Tercer Arco seguramente sea el disco más recordado y clásico de la banda. También hizo vender mucho más a los discos anteriores. Tercer Arco definitivamente los potenció y permitió que sus canciones se pasaran en espacios donde sonaban artistas de otros géneros. Tiene hits definitivos, y muchos: Taxi Boy, El farolito, Verano del 92, Muévelo, Todo pasa, Al atardecer y Maradó. Todo lo cosechado con las otras dos producciones se agrandó y los marcó como una banda instalada para siempre en el imaginario popular argentino.
Siguiendo con el argumento de la intuición y escaneo social, ese radar especial que tuvo Andrés Ciro, en Tercer Arco se exponen figuras icónicas de la cultura popular, como el Che Guevara en Esquina libertad y Diego Maradona en Maradó. Con ambos, en la década del noventa, ocurre algo similar a lo que ocurre con el rock. El mismo público que necesitaba refugios emocionales, contención, cariño, que el Estado en todas sus formas se encargó de hurtarle, adopta estos íconos y los emparenta con su universo. Los protagonistas del planeta rock, lejos de esquivar esto, se los apropiaron, los utilizaron y les cantaron. En cuanto a lo lírico, poner el foco aquí, al igual que las descripciones urbanas de Cruel, Los mocosos, Ay ay ay o Pistolas, es también, una lectura de época.
Los dos primeros discos de Los Piojos no tienen referencias directas o explícitas a personas que forman parte de la cultura popular argentina, a excepción de Gardel y Discépolo con la reinterpretación que hacen de Yira yira. Pero en Tercer Arco asoman estas dos personalidades que, en la década del noventa, y particularmente en la juventud, forman parte de la cotidianeidad, al punto de convertirse en íconos pop.
Sus imágenes en la escenografía urbana están relacionadas con la rebeldía y la justicia. En ese sentido, resulta creíble militar el fanatismo o llevar una imagen en la vestimenta que incluya al Che Guevara y a Diego Armando Maradona. Estas dos personas, superando sus características naturales y los perfiles que los depositaron en el olimpo de las personas más conocidas del mundo, junto con el rock, pertenecen a ese conjunto de elementos que generan refugio ante la falta de abrigo social. Tal vez el público joven, habidos por necesitar creer en algo, se abraza también a las figuras del Che y de Diego, quienes, en conjunto con el rock, ocupan ese espacio vacío. Esa combustión de elementos socioculturales provoca un reconocimiento: ver a alguien, por la calle con una remera de Guevara o de Maradona, junto con cualquier tipografía o logo de bandas de rock genera cierto sesgo de complicidad, es sinónimo de ser “gente del mismo palo”.
Leo Oyola lo refleja en su libro Sacrificio, del año 2010, que forma parte de una saga que tiene una previa con Santería, y un final previsto con Aquelarre y Amén (que todavía estamos esperando). La narración se centra en 1996 y 1997, justamente el periodo en el que se publicó y se difundió Tercer Arco. Allí, Fátima Sánchez, una vidente que apodan la Víbora Blanca, protagoniza avatares donde la mitología, la religión, el misticismo, la amistad, el rock y las aventuras policiales te atrapan y no te querés escapar. Dentro de su círculo cercano de gente está el Emoushon, a quien llaman “el borrego” o “el pendejo”, y como marca personal se pasa todo el día con un walkman escuchando Tercer Arco. Así aparecen en el relato Shup-shup, Don’t Say Tomorrow y Muévelo. En el cenit de las aventuras, ahí donde comienza el desenlace, este pibe marginal, criado en la villa ficcionada Puente Apache, que anda cargado con un 38, a diferencia de sus amigos, descree de toda religión y/o santificación. Sin embargo, cuando se ve atrapado sin salida, en un combate final frente a una figura poderosa, lo único que atina a hacer es rezar. Y reza con la siguiente oración:
Dicen que escapó de un sueño, en casi su mejor gambeta
que ni los sueños respeta, tan lleno va de coraje
sin demasiado ropaje, y sin ninguna careta.
Dicen que escapó este mozo, del sueño de los sin jeta
que a los poderosos reta y ataca a los más villanos
sin más armas en la mano, que un “diez” en la camiseta.
