Traducir es mucho más que trasladar palabras de un idioma a otro. Es una forma de creación, un acto de interpretación que exige un profundo conocimiento de la lengua, la cultura y el espíritu del texto original. Pero, entre los diversos géneros literarios, hay uno que plantea un desafío único: la poesía. ¿Cómo se traduce un poema sin traicionar su ritmo, su musicalidad, su sentido profundo y, al mismo tiempo, hacerlo vibrar en una lengua diferente? Para muchos, traducir poesía es uno de los ejercicios más complejos de la literatura.
En una entrevista exclusiva con Infobae, tres traductoras argentinas especializadas en poesía –Vanesa Fusco, Micaela Van Muylem y Eleonora González Capria– comparten sus experiencias en este delicado oficio. Desde cómo enfrentan las ambigüedades del lenguaje hasta los dilemas culturales que surgen al interpretar un poema, sus voces iluminan un trabajo que, aunque muchas veces invisible, es esencial para que la literatura viaje entre culturas y generaciones. Para Van Muylem, traducir poesía no es simplemente traducir palabras, es reescribir un universo para otro lector.
Para Fusco, este oficio no solo requiere conocimientos técnicos, sino también una sensibilidad única para captar los ritmos, la musicalidad y las múltiples capas de significado que habitan un poema. “Es un sinfín de cuestiones que se tienen en cuenta casi simultáneamente, y por eso muchas veces un poema de 100 palabras puede llevar el mismo tiempo que un capítulo de una novela”, añade.
Con estilos y trayectorias diversas, las tres traductoras revelan los procesos, los desafíos y las recompensas que implica dar nueva vida a las obras poéticas.
El arte de traducir poesía: un trabajo de precisión y pasión
Para Vanesa Fusco, traducir poesía es enfrentarse a un rompecabezas donde cada pieza debe encajar con precisión. “Lo primero que hago es leer el poema varias veces, en silencio y en voz alta, para escuchar la música y la sonoridad de las palabras”, describe Fusco, quien insiste en la importancia de captar el ritmo y las figuras retóricas del original. Si el poema tiene métrica y rima, su primer objetivo es mantener estos elementos siempre que sea posible, sin traicionar el sentido. Sin embargo, no duda en reconocer que, cuando el significado prima sobre la forma, termina optando por el verso libre: “Cuidando de todos modos la musicalidad del original”, añade.
Además, Fusco subraya que el contexto del poema y el público al que está dirigido son determinantes. Traducir un poema infantil, por ejemplo, requiere que la forma tenga prioridad, ya que “es la repetición de patrones, lo que permite que los adultos puedan leerlo en voz alta con un ritmo que los chicos sigan, o que los propios niños tengan una lectura más amena y predecible”.
Por otro lado, tanto Micaela Van Muylem como Eleonora González Capria coinciden en que traducir poesía no es simplemente encontrar equivalentes lingüísticos, sino también preservar las emociones y los universos del autor original. González Capria, que además de traducir, escribió el poemario “Revientacaballos” y es editora en la revista especializada en el género: Hablar de Poesía, lo resume con claridad: “No considero que la forma o el sonido sean una cáscara o un adorno. Tratar de trasladar ese trabajo de la forma y el sonido al idioma de destino es una de las tareas más arduas de la traducción de poesía”.
Las diferencias culturales y su impacto en la traducción
“La traducción es un constante tira y afloje entre el original y los lectores de la traducción”, señala Fusco, refiriéndose a las diferencias culturales y lingüísticas que inevitablemente surgen. Para ella, algunos elementos culturales específicos enriquecen la experiencia del lector, pero cuando estas diferencias entorpecen la comprensión, es necesario adaptarlos.
Un ejemplo claro de esto ocurrió cuando tradujo la novela en verso “Treinta me habla de amor” de Alessandra Narváez Varela, cuyo bilingüismo (inglés-español) era esencial en el texto original. “Tuve que resignificar ese recurso y decidir qué podía quedar en inglés sin que fuera un obstáculo para la lectura”, relata.
Por su parte, Van Muylem resalta que la traducción no solo es un acto de adaptación, sino también de aprendizaje continuo. “La poesía viaja rápido y fácilmente gracias a las plataformas digitales, y el intercambio entre culturas es mucho más fluido”, comenta. Desde su experiencia, Van Muylem compartió que, sin embargo, este diálogo constante entre lo propio y lo ajeno plantea dilemas únicos: ¿Qué se mantiene? ¿Qué se transforma? ¿Qué se pierde en el camino?
Desafíos únicos: traducir poesía infantil y experimental
En el caso de la poesía infantil y experimental, los retos se multiplican. Fusco confiesa que uno de los mayores desafíos es mantener tanto el sentido como la forma en poemas que, además, suelen estar ligados a ilustraciones inamovibles. En la entrevista con las traductoras, coincidieron que es “un rompecabezas” en el que todo debe encajar con naturalidad, y que es necesario prestarse a la lectura en voz alta para no generar incoherencias en el poema.
La poesía experimental, por otro lado, lleva la creatividad a límites aún más complejos. Van Muylem cuenta un caso específico mientras traducía a la poeta alemana Mara Genschel, cuyo poemario “Siete mujeres” incluía tachaduras y un número, “30.000”, que en Argentina remite inevitablemente a los desaparecidos. “Ese número iba a cambiar la lectura del poema en nuestro país, por lo que decidí consultarlo con la autora para no perder la intención original”, comparte. Este tipo de decisiones -señala- subrayan la importancia de trabajar en diálogo con los poetas cuando es posible.
El impacto de la traducción en la poesía y las culturas
“La traducción abre mundos”, afirma Fusco, recordando cómo esta práctica permite que lectores de una lengua accedan a la riqueza de otras culturas. “La poesía expresa emociones, sentires y experiencias que, aunque a veces parecen lejanas, pueden resultar sorprendentemente cercanas”, reflexiona. González Capria coincide, destacando que la traducción no solo conecta culturas, sino también épocas. “Hasta el día de hoy se siguen haciendo nuevas versiones de clásicos de hace siglos porque las traducciones evolucionan junto con las sociedades”, comenta Fusco.
En definitiva, las tres traductoras ven en su trabajo una labor universal que fomenta la comprensión y el intercambio cultural. Como dijo alguna vez el Nobel José Saramago, “los escritores hacen la literatura nacional, y los traductores hacen la literatura universal”.
El papel de las nuevas tecnologías en la traducción literaria
Las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial plantean uno de los debates más candentes en el campo de la traducción. Aunque reconocen la utilidad de herramientas digitales para tareas específicas, como investigar contextos o explorar sinónimos, las traductoras rechazan la idea de delegar la creación literaria en manos de una máquina. “La inteligencia artificial reproduce patrones, pero la poesía rompe esos patrones. Por eso, traducir poesía seguirá siendo una tarea humana”, sostiene Van Muylem.
Para Fusco, “la traducción literaria es una tarea en esencia artesanal, humana”. El desafío no está en reemplazar al traductor humano, sino en utilizar las herramientas digitales de forma responsable y como apoyo, nunca como sustituto.