Actuó en los casos Maldonado y Astudillo Castro: la increíble historia del falso perito que engañó a todos

Durante años, Marcos Herrero se hizo pasar por un experto en rastreo con perros, pero su método estaba basado en pruebas falsas y manipulaciones. Hoy lo están juzgando. Un nuevo libro revela los detalles de su oscura estrategia.

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Marcos Herrero y el libro
Marcos Herrero y el libro de Germán Sasso.

“En el año 2015, Marcos Darío Herrero, un policía de la ciudad de Viedma, comenzó a interesarse por la búsqueda de rastros al ver a sus compañeros de la División Canes”, cuenta el periodista Germán Sasso en su libro El coleccionista de huesos. “Hasta ese momento, su mayor contacto con los perros había sido como paseador”. Marcos Darío Herrero se involucraría, con sus perros, en casos resonantes y dolorosos. Como el de Santiago Maldonado o el de Facundo Astudillo Castro, quien desapareció en 2020, tras ser retenido por la policía bonaerense en la localidad de Mayor Buratovich -y luego interceptado en Teniente Origone- por violar la cuarentena, aunque su teléfono emitió señales más tarde en la zona de Bahía Blanca. Esta semana comenzó el juicio contra Herrero por “conclusiones mendaces y pruebas plantadas, con el claro objeto de incriminar a policías”, justamente en este último caso.

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El coleccionista de huesos

Por Germán Sasso

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El coleccionista de huesos: la historia secreta del falso perito que engañó a la Justicia, de Germán Sasso, reconstruye el caso de Herrero, un hombre que logró infiltrarse en la investigación de varias desapariciones en Argentina, presentándose como un especialista en criminalística. Con un estilo preciso y basado en documentación oficial, Sasso expone cómo Herrero manipuló pruebas, fabricó evidencias y llegó a engañar a familiares de víctimas y jueces.

El despliegue del peritrucho comenzó el miércoles 22 de julio. El primer lugar elegido fue la comisaría de Mayor Buratovich. Con su perro Yatel, recorrió la seccional (que había sido requisada por peritos con resultados negativos) y a los pocos minutos cantó: “¡¡eureka!!”. Y así llegaría su primer hallazgo: el cierre quemado de la mochila de Facundo. Estremecedor”, escribe Sasso.

La farsa siguió. Más tarde, el perro de Herrero fue llevado a revisar autos policiales. Según él, señaló sangre. Pero, dice Sasso en el libro: “El perro conducido por Herrero había detectado el rastro de Facundo después de 85 días. Los entrenadores de canes de las distintas fuerzas federales no podían creer lo que veían. Habían escuchado que Herrero era ‘un chanta’, pero nunca imaginaron presenciar semejante delirio en vivo y en directo”.

Pero este no fue el único caso en el que Herrero estuvo involucrado. Su actuación con Santiago Maldonado es penosa. Narra Sasso: “Alrededor de las 11 de la mañana, el primero –y el único– en ‘encontrar algo’ fue, por supuesto, Herrero. Levantó la mano y dijo ‘acá hay algo’. “Es un collar y se ve la letra S –comentaba orgulloso el famoso adiestrador–. Seguramente es de Maldonado. Tiene un colmillo de jabalí y la letra S de Santiago. El perro marcó. Estaba entre los tamariscos y agua escarchada’, repetía Herrero ante la incredulidad de los presentes, que dudaban por la forma y el lugar donde dijo haber encontrado el colgante”.

Sin embargo, los análisis científicos no encontrar material genétido de Santiago Maldonado en el collar. Lo que no detuvo a Herrero.

El periodista documenta otras intervenciones, como la de la desaparición de Viviana Luna en Mendoza y el caso de Micaela Gordillo en Catamarca. En cada uno, su modus operandi se repetía: aseguraba que sus perros podían encontrar restos humanos incluso años después de la desaparición, presentaba objetos supuestamente pertenecientes a las víctimas y generaba un clima de desconfianza hacia las fuerzas policiales.

