rojas, y al lado de él está Frida Kahlo, con su rebozo y sus trenzas negras. Entonces los gerentes del hotel le dijeron que le exigían por respeto al país (somos un país muy católico), le exigían que borrara esta frase. Una serie de pintores fueron al Hotel del Prado a apoyar a Diego Rivera, diciendo que él podía escribir lo que quisiera y Angelina Beloff estuvo entre los artistas que se solidarizaron con él”.
![Retrato de Susana Díaz de](https://www.infobae.com/resizer/v2/CBUOFEJI5RF7BISAE3U4FT5A4I.jpg?auth=a47577f4735e22706459c8fc8d58730ed3513e8c596d43ac754989a2a67ec64b&smart=true&width=350&height=467&quality=85)
El México de Angelina
Angelina Beloff vivió en México hasta su muerte. Murió en diciembre de 1969, a los 90 años y desde hacía unos años compartía la casa en la capital mexicana con su amiga y discípula Vita Castro, posiblemente la persona que más la conoció, la que seguramente saber cuánto la marcó la muerte de su hijito y hasta qué punto la quebró emocionalmente la relación con Rivera y luego su abandono. Diego Rivera había muerto en 1957, dos años después de casarse con la galerista Emma Hurtado.
Durante las casi cuatro décadas de vida en el país del hombre que amó, Angelina Beloff trabajó como profesora de dibujo y diseño y siguió creando obra como pintora, grabadora y en el arte guiñol, con sus títeres y marionetas. También fundó una serie de instituciones públicas dedicadas a las artes.
Su obra es albergada por colecciones públicas y privadas, como las del Museo de Arte Moderno, la Colección Blaisten, el Museo Nacional de Arte y el Museo Dolores Olmedo. En los años 80, sus grabados fueron expuestos en una muestra del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, en San Ángel Inn, al sur de Ciudad de México.
![Angelina Beloff, en su madurez.](https://www.infobae.com/resizer/v2/O2AVGRRCYVALDDFPDUAMTOIJMU.jpg?auth=7714a56638d4316d1423bd6e5cb7b1ca39ec7fde7f0d9c9386525e690e797ad1&smart=true&width=350&height=467&quality=85)
Poniatowska, como mencioné antes, siempre sostuvo que se aferró al personaje de Angelina deslumbrada por la historia que leyó en el libro del biógrafo de Rivera, que no era un investigador muy riguroso. De hecho, tiempo después de escribir su novela, fue Vita Castro, la amiga y cuidadora de Beloff, quien describió varias irregularidades de su relato.
Una de ellas es increíble porque creció con el tiempo en la ficción hasta instalarse como real. Según Vita, Diego Rivera no llamaba “Quiela” a Angelina sino “Gela”. Suena razonable. Así, si Quiela nunca existió, la novela de Poniatowska debería haberse llamado Querido Diego, te abraza Gela.
Pero ya no será.
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