Leonardo Oyola: La canción sobre Maradona captura un momento, cuando estaba cimentándose el rock barrial, y también entiendo que es para jugar con el público. Yo juego en ese libro con que cada uno le reza a su santo. Y el Emoushon, cuando va a combatir contra el Zupay, tiene en cuenta que sus compañeros de banda siempre le rezan a alguien: San Jorge, el Gauchito Gil o San la Muerte. Pero él recita la intro del tema a Maradona de Los Piojos como diciendo “mirá, yo lo que creo es en esto: ‘sin más armas en la mano que un 10 en la camiseta’, y acá, el único que está para bancar la parada soy yo”. Creo que eso es lo más lindo que nos pasaba con el rock barrial, la identificación.
Maradona, otra vez, transformado en un dios, esta vez desde la ficción por un joven en la década del noventa. Teniendo como parámetro el perfil camaleónico de Diego Maradona, ¿cuál es el arraigo de su espíritu con esa década?
Bárbara Pistoia se dedica a la gestión y comunicación cultural, al trabajo editorial y de investigación. Con los conflictos raciales como centro, se interesa en la relación entre escenarios sociales y movimientos culturales. Publicó por esta misma editorial Por qué escuchamos a Tupac Shakur y ¡Ay, amor! Un ensayo sobre la cumbia santafesina. También dirige Síncopa Editora, proyecto editorial de no ficción que formalizó su nacimiento con Todo Diego es político, un libro de ensayos para el que convocó a diez mujeres a pensar el carácter político de Diego Maradona.
Bárbara Pistoia: La década arranca con el último tramo deportivo de Diego en un pico muy alto, Italia 90 es un pico muy alto en términos deportivos y futbolísticos. Entonces, los adolescentes, los jóvenes de esa época, crecemos con ese Diego que empieza la década puteando a los italianos en el mundial por chiflar nuestro himno. En general, Diego de los noventa es un Diego de transición, esa cosa de ave fénix, que después vimos mucho en él, arranca acá. Mientras la llama deportiva empieza a apagarse y se suceden los escándalos, Diego empieza a encender y a concentrar toda su fuerza en lo cultural, social y político. Y en ese encender de Diego, todos los jóvenes y adolescentes de los noventa empezamos a encender nuestro propio trabajo ciudadano, nuestra propia búsqueda de pertenencia: ¿qué mundo habito? ¿Qué mundo hago? ¿Cuál es mi lugar? Y, por lo general, las respuestas son todas desoladoras, porque fue un tiempo muy difícil. Pero la música también nos salvó, y la llegada de MTV a la Argentina, el furor por los videos musicales, el consumo y el formato de la música... El consumo en todos sus aspectos, visual y auditivo, empieza a cambiar acá también, a modificarse, sobre todo en la segunda mitad de la década. Y lo mismo pasa con la televisión. Está el caso Coppola, que es como la inauguración de los mediáticos, y se empieza a mezclar todo, a consumir todo junto, cualquier cosa, a cualquier hora, y Diego aparece en todo eso. No le puede escapar nunca a lo que sucede en el aire. Y en el aire de los noventa, como en la historia de los últimos cincuenta años de nuestro país, está Diego. Lo que sí me parece particular de los noventa es que es una época en la que todo estaba por suceder en relación a lo que sería el nuevo mundo, el que estamos viviendo. Es el fin de siglo, se ensambla lo analógico con lo digital, y es como un proceso en el cuál Diego explota (en el buen sentido, hace uso, entiende) mucho más rápido de lo que explota ese proceso en sí, y lo lleva a otro nivel. Está metido en tu casa las veinticuatro horas del día desde diferentes lugares, temas y ámbitos. Y justo vas creciendo, empezás a ser consciente de tus gustos y ya no lo estás queriendo al tipo porque te están diciendo que es un buen jugador, lo estás amando, eligiendo, te estás aferrando a Diego como héroe, como poeta, como todo. Porque lo estás viendo hacer algo, en realidad hacer mucho, más allá de la pelota.
Aquí Los Piojos claramente expresan otra vez una lectura acertada de la realidad. Nuevamente Andrés Ciro agarra lo que anda dando vueltas en el aire de la juventud territorial de los noventa con la capacidad para captar aquello que inquieta a la sociedad y lo reelabora en canciones. Por supuesto que Maradona y el Che ocupan una buena parte del espacio geográfico de la década.