Reclamos por Facundo Astudillo Castro
Reclamos por Facundo Astudillo Castro en la localidad de Pedro Luro. (Telam)

El caso de Viviana Luna fue impactante: “A pocos minutos de iniciada la recorrida, el rionegrino estremeció con su anuncio: ‘positivo’. Todos se miraban. No lo podían creer. ‘Acá hay algo con olor a Viviana’, agregó. Y de entre los escombros sacó un cráneo”, escribe Sasso.

Sin embargo, un fiscal no se dejó encandilar por los éxitos del perito y se puso a investigar: el cráneo era de un hombre. Y pertenecía a la misma persona que un maxilar con el que Herrero había “esclarecido” otro caso, en Santa Cruz. Como si fuera poco, los huesos habían sido manipulados y les había quedado impregnado el ADN de alguien. Que era... Marcos Herrero.

El libro también indaga en la psicología del falso perito. Herrero construyó una imagen de sí mismo como un investigador justiciero, alguien que, frente a la incompetencia del Estado, podía aportar respuestas. Su método se basaba en una combinación de discursos emocionales y supuestas habilidades científicas.

Sasso contó a Infobae algunos detalles de la confección de su investigación.

-¿Cómo llegaste a este personaje?

-Como señalo en el libro, es un personaje verdaderamente de película. No tengo dudas de que será un caso de estudio en el mundo. Yo he revelado 20 casos judiciales en los que Herrero comete todo tipo de barbaridades. Siempre embarrando, plantando y desviando causas. Por el caso que hoy se lo juzga en Bahía fue el disparador. El caso Astudillo Castro, un chico que murió ahogado en el cangrejal de Bahía. Las pruebas y la ciencia (entre otros el Equipo Argentino de Antropología) afirmaron que se trató de una muerte por ahogamiento sin la participación de terceras personas. Era una causa sencilla desde el punto de vista criminal, pero hubo varios interesados en utilizar la causa políticamente y hacerle creer a la sociedad que se había tratado de una desaparición forzada de persona. Una persona clave en todo ese engranaje fue el peritrucho Marcos Herrero. Que desembarcó en el expediente como perito de la querella. Este policía de Río Negro (que hacía estos trabajados particulares) comenzó a “encontrar” las pruebas necesarias para la teoría de desaparición forzada. Lo único forzado y trucho fue todo lo que hizo. La fama que obtuvo en el caso Astudillo fue su escudo protector. También grupos de Derechos Humanos que verdaderamente confiaban en él, aunque (el mismo lo dice en escuchas telefónicas) los odiaba. Igual que grupos feministas que hacían colectas para pagarle los honorarios y él -en la intimidad- las llamaba “feminazis”.

El periodista Germán Sasso (Cortesía
El periodista Germán Sasso (Cortesía Germán Sasso)

-¿Cómo lo describís?

-Fue un embaucador serial. Y en el caso Astudillo realizó todo tipo de hallazgos imposibles. No solo anulados por la evidencia científica, sino por el sentido común. Para culpar policías de Mayor Buratovich señaló que había encontrado un cierre de la mochila marca Wilson que usaba Facundo. Quedó demostrado que Facundo nunca estuvo allí, ni siquiera ingresó al pueblo aquel 30 de abril de 2020. Después, en otro pueblo (Origone) intentó culpar a otro policía “descubriendo” un supuesto amuleto de Facundo. Una vaquita de San Antonio de madera. Quiso hacer creer que el supuesto desaparecedor había dejado un amuleto del chico en una habitación del destacamento tras meses después y con el caso estallado en los medios. Además del sinsentido, por supuesto la ciencia lo fulmina: el rastro de olor de una persona que estuvo en contacto con algún elemento o de paso por determinado sitio no sobreviva más de 36/48 horas. Todos los hallazgos de Herrero fueron meses u años después. No hubo ADN de nada en ese elemento encontrado. Después revisó patrulleros y dijo que había “olor” y sangre de Facundo por todos lados. Otra vez lo mismo, fueron a laboratorio y -por supuesto- no era ni siquiera sangre. Pese a que toda su “evidencia” se anula rápido, mediáticamente el relato quedaba instalado y Herrero era un héroe. Después siguió con más disparates, más amuletos en más lugares. Otros perros de distintas fuerzas de seguridad no encontraban nada y él todo. Lo más bizarro fue cuando -con la ayuda de una clarividente que decía que hablaba con el chico muerto- llegó a un campo: dijo que había huesos con “olor” a Facundo. Eran huesos de vaca.

