“Esta novela es una metáfora del infierno, una cosa dantesca. Debe ser entendida como metáfora de la sociedad en que vivimos”, dice Guillermo Saccomanno, el flamante ganador del Premio Alfaguara de novela 2025. Habla sobre Arderá el viento, la novela galardonada en la XXVIII edición del prestigioso reconocimiento literario, una historia en la que la realidad violenta funciona como un inquietante disparador.
El jueves, tras el anuncio del premio, en rueda de prensa global con periodistas de España y América Latina, el escritor, ensayista y guionista de historietas argentino habla sobre la intención de narrar las relaciones familiares en un pueblo como lo hizo su admirado David Lynch: con ironía y compasión. Porque el pueblo de esta novela, que saldrá a la venta en abril, es un escenario que opera como una metáfora de la sociedad en su estado más crudo.
En Arderá el viento, se trata de un pueblo en la costa argentina, un lugar chico, aparentemente tranquilo, donde laten prejuicios, supersticiones y violencias larvadas que estallan con la llegada de los Esterházy, una pareja enigmática junto a sus dos hijos. En el diálogo con la prensa, el autor de Cámara Gesell y El oficinista -que vivió en la localidad costera de Villa Gesell- dice, contundente: “Las sociedades se vuelven fascistas en los pequeños pueblos”. Y suma: “En un país donde abunda la desocupación justifica también estas actitudes que se van derechizando”.
Es conocido el dicho “Pueblo chico, infierno grande”, pero este infierno que imagina Saccomanno tiene mucho que ver con los tiempos que corren: de malestar, tensión, decrepitud y desasosiego. Según detalla el autor, esta novela breve está “más concentrada en una familia y sus relaciones que se van abriendo como seudópodos y permiten incorporar a distintos personajes, algunos vinculados a la droga, otros vinculados a la prostitución, otros al narco e a la corrupción de un Concejo Deliberante. En fin, delicias de la vida cotidiana en un pueblo.”
“Pensemos que en el atraso de las poblaciones rurales, de las poblaciones del interior, donde la educación es deficitaria, en donde imperan los partidos conservadores, donde hay caudillismo. Pensemos que nuestro país es un país que en su interior tiene gobiernos feudales. Entonces no hay vuelta en esto”, señala el autor de Mirlo y Esperar una orilla.
Acompañado vía Zoom por el jurado que eligió su manuscrito por unanimidad entre más de 700 obras ―los escritores Juan Gabriel Vásquez, Leila Guerriero, Manuel Jabois, Paula Ortiz, Andrea Stefanoni y Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara― Saccomanno habla desde las oficinas de la editorial en Buenos Aires y señala que esta novela, “como muchas de las cosas que he escrito, aun las que pueden tener un tinte fantástico, son metáforas de la realidad, vienen de la realidad” y que es “una cruza entre el espanto y la risa morbosa”.
“La voz es una novela coral”, afirmó el escritor, subrayando la manera en que distintos personajes entran y salen de la historia, como si la comunidad misma hablara. Inspirado en la tradición literaria de Sherwood Anderson y William Faulkner, el autor logra que el pueblo en el que transcurre la trama adquiera un tono propio, una identidad que se nutre tanto del habla popular como de una narración depurada.
Existe otra relación directa de Arderá el viento: con la obra de Juan Carlos Onetti, un autor que lo marcó desde la adolescencia. “Descubrí a Onetti y a Faulkner en simultáneo, tendría 16 años”, recordó en la rueda de prensa. La voz colectiva que atraviesa su novela, esa narración que se mueve entre la primera persona del plural y el rumor del pueblo, encuentra un antecedente en Santa María, la ciudad ficticia del escritor uruguayo. “Onetti fue un escritor que a mí me marcó mucho”, afirma.
El proceso, sin embargo, no estuvo exento de dificultades. “Lo más complejo fue escribirla”, admite Saccomanno sin vueltas. La novela nació en medio de un año marcado por problemas de salud y una mudanza que lo obligó a desprenderse de parte de su biblioteca. “Uno escribe en los momentos de salud y no en los momentos de enfermedad. El libro lo escribe la salud. En esto sigo a Guattari y a Deleuze. Proust también escribía cuando no tenía ataques de asma”.
¿Qué más dice? Que “esta novela puede leerse también como una novela moral”. Pero hay más ecos con el presente.
Un aire de época
Consultado por Infobae sobre la relación de la atmósfera que recrea en su novela y el ascenso de figuras como la de Javier Milei y Donald Trump y otros líderes de extrema derecha, el autor dice que surgen por “una disconformidad, un resentimiento”.
―En el anuncio del premio citó la célebre frase de Tolstói: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”. En un contexto global marcado por el auge de líderes de ultraderecha como Milei o Trump, y considerando que países como Argentina pueden reflejar tensiones universales, ¿de qué manera Arderá el viento dialoga con estos procesos políticos y sociales?
―Hay una definición de Brecht que es: “un fascista es un burgués asustado”. ¿Qué son los personajes de esta novela? Asustados. Los asustados reaccionan así. Entonces, esto explica algo o intenta explicar algo. No de manera directa, porque si bien nosotros nos alimentamos de la realidad o un hecho de la realidad puede ser detonante de un relato, no hay una explicación mecánica y yo no soy un teórico. ¿Puedo tener una formación política que viene del marxismo? Sí, pero no me animo desde la literatura a teorizar.