Entre 1990 y el año 2000, muchísimas bandas y solistas de distintos géneros dedicaron o mencionaron en canciones a Maradona. Hasta el año 1996, cuando apareció la canción de Los Piojos, podemos citar a La canción del Brujito (1986), de Peteco Carabajal y Jacinto Piedra; Y dale alegría a mi corazón (1990) donde, si bien no lo menciona, Fito Páez reconoció haberse inspirado en Diego para componerla; Maradona no perdona (1995), de Pocho La Pantera; La Pelota (1995), de Ricky Maravilla; Santa Maradona (1994), de Mano Negra; el Maradona Blues (1994), de Charly García y Claudio Gabis, y Francotirador, de Attaque 77 (1995), entre tantas otras.
Ya Ay ay ay estaba dedicado a Diego Armando Maradona, y comienza a gestarse públicamente una relación que tendrá varias secuencias más entre el ídolo argentino y la banda. La historia de Maradona y Los Piojos tiene un desenlace maravilloso con la visita del 10 a un show de la banda en Obras, y el saludo de Diego queda registrado para lo que luego va a ser su primer disco en vivo. ¿Cómo comienza a gestarse ese vínculo?
El periodista Fernando D’Addario escribió en el Suplemento No, de Página 12 que se publicó el 13 de mayo de 1999: “La historia de Maradona con Los Piojos tiene casi cinco años y nace, como podría suponerse, con la canción Maradó, que a su vez surgió como una reacción contra la hipocresía de quienes destruyeron a Diego después de la eliminación del seleccionado argentino en el Mundial de 1994. La versión del tema poco tenía que ver con la que se conoció después en Tercer Arco, pero Pocho, el mánager del grupo, se la llevó a Diego, en cassette, para que la escuchara. ‘Queríamos saber qué le parecía –cuenta hoy Andrés–, porque si él nos decía que no le gustaba, no la íbamos a tocar y mucho menos grabar. Pero por suerte le gustó’. Luego, ya con el disco sonando en la calle, el periodista Fernando Niembro comenzó a difundir el tema en su programa de radio y un día le dijo a Diego, al aire: ‘¿Vamos a ver a Los Piojos?’”.
Fernando Niembro: Lo que recuerdo, porque esto pasó hace muchos años... Creo yo que estaba en Radio del Plata, teníamos un programa al mediodía, que era líder en ese momento en programas deportivos, y también competía mucho con los otros programas. Estábamos primeros o segundos en las mediciones generales de aquel momento. Y un grupo de chicos venían a ver el programa. Entre ese grupo de chicos estaban estos que iban a conformar Los Piojos, o no sé si en ese momento ya se llamaban así o fue después.
Venían con su CD para hacerlo escuchar. Y nosotros teníamos la costumbre de que cuando llegaba la gente así, lo hacíamos escuchar. Entonces se escuchaba y los pibes decían “vamos a estar tocando en tal lugar”. E insistíamos y le dábamos manija porque los pibes se adherían mucho a lo que nosotros decíamos, eran muy maradonianos. Ahora, ahí empieza el puente. De aquello me acuerdo seguro. Creo que yo le hago una nota a Diego y los chicos habían escrito o estaban por escribir la canción, o lo que me decían es que lo amaban a Maradona. Entonces le hago una nota a Diego y le digo que escuche, y dijo ¡qué bueno! Digo, mirá, van a estar tal día en tal lugar. Tenés que ir, tenés que ir a escucharlos. Con esto no digo que nosotros fuimos los promotores de Los Piojos, pero ellos venían a nuestro programa, eran muy hinchas del fútbol y muy hinchas de Diego.
Guillermo Pintos: Los Piojos lo escuchaban a Niembro. Entonces un día van a la puerta de la radio, como Andrés fue a llevarme a mí el disco. Me parece que ni lo vieron a Niembro, sino al productor, y le dicen nosotros tenemos una banda, somos Los Piojos, escuchamos el programa de Fernando y le dedicamos una canción a Maradona. Y al aire, una vez, Niembro le hace una nota a Maradona y le dice “Diego, ¿sabés que hay una banda que se llama Los Piojos y te dedican un tema? Vamos a verlos’', y le contesta sí, vamos. Viste Maradona, se subía a todos los trenes.