-¿Cómo fue investigarlo?

-Hoy – casi 5 AÑOS DESPUÉS- se lo está juzgando. Al comienzo osar cuestionar el peritrucho fue duro, porque recibíamos ataques y amenazas por poner en duda al “superesclarecedor”. Ahí fue cuando dije “este tipo no puede haber hecho en este caso solo”. Comencé a ver su carta de presentación, la que enviaba junto a una abogada con el presupuesto para intervenir en alguna causa no resuelta. Ahí vi que decía “100% de efectividad y de esclarecimiento”. Típico de manochanta. ¿Cómo podes ofrecer total efectividad de casos muchas veces complejos e irresueltos durante años? Claro de una manera: llevando vos mismo la “prueba”. Es así que fui hacia atrás y hacia adelante en el tiempo. Y descubrí casos realmente increíbles. Y aterradores. Es verdaderamente monstruoso todo lo que hizo. Y creo que falta mucho por descubrir. Yo relevé unos 20. Pero hay más.

-¿Qué datos o procedimientos te llamaron más la atención?

-Hay casos que son de serie cómica de Netflix, como cuando “descubre” “evidencia” en la cueva de un peludo. O también cuando después de 5 años utiliza el mocasín de un hombre desaparecido para seguir un rastro. O cuando dice que descubrió sangre y era pintura roja. O que sus perros olían arriba de un paredón o abajo del agua y la nieve. Pero sin dudas, los más impactantes fueron aquellos en los que hubo gente presa por obra y gracia de Herrero.

La búsqueda de Facundo Astudillo
La búsqueda de Facundo Astudillo Castro.

-Por ejemplo...

-En el caso Aracelli Fulles (que está desarrollado en el libro) mandó a la cárcel a 3 personas por hacer creer que sus perros habían olido a la víctima dentro del baúl. Terrorífico. O un doble femicidio en Neuquén. O en Santiago del Estero. Sus dos últimos fueron los de Marcela López en Santa Cruz y Viviana Luna en Mendoza. Para esos casos (que obviamente nada que ver tienen entre sí) Herrero tomó un cráneo que tenía en su casa de Viedma, lo partió a la mitad y se llevó la mandíbula al sur y la calota a Mendoza. En ambos, trató de involucrar a las exparejas de las mujeres.

-Y hubo más...

-En el sur, como si fuera poco, dijo haber descubierto la bóveda de los Kirchner con 75 millones de dólares termosellados. Eran -en realidad- del juego de Estanciero. Otra constante era involucrar famosos en notas “anónimas”, uno de sus objetos fetiches como las balas, pelos, preservativos y papel picado.

-¿Nunca encontró nada en realidad?

-En los casos que investigué Herrero nunca encontró a la persona desaparecida ni una evidencia seria sobre los autores de un caso criminal. Nunca pegó una. Además, de todo el plantado se atribuía cosas que nunca realizó como en los hallazgos de los cuerpos de Aracelli o Micaela Ortega en Bahía. Muchas veces le fue funcional a la policía, porque se ensuciaba las manos por ellos.

-Que haya llegado tan lejos ¿echa dudas sobre la justicia?

-No se puede generalizar. Hubo idóneos que honraron su cargo al no permitir semejantes atrocidades como si fueran prueba seria. Y hubo también de los otros: los que miraron para otro lado porque Herrero era protegido por ciertos sectores o tenía mucho vuelo mediático. Esta clase de funcionarios lo “dejaban correr” aunque sabían que era un trucho. Y después, están los más infames: los que usaron la prueba de Herrero para “cerrar” casos, en los que seguramente tenían fuerte demanda de Justicia. Esos son los casos más terribles, porque Herrero no podría haber actuado tantos años sino fuera por un sector de la Justicia que lo avaló. Herreros puede haber otros, pero las garantías y el “control de calidad” de la prueba le corresponde a uno de los poderes del Estado. Eso es lo imperdonable. Porque pueden aparecer otros Herreros.

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