Saccomanno fue aún más directo al abordar la situación de Argentina y el ascenso de Javier Milei, en la respuesta a Infobae: “Supongo que se lo debemos en gran parte al pueblo argentino, por una disconformidad, por un resentimiento. Y es lo que explica los populismos: no encontraron una puerta hacia el reparto de la riqueza. Entonces, la riqueza se concentra cada vez más y estamos como estamos. Y gana Trump, y gana Meloni. Y en España la derecha avanza”. Para el escritor, su novela opera como un espejo de estos conflictos sociales, revelando las tensiones ocultas que atraviesan el mundo contemporáneo. “Esto hay que pensarlo en términos de economía política”, concluye.
Sobre la literatura en tiempos de odio, Saccomanno afirma: “La literatura no cura a nadie. En esto soy absolutamente escéptico, pero creo que a veces sana, alivia. Esa es la intención de mi literatura”.
“En Argentina hemos tenido una sucesión de dictaduras, y hemos tenido una de las dictaduras más sangrientas de Latinoamérica y, sin embargo, escribimos”, afirma con la certeza ríspida. Para él, la literatura no desaparece bajo el miedo ni la censura: se multiplica.
“Surgen cada vez más voces poéticas, cada vez más editoriales independientes. Pareciera que hay como un tsunami de literatura que sorprende. No sé si toda es buena, pero siempre es bueno que haya mucha para poder discernir, para poder elegir, para poder polemizar, para poder discutir”.
Para Saccomanno, las obras pueden iluminar las tensiones sociales, pero no corregirlas: “No creo de ninguna manera que pueda cambiar el mundo. Tal vez se puede explicar la derechización a través de un cuento, a través de un relato. ¿Se puede describir la negación de la muerte a través de La muerte de Iván Ilich?”. Y refuerza su postura con un rechazo tajante a cualquier intención didáctica: “Yo no creo que con las buenas intenciones se haga buena literatura, sino todo lo contrario. Odio, abomino las bajadas de línea”.
De voz rocosa y prosa áspera
Saccomanno sitúa Arderá el viento en la misma geografía literaria que Cámara Gesell, publicada hace dos décadas. “En la llamada Villa, como llaman los lugareños más antiguos de Gesell a Villa Gesell. La villa es el escenario de Cámara Gesell, que era más extensa, y que fue muy leída, muy repudiada en el pueblo y después muy aplaudida, con esas relaciones contradictorias de que un día sos el peor de todos, el maldiciente, y al día siguiente sos la ilusión del pueblo”, señala. Ahora, la novela ganadora del Premio Alfaguara retoma esa atmósfera y la lleva a una escala más íntima.
Mientras que Cámara Gesell tiene “una ambición más totalizadora en términos del filósofo Gyorgy Lukács, una visión mucho más amplia de abarcar todo el invierno, contar todo un invierno donde el pueblo piensa que cuando empiece la temporada, cuando empiece el verano, con el turismo, se va a salvar”, Arderá el viento se concentra en una historia más acotada, marcada por los vínculos familiares. “Tal vez de lo que se trata en estos casos es discernir sapos reales en jardines imaginarios y sapos imaginarios en jardines reales. Esta es la disyuntiva en la que pivotea la novela todo el tiempo”, agrega.
Para Leila Guerriero, miembro del jurado, Arderá el viento contiene “lo mejor del universo narrativo de Saccomanno, su voz parca, rocosa, esa prosa áspera y aguardentosa”. ¿Con qué Saccomanno nos vamos a encontrar? Según el escritor, “lamentablemente con el mismo de siempre, uno trata de perfeccionar el error, como decía Beckett”.
Saccomanno también descarta las etiquetas rígidas y defiende la convivencia de distintos registros en una misma obra. “No creo en los géneros. No creo en los géneros. Todos pueden ser útiles y todos pueden convivir en una novela”, sostiene. Arderá el viento escapa a cualquier clasificación cerrada: “Mi novela puede ser leída como un noir, como una novela de costumbres, como una novela trágica”.
Según afirma ante los periodistas, “La clasificación en géneros es para la comodidad de los críticos y de los estudiantes de literatura y los profesores de literatura que necesitan etiquetas aquí y allá y ver cómo acomodan una biblioteca de manera que no intranquilice.”
Así comienza esta “novela breve, polihédrica, rica en vivencias, experiencias de una velocidad que quiebra la cabeza”, según el presidente del jurado: “El cadáver amanecerá en un barrial del sur, cinco impactos de 9 mm. No nos vamos a poner a detallar dónde le acertaron los balazos, si en el pulmón izquierdo, en el hígado, donde sea. Detallar los impactos no aclara demasiado el asunto. Nadie vio nada. Pero la sangre está. No nos hagamos los que no vimos. Siempre alguien vio. Y pudo ser visto viendo. Somos pocos en esta Villa y nos conocemos, las malas noticias circulan antes que la radio, la tele y el periódico”.
Ahora, hay que esperar a abril.
Fotos: Malena Lico / Gentileza Penguin Random House Argentina