Aida ha sido durante mucho tiempo el epítome de la ópera en su versión más extravagante: grandes decorados, lujosos trajes y hasta caballos de verdad paseándose por el escenario, una experiencia destinada a cautivar al público con su grandeza.
Durante más de tres décadas, The Metropolitan Ópera de Nueva York fue escenario de una versión muy apreciada de esta historia de amor, guerra y lealtad ambientada en el antiguo Egipto. Por tanto, la puesta en escena de una nueva producción adaptada a los tiempos modernos era una tarea difícil y arriesgada. “Como Aida es tan grande y tan cara... definitivamente sentí esa presión”, dice a el director de esta nueva versión, Michael Mayer, estrenada este mes en una de las salas más prestigiosas del mundo. “Sabía que había público que quería un gran espectáculo”.
“Aida” y el imperialismo
La ópera de Verdi ha enfrentado críticas por ofrecer una visión exótica y reduccionista del antiguo Egipto, desde una óptica occidental. Una de las tareas de Mayer consistía en “reconocer, aunque fuera con delicadeza, el tipo de imperialismo y colonialismo asociado a una especie de fetichización del antiguo Egipto”, explica.
Otras óperas también están ambientadas en culturas consideradas en el siglo XIX exóticas, afirma Mayer como Madama Butterfly, ambientada en Japón, o Turandot, en China. “Ahora, en los tiempos modernos, creo que todos somos mucho más conscientes del orientalismo, el colonialismo y el imperialismo, y de la idea de que estas culturas fueron desmontadas y reapropiadas, potencialmente de forma inapropiada”, afirma Mayer.
“Las principales críticas a la nueva producción han sido, bueno... críticas, pero renovar un pilar de la ópera tradicional es un delicado equilibrio”, reconoce Mayer. Y parte de ese desafío consiste en un equilibrio entre saber llegar a los nuevos aficionados a la ópera y satisfacer a la vieja guardia, es decir, renovar una ópera tradicional para una época contemporánea sin perder lo que la hizo atractiva en un principio.
Y, por encima de todo, tiene que tener poder de permanencia, un elemento básico del repertorio que pueda saciar al público durante varias temporadas. La propuesta de Mayer consiste en presentar la obra a través de los ojos de un equipo de arqueólogos que desentierran una antigua tumba, antes de que la historia de amantes cruzados, imperios en guerra y traiciones se desarrolle a todo color.
En un momento dado, se ve a los arqueólogos saqueando los tesoros de la tumba, un recordatorio del contexto colonial.
“Siento que mi trabajo consistía en ser capaz de ofrecer el bello espectáculo que el público que ama eso de Aida esperaba”, al tiempo que pretendía “contextualizar” esta obra que se estrenó en 1871 y es la segunda más representada en el MET (cerca de 1.200 funciones). “Mi sueño es poder dar a todos lo suficiente como para que les motive, quizá por primera vez”, dice Mayer, un director que además de trabajar en ópera lleva mucho tiempo en Broadway.
“Si alguien viene a la ópera por primera vez, ve Aida y dice: ‘Oh, Dios mío, es como un espectáculo de Broadway, me muero por volver’, entonces siento que he cumplido mi misión”, dice. Asimismo, captar los corazones de ese público es vital para el arte y para instituciones como el MET.
“El futuro de la ópera en Estados Unidos está en manos de los jóvenes”, afirma Mayer. “Tienen que sentir que están viendo algo fresco y nuevo” y “no vivir su miedo, que es ir a ver una pieza de museo que no tiene nada que decirles y que no tiene nada que decir al momento en que estamos”, sostiene.
Qué dijo la crítica de “Aida”
Para el crítico Zachary Woolfe del New York Times, la idea de sugerir que la trama de Aida es una fantasía creada desde una perspectiva occidental, no se desarrolla con claridad. A pesar del intento de ofrecer una visión renovada, la crítica señala que la producción se siente convencional y carente de teatralidad. Se mantienen elementos tradicionales, como los gestos operísticos exagerados y vestuarios inspirados en Cecil B. DeMille, mientras que el uso de proyecciones para recrear jeroglíficos no aporta una innovación significativa.
Por su parte Justin Davidson, especialista en música clásica de The New York Magazine, la nueva producción de Aida presenta un “enfoque más sobrio y conceptual, pero sin lograr el impacto esperado”. Sobre la mirada “crítica” al exotismo occidental en la ópera, opina que termina restándole fuerza al espectáculo. Y agrega, contundente, que en lugar de sumergirse en la grandeza de Aida, la producción parece “pedir disculpas por su ambientación”, creando una distancia irónica que diluye el dramatismo de la obra.
Por último, Heidi Waleson de The Wall Street Journal opinó que la dirección de Mayer “tiende hacia lo grandioso—con demasiada frecuencia, los protagonistas se alinean en la parte frontal del escenario con filas de coristas inmóviles detrás de ellos, y los personajes no conectan en sus escenas íntimas”. En búsqueda de equilibrar la grandiosidad visual con la profundidad emocional de la ópera, “terminó favoreciendo lo monumental sobre lo íntimo”, opina. Y ciertos pequeños detalles temáticos -como el saqueo arqueológico reflejado en la Marcha Triunfal y el uso de un cuchillo descubierto al inicio que reaparece en el desenlace- intentan aportar cohesión a la propuesta, pero “no logran compensar las debilidades musicales y teatrales de la producción”.
Fuente: AFP
[Fotos: Angela Weiss/AFP]