El Bellas Artes exhibe sus “otras joyas”, en una preciosa mega muestra

“Museo secreto” reúne más de 300 obras de 250 destacados artistas argentinos e internacionales, desde el siglo XIV hasta la actualidad, en una propuesta plena de estímulos y belleza

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“Museo secreto” reúne más de
“Museo secreto” reúne más de 300 obras, de 250 destacados artistas argentinos e internacionales

Quizá fue más sencillo para Phileas Fogg dar La vuelta al mundo en 80 días que para cualquier visitante recorrer de manera detallada Museo Secreto, la mega muestra con la que el Museo Nacional de Bellas Artes inaugura su temporada y que también da el pistolazo de largada al calendario 2025 de exposiciones de todos los espacios del país.

Museo secreto. De la reserva a la sala reúne cerca de 300 obras de su vasta colección, muchas de estas piezas, que abarcan desde el siglo XIV hasta la actualidad, son exhibidas por primera vez, mientras que otras vieron la luz alguna que otra vez en diferentes momentos. Son, las “otras joyas”, las que rara vez aparecen en la muestra permanente, pero que no tienen nada que envidiar.

Asumiendo un rol de Jean Passepartout del periodismo cultural, su buscará proponer un recorrido digno, aunque la misión, desde el vamos, resulte imposible porque Museo Secreto es una propuesta de goce visual, plena de virtuosos artistas y obras de una factura maravillosa, ideal para llevar a los niños que, en caso de nunca haber visitado un museo, amarán el arte de por vida. Eso se firma ante escribano público.

Retratos, naturaleza muerta, paisajes, abstracción,
Retratos, naturaleza muerta, paisajes, abstracción, dibujos antiguos, esculturas, fotografías, afiches, animales e historia se reúnen en una ceremonia hipnótica, apabullante y gratamente ambiciosa

“Todos los museos del mundo muestran un porcentaje pequeño. La punta del iceberg. Este museo, por ejemplo, tiene 12.000 piezas en reserva de distintos periodos. Entonces ese fue un poco el motivo de la exposición temporaria, mostrar a la sociedad, porque este es un museo público”, dijo Andrés Duprat, director del museo, durante la apertura.

En el ingreso al Pabellón de exposiciones temporarias, tras atravesar el puente, se observa a La Emperatriz Thedora (1887) sentada en su trono, observando de frente, de rostro delicado y desafiante, en una obra del maestro francés del orientalismo Jean-Joseph Constant, que ya marca que el recorrido estará plagado de sorpresas, de las agradables, claro.

"La Emperatriz Thedora", del orientalista
"La Emperatriz Thedora", del orientalista francés Jean-Joseph Constant, da la bienvenida a la muestra

Museo Secreto cuenta con una curaduría coral, de distintos especialistas de áreas del museo, por lo que per se no propone un tipo de lectura determinada, ni se centra en periodos, etcétera, y se despliega en el espacio en un guiño a las colecciones de los Uffizi o los salones de la Royal Academy, abarrotadas (pero no tanto), aunque sí hay un orden, una lógica temática aglutinadora.

Retratos, naturaleza muerta, paisajes, abstracción, dibujos antiguos, esculturas, fotografías, afiches, animales e historia se reúnen en una ceremonia hipnótica, apabullante y gratamente ambiciosa. Desde ya, disculpas por la suelta de nombres que se producirá a continuación, pero —otra vez— es una manera de marcar la envergadura de una expo que reúne a más de 250 artistas.

El paisaje reúne a referentes
El paisaje reúne a referentes como Malharro, Collivadino y Quinquela Martín con Courbet, Corot, Pissarro, Utrillo, de Vlaminck y Sorolla

“Hay unos núcleos que ordenan de alguna manera, pero no son tan determinantes, sino disparadores con ciertas temáticas que abordan cada una de estas constelaciones de la historia del arte, y el montaje de esas constelaciones también es bastante novedoso porque no respeta una cronología, una temporalidad lineal”, agregó Duprat.

El único punto negativo, comentaban algunos visitantes no adeptos a las tecnologías que la recorrieron durante su inauguración del martes pasado, es la ausencia de los clásicos carteles de nombres de obra y autor, a los que se tenía acceso a través de códigos QR. Quizá, para los próximos visitantes, sea algo que se pueda mejorar.

"Primeros pasos" de Berni, casi
"Primeros pasos" de Berni, casi un 'selfie-point'

Apenas se ingresa, a la izquierda, en un espacio dedicado a retratos grupales, se puede observar el espíritu de Museo Secreto, en el que pueden convivir diferentes estilos y momentos del arte. Para muestra se necesita un botón o una pared, en este caso.

Allí conviven Las hijas de la actriz, una pintura del italiano Felice Casorati, que genera tres ambientes: mientras uno ignora al público, otra mira de soslayo con cierta molesta y una tercera sonríe eufórica pasando con los brazos en jarra; algo parecido sucede con Mujeres (1945), del brasileño Roberto Burle Marx, pero de corte más modernista, junto a Siete figuras (1971), del argentino Ricardo Garabito con cierta estética pop y Los seis herederos de Almatret (1914), bien academicista, del español Miguel Viladrich-Vila.