Micky hoy dice no recordar cómo fue la secuencia, pero cree que fue Tavo quien le llevo la canción al programa de Niembro. Y Matu Kupinski, el hermano de Tavo, hoy afirma: “Tavo se fue a parar ahí en la radio hasta que entregó el demo, en cassette, antes de Tercer Arco. Y entonces, Niembro lo escuchó, porque uno de la producción se lo hizo escuchar, y ahí los invitó”.
Quién era productor de programa de Fernando Niembro en ese entonces era el periodista Gabriel Schultz, que clarifica y desasna toda la escena.
Gabriel Schultz: Fue en la vieja radio La Red, de Santa Fe y Agüero, y fue así: Tavo era muy fanático de La Red y un día yo puse un tema de Ay ay ay, porque Niembro me dejaba poner una canción por semana de una banda para presentar. Entonces Tavo, que no podía creer que pusimos un tema de Los Piojos, vino a la radio y me contó que le habían compuesto un tema a Diego. Le conté a Niembro, lo hizo pasar a Tavo al aire y pusimos el tema que él había traído en cassette. Ese cassette me lo quedé, y sí, Fernando se lo hizo a escuchar a Diego cuando le hizo una nota.
El periodista Eduardo Fabregat en un texto escrito en el diario Página 12 en octubre del 2007, comenzaba diciendo: “En los años fundacionales del rock argentino, mencionar a Ernesto Guevara en una canción era una idea delirante”. Por supuesto que esto tiene que ver con el clima político y social de la época, en donde la figura del Che es simplemente una amenaza a las instituciones y las buenas costumbres. No obstante, la imagen de Che Guevara está muy ligada al rock argentino de la década del noventa.
En la biografía autorizada de Los Fabulosos Cadillacs, escrita por el periodista Esteban Cavanna, cuando repasan el momento de la banda en 1992 aparece un apartado sobre el Che Guevara, ya que el disco El León (1992) incluye la canción Gallo rojo, firmada por Vicentico, dedicada a su figura. Cavanna cuenta que en algún show en Prix D’Ami, de Capital Federal, colgaron una bandera con la cara del Che. Flavio Cianciarulo recoge el guante y se hace cargo de que fue él quien puso la bandera, sin consultarle a sus compañeros de banda.
Al respecto del Che Guevara y el rock argentino de esa época, en el mismo libro de Cavanna opina el periodista Carlos Polimeni: “Hay un período de los Cadillacs que es el politizado, el contestatario, y coincide con el de otros grupos latinoamericanos. Y esto tiene mucho que ver con la primera visita de Mano Negra a la Argentina. A partir de ese momento, hay muchos grupos que descubren la música latinoamericana, el politizarse, cheguevarizarse, sacar banderas rojas y ser pro-zapatistas, haciendo una cosa que puede verse, también, como una especie de estereotipo del progresismo; no una cosa psicobolche de tipo de cincuenta años, sino el de una realidad cultural y artística del momento (1993-95)”.
Algunas menciones anteriores al Che en canciones de autores argentinos encontramos en el disco Octubre, mes de cambios, de Roque Narvaja; del año 1972, a cinco años de la muerte de Guevara, incluyó una canción titulada Camilo y Ernesto. Unos años después, en 1978, Moris ya exiliado en España, publicaba el álbum Fiebre de vivir y mencionaba al Che en Nocturno de princesa: “Drácula que mira a King Kong con ira y el Che Guevara gira que te gira”. Ya en la mitad de la década del ochenta, Charly García en Rap del exilio cantaba: “Yo tenía tres libros y una foto del Che. Ahora tengo mil años y muy poco que hacer”. Y en 1989, Los Violadores editaban el álbum Y que Dios nos perdone, y en Ellos son incluían al Che diciendo “Y el Comandante Che Guevara, se desilusionará”.
Y luego vino la década del noventa. En 1993 se realizó la versión fílmica de la vida de Tanguito, y la banda de sonido incluyó Hasta siempre comandante, el himno compuesto por el cubano Carlos Puebla. Un año después, el disco Dale aborigen, de Todos Tus Muertos, lo produce el ex líder de los pioneros grupos vascos Kortatu y Negu Gorriak. El mismo Fermín Muguruza escribió Alerta guerrillas, y se unió a Fidel Nadal (que se llama Ernesto de primer nombre en homenaje a Guevara) y Manu Chao para pedir “agua hirviendo para el mate del Che, dale fuego al agua caliente”.