Sobre una de las paredes,
Sobre una de las paredes, una serie de retratos grupales marcan el tenor de la diversidad de la muestra

Entre las piezas exhibidas, se encuentran auténticas obras maestras de algunos de los pioneros de la pintura argentina, como Prilidiano Pueyrredón con El baño (1865); Ignacio Manzoni, El asado (ca. 1871); Graciano Mendilaharzu, La muerte de Pizarro (ca. 1884), Martín León Boneo, Agencia de colocaciones (ca. 1900) o La comida de los cerdos (1904) de Fernando Fader; La cacharería (1912) de Jorge Benítez; El carnicero (1924), de Cesáreo Bernaldo de Quiros; El Pesebre (Navidad 1929), un tríptico de Alfredo Gramajo Gutiérrez de 1932, y si bien Pimeros pasos (1936) de Berni llaman la atención de los visitantes, lo que resulta lógico, tampoco hay que perderse El obispo, un grabado del ‘62.

Más acá en el tiempo, a la austríaco-argentina Mariette Lydis, dos de Jorge Larco, Raquel Forner con su Retablo del dolor (1943), Héctor Basaldúa, la rara El Televisor (1973), de la serie de la dictadura de Carlos Alonso, Acerca del descubrimiento (1991), de Marcia Schvartz, Víctor Chab. Y así.

Una extensa sección de retratos
Una extensa sección de retratos reúne desde fotografías a óleos de diferentes épocas

Regresando a los retratos, esta vez individuales, la experiencia de este entrecruzamiento se refuerza con mayor potencia. Entre los ejemplos, se despliegan uno realizado por el mexicano Julio Castellanos de 1925 y un poco más allá brilla el del poeta Alfredo R. Bufano (1923) de Emilia Bertolé cerca de Martita (1927), la preciosa obra de Hildara Perez de Llanso, que ya se vieron ver en El canon accidental de 2021, se encuentra rodeada por El chico de la bufanda (1932), de Augusto Schiavoni y una Figura femenina (1932) de Spilimbergo.

Por allí, cercano al Enrique Fogwill (2006) de Mondongo, una niña preciosa de su serie de niños santiagueños llamada Rosario (1934) de Ramón Gómez Cornet aparece rodeada de las icónicas fotografías de Charles Baudelaire, de Etienne Carjat (1863) y de Victoria Ocampo, por la francesa Gisèle Freund.

"Amistad" del belga Jef Leempoels
"Amistad" del belga Jef Leempoels

También es precioso (e imperdible) el juego entre los óleos Amistad del belga Jef Leempoels, que muestra a dos hombres trajeados tomándose de la mano como si posaran para un daguerrotipo y, arriba, El mate de plata (1916), de Alfredo Benites, una pieza que reúne a una mujer vestida al estilo colonial, con su peineta y abanico, junto a una criada negra, que sostiene el labrado continente de la infusión como un signo de una relación cercana.

Por otro lado, en el sector de paisaje nacional aparecen Martín Malharro, Pio Collivadino, Benito Quinquela Martín, Fray Guillermo Butler, Roberto Aizenberg, Nicolás García Uriburu o Fermín Eguía, que dialogan en la sala con grandes autores europeos como Gustave Courbet, Jean-Baptiste Camille Corot, Camille Pissarro, Maurice Utrillo, Giorgio de Chirico, Maurice de Vlaminck o Joaquín Sorolla y Bastida. Todas joyas.

"Musidora", de Julio Romero de
"Musidora", de Julio Romero de Torres

Una de las curiosidades de la muestra es que más allá de las artistas mainstream, de acá y afuera, es una experiencia reconfortante para los amantes de la Historia poder presenciar las pinceladas de artistas que el tiempo tapó y, casi diríamos, dejó en el olvido. Se nombraron varios, pero sumo al andalú Julio Romero de Torres, contemporáneo a Sorolla, pintor del folclore, de lo marginal, modernista y simbolista, que tuvo un celebrado paso por Buenos Aires allá por el ‘20 del XX, y que con su Musidora, representa, en un guiño con la Olympia de Manet, a la actriz y directora francesa Jeanne Roques, musa del movimiento surrealista, arquetipo de la “femme fatal” por su papel en el filme Les Vampires (1915).

Entre los dibujos resuenan los nombres de William Blake, André Lothe (maestro de tantos grandes artistas nacionales) o Gustave Doré, y entre los grabados se puede observar desde Ricardo Carpani a Matisse y Picasso. En el campo escultórico aparecen Leonora Carrington, Marta Minujín, Liliana Maresca, Elba Bairon, Norberto Gómez, Juan Carlos Distéfano, Enio Iommi, Víctor Grippo o Pablo Suárez, entre otros, mientras que en la sección fotográfica, Robert Mapplethorpe convive con Horacio Coppola, Anatole Saderman, Alejandro Kuropatwa, Marcos López, Eduardo Grossman, Julieta Escardó y la suelta de nombres podría continuar.

Una sección pone el foco
Una sección pone el foco en el bodegón o naturaleza muerta

Más allá de lo paisajístico, en el orden de lo natural hay dos sectores separados que presentan la infaltable pintura de bodegón —con exponentes como Ernesto de la Cárcova, Augusto Ferrari, Emilio Pettoruti, Miguel Carlos Victorica, Miguel Diomede, Bibí Zogbé, Horacio Butler, Lía Correa Morales y Henri Fantin-Latour— y un extenso desarrollo animalístico que no solo sorprende por su riqueza, sino también por despertar, quizá más que ningún otro espacio, una relación afectiva con las obras.

En Suzette, el peruano Daniel Hernández Morillo retrató a un tierno yorkshire terrier, mientras que en Sorpresa, Federico Jiménez Fernández, pintor español del siglo XIX especializado en la pintura de animales, propone una escena de granja, en la que un gato de rasgos malévolos asuma su cabeza por un hueco entre maderas y una gallina, protegiendo a sus polluelos, lanza al aire un cacareo de guerra. En el terreno felino también se destaca un Foujita maravilloso en blanco y negro, Tres gatos con pescado (1932), en el que, feroces, son captados en el momento en que saltan sobre el que se escapa con el alimento.

"Tres gatos con pescado", de
"Tres gatos con pescado", de Foujita

Otro especialista en animales, el belga Eugène Joseph Verboeckhoven, surge con una simpática “toro volador” con Toro enfurecido (1849), mientras el francés Marais surge con una pieza de espíritu trashumante en Regreso a la puesta del sol. Hay también espacio para Caballos en libertad (Alfred Dedreux), más Aves en el corral (Claude Guilleminet), Perros ratoneros (James Ward), un Interior de establo (Antoine Lambert) y una Cabrita serrana (Luis Adolfo Cordiviola).

Hay que dedicar al menos un minuto a Un zorro de la enorme Rosa Bonheur, francesa que rompió con las convenciones sociales sobre el comportamiento femenino, maestra total de obras animalísticas, y pensando en esta tradición dentro del país, quizá la ausencia más notable sea la de la pionera Julia Wernicke (más allá de sus Toros en la exposición permanente), quien pintó los animales del extinto Zoológico de Buenos Aires y durante sus viajes al campo.

Un visistante ríe con el
Un visistante ríe con el "Toro enfurecido" de Verboeckhoven,y sobre un costado se observa parcialmente "Un zorro" de Bonheur

En otro apartado está dedicado a artistas argentinos y latinoamericanos que dejaron su huella en el terreno de la abstracción, como Kenneth Kemble, Tomás Maldonado, Sarah Grilo, Noemí Di Benedetto, Kazuya Sakai, Martha Boto, Julio Le Parc, Anita Payró, Jesús Rafael Soto, Alejandro Puente, Eduardo Stupía, Noemí Gerstein, Jorge de la Vega, Luis Felipe Noé, Rómulo Macció, Emilio Renart, Tulio de Sagastizábal o Luis Gowland Moreno.

De Museo Secreto se pueden sacar varias conclusiones. La más evidente es que el maravilloso acervo del principal museo del país, que posee en su subsuelo tesoros, necesita salir a la luz. Sus “otras joyas”, que deben haber aún más, deberían ser accesibles en la institución pública.

"Museo secreto. De la reserva
"Museo secreto. De la reserva a la sala" puede visitarse hasta el 4 de mayo de 2025 en el Pabellón de exposiciones temporarias

En ese sentido, debe lamentarse la suspensión del proyecto de construcción del Centro Nacional de Conservación y Reservas frente a Plaza del Congreso, porque —es vox populi— la vieja sede la Casa de Bombas, donde se filtraba el agua de la ciudad allá por el XIX, queda muy pequeña. O, en todo caso, debería continuarse con el proyecto de ampliación, también suspendido, aunque quizá algún día se lleve adelante, ya que citando a Duprat en una entrevista con Infobae Cultura, si “se toma una decisión política se hace”.

Sobre este tema, durante el lanzamiento, Julio Crivelli, presidente de la Asociación de Amigos, reflexionó: “Realmente se muestra una pequeña parte de la reserva, pero es muy representativa de todo lo que hay. Y bueno, podríamos hacer otro museo. ¿No? Lo que necesitamos es espacio. Se van a dar cuenta de que necesitamos espacio, pero la realidad es que la muestra es excelente y además pone en valor y pone a la vista obras que la sociedad quiere ver desde hace muchísimo tiempo y lo hace de una manera muy, muy virtuosa”.

*Museo secreto. De la reserva a la sala puede visitarse hasta el 4 de mayo de 2025 en el Pabellón de exposiciones temporarias del Bellas Artes, Av. del Libertador 1473. De martes a viernes, de 11 a 19.30 (último ingreso), y los sábados y domingos, de 10 a 19.30. Entrada gratuita, pero se puede contribuir de manera voluntaria para su mantenimiento con un dispositivo de autogestión ubicado en el hall de acceso.

Fotos: Gentileza MNBA

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