En el librito que viene con la edición original, a la canción la ilustra una foto del Che. Y en 1996, el mismo año que sale Tercer Arco, Los Gardelitos lo mencionan en su primer trabajo: “La patria de Perón y de Guevara, el Che, hoy patria con dolor que agita tantas cosas en mi corazón”. También las Actitud María Marta cantan en Confusión: “Confusión en la nación. Olvido colectivo demasiada distracción. Te ponés la remera del Che, pero en realidad no sabés por qué”.
En los shows de La Renga, banda contemporánea a Los Piojos, se comenzó a cantar “Una bandera que diga el Che Guevara, un par de rock and rolles, y un porro pa’ fumar” y rápidamente se propagó en otras bandas con público similar. En el caso de Los Piojos, la canción que abre Tercer Arco es Esquina Libertad, que dice: “Lo que se pierde, ya se perdió / y no me seques la frente / Guevara, Guevara, Guevara / Guevara, Guevara, en mi remera de Dior / el Che era argentino / y murió en Vietnam”. Se plantea, entonces, la comercialización o banalización de la imagen del Che en las remeras. ¿Hasta dónde sirve llevarlo impreso si no se sabe quién fue o que hizo? Juan José Noé, es ex director del Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara (CelChe).
Juan José Noé: Siempre es difícil descontextualizar o apartar al Che de lo que sucede en Argentina en la década del noventa, pero en relación al tema con el que abre Tercer Arco me parece que se rescata cierto purismo en relación a la figura del Che. Y a la vez es paradójico, porque justamente Esquina libertad es como una recuperación de lo barrial, que va a suceder con muchas bandas, con la llegada y también, desde el análisis de Guevara, con la recuperación de figuras que podrían haber traído un poco de aire fresco a una década bastante oscura para aquellos que querían transformar las cosas. Porque en los noventa no es solamente el menemismo, sino también la concordancia que se arma dentro de un partido político y de sus adversarios totalmente desordenados, que no proponen nada nuevo.
Hay una recuperación de la imagen del Che propia de la cultura pop pero, desde mi punto de vista, sigue estando ligado a espacios de resistencia, como el propio rock en la década del noventa. Sobre todo, con lo variante que fueron Los Piojos en términos de estilo, aunque no fueron los únicos.
Por otro lado, no creo que se edulcore la imagen y el mensaje del Che, sino que hay una recuperación de menor intensidad, pero que no desdibuja el fondo de su significado. Yo miraba de reojo la banalización, hasta que un día Ramiro, uno de los hermanos del Che, me dijo que había estado en muchos países, y que en algunos no se podían poner remeras con la cara del Che. Entonces él me decía que siempre es mejor que esté a que no esté. Y creo que es una gran verdad. Nunca lo tomo como banalización, o que lo licuan, o que le están lavando la cara. Coincido con Ramiro en que siempre es mejor que esté presente, está muy bueno que exista y dar esa discusión.
Ramiro Guevara, nacido en septiembre de 1975 en La Habana, luego de que sus padres debieron exiliarse en 1974 cuando la Triple A, tenía mucho peso en Argentina, es el hijo menor del segundo matrimonio que el padre del Che, don Ernesto Guevara Lynch, formó con Ana María Erra. Vivió en Cuba hasta los treinta años, donde se recibió de licenciado geógrafo, una carrera ambiental muy vinculada a temas sociales. En la isla militaba en la Federación Estudiantil Universitaria, pero luego no se vinculó más en política, hasta que vino a la Argentina y comenzó a formar parte del CelChe.
Ramiro Guevara: He hablado con Juan José sobre el tema. Yo no estudié sociología, mi opinión es simplemente la de un familiar. Yo no hablaría de banalización, porque vivimos en un mundo completamente comercial, donde se comercializa todo. Por supuesto que si se utiliza una imagen y no se sabe lo que estás usando, ahí hay un conflicto, porque en realidad repetís lo que otros se ponen. Por eso surgen lugares como el Centro de Estudios del Che, para que el que tenga interés pueda ir y buscar la información ahí. Pero si no existe en ningún lado, si ni siquiera está la imagen comercial, es muy difícil que cualquier joven pueda ir y buscar de qué se trata. Pero no lo tengo avalado por nada científico.